¡PARTICIPA EN VIVO! «Retos y paradojas de la enseñanza del francés en España: ¿Cómo promover el plurilingüismo en un sistema educativo de espaldas a Europa?»

Seguimos con nuestra nueva actividad y toca el ¡PARTICIPA EN VIVO! de abril-mayo que organizamos desde OCRE, con la peculiaridad de ser totalmente interactivo entre todas las personas que se inscriban, porque estarán en abierto de sonido y cámara, participando directamente con los ponentes. Recordad que lo grabaremos para poder hacer la difusión posterior, pero para que pueda haber un poco de control entre los participantes, sólo enviaremos el enlace de acceso a las 30 primeras personas que se inscriban; así que, si os interesa el tema, no os lo penséis mucho. Y si por algún motivo no pudierais asistir os rogamos que nos enviéis un correo (associacio.ocre@gmail.com) para que podamos avisar a la siguiente persona inscrita.

Bien, pues os informamos ya del cuarto ¡PARTICIPA EN VIVO!, organizado por OCRE (Observatori Crític de la Realitat Educativa, Asociación OCRE):

Título:

«Retos y paradojas de la enseñanza del francés en España: ¿Cómo promover el plurilingüismo en un sistema educativo de espaldas a Europa?»

Reflexiones sobre la enseñanza del francés, en un momento en el que las políticas educativas están provocando una pérdida del alumnado de Segunda Lengua Extranjera.

¿A qué retos se enfrentan los docentes de esta especialidad? ¿En qué situación quedan los estudiantes? ¿Por qué no se siguen las recomendaciones europeas?

(para cualquier etapa educativa y cualquier comunidad/ciudad autónoma)

Fecha y ponentes:

8 de mayo de 2025, entre las 18:30 y 20 horas, celebraremos una cuádruple ponencia interactiva, con Antonio Gallego, presidente de la FEAPF, Anne Le Poupon, presidenta de FLECOVAL, Teresa Menadas, Catedrática de Francés y Marisol Hoyos, también Catedrática de Francés, miembro de OCRE y profesora de secundaria en Valencia.

Nuestra propia compañera Marisol Hoyos, además de ponente, también hará de moderadora, presentando un breve resumen de la biografía de todos los participantes y os compartirá en el chat información relevante sobre ellos y las asociaciones FEAPF, Federación Española de Asociaciones de Profesorado de Francés, y FLECOVAL, de Profesorado de Lengua Extranjera de Francés en la Comunidad Valenciana.

En el siguiente enlace tenéis el formulario para enviar vuestras preguntas y/o inscribiros para participar en directo en la sesión:  ¡Participa en vivo! Retos y paradojas de la enseñanza del francés en España

(puedes enviarnos cualquier pregunta sin necesidad de inscribirte o participar en vivo, que se intentarán contestar en directo; y si no diera tiempo, subiremos a nuestra web un post con todas las respuestas a las mismas por parte de Antonio, Anne, Teresa y Marisol, que nos harán llegar por correo).

Sería muy recomendable, dado que solo daremos paso a 30 personas en directo, que os inscribáis aquellas personas que verdaderamente queráis interactuar con ellos.

Esperamos que sea de vuestro interés este nuevo ¡PARTICIPA EN VIVO! y os iremos informando de los siguientes, que iremos mejorando según las cuestiones que van surgiendo y con vuestra colaboración nos vais sugiriendo.

Saludos desde la Junta directiva de OCRE.

¡PARTICIPA EN VIVO! ¿Incompetencias básicas? Conversamos con Damià Bardera

Seguimos con nuestra nueva actividad y toca el ¡PARTICIPA EN VIVO! de marzo que organizamos desde OCRE, con la peculiaridad de ser totalmente interactivo entre todas las personas que se inscriban, porque estarán en abierto de sonido y cámara, participando directamente con el ponente. Recordad que lo grabaremos para poder hacer la difusión posterior, pero para que pueda haber un poco de control entre los participantes, sólo enviaremos el enlace de acceso a las 30 primeras personas que se inscriban; así que, si os interesa, no os lo penséis mucho. Y si por algún motivo no pudierais asistir os rogamos que nos enviéis un correo (associacio.ocre@gmail.com) para que podamos avisar a la siguiente persona inscrita.

Bien, pues os informamos ya del tercer ¡PARTICIPA EN VIVO!, organizado por OCRE (Observatori Crític de la Realitat Educativa, Asociación OCRE):

Título:

«¿Incompetencias básicas? Conversamos con Damià Bardera»

¿Ha bajado en los últimos años el nivel académico del alumnado? ¿Existe incompetencia entre parte del profesorado? ¿En qué estado se encuentra la motivación y la salud mental del profesorado? ¿Cómo se lleva a cabo la inclusión en la práctica diaria del aula? ¿Es el actual sistema educativo una estafa?

(para docentes de cualquier etapa educativa o familias interesadas de cualquier comunidad/ciudad autónoma)

Fecha y ponentes:

27 de marzo de 2025, entre las 18:30 y 20 horas, celebraremos una ponencia interactiva, con Damià Bardera, escritor y profesor de filosofía de secundaria.

Nuestro compañero y secretario Paco Benítez hará un breve resumen de su biografía, moderará la sesión y os compartirá en el chat información y enlaces sobre algunos de sus artículos, entrevistas y bibliografía.

 

En el siguiente enlace tenéis el formulario para enviar vuestras preguntas y/o inscribiros para participar en directo en la sesión: ¡Participa en vivo! ¿Incompetencias básicas? Conversamos con Damià Bardera

(también puedes enviarnos cualquier pregunta sin necesidad de inscribirte o participar en vivo, que se intentarán contestar en directo; y si no diera tiempo, subiremos a nuestra web un post con todas las respuestas a las mismas por parte de Damià Bardera).

Sería muy recomendable, dado que solo daremos paso a 30 personas en directo, que os inscribáis aquellas personas que verdaderamente queráis interactuar con Damià.

 

Esperamos que sea de vuestro interés este nuevo ¡PARTICIPA EN VIVO! y os iremos informando de los siguientes, puesto que ya tenemos organizado cuarto, para principios de mayo; e iremos mejorando las cuestiones que van surgiendo con vuestra colaboración.

Saludos desde la Junta directiva de OCRE.

La evaluación prodigiosa: Una distopía sobre cómo se gestó la evaluación en la LOMLOE

 

La evaluación prodigiosa

Una distopía sobre cómo se gestó la evaluación en la LOMLOE

Miguel Ángel Tirado Ramos

Érase una vez unos gobernantes empeñados en moldear un determinado perfil de ciudadano a través de la educación, convencidos de la superioridad de unos métodos pedagógicos que consideraban innovadores. Para ello, aprobaron una nueva ley educativa, la LOMLOE (2020), que derogaba la anterior (LOMCE, 2013) y, a su vez, modificaba la LOE (2006), en una rocambolesca carambola normativa digna de un prestidigitador legislativo. Con esta nueva ley, aspiraban a instaurar un auténtico cambio de paradigma educativo.

Una escuela verdaderamente moderna debía dejar atrás la transmisión de conocimientos que la había definido durante siglos —¿¡Qué sentido tenía proporcionar información que se podía encontrar en internet o preguntándole a ChatGPT!?—. En su lugar, los alumnos debían convertirse en constructores activos de su propio aprendizaje, guiados por sus intereses y acompañados por el maestro en el desarrollo de habilidades emocionales, interpersonales y comunicativas. Además, estas competencias, junto con el liderazgo y la capacidad de trabajo en equipo, eran el verdadero tesoro que el mundo empresarial anhelaba, pues prometían mayor productividad, un ambiente laboral armonioso y una adaptación fluida a entornos cambiantes y colaborativos.

Una vez aprobada, reunieron a un grupo de expertos para elaborar los decretos que establecerían las enseñanzas mínimas, los cuales serían de obligado cumplimiento para que las comunidades autónomas desarrollaran sus currículos escolares.

Todos reunidos en una gran sala iniciaron el trabajo. Pero bastó una primera lectura de la ley para que saltaran todas las alarmas. Enseguida se percataron de que el currículo seguía organizado por áreas en Primaria y por materias en Secundaria, en lugar de estructurarse por competencias, como promovía la OCDE. ¿Cómo era posible que las Matemáticas continuaran separadas de las Ciencias o la Tecnología? ¿Cómo podían concebirse las Ciencias Sociales como un área independiente de la Lengua y Literatura o de la Música? ¿Por qué la Educación Plástica, Visual y Audiovisual seguía siendo una materia aislada si debía abordarse de manera transversal? Nada cuadraba.

Además, ¡se habían olvidado de definir las competencias que los alumnos debían adquirir durante la escolarización obligatoria! Una omisión sorprendente, tratándose precisamente de la ley que debía consagrar el aprendizaje competencial.

En lugar de definir las competencias que los alumnos debían desarrollar al finalizar la educación básica, habían incluido objetivos de fin de etapa. Se trataba de un error descomunal: los objetivos expresaban capacidades, no competencias. Así, por ejemplo, la ley establecía como objetivos de la ESO que los estudiantes debían ser capaces de «comprender y expresar con corrección, oralmente y por escrito (…) textos y mensajes complejos»; «desarrollar y consolidar hábitos de disciplina, estudio y trabajo (…)»; o incluso «conocer, valorar y respetar los aspectos básicos de la cultura»(1).

—Pero si los objetivos en forma de capacidades que se han establecido en la LOE-LOMLOE no responden a los retos del siglo XXI y no están expresados en forma de competencias, ¿cómo lo arreglamos ahora? ¿Cómo introducimos las competencias? —se preguntaron, desesperados, los encargados de redactar los reales decretos de enseñanzas mínimas.

Fue entonces cuando decidieron inventar un nuevo concepto: el «Perfil de salida»(2), que, aunque no figuraba en la ley, sonaba muy bien. Fue así como diseñaron el modelo de ciudadano del siglo XXI. A través de detallados descriptores operativos, identificaron las competencias clave y los aspectos de la personalidad, el pensamiento y la conducta que los docentes debían moldear a lo largo de los diez años de escolarización obligatoria.

