¡PARTICIPA EN VIVO! «Tecnología OFF para una vida y un cerebro ON»

Volvemos con el nuevo curso y el siguiente ¡PARTICIPA EN VIVO! de octubre que organizamos desde OCRE (el que teníamos para el 25 de septiembre con Zach Groshell tuvimos que aplazarlo, por fuerza mayor, y os adelantamos que será el 24 de noviembre).

Os recordamos que estos encuentros online tienen la peculiaridad de ser totalmente interactivos entre todas las personas que se inscriban, porque estarán en abierto de sonido y cámara, participando directamente con el ponente. Recordad que lo grabaremos para poder hacer la difusión posterior, pero para que pueda haber un poco de control entre los participantes, sólo enviaremos el enlace de acceso a las 30 primeras personas que se inscriban; así que, si os interesa el tema, no os lo penséis mucho. Y si por algún motivo no pudierais asistir os rogamos que nos enviéis un correo (associacio.ocre@gmail.com) para que podamos avisar a la siguiente persona inscrita.

Bien, pues os informamos ya del sexto ¡PARTICIPA EN VIVO!, organizado por OCRE (Observatori Crític de la Realitat Educativa, Asociación OCRE):

Título:

«Tecnología OFF para una vida y un cerebro ON»

¿Beneficia el uso actual que jóvenes y adultos hacen de las nuevas tecnologías? ¿Cómo se deben utilizar las nuevas tecnologías en educación? ¿Qué evidencias existen sobre los efectos para la salud física y mental del uso de las nuevas tecnologías? ¿Se debería prohibir por ley el uso de los teléfonos inteligentes a los menores de edad? ¿Qué retos plantea la IA para la educación y para la sociedad en general? ¿Existe una agenda oculta de las Big Tech en educación?

(para familias y docentes de cualquier etapa educativa y cualquier comunidad/ciudad autónoma)

Fecha y ponente:

30 de octubre de 2025, entre las 18:30 y 20 horas, celebraremos una ponencia interactiva, con Diego Hidalgo Demeusois, impulsor del Movimiento OFF, una iniciativa que nace del Manifiesto OFF, firmado por cientos de personalidades de distintos ámbitos, y que alerta sobre el momento crítico que atraviesa nuestra relación con la tecnología digital. Es autor de los libros “Anestesiados” y “Retomar el control”, y lleva más de dos décadas reflexionando sobre los efectos sociales, culturales y políticos de la digitalización en las distintas facetas de nuestra vida. Además, es emprendedor —fundador de Amovens (primera plataforma de coche compartido en España), Pontejos y del fondo de inversión en empresas sociales Ballensworth—, conferenciante internacional y miembro de la Fundación Hermes. También es diplomático de la Orden de Malta en Marruecos y mago.

Nuestro compañero Paco Benítez, hará de presentador, moderador y os compartirá en el chat información relevante sobre Diego Hidalgo; así que, por favor, mantener abierto el chat.

En el siguiente enlace tenéis el formulario para enviar vuestras preguntas y/o inscribiros para participar en directo en la sesión:

Tecnología OFF para una vida y un cerebro ON

(puedes enviarnos cualquier pregunta sin necesidad de inscribirte o participar en vivo, que se intentarán contestar en directo; y si no diera tiempo, subiremos a nuestra web un post con todas las respuestas a las mismas por parte de Diego Hidalgo, que nos hará llegar por correo).

Sería muy recomendable, dado que solo daremos paso a 30 personas en directo, que os inscribáis aquellas personas que verdaderamente queráis interactuar con ellos.

Esperamos que sea de vuestro interés este nuevo ¡PARTICIPA EN VIVO! y os iremos informando de los siguientes, que seguimos mejorando según las cuestiones que aparecen y que con vuestra colaboración nos vais sugiriendo. ¡GRACIAS!

Saludos desde la Junta directiva de OCRE.

Entrevista con Miguel Ángel Tirado, inspector de educación: “Enseñar bien a leer y a escribir es la política de inclusión más eficaz que existe.”

Paco Benítez, 12 de octubre de 2025 

Doctor en Ciencias de la Educación por la Universitat de les Illes Balears (UIB) y Licenciado en Educación Física por el INEFC de Barcelona, Miguel Ángel Tirado ejerce actualmente de inspector de educación en Baleares, aunque sigue impartiendo clase como profesor asociado en el Máster de Formación del Profesorado de la UIB. Recientemente, ha formado parte del grupo de expertos que ha elaborado el informe «Análisis y propuestas para la mejora del sistema educativo y los currículos de educación infantil, educación primaria, ESO y bachillerato en las Illes Balears». 

Ha ejercido como director y jefe de estudios del IES Santa Margalida, así como de docente en Educación Secundaria Obligatoria, Bachillerato, Formación Profesional y Enseñanzas de Régimen Especial. También imparte formación continua al profesorado en los ámbitos de la programación, la evaluación, la lectura, la escritura y la función directiva. 

Es autor del libro Escuelas que enseñan: el conocimiento sí importa. Entre sus publicaciones más recientes destacan los artículos: «Decodificando el Diseño Universal para el Aprendizaje: ¿qué evidencia empírica lo respalda?» (2023), «¿Y si las competencias digitales se aprendieran con la pantalla apagada?» (2024) y «Dime cómo lees y te diré cuánto aprendes: ¿qué nos aporta la investigación a la enseñanza de la lectura?» (2024). 

¿Qué te movió a convertirte en inspector de educación? ¿Y a formar parte de la Asociación OCRE? 

Accedí a la inspección educativa tras once años formando parte de equipos directivos en un instituto público. Pensé que era el paso natural para seguir ayudando a los centros desde una perspectiva más amplia sobre el sistema. Mi motivación siempre ha sido la misma: contribuir a mejorar la educación y garantizar que cada alumno tenga las mismas oportunidades, sin importar su origen. 

Conocí la Asociación OCRE a través de un vídeo de su primer congreso y me identifiqué de inmediato con su defensa de una educación de calidad, equitativa y exigente. Encontrar un grupo de docentes comprometidos con esos valores me reconfortó, y me uní convencido de que las mejoras que necesitamos se construyen también desde el trabajo colectivo. 

En tu opinión, ¿cuál es la función principal de la escuela? ¿Tiene la escuela actual algunas funciones que sería mejor desechar? 

La función principal de la escuela es transmitir el legado cultural común, asegurando que todos los alumnos, con independencia de su contexto social, adquieran las herramientas intelectuales y éticas que les permitan pensar por sí mismos. En palabras de Gregorio Luri: “Si un niño rico encuentra al llegar a la escuela cerradas las puertas del conocimiento, tiene otros lugares a los que acudir. El pobre, no.” 

Algunas funciones actuales, como intentar suplir todas las carencias sociales o familiares, sobrecargan un sistema educativo y unos docentes al que se les exige solucionar lo que la sociedad y la política no logran encauzar. Al pretender hacerlo todo, la escuela corre el riesgo de no cumplir adecuadamente su labor fundamental, que es precisamente la que garantiza la equidad a largo plazo: la transmisión del conocimiento y la formación del pensamiento crítico. Delimitar las funciones de la escuela no implica desentenderse del alumno, sino aclarar responsabilidades. En otras palabras, la escuela debe colaborar con otras instituciones, no reemplazarlas. La solución, por tanto, no es la indiferencia, sino la cooperación. 

¿Qué características tienen las escuelas e institutos de tu zona que tienen buenos resultados? ¿Y las que tienen malos resultados? 

La pregunta me parece muy interesante, y ojalá pudiera dar una respuesta basada plenamente en la evidencia y no solo en percepciones o deseos. Lo que sí puedo destacar son algunas acciones que han funcionado en los centros en los que trabajo. Y lo sé, no solo por los resultados de las pruebas diagnósticas anuales, sino también gracias a las evaluaciones de centro en lectura —entre otras— que realizamos para valorar los progresos del alumnado, identificar tendencias y analizar el impacto de las innovaciones que introducimos. 

Además de estas evaluaciones generales, procuramos estructurar los contenidos de forma clara y progresiva, mediante programaciones funcionales y prácticas. Damos especial relevancia al aprendizaje inicial de la lectura y la escritura, e integramos ambas en todas las áreas como herramientas fundamentales para adquirir los conocimientos específicos de cada materia. Por último, consideramos esencial evaluar con un propósito formativo, pero, sobre todo, mantener un seguimiento cercano del alumnado y ofrecer una respuesta inmediata ante las dificultades que detectamos. 

En tu opinión, ¿qué explicación tiene que en las facultades de pedagogía actualmente se expliquen a los futuros maestros y profesores mitos que hace décadas que las evidencias han desterrado, tales como los estilos de aprendizaje, el aprendizaje por descubrimiento o la existencia de habilidades complejas desligadas del conocimiento? 

La principal crítica que puedo hacer a los planes de estudio del Grado en Educación Primaria de algunas universidades es que suelen tener una orientación excesivamente transversal y globalizadora, con asignaturas centradas en proyectos, contextos o integración de saberes. Este enfoque, aunque bien intencionado, no garantiza que se trabajen en profundidad los contenidos didácticos fundamentales, especialmente aquellos vinculados al aprendizaje inicial de la lectura, la escritura y las didácticas específicas. 

Curiosamente, los procesos de adquisición del sistema alfabético y de la conciencia fonológica, así como la identificación y respuesta a las dificultades específicas del aprendizaje lector y escritor (como la dislexia o la disgrafía), se diluyen dentro de asignaturas de enfoque general, sin un tratamiento sistemático ni específico. Esta falta de especialización provoca que muchos futuros maestros carezcan de herramientas concretas y basadas en la evidencia para enseñar a leer y escribir desde una base cognitiva y lingüística sólida. 

La formación pedagógica del profesorado de secundaria es otro cantar. La carga lectiva de las asignaturas de didáctica específica —ya sea de matemáticas, filosofía o educación física— es claramente insuficiente en los planes de estudio del Máster de Formación del Profesorado. En todo caso, resulta imprescindible fortalecer la conexión entre la investigación científica y la formación inicial, de modo que las decisiones educativas se fundamenten en evidencias contrastadas y no en teorías superadas o modas pedagógicas. 

Ahora te voy a preguntar por el DUA, ya que has escrito bastante al respecto. En la actualidad este enfoque pedagógico es uno de los que más peso tienen en lo que comúnmente se engloba como “metodologías alternativas”. Tú eres muy crítico con él. ¿Nos podrías explicar por qué? 

Creo que una norma no debería adoptar un paradigma pedagógico concreto, como ocurre con el DUA, porque eso limita la autonomía que la propia ley educativa reconoce. Comparto la intencionalidad inclusiva, pero me sorprende que la normativa mencione expresamente el Diseño Universal para el Aprendizaje y no otros modelos con más respaldo empírico, como la Respuesta a la Intervención (RTI). Vamos, que tenemos el DUA por decreto 

Además, el DUA parte de una idea atractiva, pero poco sustentada: que cada alumno aprende mejor si elige el formato que prefiere. Sin embargo, la evidencia no demuestra que esa libertad mejore los resultados, y su planteamiento está muy vinculado al mito de los estilos de aprendizaje, ya superado por la investigación. 

También hay un componente práctico: aplicar el DUA implica una gran dependencia de la tecnología, como si la inclusión pasara por digitalizarlo todo. Y sabemos que el uso intensivo de pantallas no garantiza mejores aprendizajes, especialmente en etapas tempranas. Una cosa es utilizar la tecnología para que determinados alumnos superen barreras, y otra muy distinta convertirla en el medio principal para todos. 

Por cierto, en una formación de las muchas que sobre DUA se hacen pude presenciar cómo el formador enseñó el DUA mediante la instrucción directa. Por cierto, de forma brillante. 

La siguiente es una pregunta que suele acarrear mucha polémica. Ahí va: ¿Ha bajado el nivel educativo en los últimos años? ¿En qué datos te basas? 

Depende de qué entendamos por “nivel”. Si miramos las tasas de titulación en la ESO, el porcentaje de alumnos que obtienen el título ha ido aumentando hasta situarse en torno al 81% a nivel nacional. Sin embargo, aunque más alumnos titulan, los resultados en comprensión lectora y matemáticas descienden...Y teniendo en cuenta que comprendemos lo que leemos a partir de lo que sabemos…

Como no aplicamos pruebas diagnósticas estatales periódicas que permitan analizar la evolución real del sistema, solo podemos recurrir a evaluaciones internacionales. En este sentido, el informe PISA 2022 muestra una caída clara tanto en matemáticas como en lectura, situando a España por debajo de la media de la OCDE y con retrocesos respecto a ediciones anteriores. Por su parte, las pruebas PIRLS, que evalúan la comprensión lectora en 4.º de primaria, confirman que esta tendencia se inicia ya en etapas tempranas. 

Es decir, titulamos más, pero aprendemos menos. El reto no es solo que los alumnos lleguen al final del sistema, sino que lo hagan con los conocimientos que realmente necesitan. 

¿Qué principales cambios y/o medidas se podrían realizar para mejorar nuestro sistema educativo? ¿Podrías señalar las tres o cuatro que veas más necesarias o urgentes? 

La primera es clara y no depende de la política, sino del compromiso de los centros: enseñar bien a leer y a escribir. El déficit en estos aprendizajes básicos ensancha la brecha entre estudiantes. La investigación es contundente: una instrucción sistemática, explícita y basada en la evidencia en lectura y escritura tiene un impacto enorme en la equidad y el rendimiento futuro. 

La segunda tiene que ver con los docentes, la pieza central del sistema educativo. La evidencia también es clara: los países con mejores resultados invierten en una formación inicial exigente, una formación continua de calidad y una selección rigurosa, además de ofrecer condiciones laborales que favorezcan la estabilidad y la colaboración. 

