Mientras editamos los vídeos de todas las intervenciones de nuestro IV Congreso que celebramos en Sevilla los días 24 y 25 de octubre, les dejamos en esta entrada la parte de la bienvenida inaugural que realizó Paco Benítez, secretario de OCRE:
Desde la Asociación OCRE queremos dar la bienvenida a todos los asistentes, y trasladarles nuestro más sincero agradecimiento por su participación en este IV Congreso de Expertos Docentes, así como a todas las personas que han colaborado en la organización del mismo, tanto de OCRE, como del propio IES Martínez Montañés.
En esta presentación vamos a relacionar los objetivos de OCRE con citas de libros de algunos de los participantes en este congreso.
Uno de los objetivos de OCRE (presentes en nuestro manifiesto) es que reclamamos una escuela pública que permita el acceso a la cultura de toda la población, porque la escuela es el único lugar donde el alumnado de extracción social humilde podrá adquirirla. De ahí el título de este IV Congreso de Expertos Docentes, “La recuperación de la educación como ascensor social”. Dice Bianca Thoilliez en un capítulo de la obra que ella misma coordina, La educación, ¿bien común, derecho individual o servicio público?, que “el mito del alumno autónomo es una farsa porque lo que suele pasar es que los alumnos no aprenden ni más ni mejor, puede incluso que no aprendan […] Tras una falsa retórica de empoderamiento, se oculta una dejación de responsabilidades educativas por parte de quienes verdaderamente las ostentan.” Desde OCRE creemos que urge acabar con el clima de desconfianza hacia la labor y la profesionalidad de los docentes, muchas veces, lamentablemente, fomentado desde instancias políticas, cuando no por determinados círculos de pedagogos que o bien no han pisado un aula en su vida o bien hace tiempo que ni siquiera recuerdan lo que es entrar a hacer una guardia de un grupo de 2º de ESO al que no le das clase. Como dice Ramón Rodríguez Galán en su libro Soy maestro, “cuando algunos despachos están tan alejados de la realidad del aula, nos toca a los docentes, a los que estamos a pie de aula cada día, dar sentido y coherencia a ciertas decisiones que, quizá, de eso tengan poco. Bajarlas al suelo, traerlas a la realidad, a la verdadera necesidad de nuestro alumnado.”
Por eso reclamamos la devolución de las competencias educativas a los claustros, una ley educativa guiada por la investigación didáctica y alejada de la influencia de modas y neuromitos sin sustento científico, y una dotación de recursos humanos suficientes para atender la diversidad del alumnado. De lo contrario, no estamos cumpliendo con nuestra misión como comunidad educativa. Porque como dice Miguel Ángel Tirado Ramos en su obra Escuelas que enseñan. El conocimiento sí importa, “La escuela incumple cuando vacía las competencias de contenido, cuando desprecia cualquier conocimiento que no sea directamente aplicable o que no parezca útil […] La escuela incumple cuando espera que florezca naturalmente en el niño el gusto por esforzarse […]. Incumple cuando asume de forma acrítica las modas pedagógicas de turno y sube a los altares los métodos pedagógicos convirtiéndolos en fines en sí mismos […] Incumple cuando innovación e investigación no van de la mano, y cuando presupone superpoderes digitales a las nuevas generaciones que se utilizan como excusa para no enseñarles habilidades fundamentales […] Definitivamente, la escuela incumple cuando confunde equidad con mediocridad, y el conocimiento se deja para quien se lo pueda pagar.
Por ello, desde OCRE reclamamos un currículo claro, estructurado, coherente, realista y bien secuenciado. Criticamos que en la actual ley educativa, la LOMLOE, se establece un diseño curricular artificioso y confuso, centrado en la adquisición de unas competencias etéreas, en detrimento del aprendizaje de los conocimientos que las hacen posibles. Pensamos que la pretendida flexibilidad de los contenidos incrementa las diferencias entre centros, con el consiguiente perjuicio para el alumnado de las clases sociales menos favorecidas, que difícilmente podrá adquirir fuera del sistema educativo los conocimientos que este le niega. Por eso abogamos por su modificación, si no por su total abolición. Esta ley obstaculiza el derecho de los estudiantes a una evaluación objetiva y el de sus familias a recibir una información clara y comprensible sobre su progreso, ya que se establecen unos criterios de evaluación ininteligibles e inoperativos y unos sistemas de calificación ineficaces que, además, varían enormemente entre comunidades autónomas. Todo esto lo refleja muy bien Javier Mestre en la obra Escuela y libertad al afirmar que “la aplicación práctica del galimatías arbitrario y caótico de la “evaluación por competencias” resulta en un infierno burocrático en el que se pierde el buen criterio […] y cualquier mínimo atisbo de objetividad, ecuanimidad y justicia; se trata de un sistema que pretende puntuar cosas tales como el compromiso con ciertos valores o premisas ideológicas para nada ingenuas a pesar de las apariencias.”