No importaba que la ley orgánica no mencionara el Perfil de salida ni los descriptores operativos; esta hábil maniobra legislativa, con la que pretendían solventar el imprevisto legal, respondía a un bien moral superior. ¿Quién podría oponerse a que los adolescentes salieran de la ESO con competencias para «regular y expresar sus emociones, fortaleciendo el optimismo, la resiliencia, la autoeficacia y la búsqueda de propósito y motivación hacia el aprendizaje, para gestionar los retos y cambios y armonizarlos con sus propios objetivos»(3)?

Pero entonces, alguien advirtió:

—No basta con definir un Perfil de salida. Si los profesores siguen enseñando lo que saben, ¿de qué sirve? Es esencial descompartimentar las asignaturas y lograr que los docentes dejen atrás el modelo tradicional. No creo que limitarse a agrupar las materias en ámbitos(4), como propone la ley, sea suficiente. Si realmente queremos afrontar los retos de un futuro incierto, debemos forzar un cambio metodológico profundo. Los docentes no deben ser meros transmisores de contenido, sino guías que acompañen a los estudiantes en un proceso de construcción del conocimiento, basado en proyectos globalizados, cooperativos, auténticos, que se centren en sus intereses y que sean significativos y cercanos a la vida real. Solo así alcanzaremos los objetivos 2030 para un desarrollo sostenible.

—¡Tengo la solución! —exclamó uno de los ingenieros de la nueva estructura curricular—. Crearemos un concepto pedagógico nuevo: ¡las situaciones de aprendizaje! De esta forma, los docentes utilizarán el aprendizaje basado en proyectos, en problemas o en retos casi sin darse cuenta. Y, además, los alumnos estarán motivados y aprenderán de forma natural y a su ritmo.

—¡Qué gran idea! ¡Situaciones de aprendizaje! Pero los maestros anclados en el pasado y un mínimo conocimiento de sintaxis podrían confundirse y pensar que cualquier situación en la que el alumno aprenda es una situación de aprendizaje. No cambiaremos su forma de enseñar de este modo. ¿Y si las definimos como «situaciones y actividades que implican el despliegue, por parte del alumnado, de actuaciones asociadas a competencias clave y competencias específicas y que contribuyen a la adquisición y desarrollo de las mismas»(5)? —reflexionó uno de los presentes.

—No estoy segura de que logremos mucho definiendo una situación como una situación, ¿no os parece? Así no conseguiremos el ansiado cambio metodológico ni el enfoque competencial que buscamos —se escuchó desde el fondo de la sala—. Seamos claros: ¿cómo logramos que los docentes abandonen la enseñanza basada en contenidos y dediquen sus esfuerzos a diseñar proyectos globalizados en forma de situaciones de aprendizaje?

—¡Ya lo tengo! —exclamó otro—. En un artículo de los reales decretos diremos que las situaciones de aprendizaje deben ser planificadas por los equipos docentes (6); así desestructuraremos las materias. Y, además, en el anexo III detallaremos que las situaciones de aprendizaje son proyectos colaborativos, aunque utilicemos eufemismos para decirlo sin decirlo (7).

En ese momento, alguien advirtió:

—La idea es buena, pero… si establecemos las situaciones de aprendizaje como método de enseñanza en los reales decretos y estos son de obligado cumplimiento, ¿no estaremos vulnerando la autonomía pedagógica que la propia ley otorga a los centros en su artículo 120? ¿No estaríamos interfiriendo en la función docente que el artículo 91 otorga al profesorado y en el derecho fundamental a la libertad de cátedra?

—Tienes razón —admitió el gran ideólogo al mando del grupo de expertos—. Lo resolveremos con un truco normativo. Para que nadie se percate de que el anexo III, donde describiremos las situaciones de aprendizaje, no es obligatorio, dejaremos constancia en la disposición final primera de que dicho anexo no tiene carácter básico y, por tanto, es orientativo (8). ¿Acaso alguien advertirá que las situaciones de aprendizaje, entendidas como proyectos, no forman parte de la normativa básica estando en un real decreto de enseñanzas mínimas? La mayoría de las CCAA adoptará nuestra concepción de las situaciones de aprendizaje, no os quepa duda.

Los redactores de los reales decretos ya habían resuelto el despiste de no determinar las competencias en la ley inventando el Perfil de salida. Además, con un malabarismo normativo, se habían inmiscuido en la metodología, de tal forma que las CCAA que lo desearan podían imponer el aprendizaje basado en proyectos disfrazado de situaciones de aprendizaje en todas las áreas y etapas, aunque no estuvieran obligadas.

No obstante quedaba un fleco importante por resolver. Si realmente querían que la enseñanza fuera competencial, los contenidos debían desaparecer de la mente de los docentes. Sin embargo, surgía un obstáculo: ¡la propia ley incorporaba los contenidos como parte del currículo! Así, en la LOE-LOMLOE, el currículo se definía como el «conjunto de objetivos, competencias, contenidos, métodos pedagógicos y criterios de evaluación (…)» (9).

Entonces, alguien que había leído la reveladora obra 1984 de George Orwell y conocía el poder del lenguaje para modificar el pensamiento propuso crear un nuevo concepto: los «saberes básicos». Y, para no contradecir la ley, lo definieron como: «Conocimientos, destrezas y actitudes que constituyen los contenidos propios de un área o ámbito y cuyo aprendizaje es necesario para la adquisición de las competencias específicas»(10).

—A partir de ahora, nadie hablará de contenidos nunca más, pensaron.

De un plumazo y con un magistral acto de ilusionismo, habían conseguido borrar la palabra contenidos, culpable de la memorización enciclopédica a la que la escuela tradicional sometía a los niños.

Todo transcurría con aparente armonía hasta que, en un momento de alivio por las decisiones tomadas, una colaboradora se atrevió a preguntar:

—¿Tenemos evidencias empíricas sólidas que respalden de manera clara el enfoque metodológico que hemos decidido imponer?

De pronto, el silencio se apoderó tenebrosamente de la sala, corriéndose a continuación un tupido velo.

Con el Perfil de salida establecido, el cambio metodológico asegurado y los contenidos disfrazados de saberes básicos, solo faltaba definir la evaluación. No era una tarea sencilla. En una ley donde los docentes evalúan por materias, ¿cómo se sabe en qué grado ha alcanzado cada alumno las competencias clave del Perfil de salida?

Las mentes pedagógicas más brillantes comenzaron a idear lo que sería reconocido como la gran obra de la ingeniería evaluadora de la LOMLOE. Así crearon una superestructura en la que las ocho competencias clave del Perfil de salida se convirtieron en el objetivo final del aprendizaje. Su grado de desarrollo se valoraba a través de los 34 descriptores operativos que dependían de ellas.

Para vincular las materias con dichos descriptores, introdujeron un nuevo concepto: las «competencias específicas», de las que empezaron a colgar «criterios de evaluación» que debían servir a los docentes para valorar si los alumnos estaban en el camino adecuado para convertirse en ciudadanos del siglo XXI.

Pero, claro, cuando los redactores de cada materia se pusieron manos a la obra, empezaron a surgir muchas dudas…

Uno de los encargados de redactar los criterios de ciencias alzó la mano y preguntó:

—¿Cómo elaboramos los criterios de evaluación? ¿Tomamos como referencia los de los reales decretos de enseñanzas mínimas anteriores? Es que muchos criterios de evaluación son bastante claros y pueden ser una magnífica orientación para el profesorado. Por ejemplo, aquí tengo este, escogido al azar del currículo de 1991. Vale que es muy antiguo, pero creo que puede ser útil. Dice que los alumnos de ESO deben ser capaces de «Explicar los procesos fundamentales que ocurren en los alimentos desde su ingestión hasta su llegada y aprovechamiento en las células y justificar, a partir de ellos, unos hábitos alimentarios y de higiene saludables, independientes de prácticas consumistas inadecuadas»(11).

El redactor hizo una pausa, miró a su alrededor y continuó con entusiasmo:

—Además, es supercompetencial, ya que los profesores de biología y geología evaluarán si los estudiantes conocen de manera general las funciones de cada uno de los aparatos (digestivo, respiratorio, circulatorio y excretor) y la relación existente entre ellos. Incluso aborda, este criterio, las razones por las cuales conviene adoptar hábitos alimentarios y de higiene individual y colectiva para disfrutar de un estado saludable y prevenir alteraciones y enfermedades.

Se inclinó ligeramente sobre la mesa y añadió, con gesto pensativo:

—Aunque, ahora que lo leo bien… es cierto que pide que los alumnos expliquen y justifiquen cosas que deben enseñarse, y eso choca con nuestro planteamiento metodológico.

Miró al resto del equipo con expresión preocupada, como quien acaba de descubrir una trampa invisible en un contrato.

—¡Qué difícil es esto! —exclamó, pasándose la mano por el pelo—. ¿¡Cómo enseñar sin enseñar!?
Se hizo un silencio en la sala. Algunos carraspearon, otros bajaron la vista, evitando el contacto visual. Hasta que, finalmente, el jefe del proyecto, con la paciencia de un visionario que guía a sus discípulos, se levantó, entrelazó las manos y, con voz solemne, proclamó:

—Veo que no lo habéis entendido.

La tensión se hizo palpable.

—Los criterios de evaluación —continuó con tono didáctico— deben estar redactados de tal forma que su formulación no insinúe los saberes básicos que deben enseñarse. Deben ser lo suficientemente abstractos para que un mismo criterio de evaluación pueda desplegar saberes básicos muy diversos.

Se detuvo un instante para asegurarse de que su mensaje calaba. Luego, con una sonrisa tranquilizadora, prosiguió:

—Recordad que lo que pretendemos es que los docentes se centren en desarrollar competencias y no en transmitir conocimientos.

Algunos asintieron con admiración. Otros tomaron notas frenéticamente, como si estuvieran en presencia de un líder revolucionario.

—Por ejemplo —continuó el gran ideólogo, con la seguridad de quien desvela un truco magistral—, en vez de ese criterio que mencionabas sobre los procesos implicados en la alimentación, es mejor que el criterio de evaluación diga: «Proponer y adoptar hábitos saludables, analizando las acciones propias y ajenas con actitud crítica y a partir de fundamentos fisiológicos»(12).

Hizo una pausa para que todos asimilaran la magnitud del hallazgo.