La tercera medida pasa por reforzar la confianza en la escuela: la confianza entre familias, docentes, administración y sociedad. Cuando confiamos en la escuela, le damos margen para hacer bien su trabajo, sin sobrecargarla ni cambiar constantemente sus propósitos. No se trata de algo abstracto, sino de algo muy concreto: estabilidad normativa, menos burocracia y más tiempo para enseñar y colaborar. Solo así la escuela puede centrarse en lo esencial: garantizar que todos los alumnos aprendan. Al fin y al cabo, el verdadero derecho a la educación se produce en el aula.  

¿Qué procedimiento debe seguir un docente para que ante una reclamación de notas de las familias y/o un recurso de alzada se respete su criterio profesional? ¿Es eso hoy posible con la LOMLOE y su paradigma evaluativo? 

Lo primero es que el docente tenga un criterio profesional sólido y transparente, que garantice el derecho del alumno a que su dedicación, esfuerzo y rendimiento sean valorados con objetividad. Esto implica que desde el inicio del curso el profesor tenga claro su sistema de evaluación y calificación, y que este haya sido informado a estudiantes y familias: cómo se evaluarán los aprendizajes y cómo se traducirán en calificaciones. 

Los famosos criterios de evaluación que establece la normativa son referentes para diseñar las actividades y valorar el progreso, pero no deberían convertirse en instrumentos directos de calificación. Esa confusión está en el origen de muchos conflictos.  

La dificultad de la LOMLOE no radica tanto en la existencia de dichos criterios —que siempre los ha habido desde 1990—, sino en lo que dicen (o no dicen). Y ya que me preguntas por su paradigma evaluativo, invito a quien quiera entender cómo hemos llegado hasta aquí a leer “La evaluación prodigiosa”: una distopía… o quizá no tanto. 

¿Qué parte de tu trabajo como inspector es la que más te gusta realizar? ¿Y la que te gusta menos? 

Sin duda, con lo que más disfruto es con el trabajo codo a codo con los centros, colaborando con los equipos directivos y docentes en todo lo que contribuya a mejorar los aprendizajes. Es en ese diálogo profesional, basado en la confianza mutua y la cooperación, donde el papel de la inspección cobra verdadero sentido. Aprovecho para agradecer sinceramente a los centros con los que trabajo su implicación y la actitud abierta y colaborativa que demuestran cada día. 

Lo que menos me gusta es la gestión de los conflictos que, aunque forman parte del trabajo, a veces desvían el foco de lo importante: ayudar a que las escuelas funcionen mejor y los alumnos aprendan más. Intento afrontarlos siempre con serenidad y equidad, pero reconozco que preferiría que nuestra energía pudiera dedicarse por completo a la mejora educativa. 

¿Tienes algún proyecto cercano importante que te gustaría compartir con nosotros? 

Sí, en noviembre la revista Supervisión 21 publicará en abierto el artículo “Pensar con papel y lápiz”, en el que trato de ordenar las principales aportaciones de la investigación a la enseñanza de la escritura. Agradezco mucho a la revista que lo haya aceptado —¡a pesar de que es un poco largo!—, pero espero que resulte útil para todos los profesionales: tanto para las maestras y maestros que enseñan a escribir, como para quienes quieren usar la escritura como herramienta para pensar y aprender mejor. Ah, y también abordo el tema de la inteligencia artificial, que, hablando de escritura, ¡no podía faltar! 

Por otra parte, sobre lectura se ha investigado mucho, pero quizás no tanto sobre escritura. Así que un grupo de docentes (que incluye algunos inspectores también) quisiéramos poner nuestro granito de arena y estamos investigando qué tipo de letra favorece mejor la legibilidad y velocidad, ¿la ligada o la de imprenta? El estudio es longitudinal, así que, si quieres, nos emplazamos a octubre del 2027 para compartir los resultados.

Haciendo un poco de evaluación, puesto que ya sabes que el cuerpo de inspectores recibe muchas críticas: ¿qué aspectos piensas se pueden corregir o mejorar? 

Los inspectores de educación somos docentes, y nuestra razón de ser como cuerpo profesional es mejorar el sistema educativo. Creo sinceramente que la inspección tiene un gran potencial para lograrlo a través del asesoramiento, evaluación y supervisión. En Baleares, que es donde trabajo, este curso hemos planificado una actuación prioritaria centrada en la enseñanza inicial de la lectura, la escritura y las matemáticas. Para ello, promoveremos el intercambio de buenas prácticas entre escuelas y el debate pedagógico sobre su enseñanza eficaz, facilitaremos instrumentos para evaluar estos aprendizajes esenciales y asesoraremos a los centros en la toma de decisiones a partir de los resultados. 

A mi modo de ver, este es el camino: una inspección cercana, colaborativa y orientada a la mejora real de los aprendizajes, más que al control administrativo, que también debe existir, pero siempre al servicio de una finalidad más alta: garantizar el derecho a una educación de calidad para todos los alumnos. 

¿Crees que tenemos un sistema educativo que ofrezca verdadera igualdad de oportunidades cuando se concreta en el aula? ¿Qué opinas sobre la inclusión que se está aplicando en los centros educativos? 

En mi opinión, enseñar bien a leer y a escribir es la política de inclusión más eficaz que existe. De los datos del Ministerio de Educación se deduce que tres de cada cuatro necesidades de apoyo educativo están relacionadas con dificultades en lectura y escritura, especialmente en los primeros años. Y la evidencia científica es clara: los niveles de lectura y escritura condicionan todo el éxito escolar posterior. 

Cada etapa debe asumir la responsabilidad de los aprendizajes que le corresponden, porque, en caso contrario, estamos agravando dificultades latentes o, peor aún, generando futuras necesidades educativas. Además, como la investigación confirma que el contexto en el que se nace y se crece influye en el aprendizaje, resulta imprescindible una enseñanza temprana, sistemática y bien orientada de la lectura y la escritura, capaz de compensar las desigualdades de origen. Cuando las dificultades no se detectan ni se interviene a tiempo, acaban convirtiéndose en un factor de riesgo educativo y social. 

Por otro lado, la verdadera inclusión requiere recursos especializados suficientes. Es fundamental que los alumnos con necesidades educativas especiales cuenten con el apoyo profesional y material necesario para ser atendidos, siempre que sea posible, en centros ordinarios, garantizando su aprendizaje y participación real. 

Cada minuto cuenta, y sabemos qué funciona: evaluación temprana, intervención inmediata y enseñanza eficaz. 

¿Crees que es necesario un currículo común para todas las CCAA? 

En realidad, no veo necesario un currículo único, sino que bastaría con que las enseñanzas mínimas fueran claras y coherentes en todo el territorio. En un estado descentralizado como el nuestro, con particularidades lingüísticas y culturales, es lógico y positivo que las comunidades autónomas completen sus currículos escolares. 

Ahora bien, eso no debería excluir la realización de evaluaciones diagnósticas comunes sobre las enseñanzas que compartimos, para poder valorar si los sucesivos cambios legislativos impactan realmente en el aprendizaje y detectar qué aspectos deben corregirse o mejorarse. 

A los que formamos la Asociación OCRE nos gustaría conocer tu opinión sobre lo que es para ti OCRE, lo que puede suponer, pero también que nos indicaras los aspectos sobre los que podemos seguir mejorando. 

OCRE es un espacio de reflexión sobre la educación que reúne a todos aquellos,  docentes y no docentes, que compartimos una convicción: que una escuela equitativa y de calidad, capaz de ofrecer conocimientos y cultura a todos los alumnos, con independencia de su origen, es la base de una verdadera democracia. 

Somos muchos, y cada vez más, procedentes de distintas etapas, enseñanzas y comunidades autónomas, con ideologías diversas pero un propósito común: alcanzar la mejor educación posible. 

¿Mejorar? Quizás lo más importante sea no perder nunca de vista para qué estamos aquí. No lo hemos hecho hasta ahora, y esa coherencia es precisamente nuestra fuerza. 

Y permitidme añadir algo personal: la presidenta es una maravillosa persona que nos inspira a todos con su empuje, su educación, su extraordinario compromiso y su buen hacer, siempre.  Gracias, Irene. 

¿Te gustaría añadir cualquier otra cuestión? 

Permitidme desearos que disfrutéis del congreso que estáis a punto de celebrar en Sevilla los días 24 y 25 de octubre, en el que tendré el privilegio de moderar una mesa de debate. Os felicito por el magnífico programa que habéis organizado y por reunir a tantos grandes profesionales. ¡Ya estoy deseando compartir esta experiencia! Será, sin duda, una gran oportunidad para pensar la educación y dialogar sobre aquello que nos apasiona y nos preocupa a partes iguales.  

¡Recuperemos la educación como ascensor social! 

¡Suerte y muchísimo éxito! 

2ª parte: Los participantes del IV Congreso de Expertos Docentes de Sevilla nos dan su opinión sobre el título de las tres mesas de debate

El Observatorio Crítico de la Realidad Educativa (OCRE) y la Asociación de Profesores de Instituto de Andalucía (APIA) organizan el IV Congreso de Expertos Docentes para un Análisis Crítico de la Educación (https://ivcongreso.asociacionocre.org), junto con la colaboración de la Universidad de Sevilla. Esta edición que se celebrará en el IES Martínez Montañés del barrio de Nervión en Sevilla el viernes, 24 y sábado, 25 de octubre. Este encuentro, de alcance nacional, servirá para analizar la situación de la enseñanza en nuestro país y las posiciones que diversos académicos y docentes sostienen para mejorar la actual crisis educativa.

Este IV Congreso, aunque estamos seguros que surgirán muchos temas clave interconectados, girará en torno a cuatros grandes cuestiones que las hemos querido reflejar en el propio título del congreso:

 “¿Cuáles son los retos de la escuela del s.XXI?

La recuperación de la educación como ascensor social”

 Y los títulos de las tres mesas de debate que tendremos:

“¿Cuáles son las prioridades en los primeros años de escolarización?”

 “¿Para qué la escuela? Una mirada desde la Filosofía y la Cultura Clásica”

 La evaluación a debate: ¿qué, cómo y para qué evaluar?”

En esta segunda parte del artículo, dividido en dos partes (cuya primera parte pueden encontrar aquí: 1ª parte: Los participantes del IV Congreso de Expertos Docentes de Sevilla nos dan su opinión sobre el título del mismo), les traemos a continuación, como aperitivo de nuestro IV Congreso, las opiniones de todos los participantes del congreso con respecto al título de cada una de las tres mesas de debate. Para no exceder más la extensión de este artículo, pueden encontrar los currículums detallados de cada uno de ellos en la web del congreso.

En primer lugar, según el título de la primera mesa de debate, nos dan su opinión Belinda Haro, Ramón Rodríguez, Andrés Rivera y Bianca Thoilliez:

“¿Cuáles son las prioridades en los primeros años de escolarización?”

 

Belinda Haro. Maestra de Audición y Lenguaje en Andalucía, con experiencia en tutoría de un aula específica para alumnado con TEA y en un puesto específico destinado a la atención de alumnado con TEL, actualmente TDL.

En los primeros años de escolarización se juega mucho más que contenidos o habilidades académicas iniciales. Se juega la construcción de la relación del niño con el saber, consigo mismo y con los otros.

Por eso, la prioridad debe ser clara: crear vínculos sólidos, entornos seguros y experiencias de aprendizaje que partan de la curiosidad y la emoción, no de la imposición o la prisa.

No es prioritario adelantar aprendizajes, sino construir bases sólidas emocionales, cognitivas y sociales que permitan a cada niño desplegar su potencial.

El juego, la experimentación, el lenguaje, el cuerpo y el descubrimiento del mundo deben ser los pilares de estos primeros años, pero siempre bajo la guía de docentes que comprenden que educar no es improvisar: es construir trayectorias de sentido y posibilidades. Y no es «descubrir tampoco», es guiar, modelar y para llevar a nuestro alumnado a la consecución de los aprendizajes, por ejemplo, los niños en esas primeras etapas no descubren las letras… el maestro se las enseña de forma clara, directa y explícita.

Además, estos primeros años son fundamentales para detectar de forma temprana necesidades específicas y ofrecer acompañamientos reales, sin etiquetas limitantes, desde una mirada de confianza en la plasticidad y el crecimiento de cada alumno. Es el momento, de poner en práctica una educación que dé un giro en pro de la prevención y establezca pautas sólidas a desarrollar en los centros educativos tanto para detectar al alumnado en riesgo como para potenciar, estimular y prevenir en aquellos aspectos que son fundamentales para el desarrollo de aprendizajes posteriores.

No se trata de convertir las aulas en un “todo vale” ni en un parque de diversiones.

Se trata de formar seres humanos plenos, curiosos, resilientes y confiados en su capacidad de aprender y transformar.

Cuando priorizamos el vínculo educativo auténtico, el desarrollo integral y el conocimiento profundo, sembramos las raíces de una educación que de verdad puede cambiar vidas.

Y en estos tiempos inciertos, sembrar raíces sólidas y sembrar estrellas es más urgente que nunca.

 

Ramón Rodríguez Galán. Tutor de Educación Primaria en Sevilla. Formador de docentes en campos como las metodologías activas, la tecnología educativa y el uso seguro y responsable de internet y RRSS.

De nuevo podríamos hablar de tantos puntos… Pero creo que algo básico es dotar a nuestro alumnado, desde pequeños, de destrezas y competencias que les permitan ser autónomos e independientes, cada curso en la medida justa, por supuesto. Pero que, poco a poco, aprendan desde pequeños a valerse por sí mismos en diferentes ámbitos de su vida es algo que agradecerán el resto de su vida. Lo que es totalmente compatible con la necesidad de que tengan siempre cerca a sus adultos responsables, dispuestos a guiarlos por el camino, a tenderles una mano y ayudarles siempre que nos necesiten. Creo que una cosa y la otra van de la mano. Y cada niño y cada niña deben tener la oportunidad de hacer su propio camino en la vida.

 

Andrés Rivera. Maestro de primaria desde 1998 en la Comunidad Valenciana y monitor de natación por la Real Federación de Natación desde 1995.