Abogamos por el concepto aristotélico de la felicidad, la «eudaimonía», la cual no se identifica con placeres pasajeros, sino con un estado al que se llega a partir del desarrollo del carácter y la práctica de virtudes, tanto éticas como intelectuales, que permiten a la persona actuar de acuerdo con la razón y alcanzar su máximo potencial. Necesitamos un sistema educativo que permita a los alumnos llegar a la realización de ese potencial propio. Carlos Javier González Serrano, en el prólogo de su obra Una filosofía de la resistencia da buena cuenta de ello cuando dice: “Detecto a diario en mis estudiantes un entusiasmo desbordado por llevar a cabo su vocación, por cumplir con la tarea que se han encomendado o que sienten suya, pero, igualmente, existe mucha frustración y sufrimiento cuando echan la mirada hacia el futuro y lo observan con poca esperanza y bajo el signo de la desesperación, la angustia o la tristeza.
No podemos cambiar todos los males sociales que existen (aunque no hay que dejar de persistir en ello), pero sí podemos crear una escuela que acompañe y apoye a nuestros alumnos para que puedan llegar a desenvolverse con un mínimo de éxito en la vida. Por eso también alertamos que desde la administración educativa se fomente la utilización de metodologías de dudosa eficacia, facilitando la privatización y mercantilización de todo el sistema al favorecer la entrada de organizaciones empresariales del sector tecnológico o de la banca en el mercado de la educación. En la obra Escuela o barbarie, de la que, junto a Enrique Galindo Ferrández y Carlos Fernández Liria, Olga García Fernández es coautora, se nos alerta de que “la presencia creciente de las TIC en las sucesivas reformas, siempre acompañando a lo que podríamos llamar un “fetichismo de la innovación”, debe entenderse en términos de inversión productiva en busca de rentabilidad”. Alertamos del enorme peligro que tiene para el presente y el futuro de nuestra sociedad el hecho de que los intereses económicos sigan primando por encima de los educativos.
Necesitamos un cambio de rumbo. La situación educativa actual es cuanto menos preocupante: elevados índices de abandono escolar y repetición, bajos niveles en habilidades básicas reflejados en las pruebas estandarizadas internacionales, y un clima de disciplina descorazonador que da lugar a un contexto en el que no se favorece la atención y la convivencia, dificultando el aprendizaje y haciendo sentir inseguros a los estudiantes. Ramón Espejo, en Laberinto educativo y aprendizaje fake, obra recientemente publicada, nos alerta de que “nuestro actual sistema educativo solo hace bien una cosa: tapar los problemas y transmitir la idea de que todo marcha bien”. Por eso, es necesario pasar a la acción, y trasladar a todas aquellas personas y entidades de la opinión pública que sientan malestar, desconcierto y preocupación ante la situación educativa actual la necesidad de unirse a la voz de tantos docentes que queremos revertir la situación. Como dice David Cerdá en su obra Ética para valientes, “el honor no es un cúmulo de «valores», sino de acciones, porque no consiste en tener una disposición ante la justicia, sino en hacerla […] El valor es el instrumento que el honor requiere para que el bien no se ahogue en intenciones y pueda materializarse.”
Finalizamos con otra maravillosa cita, esta vez de Inger Enkvist, en su imprescindible obra La buena y la mala educación, quien nos hará el honor de realizar la ponencia inaugural de este IV Congreso de Expertos Docentes: “El negarse a trabajar en la escuela es oponerse claramente a la sociedad. Una manera de formular por qué la sociedad exige que se estudie es que, si los jóvenes no adquieren vocabulario ni conocimientos sobre el mundo, no pueden formarse una idea personal, crítica, de lo que sucede alrededor de ellos. Así, corren el riesgo de convertirse en seres grupales, dirigidos por las emociones, en una sociedad que se autodefine como una sociedad del conocimiento. Es particularmente peligrosa su tendencia a dar fe a cualquier rumor, reaccionando ante cualquier suceso de manera emocional y violenta.”
Con la enorme convicción de que la educación es el pilar que sostiene una sociedad democrática equitativa y justa, tenemos la obligación moral de protegerla y fortalecerla. ¡Muchas gracias!
Paco Benítez, secretario de la asociación y en representación de la Junta directiva de OCRE.