—Así es mucho más genérico —explicó—, caben saberes básicos mucho más variados, que los profesores pueden incorporar en sus situaciones de aprendizaje según los intereses de los alumnos. Además, podrán aplicar el Diseño Universal para el Aprendizaje y personalizar la propuesta educativa sin tener que ceñirse a contenidos estáticos como los aparatos del cuerpo humano o los procesos digestivos. De esta manera, cada alumno podrá abordar el tema desde su propia perspectiva, a su ritmo, y con los recursos que mejor se adapten a su estilo de aprendizaje.

El redactor de ciencias frunció el ceño. Se removió en su asiento. Algo no terminaba de encajar.
—Pero… —se atrevió a decir con cierta cautela—, ¿cómo van los profesores a saber si un estudiante ha adoptado hábitos saludables? Tendrían que evaluar sus conductas alimentarias y de descanso, su nivel de actividad física y su bienestar emocional en su vida cotidiana fuera del centro escolar.

Algunos intercambiaron miradas incómodas.

—¿No exige esto evaluar conductas privadas y familiares? —insistió—. ¿Es justo? ¿Puede la escuela controlar y responsabilizarse de los hábitos que dependen fundamentalmente del contexto familiar?
El silencio cayó como una losa. Todos miraron al jefe del proyecto. Este observó al osado con la condescendencia de quien sabe que su interlocutor ha cometido un error, pero está dispuesto a perdonarlo.

El redactor, al darse cuenta de la inconveniencia de su cuestionamiento, bajó la mirada.

Hizo un gesto de disculpa con las manos, expresando arrepentimiento.

—No volverá a suceder —murmuró.

El jefe del proyecto asintió con benevolencia.

—Sigamos —ordenó.

Y así, sin más, el problema quedó resuelto.

—De acuerdo, lo he comprendido —insinuó una de las encargadas de concretar la parte de matemáticas, con una sonrisa de súbita iluminación—. Ahora veo que los criterios de evaluación que las enseñanzas mínimas de 2006 establecieron eran una auténtica barbaridad.

Se aclaró la garganta y, con gesto dramático, leyó en voz alta un extracto del currículo de la época:

—Fijaos en este criterio para primero de ESO: los estudiantes debían aprender a «Utilizar números naturales y enteros y fracciones y decimales sencillos, sus operaciones y propiedades, para recoger, transformar e intercambiar información»(13).

Hizo una pausa para dejar que la atrocidad del texto calara en los presentes.

—¡Y aún hay más! —exclamó, con los ojos como platos—. Se especificaba que se debía prestar especial atención a valorar, en casos sencillos, la competencia en el uso de operaciones combinadas como síntesis de la secuencia de operaciones aritméticas.

—¡Qué barbaridad! —dijo, llevándose una mano al pecho mientras sacudía la cabeza—.

Luego, enderezándose en su silla, añadió con solemnidad:

—Ahora lo entiendo. Para que no se identifique el criterio de evaluación con el contenido… —se corrigió inmediatamente—. Perdón, aún me traiciona el subconsciente. Quería decir, el saber básico…

Un murmullo de aprobación recorrió la sala.

—Los criterios de evaluación deben referirse a todos y a ningún saber al mismo tiempo —prosiguió con aire magistral—. Por ejemplo, en vez de aquella aberración de 2006, es mucho mejor decir que el alumno debe «Aplicar herramientas y estrategias apropiadas que contribuyan a la resolución de problemas»(14) y «Comprobar la corrección matemática de las soluciones de un problema»(15).

Miró a su alrededor con orgullo y añadió:

—Da igual de qué problema se trate: de álgebra, de probabilidad, de aritmética, o de cualquier otra área matemática. Lo importante es que el criterio no especifique saberes concretos.

Algunos asentían con admiración. Otros tomaban notas con avidez.

—Claro que —continuó, con un leve gesto de inquietud—, quizás algún profesor se pregunte si un alumno competente para comprobar la corrección matemática de las soluciones de un problema de geometría transferirá dicha competencia a uno de estadística, aunque sean saberes tan diferentes.

Se encogió de hombros.

—Pero si aún duda… si todavía cree que no se puede ser competente en algo de lo que no se sabe por transferencia, es que aún no ha aceptado la superioridad de las competencias en educación.

Silencio.

Reflexión.

Iluminación colectiva.

—Por otro lado —prosiguió con un destello de inspiración—, dado que las matemáticas provocan malestar a los alumnos, podríamos incluir un criterio de evaluación para que los profesores se centren en valorar y corregir las emociones negativas que genera resolver un problema de aritmética.

Algunos se inclinaron hacia adelante, intrigados.

—No vaya a ser que, en su afán por ayudarlos, se les ocurra justamente enseñar aritmética para que mejore su autoconcepto matemático.

Una risa contenida recorrió la sala.

—Propongo que los docentes evalúen si los alumnos gestionan «las emociones propias, desarrollan el autoconcepto matemático como herramienta y generan expectativas positivas ante nuevos retos matemáticos»(16).

Los presentes intercambiaron miradas cómplices. Entonces alguien preguntó con cautela:

—Pero, si los profesores valoran negativamente el autoconcepto matemático de un alumno, ¿no estarían logrando el efecto contrario al deseado? Quiero decir, si un estudiante ya cree que no es bueno en matemáticas, difícilmente mejorará su autoconcepto si su profesor lo califica negativamente en este criterio por considerar que tiene una percepción deficiente de sus habilidades. ¡Buf! ¡Qué lío!

El gran ideólogo sonrió con indulgencia.

—¡Ah, pero ahí está la magia de la evaluación formadora! —proclamó con entusiasmo—. No se trata de penalizar al alumno por tener un autoconcepto bajo, sino de ayudarle a tomar conciencia de su necesidad de mejora.

Hizo una pausa estratégica y luego continuó:

—Si un estudiante obtiene una valoración negativa en este criterio, no es porque lo estemos castigando, sino porque estamos identificando una carencia en su desarrollo personal. Y una vez identificada, podremos intervenir para que transforme su percepción de sí mismo.

Miró a su alrededor, detectando algunas miradas dubitativas.

—Es como un círculo virtuoso —insistió—. Si le hacemos ver que su autoconcepto matemático es insuficiente, entenderá que debe fortalecerlo. Y cuando lo fortalezca, lo reconoceremos con una mejor calificación.

Los presentes asintieron lentamente. Algunos, convencidos. Otros, atrapados en la lógica inapelable de aquel nuevo paradigma.

—Y esto me ha hecho pensar —continuó, con el tono de quien acaba de resolver un problema filosófico milenario— que deberíamos crear criterios de evaluación en todas las áreas y materias que reflejen si los alumnos saben trabajar en equipo.

Se detuvo un instante y, con una teatralidad medida, añadió:

—Ya que estamos en matemáticas, os mostraré un ejemplo. En el primer ciclo de primaria, establecemos como criterio de evaluación que los alumnos sean competentes para «Participar respetuosamente en el trabajo en equipo, estableciendo relaciones saludables basadas en el respeto, la igualdad y la resolución pacífica de conflictos»(17).

Se inclinó sobre la mesa y miró a sus compañeros con expectación.

—¿No es magnífico?

Un aplauso sordo, compuesto de asentimientos y sonrisas satisfechas, recorrió la sala. La ingeniería educativa avanzaba con paso firme.

Lógicamente, habría que complicarlo un poco más en tercero y cuarto de primaria. Así que, en el segundo ciclo, ya no bastaría con que los alumnos participaran, sino que tendrían que trabajar de forma activa y comunicarse respetando la diversidad del grupo:

—«Trabajar en equipo activa y respetuosamente, comunicándose adecuadamente, respetando la diversidad del grupo y estableciendo relaciones saludables basadas en la igualdad y la resolución pacífica de conflictos»(18).

Los presentes asintieron, impresionados por la sutileza de la progresión.

—Y en quinto y sexto de primaria, añadiremos que tengan iniciativa y muestren empatía —continuó, elevando la apuesta—:

—«Trabajar en equipo activa, respetuosa y responsablemente, mostrando iniciativa, comunicándose de forma efectiva, valorando la diversidad, mostrando empatía y estableciendo relaciones saludables basadas en el respeto, la igualdad y la resolución pacífica de conflictos»(19).

Una pausa para la reflexión.

—¿Habéis visto cómo se gradúa la dificultad de un criterio de evaluación? ¡Pues manos a la obra!

Uno de los asistentes alzó tímidamente la mano y reflexionó con voz entrecortada:

—Las emociones están presentes en todos los ámbitos de la vida, y no sé si intentar homogeneizarlas y convertirlas en criterios de evaluación no es un poco excesivo. ¿Podrán los maestros evaluar la empatía? ¿Un maestro con poca empatía será capaz de reconocer a un alumno empático? ¿Y no es, en sí mismo, una falta de empatía valorar negativamente la falta de empatía?

Pero la pregunta se quedó flotando en el aire como un problema matemático sin resolver, un enigma sin respuesta, un axioma sin demostración.

El gran ideólogo sostuvo la mirada al interpelante con una mezcla de condescendencia y paciencia infinita.

— La empatía, la resiliencia… Todo se puede evaluar si lo planteamos de la manera adecuada. —reflexionó, paseando la vista por la sala—.

El auditorio guardó silencio. No porque estuvieran convencidos, sino porque comprendieron que la lógica interna de la nueva pedagogía no admitía contradicciones.

—Pensemos en una rúbrica —prosiguió con tono didáctico—. Si el alumno expresa verbalmente comprensión hacia la diversidad del grupo mientras resuelven un reto matemático propio de la vida real, nivel aprendiz. Si, además, lo demuestra en sus interacciones, avanzado. Si llega a emocionarse con las dificultades ajenas, marcamos experto. Ha mostrado empatía en matemáticas.

Un susurro recorrió la sala. Estaban siendo testigos del gran cambio de paradigma educativo que transformaría la educación y el mundo.

Tras meses de arduo trabajo intentando elaborar criterios de evaluación que no pudieran vincularse a saberes básicos específicos, que fueran aplicables a todo y a nada al mismo tiempo y que estuvieran redactados de manera que admitieran múltiples interpretaciones, llegó el momento esperado por todos.

La piedra angular de la nueva arquitectura curricular, el gran desafío del sistema educativo, la solución al problema casi metafísico de la desvinculación entre competencias clave y materias, que ningún currículo había resuelto hasta entonces, estaba a punto de ser revelada.