Hay un aspecto actitudinal fundamental:

Introducir la noción del papel posibilitador que la escuela tiene para ellos, un lugar en el que todos coincidimos para enriquecernos a través del conocimiento.

Esto a la vez que se desarrolla la idea de una convivencia orientada hacia el fin anterior.

 

Bianca Thoilliez. Profesora Titular de Teoría e Historia de la Educación en la Universidad Autónoma de Madrid.

Alfabetización, alfabetización y más alfabetización. Además, es fundamental informar insistentemente a las familias sobre la importancia de mantener a sus hijos lo más alejados y por el máximo tiempo posible de las pantallas de móviles y tabletas. Y, por esto mismo, es clave que en las escuelas asumamos educar en el desarrollo de la atención, la capacidad de espera y la paciencia y la persistencia.

 

En segundo lugar, según el título de la segunda mesa de debate, nos dan su opinión David Cerdá, Ramón Espejo (que sustituirá a David Cerdá), Carlos Javier González, Emilio Canales y Olga García:

 “¿Para qué la escuela? Una mirada desde la Filosofía y la Cultura Clásica”

 

David Cerdá. Economista, doctor en filosofía y profesional de la gestión empresarial, la educación, la comunicación y la ética.

El ideal clásico de la paideia es más perentorio que nunca, ahora que la educación se ha degradado con las utilitaristas y erróneas metas de la digitalización y la empleabilidad. El gran valor de los clásicos y la filosofía es su inobsolescencia y, en nuestros tiempos, su acceso universal y virtualmente gratuito que, para alcanzar a la mayoría, no obstante, hacen falta profesores y un espacio pedagógico libre de imposturas.

 

Ramón Espejo. Catedrático de Literatura Norteamericana en la U. de Sevilla, investigador especializado en teatro norteamericano.

Porque sin ella volvemos a la Edad Media, con lo que supone de confinar a la inmensa mayoría de la población a la pobreza y a la ignorancia y consagrar a una élite dominante. El proyecto de escuela ilustrada es incompatible con la escuela vivencial, perroflaútica a la que el neoliberalismo y los mercados nos quieren llevar y que cercena el futuro de nuestros jóvenes.

 

Carlos Javier González Serrano. Profesor de Filosofía y Psicología y orientador de Bachillerato en Madrid.

La escuela debe ser casa de preguntas, no sólo de respuestas. De contra-tiempos y des-acatamientos, y no de afirmación de la univocidad. El auténtico progreso no se construye en exclusiva a través de la empleabilidad, sino por la valentía de estar a la altura de hacernos las preguntas adecuadas en el aula. Con y entre nuestros estudiantes. La escuela es y ha de ser, ante todo, el espacio del contra-tiempo, de la rebelión contra la inmediatez

 

Emilio Canales. Profesor de secundaria de latín y griego en Granada, doctor en Filología Clásica.

La escuela ha de servir para ofrecer igualdad de oportunidades e impedir desequilibrios que, sin duda, abocan a los individuos a la marginalidad, pero también -lo que no es menos relevante- para favorecer el descubrimiento de mundos a los que sería difícil o imposible acceder desde otros ámbitos, como es el caso de la Filosofía, el Latín o el Griego. Desde el campo de la educación se debería favorecer el conocimiento crítico de la realidad, que el sistema educativo limita año tras año, centrando la formación académica en saberes supuestamente prácticos o «válidos para la vida».

 

Olga García.  Profesora de Filosofía de Enseñanza Secundaria en Toledo y codirectora de la Colección de Educación de Akal.

La relación entre la educación y el ejercicio de la ciudadanía o el desempeño de la capacidad política es constante en la Filosofía Antigua y en la cultura clásica en general. La República, el Protágoras y Las Leyes de Platón, la Política y La Constitución de los Atenienses, de Aristóteles, son obras paradigmáticas en el sentido de intentar discernir si es necesaria una formación específicamente política de los ciudadanos (en los asuntos de la polis) o si cualquiera está capacitado para gobernar. ¿En qué consistiría esa capacitación de necesitarse? ¿Es la propia racionalidad la que habilita para la participación en el Ágora? ¿Es necesario educar y en qué a la ciudadanía? ¿Qué tipo de ciudadano forma la escuela? Sería deseable, y queda apuntado, que fuera uno capacitado para la parresía, para la crítica a las instituciones de las que él mismo participa. Sócrates es un ejemplo paradigmático que es extrapolable al debate actual.

 

Y, por último, según el título de la tercera mesa de debate, nos dan su opinión Antonio Iván Rodríguez, Elena González, Javier Mestre y Silvia Toscano:

 La evaluación a debate: ¿qué, cómo y para qué evaluar?”

 

 Antonio Iván Rodríguez López. Maestro de Educación Primaria en Granada, especialidad de Educación Física.

Lo primero de todo, es crucial saber que calificar y evaluar no es lo mismo. Partiendo de esta premisa, podemos decir que todo lo calificable deber ser evaluado, pero no todo lo evaluado deber ser calificado. La evaluación es uno de los pilares más importantes del sistema educativo y, a la vez, uno de los más complejos de aterrizar en el aula. Está presente en el marco legislativo del sistema educativo español, donde se especifica su finalidad y los diferentes elementos que la componen, entre los que destacan los criterios de evaluación y las competencias específicas. La evaluación, por lo tanto, es un proceso – e incluso una metodología por el valor tan importante que tiene – que consiste principalmente en recoger información, analizarla y, por último, emitir juicios de valor y/o tomar decisiones. Para ello, se debe proporcionar al alumnado las oportunidades de mejora oportunas, un feedback efectivo y de calidad dirigido a la tarea, así como implicarlo en procesos de autoevaluación y coevaluación.

Una de las principales quejas del profesorado a la hora de llevar a cabo procesos de evaluación formativa y compartida es la falta de tiempo. El alumnado, en este caso, también presenta resistencia, destacando la baja predisposición para asumir responsabilidades.

Las dos siguientes infografías resumen el cómo y el para qué evaluar:

 

Elena González Párraga. Licenciada en Historia por la Universidad de Granada, graduada en Historia del Arte por la UNED y profesora en la educación pública andaluza.

La evaluación es una de las labores más importantes, y a la vez más difíciles, del docente. Para que la escuela siga siendo un ascensor social, es imprescindible comprobar que cada alumno/a ha adquirido los conocimientos y destrezas que necesitará, no solo en etapas venideras, sino en la adultez. Para ello se debería diseñar una evaluación que ante todo sea objetiva, y tan clara y transparente como sea posible. Una evaluación con criterios que sean concretos y que huyan de la ambigüedad que caracterizan a los de la actual ley. Y, por supuesto, una evaluación que no se limite meramente a las pruebas escritas, sino que englobe distintas tareas realizadas en el aula o fuera de ella, y vaya siempre acompañada de una retroalimentación donde se informe al alumno/a o a su familia en qué se puede mejorar.

  

Javier Mestre. Catedrático de enseñanza secundaria, especialidad en lengua castellana y literatura, en Ávila.

Entiendo que nos referimos preferentemente a la evaluación de nuestros estudiantes; la evaluación del trabajo docente y del sistema educativo es harina de otro costal.

La evaluación debe ser, ante todo, lo más objetiva que se pueda. Debe poder ser contrastable y revisable por terceras personas cualificadas, no debe quedarse en la subjetividad del docente que evalúa. Debe ofrecer seguridad jurídica a los estudiantes de cualquier nivel. ¿Qué se puede evaluar que cumpla con esta exigencia elemental del proceso? Obviamente: los conocimientos.

Se evalúa porque creemos en las acreditaciones que ofrece la escuela pública. Un título debería ser una garantía de haber alcanzado un determinado nivel de formación intelectual. Son cosas de un sentido común que está siendo atacado por tierra, mar y aire, tanto desde la derecha ultraliberal como desde una izquierda desnortada que no ha entendido nada y que despertará cuando ya sea demasiado tarde.

¿Qué se evalúa? Lo que se ha aprendido. El conocimiento y las destrezas adquiridas. El concepto de competencia es derivado de los de conocimiento (de las distintas disciplinas ilustradas) y destreza (de las disciplinas de carácter más artístico, manual o relacionadas con la actividad física). Es de todo punto absurdo enseñar y evaluar por “competencias” si entendemos que el conocimiento, los contenidos, son la piedra angular del sistema y de los procesos de enseñanza-aprendizaje… Solo tiene sentido si precisamente se quiere vaciar de contenidos, de conocimiento, la educación y, así, convertir la escuela en otra cosa más parecida a una guardería, un cuartel o un campamento.

¿Cómo se evalúa? Con pruebas objetivas cuya corrección sea reclamable y, por tanto, revisable por otros docentes. Se han de evaluar el esfuerzo y la actitud en los procesos educativos concomitantes a la enseñanza en primaria y, quizás, al principio de la secundaria. Pero la maduración en el proceso debe dirigirnos siempre hacia las pruebas objetivas que concluyen con la expedición de un título que debe ser verdaderamente valioso.

¿Para qué se evalúa? En primer lugar, para garantizar precisamente que los egresados y egresadas de la enseñanza pública son verdaderamente competentes y tienen un nivel suficiente de formación ilustrada como para responder correctamente ante determinadas tareas y responsabilidades y como para ser ciudadanos y ciudadanas capaces de decidir de manera informada y formar su propio criterio en libertad.

En segundo lugar, la evaluación y los subsiguientes premios (la promoción y la titulación) constituyen el estímulo más poderoso para que niños, niñas, adolescentes y jóvenes… ¡estudien!

 

 Silvia Toscano. Profesora de Economía desde el año 2000 y actualmente vicedirectora en el IES Martínez Montañés desde 2023.

La mesa trata sobre las tres preguntas claves de la evaluación, qué evaluar, cómo evaluar y para qué evaluar. Y siempre las planteamos en este orden. Pero mis años de experiencia me han enseñado que el para qué es el punto de partida desde el que me planteo la evaluación tanto de los alumnos como de mi propio trabajo.

Desde 2018, soy profesora del Programa del Diploma del BI en el IES Martínez Montañés, lo que me ha permitido conocer no sólo una metodología sino también una forma de evaluar diferente. Y es que para el BI todo nuestro trabajo como docente gira en torno a que el alumnado desarrolle habilidades como la autogestión, el pensamiento crítico o la mentalidad abierta, habilidades le serán útiles a lo largo de su vida. Este es el para qué. Mi punto de partida y que me sirve para definir cómo evaluar o qué instrumentos de evaluación utilizar y qué evaluar. Esto ha supuesto un cambio significativo en mi forma de planificar la evaluación de mi alumnado.

Evidentemente este cambio en la evaluación supone también un cambio en el método de estudio del alumnado. Y esto no es nada fácil. Explicar a un alumno un error que no ha sabido justificar adecuadamente un argumento para que pueda mejorar la forma de hacerlo. Que un alumno entienda porque la justificación que ha dado no es válida o no está bien explicada, es muy complicado.  Pero lo cierto es que, al final de los dos años que dura el programa, el alumno termina no solo aprendiendo a hacerlo sino prefiriendo este tipo de evaluación al que se le aplica en el Bachillerato Nacional.

Trasladando esta experiencia al modelo de competencia claves actual, la LOMLOE, la evaluación de las mismas en todos los cursos y en todas las asignaturas, facilita la evaluación del alumnado si, como docentes, aceptamos el cambio que supone en nuestra forma de trabajo y, contamos con el apoyo institucional necesario.

 

Desde la Asociación OCRE les invitamos a que se inscriban, que nos acompañen y que participen también los días 24 y 25 de octubre en Sevilla en nuestro IV Congreso, porque habrá mucho más: Congreso Ocre

 

1ª parte: Los participantes del IV Congreso de Expertos Docentes de Sevilla nos dan su opinión sobre el título del mismo

El Observatorio Crítico de la Realidad Educativa (OCRE) y la Asociación de Profesores de Instituto de Andalucía (APIA) organizan el IV Congreso de Expertos Docentes para un Análisis Crítico de la Educación (https://ivcongreso.asociacionocre.org), junto con la colaboración de la Universidad de Sevilla. Esta edición que se celebrará en el IES Martínez Montañés del barrio de Nervión en Sevilla el viernes, 24 y sábado, 25 de octubre. Este encuentro, de alcance nacional, servirá para analizar la situación de la enseñanza en nuestro país y las posiciones que diversos académicos y docentes sostienen para mejorar la actual crisis educativa.

Este IV Congreso, aunque estamos seguros que surgirán muchos temas clave interconectados, girará en torno a cuatros grandes cuestiones que las hemos querido reflejar en el propio título del congreso:

 “¿Cuáles son los retos de la escuela del s.XXI?

La recuperación de la educación como ascensor social”

 Y los títulos de las tres mesas de debate que tendremos:

“¿Cuáles son las prioridades en los primeros años de escolarización?”

 “¿Para qué la escuela? Una mirada desde la Filosofía y la Cultura Clásica”

 La evaluación a debate: ¿qué, cómo y para qué evaluar?”

En este artículo, dividido en dos partes, les traemos a continuación, como aperitivo, las opiniones de todos los participantes del congreso a algunas de estas preguntas. Para no exceder más la extensión de este artículo, pueden encontrar los currículums detallados de cada uno de ellos en la web del congreso.

 

En una primera parte, sus respuestas con respecto al título del congreso:

“¿Cuáles son los retos de la escuela del s.XXI?

La recuperación de la educación como ascensor social”

 

Inger Enkvist. Catedrática de filología española, Centro de lenguas y literatura (Universidad de Lund, Suecia).

El ascensor social funciona:

  1. Cuando hay docentes de buena calidad en el aula. Tienen que conocer muy bien su materia y haber elegido la profesión por gusto.
  2. Cuando se devuelve al profesor la autoridad en el aula. Si un alumno no se comporta bien y molesta a los demás por la razón que sea, no puede seguir en el aula. Ningún alumno debe tiene el permiso de robarle el derecho a la educación a otro alumno.
  3. Cuando el profesor no está obligado a atender a varios alumnos con diferentes problemas al mismo tiempo que tiene que dar clase. El sistema actual no da buen resultado para nadie. Los alumnos que no tienen un ambiente culto en su casa son los que más necesitan que el profesor pueda concentrarse en dar clase al grupo.
  4. Cuando el ambiente escolar se caracteriza por valores culturales, éticos, estéticos e intelectuales. Entre los intelectuales están el respeto por el conocimiento y por el esfuerzo que supone el estudio.
  5. Cuando hay un énfasis en el aprendizaje de las materias más que en la tecnología. Educamos a la persona y la tecnología está al exterior de la persona.

 

Carlos Javier González Serrano. Profesor de Filosofía y Psicología y orientador de Bachillerato en Madrid.

El principal reto educativo de la actualidad, y que da respuesta al interrogante del congreso, es el de recuperar el espacio y el tiempo para que el conocimiento vuelva a encontrar su centralidad, que los centros educativos sean lugares de enseñanza y aprendizaje y no centros asistenciales, y que el profesorado sea una figura social central.

 

Antonio Iván Rodríguez López. Maestro de Educación Primaria en Granada, especialidad de Educación Física.

A continuación, y a sabiendas de la complejidad de la respuesta, enumero aquellos que considero más importantes:

  • Mejorar la formación inicial de los futuros docentes, incluyendo un mayor tiempo de prácticas en el aula durante su formación.
  • Cambiar el sistema de acceso a la función pública. Incluir supervisión y evaluación de expertos sobre intervenciones prácticas realizadas en un aula. En el ámbito del baloncesto, si se quiere obtener el título de entrenador superior, se ha de superar dicho proceso (incluida la parte teórica y los supuestos prácticos).
  • Trabajar en reconstruir y recuperar la relación con el lenguaje (lectura, escritura y diálogo). Además, dar el valor que merece la adquisición de conocimientos, a sabiendas de que todo proceso de aprendizaje requiere de esfuerzo y fuerza de voluntad.
  • Bajar las ratios, aumentar las plantillas docentes, mejorar las prestaciones económicas del profesorado y distribuir a los alumnos de forma heterogénea entre los distintos centros.
  • Construir un proyecto legislativo educativo a largo plazo e informado por la investigación educativa.
  • Implementar sistemas de evaluación en los centros educativos que permitan monitorizar los resultados de aprendizaje del alumnado a medio y largo plazo. De hecho, solo se puede mejorar aquello que se evalúa con claridad y se reflexiona con honestidad. Las opiniones o intuiciones no son los mejores instrumentos de evaluación.

 

 Elena González Párraga. Licenciada en Historia por la Universidad de Granada, graduada en Historia del Arte por la UNED y profesora en la educación pública andaluza.

En mi opinión, la escuela del siglo XXI debe enfrentarse a un doble reto: por un lado, es necesaria una actualización metodológica y una incorporación coherente y segura de unas nuevas tecnologías a las que la escuela no puede, ni debe, dar la espalda, siempre sin perder el foco de cuál es nuestro papel como docentes y sin olvidar que la metodología es la que está al servicio del alumnado, y no al revés. Por otro lado, se debe pelear para mantener una educación de calidad, una educación que permita a los hijos e hijas de la clase obrera adquirir los conocimientos y aprendizajes que les serán necesarios en un futuro y les permitirán ejercer una ciudadanía responsable y optar a la carrera o empleo que elijan; es decir, proteger ese ascensor social del que muchos nos hemos beneficiado en su momento y que tenemos la obligación de legar a nuestro alumnado.

 

 Ramón Rodríguez Galán. Tutor de Educación Primaria en Sevilla. Formador de docentes en campos como las metodologías activas, la tecnología educativa y el uso seguro y responsable de internet y RRSS.

Creo que serían innumerables los puntos a tratar, pero priorizando algunos de ellos, creo que tenemos por delante retos realmente urgentes como el bienestar docente, tan descuidado desde hace muchos años. Los docentes nos enfrentamos cada día a una mayor carga de trabajo con los mismos o incluso menos recursos, esto, sumado a la creciente falta de reconocimiento, sobre todo en condiciones de trabajo dignas y necesarias para llevar a cabo tales tareas, derivan en una sobrecarga que comienza a ser inasumible y, lo que es peor, con consecuencias realmente preocupantes en la salud mental del profesorado. Y las consecuencias, por desgracia, van más allá, porque, por ejemplo, esto hace que cada día sea más complejo atender a la diversidad en el aula, que es una de las mayores demandas de la sociedad actual, y que, a mí, personalmente, me gusta mimar y cuidar al detalle. Y cada día se nos hace más difícil. La burocracia nos asfixia, los horarios no están bien planificados, los recursos son muy limitados, la brecha digital está creando cada día más desigualdad entre centros educativos… Creo que, tanto nuestro alumnado como sus familias y nosotros, los docentes, merecemos algo mejor. Estoy convencido de que por ahí pasa gran parte de la recuperación de la educación como ascensor social.

 

Andrés Rivera. Maestro de primaria desde 1998 en la Comunidad Valenciana y monitor de natación por la Real Federación de Natación desde 1995.

Pienso que el principal reto es, precisamente, superar esa sensación de excepcionalidad perpetua que se nos pretende inculcar, esa obligación moral de desentrañar unos retos futuros. Esto de los retos yo lo percibo como una estratagema mercadotécnica: hemos de hacernos dignos para afrontar unos retos que precisamente por inescrutables nos dejan en situación de indefensión. De esa indefensión nos vienen a salvar los nuevos oráculos. Ante eso yo digo: mi aspiración es aniquilar la perpetua excepcionalidad, con la novolatría que implica.

 

 Bianca Thoilliez. Profesora Titular de Teoría e Historia de la Educación en la Universidad Autónoma de Madrid.

La escuela nunca ha sido un ascensor social perfecto. Aunque tiene el potencial para desempeñar ese papel, siempre ha enfrentado obstáculos que le impiden alcanzarlo plenamente. A lo largo de la historia, ha promovido casos de movilidad individual, pero rara vez ha logrado un impacto colectivo o de clase. Sin embargo, lo característico de nuestro tiempo es la renuncia, por principio, a la idea misma de que la escuela pueda funcionar como un ascensor social ni individual ni colectivo. Cada vez más paralizada, asume el relato del fracaso y abandona su potencial transformador.

 

 Belinda Haro. Maestra de Audición y Lenguaje en Andalucía, con experiencia en tutoría de un aula específica para alumnado con TEA y en un puesto específico destinado a la atención de alumnado con TEL, actualmente TDL.

La educación ha de seguir siendo la mayor herramienta de justicia social que tenemos, pero en la actualidad se ha retrocedido en la práctica educativa de las escuelas equiparando la justicia social a la igualdad, desde mi punto de vista, ésta no es tratar a todos igual, sino dar a cada alumno lo que necesita para poder desplegar su máximo potencial. Me temo que no lo será si seguimos entendiéndola con las viradas que estamos viviendo en la actualidad, asisto con perplejidad a una escuela que se proclama inclusiva y de calidad, pero la percepción de muchos/as de nosotros es que es más segregadora y la calidad no existe porque la escuela “ha perdido su rumbo”.

Últimamente la escuela se está emborronando, desviándose de sus funciones esenciales. Asistimos con asombro a un ansia continua de una «falsa innovación educativa» que, en realidad, innova poco o nada: muchas propuestas ya existían, han vuelto en la “bajamar” con un nombre nuevo y, a veces, vacío. Se renombran conceptos para hacerlos pasar por novedades, generando la sensación de cambio, cuando en el fondo es más de lo mismo.

Me preocupa profundamente ver cómo la escuela corre el riesgo de convertirse en cualquier cosa —incluso, en ocasiones, en un parque de atracciones (aunque esto podría molestar mucho a Gregorio Luri)— mientras perdemos de vista su misión: enseñar de forma más eficiente, que nuestros alumnos aprendan «más y mejor», no dejar atrás a alumnos y permitir una adaptación a la realidad de cada centro, de cada aula y de cada alumno, en aquellos casos en lo que es preciso. Una escuela centrada en mejorar nuestras prácticas educativas que promuevan el mejor aprendizaje real del alumnado, y no tanto, tal y como sucede ahora en la foto bonita para redes sociales.

No podemos resignarnos a una educación que olvide el conocimiento, denostado en los últimos años. No se puede desarrollar una verdadera competencia desde el desconocimiento.

La base sigue siendo sólida: educar es construir puentes, no montar espectáculos.

Recuperar la educación como ascensor social pasa, hoy más que nunca, por poner en el centro el conocimiento riguroso, el aprendizaje profundo, el esfuerzo significativo, combinado con el acompañamiento humano real, la confianza en los procesos y el respeto a los ritmos y trayectorias de cada alumno.

La escuela debe volver a ser ese espacio que no experimente con las vidas de los niños, sino que los sostenga, los impulse y los prepare de la mejor forma posible y con las estrategias educativas (existentes en el momento) que promuevan mejores aprendizajes.

La educación sigue siendo la mayor herramienta de justicia social que tenemos, pero solo si somos valientes para defenderla de la banalidad y el adorno vacío.

 

 David Cerdá. Economista, doctor en filosofía y profesional de la gestión empresarial, la educación, la comunicación y la ética.

El siglo XXI está siendo sometido a fuertes presiones y cambios vertiginosos, algunos de ellos en la dirección errónea (menos ciudadanía, menos cultura, menos libertad, menos democracia). La educación nunca ha dejado de ser la base de una democracia real, para la que necesitamos un pueblo instruido, crítico y capaz independientemente de sus condiciones de partida

 

 Ramón Espejo. Catedrático de Literatura Norteamericana en la U. de Sevilla, investigador especializado en teatro norteamericano.

Erradicar la ideología y la política de la gestión educativa y avanzar hacia una gestión profesionalizada del sistema, con aportación de los diferentes ámbitos del conocimiento y expertos reconocidos procedentes de todos ellos.

Hacer ver claramente a la sociedad que la educación que se declara ‘innovadora’, ‘progresista’, ‘constructivista’ o ‘transformadora’ posee un fuerte sesgo ideológico y que no tiene cabida en la escuela pública. Puede impartirse en la privada, pero proporcionando información clara a los padres y respetando unos estándares mínimos decretados por una autoridad educativa independiente de los partidos políticos.

 

 Emilio Canales. Profesor de secundaria de latín y griego en Granada, doctor en Filología Clásica.

El título me parece muy pertinente, dado que, en los tiempos que corren, los políticos y pedagogos siguen sin tener en cuenta que los principales perjudicados en las sucesivas reformas y contrarreformas han sido los alumnos de clase media-baja o baja, al no disponer de instrumentos ni recursos para compensar externamente la pérdida de los conocimientos que se ha ido produciendo en la escuela. La supuesta bondad del sistema, que aparentemente apoya y ampara al sector de la población más desfavorecido, se diluye cuando, en la realidad más allá de la educación, el mundo al que han de enfrentarse les requerirá una formación que se ha vetado a los docentes y no alcanza a los discentes, a causa de la expedición de títulos que se consiguen sin esfuerzo académico y sin haber adquirido unas nociones mínimas para abordar y afrontar con garantías de futuro el mercado laboral. Las familias con alto nivel adquisitivo, en cambio, disponen de recursos para lograr el ascenso social a través de una educación paralela que, de alguna forma, «equilibra» aquello que el sistema educativo no les proporciona.

 

 Olga García.  Profesora de Filosofía de Enseñanza Secundaria en Toledo y codirectora de la Colección de Educación de Akal.

Que la escuela pública debe ser recuperada depende de en qué sentido entendamos que está perdida, destruida o pervertida. Es evidente que ha quedado reducida a un mero dispositivo de inserción laboral, a una cantera de emprendedores, a la provisión de mano de obra moldeable, disponible bajo demanda empresarial. La recuperación de la escuela es la recuperación del conocimiento, de la enseñanza de contenidos, científicos, por cierto, frente a la educación competencial impuesta por la OCDE y demás organismos económicos neoliberales.

La recuperación de la escuela en su función de “ascensor social” consiste en combatir el objetivo diseñado por ley de enseñar habilidades, competencias y destrezas con el fin de crear un determinado perfil de salida de trabajador y de ciudadano para el siglo XXI afín a las necesidades del capital. Ese combate es la lucha por el conocimiento y por la racionalidad crítica. En definitiva, por la ciudadanía en el sentido pleno de la palabra.

 

 Javier Mestre. Catedrático de enseñanza secundaria, especialidad en lengua castellana y literatura, en Ávila.

En los tiempos que corren, el reto más importante de la escuela pública, porque entiendo que la escuela ha de ser pública para cumplir con sus funciones fundamentales en la sociedad, es sobrevivir sin convertirse en otra cosa al servicio de la economía o de quién sabe qué conglomerado de intereses privados.

La escuela pública, donde confluyen la objetividad y la pluralidad al servicio de la libertad de criterio de los ciudadanos y ciudadanas en formación, garantiza la igualdad de acceso al conocimiento y a las correspondientes acreditaciones. De ahí su potencial como ascensor social. El acceso al conocimiento ha sido tradicionalmente un elemento clave de distinción social y la generalización del acceso implica un proceso social y cultural de igualación. Sin embargo, en el turbocapitalismo de este siglo estamos asistiendo a una suerte de proletarización de los trabajadores y trabajadoras más formados; la bajada de salarios y el empeoramiento de las condiciones de trabajo del personal con estudios  universitarios en las empresas privadas, en parte derivado de la creciente oferta de mano de obra muy cualificada de países como India o China en el mercado global, ha puesto en su sitio al personal de clase obrera que soñaba con el ascenso social gracias a los estudios y que se encuentra, hoy por hoy, con un panorama inquietante de precariedad, problemas de acceso a la vivienda y graves dificultades para la emancipación económica.