El gran ideólogo reunió a todos los escribientes y proclamó:

—Ha llegado la hora de la verdad. Todos habéis diseñado competencias específicas para vuestras materias. Es el momento de conectar cada una de ellas con varios descriptores operativos de las competencias clave (20). De este modo, cuando el estudiante adquiera una determinada competencia específica en una materia, estará al mismo tiempo desarrollando diversas parcelas de múltiples competencias clave, y su Perfil de salida será cada vez más completo y robusto, como un árbol que extiende sus ramas en todas direcciones, alimentándose de raíces invisibles que nadie ha visto pero que sostienen todo el bosque….

Un murmullo de admiración se extendió por la sala. Hasta que alguien, con una leve inquietud, alzó la mano.

—¿Pero cómo establecemos esas conexiones? —preguntó la responsable de geografía e historia, con cautela—. Me imagino que tendremos que diseñar una investigación objetiva, válida y fiable que nos permita valorar la correlación existente entre una variable referida a una competencia específica y las variables de los descriptores operativos, ¿no? Aunque, la verdad, ahora mismo me cuesta un poco intuir cómo llevar a cabo tal investigación…

—No te preocupes —respondió el ideólogo con aire magnánimo—. Tampoco es necesaria ninguna sofisticada investigación. Vosotros mismos, que habéis redactado las competencias específicas, podréis hacer la extrapolación. Y con la creatividad que habéis demostrado, estoy seguro de que podréis decidir qué descriptores asociáis a cada competencia de vuestras materias. Sois los expertos.

Un silencio expectante se instaló en la sala. La coordinadora de geografía e historia asintió lentamente, como si tratara de convencerse a sí misma.

—Entonces… —titubeó—, ¿lo hacemos a ojo de buen cubero?

El ideólogo sonrió con indulgencia.

—Llámalo juicio experto, criterio pedagógico o alineación curricular flexible. Lo importante es que el resultado sea coherente en el papel.

Los asistentes intercambiaron miradas. Algunos garabatearon conexiones en sus cuadernos, otros revisaron mentalmente sus competencias específicas, tratando de encontrarles sentido dentro del nuevo entramado.

—Y recordad —añadió el ideólogo, con énfasis—, lo esencial es que todas las competencias específicas de vuestras materias estén relacionadas con al menos cuatro o cinco descriptores operativos de las competencias clave. Cuantas más, mejor.

La encargada de educación física mostró una leve preocupación en su rostro.

—Pero… ¿y si algunas relaciones son un poco forzadas?

—Eso no importa —zanjó el ideólogo—. Lo importante es que parezcan naturales. Como las constelaciones: nosotros trazamos las líneas y, de repente, lo que eran estrellas dispersas se convierten en un dibujo perfectamente reconocible.

Un murmullo de asentimiento recorrió la sala. El diseño curricular avanzaba con la precisión de un mapa celeste: exacto en apariencia, arbitrario en su construcción.

Y así fue como todos los redactores empezaron a relacionar alegremente las competencias de sus materias con los descriptores operativos.

La responsable de educación física, sin embargo, frunció el ceño. Algo no le terminaba de encajar.

—Disculpa —le dijo a una compañera—, mira cómo me queda esto. Resulta que, en nuestra competencia específica dos, los docentes programarán actividades como fútbol gaélico, voleibol, judo o skate. Mediante estas actividades, los alumnos adquirirán la competencia específica de «Adaptar, con progresiva autonomía en su ejecución, las capacidades físicas, perceptivo-motrices y coordinativas, así como las habilidades y destrezas motrices, aplicando procesos de percepción, decisión y ejecución adecuados a la lógica interna y a los objetivos de diferentes situaciones con dificultad variable, para resolver situaciones de carácter motor vinculadas con distintas actividades físicas funcionales, deportivas, expresivas y recreativas, y para consolidar actitudes de superación, crecimiento y resiliencia al enfrentarse a desafíos físicos»(21). Ahora que la leo, la verdad es que muy específica no me ha quedado.

Respiró hondo antes de continuar:

—Esta competencia, la he relacionado con varios descriptores operativos de diferentes competencias clave, pero no lo acabo de ver claro. Por ejemplo, según esto, los alumnos desarrollarán el descriptor número dos de la competencia emprendedora, que dice que el alumno «Evalúa las fortalezas y debilidades propias, haciendo uso de estrategias de autoconocimiento y autoeficacia, y comprende los elementos fundamentales de la economía y las finanzas, aplicando conocimientos económicos y financieros a actividades y situaciones concretas, utilizando destrezas que favorezcan el trabajo colaborativo y en equipo, para reunir y optimizar los recursos necesarios que lleven a la acción una experiencia emprendedora que genere valor»(22).

Levantó la vista con una mueca de escepticismo.

—No sé… Me cuesta ver que practicando judo los alumnos puedan comprender los elementos fundamentales de la economía y las finanzas.

Su compañera le dio una palmadita en el hombro.

—Tranquila, es normal que no lo veamos ni tú ni yo porque no fuimos educadas por competencias. Tú no digas nada. Sonríe y cruza los dedos.

Luego, con voz tranquilizadora, añadió:

—Y no te preocupes, que los de infantil están aún más perdidos. Cuando vieron que tenían que desarrollar la competencia digital y la emprendedora en niños de tres, cuatro y cinco años… casi entran en pánico (23). Lo de la emprendedora no sé cómo lo habrán resuelto, pero para la digital han incluido como saber básico la «alfabetización digital» ¡en infantil!, donde han metido el uso de «aplicaciones y herramientas digitales con distintos fines: creación, comunicación, aprendizaje y disfrute»(24). No sé muy bien cómo encaja esto con las advertencias de las asociaciones de pediatría sobre el uso frecuente de pantallas en niños pequeños, pero quizás haya que dialogar con ellas para explicarles nuestro enfoque. La alfabetización digital antes que la alfabetización a secas… Mejor no pensar demasiado y tener confianza.

Se respiraba un ambiente de satisfacción en aquella gran sala donde el rumbo de la educación iba a cambiar para siempre. Habían creado una perfecta estructura evaluativa piramidal: si conseguías un criterio de evaluación, desarrollabas una competencia específica que, al mismo tiempo, contribuía a adquirir un descriptor operativo. Todo conectado. Un árbol competencial perfectamente enraizado. ¡Era pura ingeniería curricular!

Cuando todos hubieron finalizado, se pusieron a trabajar en la evaluación. Si querían que los docentes evaluaran cada uno de los criterios que habían definido con tanto esfuerzo, debían obligarlos a recopilar evidencias de logro y, sobre todo, a asignar una calificación individual a cada criterio. En caso contrario, de nada servía la estructura creada. La valoración de cada criterio era lo que alimentaba el Perfil de salida, mediante una red de canalizaciones que garantizaban la trazabilidad del aprendizaje, como los acueductos romanos que, con precisión milimétrica, distribuían el agua hasta el último rincón del Imperio, asegurando su prosperidad y funcionamiento (25).

Pero había un problema: no podían establecer por real decreto que los profesores evaluaran cada criterio de forma independiente para alimentar el Perfil de salida de cada alumno. ¡Sería llevar las cosas demasiado lejos!

Entonces, alguien tuvo una idea brillante.

—Dejemos en manos de la administración educativa de cada comunidad autónoma la ejecución del plan. Nosotros simplemente definiremos los criterios de evaluación como «referentes que indican los niveles de desempeño esperados en el alumnado en las situaciones o actividades a las que se refieren las competencias específicas de cada materia o ámbito en un momento determinado de su proceso de aprendizaje»(26).

De este modo, aunque en sus decretos de currículo las administraciones autonómicas no pudieran obligar a los docentes a poner una calificación en cada criterio, siempre podrían encontrar una argucia para lograrlo.

Aplausos. Genialidad pura.

Y así fue como muchas administraciones descubrieron que tenían un arma mucho más potente que la normativa: los programas informáticos oficiales. ¿Quién iba a imaginar que obligar a los docentes a introducir una nota de cada criterio en la aplicación informática no está en la legislación?

—Como los centros educativos deberán emitir un informe final sobre las competencias clave, los forzaremos a registrar calificaciones en cada criterio. De este modo, activaremos la arquitectura curricular que nos permitirá definir, de manera matemática, el Perfil de salida de cada alumno —explicó con gran satisfacción el encargado de este apartado.

Pero algo se les escapaba. O eso parecía.

El escribiente que se encontraba junto a la puerta se levantó de golpe, con el rostro tenso y una expresión preocupada, y exclamó:

—¡La promoción! ¡La titulación! Todo nuestro trabajo puede convertirse en papel mojado si no modificamos la forma en la que los alumnos pasan de curso. Estamos a punto de conseguir que los profesores evalúen las competencias del Perfil de salida desde sus desdibujadas materias y sin centrarse en contenidos, pero si la promoción sigue dependiendo del número de materias suspendidas, no habremos cambiado nada. Si las competencias del Perfil de salida son el verdadero referente, el hecho de aprobar o suspender asignaturas no puede condicionar la promoción. ¿No lo veis?

Dicho esto, se llevó las manos a la cabeza, abrumado por la desesperación.

El gran ideólogo lo observó con compasión. Con voz serena, casi en un susurro, lo calmó diciendo:

—No te preocupes. Ya está resuelto. Será el equipo docente quien decida la promoción y la titulación de los alumnos sin que las materias tengan peso alguno. La única referencia será el nivel competencial alcanzado. Ese, y solo ese, será el gran criterio (27).

Hizo una pausa teatral antes de añadir, con una sonrisa satisfecha:

—Además, con esto no solo lograremos educar competencialmente, sino que mejoraremos la tasa de graduados en ESO y reduciremos el abandono escolar.

Y, alzando las manos hacia el cielo, proclamó:

—¡Así, y solo así, nacerá el ciudadano del siglo XXI!

Y fue de este modo como el gran cambio educativo aconteció. Solo faltaba que los centros de formación del profesorado, fundaciones y organismos pedagógicos afines difundieran el nuevo paradigma, formando a los docentes en la «correcta» interpretación de la normativa y en la aplicación de metodologías acordes con el enfoque competencial.