En conclusión, si bien la escuela pública pone las bases culturales para una sociedad verdaderamente democrática y más igualitaria, las características estructurales del capitalismo hacen patente que reducir la desigualdad va mucho más allá de las políticas educativas. Si, además, estas últimas insisten en la privatización y desmontaje de la escuela pública o en eliminar el conocimiento como eje central de la función de la escuela, queda claro que la reducción de las desigualdades no es un objetivo de los que nos gobiernan (por mucho que digan lo contrario).

 

 Silvia Toscano. Profesora de Economía desde el año 2000 y actualmente vicedirectora en el IES Martínez Montañés desde 2023.

Tras más de 20 años en la enseñanza, y habiendo pasado por centros muy diferentes, la experiencia demuestra que una de las claves para que nuestro alumnado entienda la importancia de la educación no solo académica sino personal, radica en la familia.

Se escribe mucho y se debate más sobre la relación entre el nivel de estudios de los padres y los logros o fracasos académicos de sus hijos. Y las estadísticas lo demuestran. Las probabilidades de un alumno o de una alumna de llegar a estudios superiores aumenta en relación con la formación de sus progenitores. Pero esto no siempre ha sido así. Provengo, como la mayoría de mis amigos, de una familia obrera con padres sin estudios universitarios, pero que nos inculcaron la importancia de la formación y de obtener un título para ascender socialmente. Si por aquel entonces se hubiese realizado dicha estadística, los resultados habrían sido muy diferentes.

¿Qué ha sucedido para que esto haya cambiado? ¿Sigue siendo cierta la relación entre la educación y el ascenso social? Y de ser así, ¿qué podemos hacer como docentes?

 

Desde la Asociación OCRE les invitamos a que se inscriban y que nos acompañen los días 24 y 25 de octubre en Sevilla en nuestro IV Congreso, porque habrá mucho más: Congreso Ocre

Reseña del libro «Laberinto educativo y aprendizaje fake. Tenemos que hablar»

Este libro de Ramón Espejo, catedrático de Literatura Norteamericana en la Universidad de Sevilla, es un análisis profundo sobre la situación actual de la enseñanza en España, resultado de un periodo cercano a los dos años recorriendo toda la geografía peninsular e insular a la búsqueda de una amplia variedad de testimonios, muchos de ellos con opiniones muy dispares sobre la educación. Los testimonios son docentes en activo, profesorado jubilado, inspectores de educación y pedagogos.

Aunque el autor refleja fielmente lo que las personas con las que se reúne expresan libremente sobre sus vivencias y concepciones relacionadas con el mundo de la educación, se agradece que también vaya insertando su voz propia en algunos temas, dejándole muy claro al lector cuáles son los principales males que en su opinión nos han llevado al actual estado precario educativo en nuestro país. Se intenta desmontar la actual jerga pedagógica vacua que impera en lo que él mismo llama “el establishment educativo” que ha desembocado, tal y como expresa el mismo título de su obra, en un “laberinto educativo y aprendizaje fake”.

El resultado es un conjunto de opiniones personales, sin cortapisa y en ocasiones muy pasionales, tanto de las personas entrevistadas como las propias del autor. El lector puede formarse una idea muy clara de las diversas concepciones principales que existen en la educación actualmente, y también apreciar la que defiende el autor (spoiler: la misma que defiende el autor de esta reseña y la organización en defensa de una educación de calidad de la que forma parte, la Asociación OCRE).

El libro está organizado, además de una introducción inicial y una conclusión final, en seis capítulos, los cuales agrupan a distintos protagonistas de la realidad educativa, además de un prólogo firmado por Javier Orrico con el revelador título “El gran trampantojo”.

Algunas de las visiones que se repiten entre los diversos testimonios que aparecen y que marcan el hilo conductor de esta obra dan buena cuenta del debate educativo actual, y de las propuestas que docentes y asociaciones como de la que yo formo parte venimos reclamando desde hace ya unos cuantos años. Por ejemplo, muchas de las personas con las que conversa Ramón Espejo se sienten apenadas por una formación académica que con el paso de los años va en declive, y que aunque desde instancias oficiales y oficialistas se aduce a una supuesta protección del bienestar emocional del alumnado para justificar las nefastas medidas adoptadas (y es que las emociones, junto a las nuevas tecnologías y al alumnocentrismo, son tres de los principales fetiches del pedagogismo actual), paradójicamente está produciendo unas generaciones que, a la vista de los datos oficiales, parecen ser de las más infelices y débiles de la historia.

Otra constante muy fuerte en el hilo argumentativo de los testimonios que aparecen en el libro es ver a un conjunto de docentes que se declaran de izquierdas denunciar que hoy en día sea en la escuela privada donde se mantenga un cierto nivel, y que la escuela pública cada vez esté más devaluada tanto a nivel académico como a nivel de comportamiento del alumnado. Muchos de estos profesores con ideas progresistas han tenido que cambiar de opinión con respecto a la enseñanza concertada, que de por sí consideran que atenta contra la calidad del sistema público al fomentar la segregación escolar, pero que en determinados barrios o pueblos es la única garantía para escapar de una educación que tiene muchos objetivos por delante del que debería ser el prioritario: promover una instrucción de calidad basada en la transmisión de conocimiento.

Según algunos de los testimonios del libro, a los cuales quien escribe estas líneas se une, existe una especie de establishment compuesto por las autoridades políticas, los inspectores de educación, la mayoría de sindicatos y un porcentaje demasiado alto de facultades de ciencias de la educación que son los que dominan el discurso educativo actual y los que toman y guían las decisiones que tanto están lastrando la formación de los niños, niñas y jóvenes en nuestro país. Este establishment, con la connivencia de algunos medios de comunicación, presiona al profesorado para que implemente metodologías de la llamada “nueva” educación que son contraproducentes para el aprendizaje del alumnado y que no se sustentan a ojos de la evidencia científica y empírica; un establishment que llega a hostigar al colectivo docente para que apruebe al alumnado independientemente del nivel alcanzado y/o el esfuerzo realizado. Porque detrás de todo esto no hay otra cosa que intentar esconder la dura realidad, hacer creer a la sociedad que no existe un problema educativo maquillando las estadísticas de aprobados y titulados. Desconocemos qué intereses defienden de esta manera, pero lo que está claro es que el de los estudiantes no.

Especialmente bochornosas para quien escribe estas líneas son algunas concepciones erróneas y catastróficas para el aprendizaje del alumnado defendidas por inspectores de educación que aparecen en el libro. Por ejemplo, una inspectora defiende que “hoy en día importa más que los chicos sepan cómo llegar a la información que disponer de los saberes”, es decir, atribuyéndole confianza a las redes sociales como depositarias del conocimiento (porque claro, ya se sabe que toda la información de las redes sociales es fiable, de calidad y está completamente alejada de los extremismos políticos). Por su parte, otro inspector afirma que “la ESO la debería impartir íntegramente el profesorado de primaria” (de ahí a intentar hacer preceptivos los ámbitos educativos hay un estrecho espacio), cargándose así el principio de especialidad y yendo contra lo que dice la investigación, la cual no ha parado de demostrar que lo que mayor impacto positivo tiene en el aprendizaje del alumno es que el docente domine profundamente la materia que enseña. Pero claro, todo esto no desentona en un contexto en el que Pilar Alegría, la propia ministra de educación, hace un par de años manifestaba que “educar acumulando contenidos ya no sirve porque la IA es una realidad”. Sin entrar en la tremenda simplificación de la anterior frase, aparte de mencionar la falta de respeto que lleva consigo hacia la labor del colectivo docente, alguien les debería decir a estos “responsables” políticos y educativos que los contenidos son la base que permiten el pensamiento y las habilidades complejas, y la comprensión de los conceptos.

Muchos de los docentes que protagonizan este libro de Ramón Espejo explican cómo se ven obligados a introducir en el aula prácticas e ideas delirantes, y los que se resisten a ello explican las experiencias vividas por alguno de sus compañeros de claustro. Y todo esto se explica desde el profundo dolor, un dolor que poco a poco va convirtiendo esta bella profesión que es la docencia en una vivencia tensa e irrespirable, lo que hace aumentar el número de profesores vocacionales que abandonan la profesión por puro hastío. Porque son estos profesores, los que más se preocupan por su profesión, los que más sufren en el actual contexto educativo.

También aparecen en el libro testimonios de miembros de la Asociación OCRE, en concreto de los compañeros Susana Navarro, Pepe Sabater e Irene Murcia, quienes forman parte de su junta directiva y se reunieron con Ramón Espejo en el Museo de las Ciencias de Valencia. El relato de mis compañeros se centra en la crítica a los ámbitos educativos, cuya obligatoriedad tumbaron heroicamente en julio de 2022 teniendo que acudir a los tribunales, así como en denunciar que la administración educativa ejerza presión sobre la libertad de cátedra metodológica docente. También se dedica en el apartado a los testimonios de los inspectores un espacio al del compañero Miguel Ángel Tirado Ramos, inspector de educación en las Islas Baleares. Antes hemos dicho que la inspección educativa, lamentablemente, forma parte del establishment, pero por suerte existen maravillosas excepciones, y Miguel Ángel es una de ellas. Miguel Ángel Tirado expresa algunas de sus principales preocupaciones, entre las que está lo que se resume en su ya famosa frase de que “la crisis de lectura es una crisis de cultura” (el desconocimiento del mundo que tienen los alumnos hacen que tengan una mala comprensión lectora), y su acérrima defensa de la escritura como modo para desarrollar el pensamiento crítico en el alumnado.

En este libro se tocan muchos otros temas, como el de las reválidas, la supuesta mejora educativa que provocaría aumentar el gasto público en el sector, el vaciado de contenidos, especialmente de la enseñanza primaria, la baja calidad e incluso desidia y conformismo de buena parte del colectivo docente, el modelo de escuela inclusiva, la formación del profesorado, la burocracia, la evaluación, la repetición, la atención a la diversidad del alumnado con unos recursos insuficientes, y muchos otros más. Todos estos importantes temas son interpretados desde diversas ópticas y por diferentes actores relacionados con el sistema educativo, y resultan muy interesantes leerlos y analizarlos críticamente. Por eso, personalmente no puedo hacer otra cosa que recomendar que lean el libro y se sumerjan en ellos para sacar sus propias conclusiones.

Sea como sea, lo cierto es que uno acaba esta obra con una sensación de tristeza. Tristeza porque se corrobora lo que está pasando, que no es otra cosa que ver un sistema educativo público que está en manos de unos poderes políticos y lobbies pedagógicos que más que defender los intereses del alumnado parecen defender los suyos propios o no se sabe cuáles. De todas maneras, es de celebrar la valentía, una vez más, de un autor que se atreve a denunciar todo el conjunto de tropelías que explican el actual desastre educativo en el que estamos inmersos en la actualidad en España, y además dando voz a diversas visiones.

Huelga decir que algunos responsables de este desastre, voces cercanas al pedagogismo, suelen aprovechar para retorcer las palabras e incluso indignarse porque muchos reflejamos el pobre nivel del alumnado hoy día, aduciendo que los ridiculizamos. Cuando en realidad, lo que criticamos duramente (y lo que debería ser motivo de vergüenza nacional) es que un sistema educativo permita una ingente bolsa poblacional que se gradúa en la educación secundaria con analfabetismo funcional. Ojalá se indignaran por esta gravísima realidad, que es el quid de la cuestión, y dejaran de negar lo que las pruebas internacionales llevan más de quince años reflejando, corroborando, tristemente, lo que el colectivo docente llevamos denunciando de manera constante desde hace por lo menos dos décadas.

Nuestros niños y jóvenes son víctimas de un sistema educativo que no está a la altura de las circunstancias, y cuyos responsables siguen en sus puestos y sin reaccionar (o peor, ahondando en el error). Obras como esta son dignas de celebrar porque representan el primer paso para solucionar un problema, que es reconocer que existe. Ramón Espejo pone luz a una diversidad de contrariedades que necesitan atajarse para salir de la actual crisis educativa, denunciando cómo el actual laberinto educativo resultante de la actual normativa da lugar a un aprendizaje fake, o lo que es lo mismo, una enseñanza mediocre que lastra las oportunidades futuras de muchos estudiantes. Así que viene muy a cuento para acabar esta reseña una cita textual del mismo autor extraída de la conclusión de la obra:

 

“Dejemos también de pensar que esto es una confrontación entre conservadores y progresistas. La crítica a la educación es lo más progresista que en estos momentos podemos encontrar en la sociedad, no solo porque venga de personas que se definen de izquierda en su mayoría, sino porque busca el empoderamiento de los más desfavorecidos y una educación que no solo los contente y apacigüe, una que que los remueva, les obligue a enfrentarse a retos y a superarse a sí mismos incluso si eso les genera algo de sufrimiento. Pedir esfuerzo y exigir resultados es lo realmente progresista.”

 

Autor de la reseña: Paco Benítez Velarde

Licenciado en Historia por la UB. Profesor de secundaria de inglés y Ciencias Sociales. Profesor visitante en EE.UU. (Charlotte, NC) y ahora en la comunidad valenciana. Máster de Formación de Profesores de español como Lengua Extranjera por la Universidad de Barcelona y Máster en Teaching English as a Foreign Language por la Universidad de Alcalá de Henares. Posgrado en Mediación en Situaciones de Conflicto en la Institución Educativa por la Universidad de Barcelona. Miembro de la Asociación OCRE.

 

¡PARTICIPA EN VIVO! «¿Políticas educativas progresivamente incorrectas?»

Volvemos con el nuevo curso con el siguiente ¡PARTICIPA EN VIVO! de septiembre que organizamos desde OCRE. Os recordamos que estos encuentros online tienen la peculiaridad de ser totalmente interactivos entre todas las personas que se inscriban, porque estarán en abierto de sonido y cámara, participando directamente con el ponente. Recordad que lo grabaremos para poder hacer la difusión posterior, pero para que pueda haber un poco de control entre los participantes, sólo enviaremos el enlace de acceso a las 30 primeras personas que se inscriban; así que, si os interesa el tema, no os lo penséis mucho. Y si por algún motivo no pudierais asistir os rogamos que nos enviéis un correo (associacio.ocre@gmail.com) para que podamos avisar a la siguiente persona inscrita.

Bien, pues os informamos ya del sexto ¡PARTICIPA EN VIVO!, organizado por OCRE (Observatori Crític de la Realitat Educativa, Asociación OCRE):

Título:

«¿Políticas educativas progresivamente incorrectas?»

¿Funciona el aprendizaje por descubrimiento con alumnado que no tiene un alto conocimiento del tema tratado? ¿Qué relación existe entre el conocimiento y la teoría de la carga cognitiva? ¿Cuáles son las principales técnicas didácticas de la instrucción explícita? ¿Cómo se pueden reducir las distracciones que limitan el aprendizaje de los estudiantes en el aula? ¿Por qué tienen tanto éxito las metodologías que no están avaladas ni por la ciencia ni por la evidencia?

(para familias y docentes de cualquier etapa educativa y cualquier comunidad/ciudad autónoma)

Fecha y ponente:

25 de septiembre de 2025, entre las 18:30 y 20 horas, celebraremos una ponencia interactiva, con Zach Groshell, distinguido profesor, coach de instrucción y consultor educativo. Zach tiene su sede en Seattle, en el estado de Washington, y trabaja con escuelas a nivel nacional e internacional para desarrollar una instrucción de alta calidad basada en la ciencia de cómo aprenden los niños. Zach presenta el podcast, “Progressively Incorrect”, y está muy activo en Twitter (@mrzachg) y en su blog, educationrickshaw.com.

Nuestro compañero Paco Benítez, hará de presentador, moderador y os compartirá en el chat información relevante sobre Zach Groshell; así que, por favor, mantener abierto el chat. Y COMO NOVEDAD ADVERTIMOS QUE ESTE ¡PARTICIPA EN VIVO! SE DESARROLLARÁ EN INGLÉS, PERO QUE HABRÁ TRADUCCIÓN POR PARTE DE PACO PARA QUE LOS PARTICIPANTES PUEDAN INTERACCIONAR CON ZACH.

En el siguiente enlace tenéis el formulario para enviar vuestras preguntas y/o inscribiros para participar en directo en la sesión:

¡Participa en vivo! ¿Políticas educativas progresivamente incorrectas?

(puedes enviarnos cualquier pregunta sin necesidad de inscribirte o participar en vivo, que se intentarán contestar en directo; y si no diera tiempo, subiremos a nuestra web un post con todas las respuestas a las mismas por parte de Zach, que nos hará llegar por correo).

Sería muy recomendable, dado que solo daremos paso a 30 personas en directo, que os inscribáis aquellas personas que verdaderamente queráis interactuar con ellos.

Esperamos que sea de vuestro interés este nuevo ¡PARTICIPA EN VIVO! y os iremos informando de los siguientes, que seguimos mejorando según las cuestiones que van surgiendo y que con vuestra colaboración nos vais sugiriendo. ¡GRACIAS!

Saludos desde la Junta directiva de OCRE.

Manifiesto conjunto del Colectivo La Revolución de la Tiza, la Asociación OCRE y la Fundación EPISTEME

Los docentes y las docentes que formamos parte del Colectivo larevoluciondelatiza, de la Asociación OCRE y de la Fundación EPISTEME, preocupados por la deriva actual del sistema educativo público, manifestamos lo siguiente:

Estamos convencidos de que el objetivo del sistema educativo público debe consistir en dotar al alumnado de los conocimientos y aptitudes necesarios para: lograr un futuro profesional digno, adquirir una formación cultural que les permita orientarse de forma crítica en la sociedad, así como recibir una formación integral como personas. Sin embargo, somos testigos de que estos hechos no están teniendo lugar en la medida que sería necesario, como lo evidencian: el tener uno de los mayores índices de abandono escolar de Europa, las altas tasas de repetición de curso en la etapa obligatoria, el bajo nivel académico alcanzado por el alumnado de esta etapa y de la etapa postobligatoria, etc.

En estos malos resultados han intervenido diversos factores, pero, sin duda, han jugado un papel relevante las sucesivas reformas educativas, que no han sabido dar respuesta a las necesidades de la educación en cada momento. Y la explicación a esto es que dichas reformas nunca han sido propuestas desde una actitud reflexiva y mediante un análisis crítico de la situación de partida, sino que, más bien, han surgido al albor de la última moda pedagógica, aplicada de forma dogmática y sin los recursos necesarios. La última reforma, la LOMLOE, tras llevar dos cursos vigente, tampoco parece que vaya a resolver los problemas de nuestro sistema educativo, ya que no hace sino ahondar en las carencias de las leyes anteriores (ratios elevadas, insuficientes recursos humanos, desautorización de la figura del profesor, intrincado diseño e insuficiente financiación, entre otros).

Por ello denunciamos los siguientes aspectos que, bajo el marco normativo de la LOMLOE, amenazan a nuestro sistema educativo:

  1. Se establece un diseño curricular incoherente y confuso, centrado en la adquisición de unas competencias formuladas de forma vaga y farragosa, en detrimento del aprendizaje de los conocimientos que hacen posible ser realmente competentes.

 

  1. Se fomenta desde el Ministerio de Educación y las Consejerías de Educación Autonómicas la utilización de metodologías de dudosa eficacia basadas en modas pedagógicas no contrastadas científicamente, que se pretenden aplicar de forma rígida y dogmática, vulnerando con ello, además, la libertad de cátedra del personal docente.

 

  1. Se impide el derecho de los estudiantes —y de sus familias— a recibir una información clara y comprensible sobre su progreso, ya que se establecen unos criterios de evaluación ininteligibles para unos y otros.

 

  1. Se sobrecarga al profesorado con un exceso de trabajo burocrático poco útil, que va en detrimento de la calidad de su labor docente. Así mismo, este tipo de tareas colapsan los órganos colegiados (como el claustro, los equipos educativos, etc.) impidiendo que éstos cumplan su papel de espacios de reflexión, análisis y coordinación, tan necesarios para la buena marcha de los centros educativos. Esto último supone, además, una pérdida de salud democrática de los centros.

 

  1. Se desautoriza la figura del profesorado al no reconocer su valía como pieza fundamental en la transmisión del conocimiento y, sin embargo, se le asignan tareas que no parecen propias del mismo, como vigilar recreos, pasillos o puertas. Además, tampoco se dotan a los centros de verdaderas posibilidades de respaldar la autoridad del docente en el aula.

 

  1. Se aplican criterios de promoción de curso que son laxos y poco rigurosos, y que, sin duda, alejan al alumnado de la idea de que todo esfuerzo tiene una recompensa, y dan a entender que el conocimiento tiene poco valor, ocasionando, además, el problema de la acumulación de materias pendientes en los cursos posteriores.

 

  1. Se exige a los centros que sean inclusivos, mientras se mantienen ratios de alumnado por aula elevadas que imposibilitan dicha inclusión, y se niega la dotación de profesionales que podrían ayudar a paliar, en parte, los problemas sociales que deberían ser resueltos desde otras instancias del poder político.

 

Por todos estos motivos, reclamamos:

 

  1. Una enseñanza pública cuya función central sea la adquisición de conocimientos sólidos, y que garantice la formación de una ciudadanía competente, capaz de regir su propia vida y tomar decisiones con criterio.

 

  1. Un currículo claro, estructurado, coherente, realista y bien secuenciado, que facilite el proceso de enseñanza-aprendizaje y que garantice la igualdad de oportunidades de todo el alumnado y en todos los centros, independientemente de su localización geográfica, contexto social, económico y cultural.

 

  1. Una ley educativa que devuelva a los Departamentos Didácticos su autonomía en la toma de decisiones sobre los aspectos pedagógicos y didácticos, de forma que se pueda dar una respuesta educativa más acorde al contexto de cada centro, y que no vengan impuestos de forma dogmática por la normativa, como actualmente ocurre con la LOMLOLE. Por nuestra larga experiencia docente hemos podido constatar que no existe una metodología didáctica única perfecta. Dicha metodología debe ser elegida en función de diversos factores del aula y del centro, por lo que no puede estar nunca predeterminada de partida, ya que resulta de un proceso iterativo de revisión que requiere de continua observación y evaluación. Y, siempre, con unas garantías de que existe una base científica suficiente.

 

  1. Una ley que devuelva a los órganos colegiados, especialmente al claustro, su protagonismo en la vida del centro. De esta forma, se recuperarían estos espacios de reflexión y debate tan necesarios para una gestión eficaz y democrática, y no se convertirían en meros instrumentos para votar programas y proyectos que vienen ya impuestos desde la administración educativa. Es importante, además, por salud democrática de los centros, que los claustros tengan especial peso en los procesos de selección de director o directora, y ello, debería ser igual en todas las comunidades autónomas, con la misma duración de los mandatos y con un límite en la prórroga de los mismos, que no debería ser superior a dos mandatos seguidos.

 

  1. La recuperación del respeto por la profesión docente, que se debe concretar en: la dotación de recursos humanos suficientes para atender la diversidad del alumnado, en el reconocimiento efectivo de la autoridad del docente en el aula, en una reducción al mínimo de tareas burocráticas y en la potenciación de la especialización y formación didáctica de los docentes, formación que debe estar basada en la evidencia científica de sus respectivos campos de conocimiento.

 

  1. Unos criterios de promoción de curso más rigurosos, que ofrezcan al alumnado una visión coherente de la relación entre esfuerzo y recompensa en el aprendizaje, y que den valor a la adquisición de conocimientos.

 

  1. Una inclusión efectiva, sustentada en la dotación de recursos económicos y humanos suficientes, y no meramente a través de la formulación de buenas intenciones que resultan inaplicables según las condiciones existentes en cada centro.

 

Finalmente, desde nuestra convicción basada en años de experiencia docente y en el empeño de mejorar la formación de nuestro alumnado, solicitamos a la Administración Educativa que nuestras demandas sean tenidas en cuenta y se tomen las medidas necesarias para recuperar un sistema educativo digno. Esto sólo podrá conseguirse si el personal docente participa de forma efectiva en el diseño del sistema educativo, si se dota a dicho sistema de unos presupuestos adecuados a su finalidad y, por último, si se acuerda entre las diferentes fuerzas políticas un Pacto de Estado por la Educación, que evite el uso político de la misma y la dote de suficiencia y estabilidad.

(En el siguiente enlace se encuentra el propio manifiesto en PDF para quien quiera distribuirlo también de esa manera: Manifiesto conjunto del Colectivo La Revolución de la Tiza, la Asociación OCRE y la Fundación EPSITEME)

 

Julio-Agosto de 2025

 

Fundación EPISTEME                                          Asociación OCRE                                      Colectivo “larevoluciondelatiza” 

https://es.fundacioepisteme.cat/                          https://asociacionocre.org/                        https://revoluciondelatiza.blogspot.com/

info@fundacioepisteme.cat                                  associacio.ocre@gmail.com                       larevoluciondelatiza@gmail.com

 

La verdad, la mentira… y la interpretación de las estadísticas

La Dirección General de Innovación Educativa de la Conselleria de Educación de la Generalitat Valenciana presentó el pasado mes de mayo el resultado de unas pruebas diagnósticas realizadas en 4ª de Primaria y 2º de ESO sobre competencias en lenguas y Matemáticas. Son las conclusiones de las llamadas pruebas AVDI del curso 2023-24. Tienen un carácter informativo, formativo y orientador. Se supone que deben ayudar a los centros, profesorado y familias a entender mejor el rendimiento académico del alumnado. Además, deben permitir identificar factores contextuales que influyen en el aprendizaje y ayudar a diseñar políticas educativas más eficaces y equitativas. Puesto que se realizarán anualmente, los resultados podrán cotejarse con los de años posteriores. La intención parece correcta. Suponemos que se han hecho estas pruebas (y elaborado sus resultados) con rigor.

Pero ¿qué sucede si se presentan los datos obtenidos de forma poco clara? La infografía de la Generalitat Valenciana muestra los resultados, con gráficos menos reveladores de lo que es deseable.

Pasamos a estudiar con atención una de las pantallas que presentan los resultados y evitaremos, entre otras cosas, congratularnos por cifras en color verde, tal y como se hizo en la noticia cuyo titular rezaba: “Más de la mitad del alumnado de la Comunitat Valenciana demuestra un alto rendimiento en Matemáticas y lenguas. (https://www.europapress.es/comunitat-valenciana/noticia-mas-mitad-alumnado-comunitat-valenciana-demuestra-alto-rendimiento-matematicas-lenguas-20250522153335.html)

Tomamos el ejemplo de este resultado: un 52% del alumnado de 2º de ESO tiene un nivel muy alto en comprensión escrita, tal y como resalta la tabla. ¿Es así?

¿Qué quiere decir nivel alto? Los resultados de las pruebas se dividen en seis niveles, pero no se considera el 1º y 2º como bajo, 3º y 4º como medio, y 5º y 6º como nivel alto. Se computa como “alto” el porcentaje que aparece en los niveles 4º, 5º y 6º; bajos son los anteriores, y no hay nivel intermedio. Observamos que los tantos por ciento presentados sumados, no dan 100% pero, aun así, seguimos el análisis.

Hacemos el gráfico de otra forma. Asignamos a los niveles un valor numérico (1-2, 3-4, 5-6, 7-8, 9-10). Cualquier alumno, madre, padre o profesor, entiende estos valores de calificación. Si damos agrupación numérica a los niveles, el resultado es el siguiente:

Ahora no podemos hacer el titular publicado en prensa. No hay un nivel muy alto entre los alumnos 2º ESO en competencia escrita de Lenga castellana. No lo hay porque cualquier docente sabe que el nivel mayoritario de una clase es intermedio y que ese “intermedio”, en estos momentos, es “bastante bajo”, por usar un eufemismo.