Si en un futuro cercano los resultados no fueran los esperados, siempre quedaría la opción de responsabilizar a los docentes por unas competencias profesionales insuficientes, su falta de formación, compromiso o inquietud pedagógica…

Y si alguien osara cuestionar la Nueva Educación…

NOTA DEL AUTOR:
Salvo las referencias legales, todo lo relatado es pura ficción. Cualquier parecido con la realidad es mera casualidad… o no.


NOTAS:

(1) Los objetivos de la educación secundaria obligatoria se establecen el artículo 23 de la Ley Orgánica 2/2006, de 3 de mayo, de Educación, modificada por la Ley Orgánica 3/2020, de 29 de diciembre. https://www.boe.es/buscar/act.php?id=BOE-A-2020-17264 

(2) El artículo 11.2 del Real Decreto 217/2022, de 29 de marzo, por el que se establece la ordenación y las enseñanzas mínimas de la Educación Secundaria Obligatoria (https://www.boe.es/buscar/act.php?id=BOE-A-2022-4975), determina: «El Perfil de salida del alumnado al término de la enseñanza básica fija las competencias clave que el alumnado debe haber adquirido y desarrollado al finalizar la enseñanza básica. Constituye el referente último del desempeño competencial, tanto en la evaluación de las distintas etapas y modalidades de la formación básica, como para la titulación de Graduado en Educación Secundaria Obligatoria. Fundamenta el resto de decisiones curriculares, así como las estrategias y orientaciones metodológicas en la práctica lectiva».

(3) Descriptor operativo número 1 de la competencia personal, social y de aprender a aprender de la ESO, establecido en el anexo 1 del Real Decreto 217/2022.

(4) El artículo 24 de la Ley Orgánica 2/2006, de 3 de mayo, de Educación, modificada por la Ley Orgánica 3/2020, de 29 de diciembre, establece que las materias de los cursos de primero a tercero de la etapa de Educación Secundaria Obligatoria (ESO) pueden agruparse en ámbitos. Con el objetivo de que un único docente, independientemente de su especialidad, pueda impartir todas las materias del ámbito, el artículo 2.5 del Real Decreto 286/2023, de 18 de abril, que regula la asignación de materias en la ESO y Bachillerato, dispone lo siguiente: «Los ámbitos resultantes de la agrupación de materias en los tres primeros cursos de la Educación Secundaria Obligatoria (…) serán impartidos por personal funcionario de los cuerpos de catedráticos de enseñanza secundaria y de profesores de enseñanza secundaria de alguna de las especialidades que tengan atribución docente para impartir cualquiera de las materias que se integran en dichos ámbitos». (https://www.boe.es/buscar/act.php?id=BOE-A-2023-9553)

(5) Artículo 2, letra f de los reales decretos que establecen las enseñanzas mínimas en las etapas de la educación básica (Real Decreto 157/2022 y Real Decreto 217/2022).

(6) El artículo 10 del Real Decreto 157/2022 y el artículo 12 del Real Decreto 217/2022, establecen que: “Para la adquisición y desarrollo, tanto de las competencias clave como de las competencias específicas, el equipo docente planificará situaciones de aprendizaje en los términos que dispongan las administraciones educativas”.

(7) Anexo III del Real Decreto 157/2022 y del Real Decreto 217/2022.

(8) La Disposición final primera del Real Decreto 157/2022 y del Real Decreto 217/2022 establecen: «El anexo III carece del carácter de normativa básica». 

(9) Artículo 6 de la LOE-LOMLOE.

(10) Artículo 2 del Real Decreto 157/2022 y del Real Decreto 217/2022.

(11) Criterio de evaluación número 11 de Ciencias de la Naturaleza, Anexo I del Real Decreto 1007/1991, de 14 de junio, por el que se establecen las enseñanzas mínimas correspondientes a la Educación Secundaria Obligatoria. https://www.boe.es/boe/dias/1991/06/26/pdfs/C00035-00077.pdf

(12) Criterio de evaluación número 5.2 de Biología y geología, anexo II del Real Decreto 217/2022.

(13) Criterio de evaluación número 1, Anexo I, Matemáticas, Real Decreto 1631/2006, de 29 de diciembre, por el que se establecen las enseñanzas mínimas correspondientes a la Educación Secundaria Obligatoria. https://www.boe.es/buscar/act.php?id=BOE-A-2007-238  

(14) Criterio de evaluación número 1.2, primero a tercero de matemáticas, Anexo 1, Real Decreto 217/2022.

(15) Criterio de evaluación número 2.1, primero a tercero de matemáticas, Anexo 1, Real Decreto 217/2022.

(16) Criterio de evaluación número 9.1, primero a tercero de matemáticas, Anexo 1, Real Decreto 217/2022

(17) Criterio de evaluación número 8.1, primer ciclo, Matemáticas, Anexo II, Real Decreto 157/2022.

(18) Criterio de evaluación número 8.1, segundo ciclo, Matemáticas, Anexo II, Real Decreto 157/2022.

(19) Criterio de evaluación número 8.1, tercer ciclo, Matemáticas, Anexo II, Real Decreto 157/2022.

(20) El artículo 2 del Real Decreto 157/2022 y del Real Decreto 217/2022 establecen que: «Las competencias específicas constituyen un elemento de conexión entre, por una parte, el Perfil de salida del alumnado, y por otra, los saberes básicos de las materias o ámbitos y los criterios de evaluación».

(21) Competencia específica 2, primero y segundo de ESO, Educación física, Anexo II, Real Decreto 217/2022. 

(22) El descriptor operativo número 2 de la competencia emprendedora, recogido en el Anexo I del Real Decreto 217/2022, se acompaña de una explicación que incluye ejemplos de actividades deportivas para su desarrollo, como fútbol gaélico, ultimate, lacrosse, voleibol, frontenis, pickleball, paladós, rounders, softball, boccia, tiro con arco, judo, esgrima, skate, orientación, gimnasia deportiva o atletismo. Al igual que en el resto de competencias específicas, se establecen conexiones con el Perfil de salida. En este caso, se indica lo siguiente: «Esta competencia específica se conecta con los siguientes descriptores del Perfil de salida: CPSAA4, CPSAA5, CE2, CE3». CPSAA hace referencia a la Competencia personal, social y de aprender a aprender, mientras que CE corresponde a la Competencia emprendedora.

(23) Anexo I del Real Decreto 95/2022, de 1 de febrero, por el que se establece la ordenación y las enseñanzas mínimas de la Educación Infantil. https://www.boe.es/buscar/act.php?id=BOE-A-2022-1654.

(24) La alfabetización digital se incluye como saber básico en el segundo ciclo de educación infantil. En concreto, forma parte del Área 3: Comunicación y Representación de la Realidad (Anexo II del Real Decreto 95/2022). Además, se han establecido criterios de evaluación. Los alumnos deben: «Interactuar con distintos recursos digitales, familiarizándose con diferentes medios y herramientas digitales» (CA 1.4) y «Expresarse de manera creativa, utilizando diversas herramientas o aplicaciones digitales intuitivas y visuales» (CA 3.7).

(25) Ninguno de los conceptos del entramado pedagógico establecido en los reales decretos que desarrollan la educación básica según la Ley Orgánica 3/2020, de 29 de diciembre, por la que se modifica la Ley Orgánica 2/2006, de 3 de mayo, de Educación (Real Decreto 157/2022 y Real Decreto 217/2022), se encuentra en la propia ley. En el texto de la LOMLOE no se mencionan el Perfil de salida, las competencias clave, las competencias específicas, los descriptores operativos, los saberes básicos ni las situaciones de aprendizaje.

(26) Artículo 2, letra d de los reales decretos que establecen las enseñanzas mínimas en las etapas de la educación básica (Real Decreto 157/2022 y Real Decreto 217/2022).

(27) El artículo 11.2 del Real Decreto 217/2022 establece que el Perfil de salida «Constituye el referente último del desempeño competencial (…) en la evaluación de las distintas etapas». Por su parte, el artículo 16 determina que «Las decisiones sobre la promoción del alumnado de un curso a otro serán adoptadas, de forma colegiada, por el equipo docente, atendiendo al grado de consecución de los objetivos y de adquisición de las competencias establecidas y a la valoración de las medidas que favorezcan el progreso del alumno o la alumna».


© 2025 Miguel Ángel Tirado Ramos, Associació OCRE
Título: La evaluación prodigiosa: Una distopía sobre cómo se gestó la evaluación en la LOMLOE 

Esta obra está protegida bajo la licencia Creative Commons Attribution-NonCommercial-ShareAlike 4.0 International (CC BY-NC-SA 4.0). Se permite la copia, distribución y comunicación pública de esta obra, así como su modificación, siempre que se reconozca adecuadamente la autoría, no se utilice con fines comerciales, y cualquier obra derivada se distribuya bajo la misma licencia. 

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ISBN: 978-84-09-72282-2 

L’avaluació prodigiosa: Una distopia sobre com es va gestar l’avaluació en la LOMLOE

L’avaluació prodigiosa

Una distopia sobre com es va gestar l’avaluació en la LOMLOE

Miguel Ángel Tirado Ramos

Hi havia una vegada uns governants obstinats a modelar un determinat perfil de ciutadà a través de l’educació, convençuts de la superioritat d’uns mètodes pedagògics que consideraven innovadors. Per a això, van aprovar una nova llei educativa, la LOMLOE (2020), que derogava l’anterior (LOMCE, 2013) i, al seu torn, modificava la LOE (2006), en una rocambolesca carambola normativa digna d’un prestidigitador legislatiu. Amb aquesta nova llei, aspiraven a instaurar un autèntic canvi de paradigma educatiu.

Una escola vertaderament moderna havia de deixar arrere la transmissió de coneixements que l’havia definit durant segles —Quin sentit tenia proporcionar informació que es podia trobar en internet o preguntant-li al ChatGPT!?—. En el seu lloc, els alumnes havien de convertir-se en constructors actius del seu propi aprenentatge, guiats pels seus interessos i acompanyats pel mestre en el desenvolupament d’habilitats emocionals, interpersonals i comunicatives. A més, aquestes competències, juntament amb el lideratge i la capacitat de treball en equip, eren el veritable tresor que el món empresarial anhelava, perquè prometien major productivitat, un ambient laboral harmoniós i una adaptació fluida a entorns canviants i col·laboratius.