Sin embargo, aun creyendo que la estadística presentada refleje la realidad, ¿qué pasa, por ejemplo, con el 48% que tiene un nivel de comprensión escrita en Lengua Castellana bajo a los 12/13 años? ¿No es grave? Nuestro titular al respecto no será de celebración. En el sistema educativo actual y en sus resultados hay mucho que observar, analizar y modificar… y poco que celebrar. Tampoco es de celebrar que los medios de comunicación no nos ayuden a mostrar la realidad con rigor.

Lo peor del caso es que ni la experiencia dentro del aula ni los resultados académicos de los centros avalan ese 52% positivo. Tampoco lo avalan, desgraciadamente como ya sabemos, los resultados de las últimas PAU ni los de las oposiciones para docentes. Y nada nos gustaría más que los adolescentes de este estudio fueran los primeros que tuvieran unos resultados magníficos en sus PAU, pero nos tememos que no será así, según este estudio; a no ser que se cambien ya las políticas educativas. Y desde la asociación OCRE aprovechamos este artículo para seguir ofreciendo, como lo hemos hecho en repetidas ocasiones, la experiencia de asociados en todas las etapas educativas para colaborar en la presentación de propuestas encaminadas a mejorar el sistema educativo de la Comunidad Valenciana y también a nivel estatal. Porque la realidad es que el nivel de nuestros alumnos no es alto y no lo será si no cambiamos el sistema educativo desde su base, si no ponemos como elemento central el conocimiento, el contenido.

Por otra parte, una Administración que realmente aspire a mejorar la calidad educativa, y no solo a exhibir propaganda política, debería publicar los datos en bruto de estas pruebas, anonimizando si fuera necesario los centros. Solo con esa información accesible a la sociedad, investigadores, docentes y familias sería posible un análisis riguroso, contrastar resultados en función de diferentes variables (sexo, Índice Socioeconómico y Cultural…) y detectar las verdaderas debilidades del sistema. Sin transparencia plena, cualquier conclusión oficial corre el riesgo de ser más un ejercicio de marketing que un diagnóstico útil para transformar la educación.
Lo que la prensa interprete como positivo o las cifras oficiales que se presentan como alentadoras son el resultado de la lectura “optimista” de unas estadísticas. Y ya sabemos que existe la verdad, la mentira… y la interpretación de las estadísticas.

 

Autora: Aurora Espín Martínez.

Catedrática de Instituto de Lengua castellana y literatura.

Licenciada en Filología Hispánica, Ciencias de la Información y Literatura Comparada. 

Treinta y tres años de docencia como funcionaria en once institutos públicos.

Asociada de OCRE.

Más allá de la creencia: Replanteando la docencia como una profesión basada en la ciencia

Algunas reflexiones sobre el clásico artículo de Douglas Carnine, «Por qué los expertos en educación se resisten a las prácticas efectivas».

Autores: JIM HEWITT Y NIDHI SACHDEVA

8 de julio de 2025

Créditos de la foto: Abdullah Hyder con Tom Sherrington en ResearchED Toronto 2025. ResearchEd es un movimiento social de base que une la investigación educativa y la práctica docente.

Ideas clave:

  • Carnine argumenta que la educación no es una profesión basada en la ciencia.
  • Las modas y la ideología tienden a influir más en la formación y el desarrollo profesional docente que la propia ciencia.
  • Una profesión docente basada en la ciencia es posible. Sin embargo, requiere un cambio cultural significativo que priorice las prácticas basadas en la evidencia.

En su provocador artículo, “Por qué los expertos en educación se resisten a las prácticas efectivas”, Douglas Carnine hace una afirmación contundente: a diferencia de la medicina o la ingeniería, la educación no es una profesión basada en la ciencia.

Esto puede parecer inicialmente extraño para algunos docentes. ¿Acaso los programas de formación docente no enseñan métodos de enseñanza bien fundamentados en la evidencia? ¿Acaso la formación continua del profesorado no se basa en investigaciones sólidas?

Douglas Carnine argumenta que, en su mayoría, no es así.

En su artículo, Carnine sostiene que la educación carece del rigor científico que se encuentra en campos como la medicina o la ingeniería. Cita ejemplos de líderes de opinión en educación que rechazaron enfoques basados en la investigación, como la Instrucción Directa, incluso después de que estos superaran considerablemente a otros modelos en estudios controlados a gran escala. Continúa sugiriendo que, en lugar de adoptar lo que funciona, muchos expertos en educación tienden a priorizar innovaciones no probadas o métodos que se alinean con sus preferencias ideológicas.

¿Tiene razón Carnine?

Creemos que sí. La educación, tal como está actualmente, claramente no es una profesión con base científica. Cuando los docentes se enfrentan a un problema difícil en el aula, rara vez recurren a la investigación para encontrar respuestas. Con mayor frecuencia, se basan en instintos, experiencia o estrategias aprendidas de colegas. Esto no significa que estos aspectos no tengan valor; sin duda lo tienen. Pero es sorprendente la poca frecuencia con la que se consulta la investigación.

La investigación también desempeña un papel sorprendentemente pequeño en la formación continua. Con frecuencia, la formación profesional promueve ideas familiares, populares o fáciles de presentar, pero no necesariamente con base científica. Los docentes que participan en estas sesiones de formación podrían dar por sentado que los materiales didácticos han sido rigurosamente examinados. En realidad, eso es poco probable. Se han dedicado, y se siguen dedicando, incontables horas de formación profesional a modas educativas como los estilos de aprendizaje y las inteligencias múltiples, a pesar de décadas de investigación que no han demostrado ningún beneficio para el aprendizaje de los estudiantes.

Profesores con experiencia nos han contado historias de escuelas que se comprometieron con una nueva iniciativa educativa un año, solo para verla abandonada discretamente al año siguiente. Esto puede generar escepticismo o incluso cinismo en los profesores respecto a las nuevas iniciativas. Cuando la última «gran idea» se presenta con bombos y platillos, pero desaparece sin resultados claros, los profesores empiezan a ver estos esfuerzos como modas en lugar de mejoras significativas. Con el tiempo, este patrón erosiona la confianza en el liderazgo y reduce el compromiso docente con la formación profesional futura. En lugar de preguntarse: «¿Cómo puedo aplicar esto para mejorar el aprendizaje de los alumnos?», los profesores pueden empezar a preguntarse: «¿Cuánto tardará esta también en desaparecer?».

¿Por qué ha sido tan lento el progreso en educación?

Carnine argumenta convincentemente que la falta de integración de la investigación científica en la educación explica por qué la profesión, en su conjunto, ha progresado tan poco a lo largo del tiempo. En medicina, los nuevos tratamientos se desarrollan mediante un proceso disciplinado de investigación, pruebas controladas, evaluación y perfeccionamiento. Los beneficios de este enfoque han sido evidentes. La esperanza de vida ha aumentado drásticamente. Se han erradicado o controlado enfermedades mortales. Ahora contamos con cirugías mínimamente invasivas, diagnósticos avanzados y terapias dirigidas que habrían sido inimaginables hace tan solo unas generaciones.

La educación, por otro lado, carece de este ciclo de mejora progresiva. A pesar de décadas de reformas y miles de millones de dólares invertidos en iniciativas de mejora, no está claro que los docentes sean más eficaces hoy que hace cincuenta años. Si bien el currículo ha evolucionado durante ese período, sería difícil afirmar que la calidad de la educación haya mejorado significativamente o que la brecha en los resultados de los estudiantes se haya reducido sustancialmente.

Como dice Carnine, la educación está atrapada en un ciclo de reinvención, reciclando constantemente ideas ineficaces bajo nuevos nombres en lugar de aprovechar las que han demostrado su eficacia.

La docencia como una profesión “basada en creencias”

¿Por qué persiste este ciclo? ¿Por qué los educadores se resisten a prácticas respaldadas por investigaciones rigurosas, mientras que adoptan otras que no están comprobadas? Carnine sugiere que se debe a que la educación funciona más como una profesión basada en creencias que en la ciencia. Las prácticas educativas a menudo se eligen no por su eficacia demostrada, sino porque se alinean con convicciones personales o ideológicas.

Esto ayuda a explicar por qué ideas como los estilos de aprendizaje, el aprendizaje por descubrimiento y la gimnasia cerebral siguen circulando ampliamente. Se difunden a través de libros, conferencias y desarrollo profesional, no porque estén respaldadas por evidencia sólida, sino porque se alinean con creencias o intuiciones populares sobre cómo aprenden los estudiantes. Parecen correctas, lo que las hace atractivas. Pero en muchos casos, la investigación que respalda estos enfoques es débil, inconsistente o completamente inexistente.

Además, a diferencia de la medicina, donde los tratamientos ineficaces se eliminan gradualmente, la educación carece de un circuito de retroalimentación integrado. No existe un sistema fiable para filtrar lo que no funciona ni para mejorar lo que sí. Como resultado, las creencias y la ideología suelen prevalecer sobre lo que tiene un impacto efectivo en el aprendizaje. Pasar de una moda a otra da a los docentes una ilusión de progreso, pero rara vez produce un mejor aprendizaje.

La cultura educativa basada en creencias no se limita a la práctica diaria. Comienza temprano, durante la formación inicial del profesorado. En lugar de enfatizar lo que sabemos de la investigación sobre cómo funciona el aprendizaje, los programas suelen ofrecer una variedad de estrategias, teorías e ideologías. Las tareas pueden incluir la redacción de una filosofía personal de enseñanza o el diseño de una lección que se alinee con una teoría educativa específica. Sin embargo, rara vez existe la presión de revisar la literatura de investigación para comprobar si un enfoque instructivo recomendado realmente mejora el aprendizaje del alumnado.

En consecuencia, muchos docentes terminan su formación inicial con algunas estrategias instructivas y convicciones sólidas, pero con poca base en lo que la investigación ha demostrado ser más eficaz.

Aquí es donde entra en juego la ciencia del aprendizaje. Invita a una mentalidad fundamentalmente diferente.

¿Qué significaría para la docencia convertirse en una profesión basada en la ciencia?

Imagine un mundo donde la enseñanza, como la medicina o la ingeniería, se asiente sobre una sólida base de conocimiento científico. En ese mundo, todos los docentes comprenderían cómo la carga cognitiva afecta el aprendizaje. Sabrían lo que dicen las investigaciones sobre la práctica de evocación y la ansiedad ante los exámenes, y cómo diseñar evaluaciones que potencien la memoria y a la vez fortalezcan la confianza de los estudiantes.

Contarían con estrategias que realmente ayudan a los estudiantes con dificultades y sabrían por qué ciertos enfoques tienden a funcionar mejor que otros. Entenderían por qué los estudiantes a veces olvidan lo aprendido y cómo evitarlo. Sobre todo, tendrían una comprensión sólida y práctica sobre cómo aprenden las personas y cómo usar ese conocimiento para enseñar de forma más eficaz.

La ciencia del aprendizaje: Un camino por el que avanzar

La ciencia del aprendizaje representa un esfuerzo por convertir la docencia en una profesión basada en la ciencia. Se basa en décadas de investigación en psicología cognitiva, diseño instruccional y medición educativa. Ofrece a los docentes algo valioso: claridad sobre cómo funciona el aprendizaje y qué tipos de instrucción lo apoyan mejor.

A diferencia de las modas educativas o las ideologías, la ciencia del aprendizaje no comienza con declaraciones de creencias o valores personales. Empieza con datos. Evoluciona mediante la experimentación, la replicación y el examen crítico. Y, al igual que otras disciplinas científicas, nos invita a cambiar de rumbo a medida que profundizamos en nuestra comprensión.

Esa mentalidad —de curiosidad disciplinada, apertura al cambio y compromiso con la mejora continua— es enormemente prometedora para la docencia.

Pero, ¿no son las aulas demasiado complejas para los enfoques científicos?

Algunos educadores han expresado su preocupación por convertir la docencia en una profesión basada en la ciencia. ¿Conduciría esto a una estandarización rígida, donde se espera que todos los docentes sigan el mismo guion? ¿Es siquiera posible aplicar los hallazgos científicos en una profesión donde cada decisión está tan profundamente influida por las diferencias individuales y los contextos locales?

Estas son preguntas válidas e importantes. Basar la docencia en la investigación no la hará sencilla ni mecánica. El trabajo seguiría siendo desafiante y dinámico, lleno de momentos inesperados que exigen perspicacia, flexibilidad y creatividad. Cada decisión pedagógica seguiría teniendo en cuenta la diversidad de orígenes del alumnado, la dinámica del aula, los objetivos curriculares, etc.

Pero en una profesión verdaderamente basada en la ciencia, la investigación educativa serviría como un poderoso sistema de apoyo. No dictaría cada paso que da un docente, pero ofrecería una guía bien probada sobre lo que suele funcionar y por qué. Los docentes podrían desviarse de esa guía cuando fuera necesario, pero lo harían desde una posición informada, conscientes tanto de la investigación como de las razones para elegir un camino diferente. La enseñanza seguiría siendo creativa, receptiva y profundamente humana, pero también estaría anclada en un creciente conocimiento sobre cómo se produce el aprendizaje.

Para ser claros, la ciencia del aprendizaje no exige una estandarización rígida. Respeta la autonomía docente y el criterio profesional. Pero nos pide que ejerzamos ese criterio dentro de un marco compartido de evidencia. Nos invita a formar parte de una profesión que perfecciona sus métodos con el tiempo, basándose en lo que funciona, no solo en lo que es popular.

Cuatro pasos hacia una profesión basada en la ciencia

Para transformar la docencia en una profesión basada en la ciencia, necesitamos construir estructuras que respalden la práctica basada en la evidencia. Aquí van cuatro maneras de comenzar:

  1. Priorizar las prácticas basadas en la evidencia en la formación inicial del profesorado

Los programas de formación docente deben exponer a los nuevos docentes a estrategias de enseñanza probadas, como la práctica de la evocación, la repetición espaciada, la evaluación formativa y la instrucción explícita. Estas representan algunos de los hallazgos más consistentes, replicados y convincentes en la investigación educativa. Estas estrategias han sido rigurosamente probadas y han demostrado mejorar el aprendizaje en diversos contextos.