Una vegada aprovada, van reunir un grup d’experts per a elaborar els decrets que establirien els ensenyaments mínims, els quals serien d’obligat compliment perquè les comunitats autònomes desenvoluparen els seus currículums escolars.

Tots reunits en una gran sala van iniciar el treball. Però va bastar una primera lectura de la llei per a què saltaren totes les alarmes. De seguida es van adonar que el currículum seguia organitzat per àrees en Primària i per matèries en Secundària, en lloc d’estructurar-se per competències, com promovia l’OCDE. Com era possible que les Matemàtiques continuaren separades de les Ciències o la Tecnologia? Com podien concebre’s les Ciències Socials com una àrea independent de la Llengua i Literatura o de la Música? Per què l’Educació Plàstica, Visual i Audiovisual continuava sent una matèria aïllada si havia d’abordar-se de manera transversal? Res quadrava.

A més, s’havien oblidat de definir les competències que els alumnes havien d’adquirir durant l’escolarització obligatòria! Una omissió sorprenent, tractant-se precisament de la llei que havia de consagrar l’aprenentatge competencial.

En lloc de definir les competències que els alumnes havien de desenvolupar en finalitzar l’educació bàsica, havien inclòs objectius de fi d’etapa. Es tractava d’un error descomunal: els objectius expressaven capacitats, no competències. Així, per exemple, la llei establia com a objectius de l’ESO que els estudiants havien de ser capaços de «comprendre i expressar amb correcció, oralment i per escrit (…) textos i missatges complexos»; «desenvolupar i consolidar hàbits de disciplina, estudi i treball (…)»; o fins i tot «conèixer, valorar i respectar els aspectes bàsics de la cultura»(1).

—Però si els objectius en forma de capacitats que s’han establit en la LOE-LOMLOE no responen als reptes del segle XXI i no estan expressats en forma de competències, com ho arreglem ara? Com introduïm les competències? —es van preguntar, desesperats, els encarregats de redactar els reials decrets d’ensenyaments mínims.

Va ser llavors quan van decidir inventar un nou concepte: el «Perfil d’eixida»(2), que, encara que no figurava en la llei, sonava molt bé. Va ser així com van dissenyar el model de ciutadà del segle XXI. A través de detallats descriptors operatius, van identificar les competències clau i els aspectes de la personalitat, el pensament i la conducta que els docents havien de modelar al llarg dels deu anys d’escolarització obligatòria.

No importava que la llei orgànica no esmentara el Perfil d’eixida ni els descriptors operatius; aquesta hàbil maniobra legislativa, amb la qual pretenien solucionar l’imprevist legal, responia a un bé moral superior. Qui podria oposar-se al fet que els adolescents isqueren de l’ESO amb competències per a «regular i expressar les seues emocions, enfortint l’optimisme, la resiliència, l’autoeficàcia i la cerca de propòsit i motivació cap a l’aprenentatge, per a gestionar els reptes i canvis i harmonitzar-los amb els seus propis objectius»(3)?

Però aleshores algú va advertir:

—No n’hi ha prou amb definir un Perfil d’eixida. Si els professors continuen ensenyant el que saben, de què serveix? És essencial descompartimentar les assignatures i aconseguir que els docents deixen arrere el model tradicional. No crec que limitar-se a agrupar les matèries en àmbits(4), com proposa la llei, siga suficient. Si realment volem afrontar els reptes d’un futur incert, hem de forçar un canvi metodològic profund. Els docents no han de ser mers transmissors de contingut, sinó guies que acompanyen els estudiants en un procés de construcció del coneixement, basat en projectes globalitzats, cooperatius, autèntics, que se centren en els seus interessos i que siguen significatius i pròxims a la vida real. Només així aconseguirem els objectius 2030 per a un desenvolupament sostenible.

—Tinc la solució! —va exclamar un dels enginyers de la nova estructura curricular—. Crearem un concepte pedagògic nou: les situacions d’aprenentatge! D’aquesta manera, els docents utilitzaran l’aprenentatge basat en projectes, en problemes o en reptes quasi sense adonar-se’n. I, a més, els alumnes estaran motivats i aprendran de manera natural i al seu ritme.

—Quina gran idea! Situacions d’aprenentatge! Però els mestres ancorats en el passat i un mínim coneixement de sintaxi podrien confondre’s i pensar que qualsevol situació en la qual l’alumne aprenga és una situació d’aprenentatge. No canviarem la seua manera d’ensenyar d’aquesta manera. I si les definim com a «situacions i activitats que impliquen el desplegament, per part de l’alumnat, d’actuacions associades a competències clau i competències específiques i que contribueixen a l’adquisició i desenvolupament d’aquestes»(5)? —va reflexionar un dels presents.

—No estic segura que aconseguim molt definint una situació com una situació, no us sembla? Així no aconseguirem l’anhelat canvi metodològic ni l’enfocament competencial que busquem —es va escoltar des del fons de la sala—. Siguem clars: com aconseguim que els docents abandonen l’ensenyament basat en continguts i dediquen els seus esforços a dissenyar projectes globalitzats en forma de situacions d’aprenentatge?

—Ja ho tinc! —va exclamar un altre—. En un article dels reials decrets direm que les situacions d’aprenentatge han de ser planificades pels equips docents (6); així desestructurarem les matèries. I, a més, en l’annex III detallarem que les situacions d’aprenentatge són projectes col·laboratius, encara que utilitzem eufemismes per a dir-ho sense dir-ho (7).

En eixe moment, algú va advertir:

—La idea és bona, però… si establim les situacions d’aprenentatge com a mètode d’ensenyament en els reials decrets i aquests són d’obligat compliment, no estarem vulnerant l’autonomia pedagògica que la pròpia llei atorga als centres en el seu article 120? No estaríem interferint en la funció docent que l’article 91 atorga al professorat i en el dret fonamental a la llibertat de càtedra?

—Tens raó —va admetre el gran ideòleg al comandament del grup d’experts—. Ho resoldrem amb un truc normatiu. Per a què ningú s’adone que l’annex III, on descriurem les situacions d’aprenentatge, no és obligatori, deixarem constància en la disposició final primera que aquest annex no té caràcter bàsic i, per tant, és orientatiu (8). Potser algú advertirà que les situacions d’aprenentatge, enteses com a projectes, no formen part de la normativa bàsica quan estan en un reial decret d’ensenyaments mínims? La majoria de les CCAA adoptarà la nostra concepció de les situacions d’aprenentatge, no ho dubteu.

Els redactors dels reials decrets ja havien resolt l’oblit de no determinar les competències en la llei inventant el Perfil d’eixida. A més, amb un malabarisme normatiu, s’havien immiscuït en la metodologia. D’aquesta forma, les CCAA que ho desitjaren podien imposar l’aprenentatge basat en projectes disfressat de situacions d’aprenentatge en totes les àrees i etapes, encara que no estigueren obligades.

No obstant això, quedava un cap important sense lligar. Si realment volien que l’ensenyament fora competencial, els continguts havien de desaparéixer de la ment dels docents. Però sorgia un obstacle: la pròpia llei incorporava els continguts com a part del currículum! Així, en la LOE-LOMLOE, el currículum es definia com el «conjunt d’objectius, competències, continguts, mètodes pedagògics i criteris d’avaluació (…)»(9).

Llavors, algú que havia llegit la reveladora obra 1984 de George Orwell i coneixia el poder del llenguatge per a modificar el pensament va proposar crear un nou concepte: els «sabers bàsics». I, per a no contradir la llei, ho van definir com: «Coneixements, destreses i actituds que constitueixen els continguts propis d’una àrea o àmbit i l’aprenentatge del qual és necessari per a l’adquisició de les competències específiques»(10).

—A partir d’ara, ningú parlarà de continguts mai més, van pensar.

D’una plomada i amb un magistral acte d’il·lusionisme, havien aconseguit esborrar la paraula continguts, la culpable de la memorització enciclopèdica a la qual l’escola tradicional sotmetia els xiquets.

Tot transcorria amb aparent harmonia fins que, en un moment d’alleujament per les decisions preses, una col·laboradora es va atrevir a preguntar:

—Tenim evidències empíriques sòlides que recolzen de manera clara l’enfocament metodològic que hem decidit imposar?

De sobte, el silenci es va apoderar tenebrosament de la sala, i tot seguit es va fer com si res no hagués passat.

Amb el Perfil d’eixida establit, el canvi metodològic assegurat i els continguts disfressats de sabers bàsics, només faltava definir l’avaluació. No era una tasca senzilla. En una llei on els docents avaluen per matèries, com se sap en quin grau ha aconseguit cada alumne les competències clau del Perfil d’eixida?

Les ments pedagògiques més brillants van començar a idear el que seria reconegut com la gran obra de l’enginyeria avaluadora de la LOMLOE. Així van crear una superestructura en la qual les huit competències clau del Perfil d’eixida es van convertir en l’objectiu final de l’aprenentatge. El seu grau de desenvolupament es valorava a través dels 34 descriptors operatius que depenien d’elles.

Per a vincular les matèries amb aquests descriptors, van introduir un nou concepte: les «competències específiques», de les quals van començar a penjar «criteris d’avaluació» que havien de servir als docents per a valorar si els alumnes estaven en el camí adequat per a convertir-se en ciutadans del segle XXI.

Però, clar, quan els redactors de cada matèria es van posar a la feina, van començar a sorgir molts dubtes…

Un dels encarregats de redactar els criteris de ciències va alçar la mà i va preguntar:

—Com elaborem els criteris d’avaluació? Prenem com a referència els dels reials decrets d’ensenyaments mínims anteriors? És que molts criteris d’avaluació són bastant clars i poden ser una magnífica orientació per al professorat. Per exemple, ací tinc este, triat a l’atzar del currículum de 1991. Val que és molt antic, però crec que pot ser útil. Diu que els alumnes d’ESO han de ser capaços de «Explicar els processos fonamentals que ocorren en els aliments des de la seua ingestió fins a la seua arribada i aprofitament en les cèl·lules i justificar, a partir d’ells, uns hàbits alimentaris i d’higiene saludables, independents de pràctiques consumistes inadequades»(11).

El redactor va fer una pausa, va mirar al seu voltant i va continuar amb entusiasme:

—A més, és supercompetencial, ja que els professors de biologia i geologia avaluaran si els estudiants coneixen de manera general les funcions de cadascun dels aparells (digestiu, respiratori, circulatori i excretor) i la relació existent entre ells. Fins i tot aquest criteri aborda les raons per les quals convé adoptar hàbits alimentaris i d’higiene individual i col·lectiva per a gaudir d’un estat saludable i previndre alteracions i malalties.

Es va inclinar lleugerament sobre la taula i va afegir, amb gest pensatiu:

—Encara que, ara que ho llig bé… és cert que demana que els alumnes expliquen i justifiquen coses que han d’ensenyar-se, i això xoca amb el nostre plantejament metodològic.

Va mirar a la resta de l’equip amb expressió preocupada, com qui acaba de descobrir un parany invisible en un contracte.

—Que difícil és això! —va exclamar, passant-se la mà pel cap—. Com ensenyar sense ensenyar!?

Es va fer un silenci a la sala. Alguns van gargamellejar, uns altres van baixar la vista, evitant el contacte visual. Fins que, finalment, el cap del projecte, amb la paciència d’un visionari que guia als seus deixebles, es va alçar, va entrellaçar les mans i, amb veu solemne, va proclamar:

—Veig que no ho heu entés.

La tensió es va fer palpable.

—Els criteris d’avaluació —va continuar amb to didàctic— han d’estar redactats de tal forma que la seua formulació no insinue els sabers bàsics que han d’ensenyar-se. Han de ser prou abstractes per a què un mateix criteri d’avaluació puga desplegar sabers bàsics molt diversos.

Es va detindre un instant per a assegurar-se que el seu missatge calava. Després, amb un somriure tranquil·litzador, va prosseguir:

—Recordeu que el que pretenem és que els docents se centren en desenvolupar competències i no a transmetre coneixements.

Alguns van assentir amb admiració. Uns altres van prendre notes frenèticament, com si estigueren en presència d’un líder revolucionari.

—Per exemple —va continuar el gran ideòleg, amb la seguretat de qui revela un truc magistral—, en comptes d’eixe criteri que esmentaves sobre els processos implicats en l’alimentació, és millor que el criteri d’avaluació diga: «Proposar i adoptar hàbits saludables, analitzant les accions pròpies i alienes amb actitud crítica i a partir de fonaments fisiològics»(12).

Va fer una pausa per a què tots assimilaren la magnitud de la troballa.

—Així és molt més genèric —va explicar—, caben sabers bàsics molt més variats, que els professors poden incorporar en les seues situacions d’aprenentatge segons els interessos dels alumnes. A més, podran aplicar el Disseny Universal per a l’Aprenentatge i personalitzar la proposta educativa sense haver de cenyir-se a continguts estàtics com els aparells del cos humà o els processos digestius.

D’aquesta manera, cada alumne podrà abordar el tema des de la seua pròpia perspectiva, al seu ritme, i amb els recursos que millor s’adapten al seu estil d’aprenentatge.

El redactor de ciències va arrufar les celles. Es va remoure en el seu seient. Alguna cosa no acabava d’encaixar.

—Però… —es va atrevir a dir amb una certa cautela—, com van els professors a saber si un estudiant ha adoptat hàbits saludables? Haurien d’avaluar les seues conductes alimentàries i de descans, el seu nivell d’activitat física i el seu benestar emocional en la seua vida quotidiana fora del centre escolar.

Alguns van intercanviar mirades incòmodes.

—No exigeix això avaluar conductes privades i familiars? —va insistir—. És just? Pot l’escola controlar i responsabilitzar-se dels hàbits que depenen fonamentalment del context familiar?

El silenci va caure com una llosa. Tots van mirar el cap del projecte. Aquest va observar l’agosarat amb la condescendència de qui sap que el seu interlocutor ha comés un error, però està disposat a perdonar-lo.

El redactor, en adonar-se de la inconveniència del seu qüestionament, va baixar la mirada.

Va fer un gest de disculpa amb les mans, expressant penediment.

—No tornarà a succeir —va murmurar.

El cap del projecte va assentir amb benevolència.

—Seguim —va ordenar.

I així, sense més, el problema va quedar resolt.

—D’acord, ho he comprés —va insinuar una de les encarregades de concretar la part de matemàtiques, amb un somriure de sobtada il·luminació—. Ara veig que els criteris d’avaluació que els ensenyaments mínims de 2006 van establir eren una autèntica barbaritat.

Es va aclarir la gola i, amb gest dramàtic, va llegir en veu alta un extracte del currículum de l’època:

—Fixeu-vos en aquest criteri per a primer d’ESO: els estudiants havien d’aprendre a «Utilitzar nombres naturals i enters i fraccions i decimals senzills, les seues operacions i propietats, per a recollir, transformar i intercanviar informació»(13).

Va fer una pausa per a deixar que l’atrocitat del text calara en els presents.

—I encara hi ha més! —va exclamar, amb els ulls com a plats—. S’especificava que s’havia de prestar especial atenció a valorar, en casos senzills, la competència en l’ús d’operacions combinades com a síntesi de la seqüència d’operacions aritmètiques.

—Quina barbaritat! —va dir, emportant-se una mà al pit mentre sacsejava el cap—.

Després, redreçant-se en la seua cadira, va afegir amb solemnitat:

—Ara ho entenc. Per a què no s’identifique el criteri d’avaluació amb el contingut… —es va corregir immediatament—. Perdó, encara em traeix el subconscient. Volia dir, el saber bàsic…

Un murmuri d’aprovació va recórrer la sala.

—Els criteris d’avaluació han de referir-se a tots i a cap saber al mateix temps —va prosseguir amb aire magistral—. Per exemple, en comptes d’aquella aberració de 2006, és molt millor dir que l’alumne ha de «Aplicar eines i estratègies apropiades que contribuïsquen a la resolució de problemes»(14) i «Comprovar la correcció matemàtica de les solucions d’un problema»(15).

Va mirar al seu voltant amb orgull i va afegir:

—És igual de quin problema es tracte: d’àlgebra, de probabilitat, d’aritmètica, o de qualsevol altra àrea matemàtica. L’important és que el criteri no especifique sabers concrets.

Alguns assentien amb admiració. Uns altres prenien notes amb avidesa.

—Clar que —va continuar, amb un lleu gest d’inquietud—, potser algun professor es pregunta si un alumne competent per a comprovar la correcció matemàtica de les solucions d’un problema de geometria transferirà aquesta competència a un d’estadística, encara que siguen sabers tan diferents.

Es va encongir de muscles.

—Però si encara dubta… si encara creu que no es pot ser competent en una cosa de la qual no se sap per transferència, és que encara no ha acceptat la superioritat de les competències en educació.

Silenci.

Reflexió.

Il·luminació col·lectiva.

—D’altra banda —va prosseguir amb un centelleig d’inspiració—, atès que les matemàtiques provoquen malestar als alumnes, podríem incloure un criteri d’avaluació per a què els professors se centren en valorar i corregir les emocions negatives que genera resoldre un problema d’aritmètica.

Alguns es van inclinar cap avant, intrigats.

—No siga que, en el seu afany per ajudar-los, se’ls ocórrega justament ensenyar aritmètica per a què millore el seu autoconcepte matemàtic.

Una rialla continguda va recórrer la sala.

—Propose que els docents avaluen si els alumnes gestionen «les emocions pròpies, desenvolupen l’autoconcepte matemàtic com a eina i generen expectatives positives davant nous reptes matemàtics»(16).

Els presents van intercanviar mirades còmplices. Llavors algú va preguntar amb cautela:

—Però, si els professors valoren negativament l’autoconcepte matemàtic d’un alumne, no aconseguirien l’efecte contrari al desitjat? Vull dir, si un estudiant ja creu que no és bo en matemàtiques, difícilment millorarà el seu autoconcepte si el seu professor el qualifica negativament en aquest criteri per considerar que té una percepció deficient de les seues habilitats. Buf! Quin embolic!

El gran ideòleg va somriure amb indulgència.

—Ah, però ací està la màgia de l’avaluació formadora! —va proclamar amb entusiasme—. No es tracta de penalitzar l’alumne per tindre un autoconcepte baix, sinó d’ajudar-lo a prendre consciència de la seua necessitat de millora.

Va fer una pausa estratègica i després va continuar:

—Si un estudiant obté una valoració negativa en aquest criteri, no és perquè l’estiguem castigant, sinó perquè identifiquem una manca en el seu desenvolupament personal. I una vegada identificada, podrem intervindre per a què transforme la seua percepció de si mateix.

Va mirar al seu voltant, detectant algunes mirades dubitatives.

—És com un cercle virtuós —va insistir—. Si li fem veure que el seu autoconcepte matemàtic és insuficient, entendrà que ha d’enfortir-ho. I quan l’enfortisca, ho reconeixerem amb una millor qualificació.

Els presents van assentir lentament. Alguns, convençuts. Uns altres, atrapats en la lògica inapel·lable d’aquell nou paradigma.

—I això m’ha fet pensar —va continuar, amb el to de qui acaba de resoldre un problema filosòfic mil·lenari— que hauríem de crear criteris d’avaluació en totes les àrees i matèries que reflectisquen si els alumnes saben treballar en equip.

Es va detindre un instant i, amb una teatralitat mesurada, va afegir:

—Ja que estem en matemàtiques, us mostraré un exemple. En el primer cicle de primària, establim com a criteri d’avaluació que els alumnes siguen competents per a «Participar respectuosament en el treball en equip, establint relacions saludables basades en el respecte, la igualtat i la resolució pacífica de conflictes»(17).

Es va inclinar sobre la taula i va mirar els seus companys amb expectació.

—No és magnífic?

Un aplaudiment sord, compost d’assentiments i somriures satisfets, va recórrer la sala. L’enginyeria educativa avançava amb pas ferm.

Lògicament, caldria complicar-ho un poc més en tercer i quart de primària. Així que, en el segon cicle, ja no bastaria que els alumnes participaren, sinó que haurien de treballar de manera activa i comunicar-se respectant la diversitat del grup:

—«Treballar en equip activa i respectuosament, comunicant-se adequadament, respectant la diversitat del grup i establint relacions saludables basades en la igualtat i la resolució pacífica de conflictes»(18).

Els presents van assentir, impressionats per la subtilesa de la progressió.