  1. Fortalecer la alfabetización científica

Los docentes no deberían tener que aceptar las afirmaciones de las investigaciones sin más. Al igual que los médicos que leen revistas científicas, los docentes deben estar capacitados para leer, interpretar y evaluar los hallazgos de las investigaciones. Esto implica incorporar cursos, herramientas y hábitos mentales que ayuden a los docentes a preguntarse: ¿Cuál es la evidencia que respalda esto? ¿Qué nivel de solidez tiene? ¿Es aplicable a mis estudiantes?

  1. Establecer un núcleo compartido de conocimiento profesional

La educación carece de algo que la mayoría de las demás profesiones poseen: una base común de conocimientos con base científica. En medicina, cada estudiante aprende anatomía, fisiología y patología. En aviación, cada piloto comprende las leyes de la aerodinámica. La docencia no debería ser la excepción. Una comprensión compartida del aprendizaje, basada en la ciencia cognitiva y la teoría del aprendizaje, ayudaría a unificar la profesión y reduciría su susceptibilidad a las modas pasajeras.

  1. Evaluar la calidad de la evidencia en la formación profesional

Los docentes suelen dar por hecho que si una sesión de formación profesional es impartida por la junta escolar o un consultor, está basada en la evidencia. Sin embargo, a menudo no existe un sistema formal que garantice que esto sea cierto. Como resultado, las sesiones de formación profesional suelen promover ideas con poco o ningún respaldo empírico.

Si queremos detener la propagación de modas educativas, necesitamos una manera de introducir el control de calidad en el desarrollo profesional. Esto significa ser transparentes sobre la investigación que respalda lo que se enseña y honestos cuando la evidencia es débil o está en evolución.

Un futuro esperanzador

Transformar la educación en una profesión basada en la ciencia no será fácil. Una de las mayores barreras para el cambio es la inercia cultural. En educación, la «creencia» está profundamente arraigada. Incluso los defensores de la ciencia del aprendizaje a veces hablan de «creer» en aspectos como la instrucción explícita o la práctica de la evocación. Es una práctica que los docentes deben superar de alguna manera. Cuando enmarcamos los enfoques educativos en términos de creencia, continuamos con el hábito de reemplazar un conjunto de intuiciones por otro, en lugar de cultivar el hábito de la indagación crítica que exige la ciencia.

La ciencia del aprendizaje no debe verse como un conjunto de prácticas que se aceptan por fe. Más bien, es un creciente corpus de evidencia que nos ayuda a comprender qué funciona en la educación y por qué. Nos exige examinar las afirmaciones de forma crítica, adaptar nuestros métodos a medida que surgen nuevas evidencias y permanecer siempre abiertos a la posibilidad de equivocarnos. Al adoptar esta mentalidad, podemos transformar la educación en una profesión donde las decisiones instructivas estén basadas en la investigación, donde los maestros estén capacitados con el conocimiento que necesitan y donde los estudiantes se beneficien de prácticas que respalden mejor su aprendizaje.

 

REFERENCIAS

Carnine, D. (2000). Why education experts resist effective practices (and what it would take to make education more like medicine). Thomas B. Fordham Foundation. https://www.wrightslaw.com/info/teach.profession.carnine.pdf

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Artículo original: https://scienceoflearning.substack.com/p/beyond-belief-reframing-teaching

Traducción del inglés de Paco Benítez, con el permiso de los autores Jim Hewitt y Nidhi Sachdeva, quienes muy amable y generosamente han dado a la Asociación OCRE permiso expreso para publicarlo en su página web.

La Escuela guay: ¿progreso o peligro para la educación?

La escuela ha cambiado. Esto no es algo que debiera sorprendernos. Como cantaba Mercedes Sosa, todo cambia. Ahora bien, los cambios pueden ser positivos o no y esto sí es algo a lo que la sociedad debería prestar especial atención. Como ya señalase Zygmunt Bauman, vivimos en una época de liquidez, de volatilidad. A lo anterior, se podría añadir que esta situación ha ido incluso más allá. Si uno de los móviles de la modernidad en sus orígenes era la ruptura con esquemas que entorpecían el progreso, habría que preguntarnos cuáles son los nuestros a día de hoy. De lo contrario, la sociedad se estaría moviendo por pura inercia, sin saber hacia dónde se dirige ni por qué, como si un ansia neurótica le susurrase al oído constantemente que no es posible detenerse por mucho tiempo en un mismo punto. Da igual si el movimiento o el cambio es bueno o necesario —o ambas cosas—, la cuestión es moverse.

Resulta particularmente sorprendente esta necesidad de cambio tan apremiante, permitiéndonos considerar aquí con mucha mayor seriedad, si cabe, una reflexión recurrente en El deber moral de ser inteligente y Prohibido repetir de Gregorio Luri: ¿Es lo novedoso bueno por el simple hecho de serlo? Ya hace algunos años, en la muy recomendable obra de Ripoll y Aguado Enseñar a Leer, se explicaba cómo durante un tiempo, durante la época de la Transición a la democracia, se comenzaba a abogar por el método global de enseñanza de la lectoescritura en detrimento del método sintético, pues esto era lo novedoso, lo progresista; la manera de romper con lo viejo e indeseable, pues pareciera ser que todo aquello que suena a tradición debe ser inmediatamente desechado. El sentimentalismo se imponía a criterios basados en la observación y la razón por entonces, tal como continúa haciéndose actualmente. Desde luego, no se pretende juzgar las buenas intenciones de aquellos que, por entonces, sin evidencia concluyente, pudieran considerar otras maneras de enseñar algo tan fundamental como la enseñanza de la lectoescritura sin tener a mano el cuerpo de evidencias que se ha podido acumular varios años después, pero no deja de ser un ejemplo muy elocuente de criterios para la selección de métodos y/o enfoques pedagógicos bastante alejados de parámetros técnicos debidamente contrastados, sin embargo, no deja de resultar muy significativo que todo esto va a parar al mismo lugar: lo novedoso como equivalente de mejor o superior. Hágase si se puede, el ejercicio de consultar la oferta formativa de los diferentes centros de formación del profesorado a lo largo y ancho del territorio nacional. Es probable que se encuentre una combinación de palabras muy recurrentes —incluso en el nombre de por lo menos, 5 de estas instituciones—. Por supuesto, esto no quiere decir nada concluyente, pero al mismo tiempo, resulta interesante notar el giro semántico al que asistimos desde hace algunos años.

En relación a lo anterior podemos decir que esta tendencia ha cambiado poco, pues constato —permítaseme aquí hablar en primera persona— con mucha mayor preocupación un fenómeno cada vez más extendido en claustros de Educación Infantil y Primaria, y que al parecer también tiene cabida en Secundaria. Suelo referirme a ella como la escuela guay, o la escuela de lo guay. Quizá yo no he dado en los lugares adecuados, pero gran parte de las conversaciones que es posible oír en diferentes reuniones o leer en interacciones en internet donde participan profesionales de la educación en activo tienen como uno de sus criterios principales “lo guay”. En una era donde el acceso a la información —y a la buena información— puede ser llevada a cabo a golpe de clic, abunda, sin embargo, una preferencia por lo rápido y vistoso. Todo esto —o al menos así quiero creerlo— sin evaluar el impacto que puede llegar a tener el no entregar o reducir al mínimo posible una serie de conocimientos necesarios por el simple hecho de resultar tediosos, para que este lugar sea ocupado por experiencias más estimulantes que en ocasiones, apenas y tienen un sentido educativo o, en el peor de los casos, carecen del mismo. Y es que, sí… La buena información está disponible, pero hallarla y seleccionarla requiere no solo tiempo, sino también cierta familiaridad con la cultura científica, además de quizá, un puente que por lo pronto parece seguir en construcción entre la comunidad de investigadores y la escuela. No busquemos culpables, pero, al menos, identifiquemos nuestros posibles puntos débiles.

Aunque pudiera parecer atrevimiento, hablando únicamente desde la experiencia personal, no tendría muchos reparos en decir que, si hubiera de realizar un índice de frecuencias tras conversaciones formales o informales en cuanto a educación, la palabra “guay” ocuparía uno de los primeros lugares —siempre que limpiemos ese índice de artículos y preposiciones—. Y no, no estoy abogando por aquellos tiempos de los que hablaba Émile Durkheim en La educación moral, donde los propios estudiantes iban a recoger las ramillas con las que posteriormente serían azotadas sus espaldas, o aquella escuela más cercana en el tiempo a muchos, donde un profesor-cura —o cura-profesor— tenía total libertad para maltratar a un estudiante. Lo lúdico, motivante, emocionante —entre otros— puede y debe tener su espacio en la escuela, al final ¿no es todo esto parte de la experiencia humana? ¿Por qué excluirlo entonces? Sin embargo, cuando en ocasiones la labor del profesor es la de hacer parecerse la escuela más a un campamento de verano que a un lugar destinado a la formación intelectual y cívica tenemos un problema. ¿Ha aumentado la complejidad de las aulas en los últimos años? Sí. ¿Han de buscarse maneras de fomentar el gusto por el conocimiento? También. ¿Es esto sencillo? Por supuesto que no, pero reducir la labor del docente a la de un agente cuya mayor aspiración es la de ser un engranaje de una institución meramente asistencialista no solo es injusto, es peligroso.

Mucho me temo que esto no es más que un síntoma de un problema estructural mucho mayor, que hunde sus raíces en una sociedad que, aunque cree tener un espíritu comunitario fuerte es mucho más individualista y hedonista de lo que cree. ¿Consecuencia de abandonar la reflexión humanística para servir a intereses productivos? Quizá… No obstante, no corresponde reflexionar en torno a estas cuestiones aquí. Pero piénsese un poco en esto, de un tiempo a esta parte no es extraño que el tema del bienestar forme parte central de la agenda de los centros educativos, concentrando gran cantidad de esfuerzos y recursos en esto mismo y descuidando deliberadamente otro tipo de funciones escolares básicas. Nuevamente, no estoy abogando por abandonar a estudiantes que verdaderamente pueden estar lidiando con situaciones muy desafortunadas, aunque creo que es justo decir que en estas circunstancias las instituciones administrativas deberían dotar de recursos humanos con un perfil más apropiado que el de un profesional de la educación. Más bien, hago referencia a todas aquellas decisiones que se toman para evitar el malestar de estudiantes que no quieren intentar superar las dificultades que se pueden encontrar en sus periplos formativos, trayendo como consecuencia una bajada de listón generalizada en términos de contenidos. Me tomo aquí la licencia de traer a colación una idea recurrente de Alberto Royo, ¿no sería mejor ayudar a los estudiantes a superar las dificultades en vez de eliminarlas sin siquiera intentarlo? ¿No nos vamos a responsabilizar en algún momento de rendirnos en la tarea de entregar el conocimiento a nuestros estudiantes por no perturbar su tranquilidad? ¿No es esto acaso mezquino viniendo de personas que hemos vivido más y que hemos tenido que vivir en carnes que la vida no es siempre sencilla?

Ciertamente, como ya he señalado, no son tiempos fáciles. No se puede llegar a todo ni a todos, pero al menos, se puede intentar comprometerse día a día a llegar lo más lejos posible, incluso sabiendo que como ya dijo Freire en El maestro sin recetas, la educación tiene límites, pero sin perder de vista que aún pese a ello, la educación también es una herramienta de transformación social enorme, y si no, consúltense los datos ofrecidos por Steven Pinker en En defensa de la Ilustración y, al mismo tiempo, inténtese establecer una correlación entre los niveles de progreso y el aumento de acceso a la educación. Creo, sin temor a equivocarme, que todo ello no vino exactamente de la mano de la escuela que tiene por objeto último ser guay y mostrar a todo el mundo lo espectacular que puede ser, sino, muy probablemente, de aquella escuela que no sintió complejos al hablar de esfuerzo, paciencia y dedicación. Si bien es cierto, aunque en los últimos años hemos sido bombardeados por estas corrientes —especialmente desde las universidades y los medios de comunicación—, ideas que además parecen a priori bastante razonables, estamos en el deber de “leer la letra pequeña” y actuar con prudencia. Esto último es un acto de amor hacia la infancia, nuestra infancia, y una forma de entregarles la mayor cantidad de elementos posibles para que puedan enfrentarse a la vida.

Muchos miembros de la sociedad queremos una revolución, una revolución hacia un mundo más justo, más noble. Pues bien, quisiera cerrar esta reflexión recordando el inicio de El siglo de las luces, de Alejo Carpentier, donde se nos pone en frente de tres adolescentes-jóvenes: Sofía, Carlos y Esteban, a quienes se nos describe absortos en una casa llena de libros, mapas, instrumentos náuticos, entre otras cosas. Es muy evocador que Carpentier haya elegido como antesala a los hechos de la revolución que vendría páginas más adelante a tres jóvenes, deseosos de conocimiento, situados ante los elementos depositarios del saber y de la cultura y que, muy posiblemente, eran también los depositarios e impulsores de las ideas de la revolución y el cambio. Tres jóvenes que, sin saberlo, estaban viviendo su propia experiencia “a hombros de gigantes”. El cambio que tanto anhelamos necesariamente paga el peaje de la reflexión y los codos, y aunque a veces pareciera que podemos estar segando en el océano, hemos de recordar que si no somos nosotros quienes nos entregamos a esta noble labor posiblemente no lo hará nadie más. El cambio es posible. Recuperar una escuela que pone en valor el conocimiento también. Ahora hay que contagiarlo, o, si se quiere, a manera de Unamuno, ahora hay que salir a agitar los espíritus.

Autor: Ricardo Reyes Soto

Profesor (heterodoxo) de religión. Graduado en Magisterio de E. Primaria (UAH).
Máster en América Latina y la Unión Europea: una cooperación estratégica (IELAT, UAH).
Doctorando en Teoría e Historia de la Educación (UAM) y asociado de OCRE.