—I en cinquè i sisè de primària, afegirem que tinguen iniciativa i mostren empatia —va continuar, elevant l’aposta—:

—«Treballar en equip activa, respectuosa i responsablement, mostrant iniciativa, comunicant-se de manera efectiva, valorant la diversitat, mostrant empatia i establint relacions saludables basades en el respecte, la igualtat i la resolució pacífica de conflictes»(19).

Una pausa per a la reflexió.

—Heu vist com es gradua la dificultat d’un criteri d’avaluació? Doncs som-hi!

Un dels assistents va alçar tímidament la mà i va reflexionar amb veu entretallada:

—Les emocions són presents en tots els àmbits de la vida, i no sé si intentar homogeneïtzar-les i convertir-les en criteris d’avaluació no és un poc excessiu. Podran els mestres avaluar l’empatia? Un mestre amb poca empatia serà capaç de reconéixer a un alumne empàtic? I no és, en si mateix, una falta d’empatia valorar negativament la falta d’empatia?

Però la pregunta es va quedar surant en l’aire com un problema matemàtic sense resoldre, un enigma sense resposta, un axioma sense demostració.

El gran ideòleg va sostindre la mirada a l’interpel·lant amb una mescla de condescendència i paciència infinita.

— L’empatia, la resiliència… Tot es pot avaluar si ho plantegem de la manera adequada. —va reflexionar, passejant la vista per la sala—.

L’auditori va guardar silenci. No perquè estigueren convençuts, sinó perquè van comprendre que la lògica interna de la nova pedagogia no admetia contradiccions.

—Pensem en una rúbrica —va prosseguir amb to didàctic—. Si l’alumne expressa verbalment comprensió cap a la diversitat del grup mentre resolen un repte matemàtic propi de la vida real, nivell aprenent. Si, a més, ho demostra en les seues interaccions, avançat. Si arriba a emocionar-se amb les dificultats alienes, marquem expert. Ha mostrat empatia en matemàtiques.

Un xiuxiueig es va estendre per la sala. Estaven sent testimonis del gran canvi de paradigma educatiu que transformaria l’educació i el món.

Després de mesos d’ardu treball intentant elaborar criteris d’avaluació que no pogueren vincular-se a sabers bàsics específics, que foren aplicables a tot i a res al mateix temps i que estigueren redactats de manera que admeteren múltiples interpretacions, va arribar el moment esperat per tots.

La pedra angular de la nova arquitectura curricular, el gran desafiament del sistema educatiu, la solució al problema quasi metafísic de la desvinculació entre competències clau i matèries, que cap currículum havia resolt fins llavors, estava a punt de ser revelada.

El gran ideòleg va reunir tots els escrivents i va proclamar:

—Ha arribat l’hora de la veritat. Tots heu dissenyat competències específiques per a les vostres matèries. És el moment de connectar cadascuna d’elles amb diversos descriptors operatius de les competències clau (20). D’aquesta manera, quan l’estudiant adquirisca una determinada competència específica en una matèria, estarà al mateix temps desenvolupant diverses parcel·les de múltiples competències clau, i el seu Perfil d’eixida serà cada vegada més complet i robust, com un arbre que estén les seues branques en totes direccions, alimentant-se d’arrels invisibles que ningú no ha vist però que sostenen tot el bosc….

Un murmuri d’admiració va recórrer la sala. Fins que algú, amb una lleu inquietud, va alçar la mà.

—Però com establim eixes connexions? —va preguntar la responsable de geografia i història, amb cautela—. M’imagine que haurem de dissenyar una investigació objectiva, vàlida i fiable que ens permeta valorar la correlació existent entre una variable referida a una competència específica i les variables dels descriptors operatius, no? Encara que, la veritat, ara mateix em costa un poc intuir com dur a terme tal investigació…

—No et preocupes —va respondre l’ideòleg amb aire magnànim—. Tampoc és necessària cap sofisticada investigació. Vosaltres mateixos, que heu redactat les competències específiques, podreu fer l’extrapolació. I amb la creativitat que heu demostrat, estic segur que podreu decidir quins descriptors associeu a cada competència de les vostres matèries. Sou els experts.

Un silenci expectant es va instal·lar a la sala. La coordinadora de geografia i història va assentir lentament, com si tractara de convèncer-se a si mateixa.

—Llavors… —va titubejar—, ho fem a ull?

L’ideòleg va somriure amb indulgència.

—Anomena-ho judici expert, criteri pedagògic o alineació curricular flexible. L’important és que el resultat siga coherent en el paper.

Els assistents van intercanviar mirades. Alguns van gargotejar connexions en els seus quaderns, uns altres van revisar mentalment les seues competències específiques, tractant de trobar-los sentit dins del nou entramat.

—I recordeu —va afegir l’ideòleg, amb èmfasi—, l’essencial és que totes les competències específiques de les vostres matèries estiguen relacionades amb almenys quatre o cinc descriptors operatius de les competències clau. Quantes més, millor.

L’encarregada d’educació física va mostrar una lleu preocupació en el seu rostre.

—Però… i si algunes relacions són un poc forçades?

—Això no importa —va resoldre l’ideòleg—. L’important és que semblen naturals. Com les constel·lacions: nosaltres tracem les línies i, de sobte, el que eren estreles disperses es converteixen en un dibuix perfectament recognoscible.

Un murmuri d’assentiment va recórrer la sala. El disseny curricular avançava amb la precisió d’un mapa celeste: exacte en aparença, arbitrari en la seua construcció.

I així va ser com tots els redactors van començar a relacionar alegrement les competències de les seues matèries amb els descriptors operatius.

La responsable d’educació física, no obstant això, va arrufar les celles. Alguna cosa no li acabava d’encaixar.

—Disculpa —li va dir a una companya—, mira com em queda això. Resulta que, en la nostra competència específica dos, els docents programaran activitats com futbol gaèlic, voleibol, judo o skate. Mitjançant aquestes activitats, els alumnes adquiriran la competència específica d’«Adaptar, amb progressiva autonomia en la seua execució, les capacitats físiques, perceptiu-motrius i coordinatives, així com les habilitats i destreses motrius, aplicant processos de percepció, decisió i execució adequats a la lògica interna i als objectius de diferents situacions amb dificultat variable, per a resoldre situacions de caràcter motor vinculades amb diferents activitats físiques funcionals, esportives, expressives i recreatives, i per a consolidar actituds de superació, creixement i resiliència en enfrontar-se a desafiaments físics»(21). Ara que la llig, la veritat és que molt específica no m’ha quedat.

Va respirar profund abans de continuar:

—Aquesta competència, l’he relacionada amb diversos descriptors operatius de diferents competències clau, però no ho acabe de veure clar. Per exemple, segons això, els alumnes desenvoluparan el descriptor número dos de la competència emprenedora, que diu que l’alumne: «Avalua les fortaleses i debilitats pròpies, fent ús d’estratègies d’autoconeixement i autoeficàcia, i comprén els elements fonamentals de l’economia i les finances, aplicant coneixements econòmics i financers a activitats i situacions concretes, utilitzant destreses que afavorisquen el treball col·laboratiu i en equip, per a reunir i optimitzar els recursos necessaris que porten a l’acció una experiència emprenedora que genere valor»(22).

Va alçar la vista amb una ganyota d’escepticisme.

—No sé… Em costa veure que practicant judo els alumnes puguen comprendre els elements fonamentals de l’economia i les finances.

La seua companya li va donar un colpet en el muscle.

—Tranquil·la, és normal que no ho vegem ni tu ni jo perquè no vam ser educades per competències. Tu no digues res. Somriu i encreua els dits.

Després, amb veu tranquil·litzadora, va afegir:

—I no et preocupes, que els d’infantil estan encara més perduts. Quan van veure que havien de desenvolupar la competència digital i l’emprenedora en xiquets de tres, quatre i cinc anys… quasi entren en pànic (23). Això de l’emprenedora no sé com ho hauran resolt, però per a la digital han inclòs com a saber bàsic l’«alfabetització digital», en infantil!, on han ficat l’ús d’«aplicacions i eines digitals amb diferents fins: creació, comunicació, aprenentatge i gaudi»(24). No sé molt bé com encaixa això amb els advertiments de les associacions de pediatria sobre l’ús freqüent de pantalles en xiquets xicotets, però potser cal dialogar amb elles per a explicar-los el nostre enfocament. L’alfabetització digital abans que l’alfabetització a seques… Millor no pensar massa i tindre confiança.

Es respirava un ambient de satisfacció en aquella gran sala on el rumb de l’educació anava a canviar per sempre. Havien creat una perfecta estructura avaluativa piramidal: si aconseguies un criteri d’avaluació, desenvolupaves una competència específica que, al mateix temps, contribuïa a adquirir un descriptor operatiu. Tot connectat. Un arbre competencial perfectament arrelat. Era pura enginyeria curricular!

Quan tots van haver finalitzat, es van posar a treballar en l’avaluació. Si volien que els docents avaluaren cadascun dels criteris que havien definit amb tant d’esforç, havien d’obligar-los a recopilar evidències d’assoliment i, sobretot, a assignar una qualificació individual a cada criteri. En cas contrari, de res servia l’estructura creada. La valoració de cada criteri era el que alimentava el Perfil d’eixida, mitjançant una xarxa de canalitzacions que garantien la traçabilitat de l’aprenentatge, com els aqüeductes romans que, amb precisió mil·limètrica, distribuïen l’aigua fins a l’últim racó de l’Imperi, assegurant la seua prosperitat i funcionament (25).

Però hi havia un problema: no podien establir per reial decret que els professors avaluaren cada criteri de manera independent per a alimentar el Perfil d’eixida de cada alumne. Seria portar les coses massa lluny!

Aleshores, algú va tindre una idea brillant.

—Deixem en mans de l’administració educativa de cada comunitat autònoma l’execució del pla. Nosaltres simplement definirem els criteris d’avaluació com a «referents que indiquen els nivells d’acompliment esperats en l’alumnat en les situacions o activitats a les quals es refereixen les competències específiques de cada matèria o àmbit en un moment determinat del seu procés d’aprenentatge»(26).

D’aquesta manera, encara que en els seus decrets de currículum les administracions autonòmiques no pogueren obligar els docents a posar una qualificació en cada criteri, sempre podrien trobar una argúcia per a aconseguir-lo.

Aplaudiments. Genialitat pura.

I així va ser com moltes administracions van descobrir que tenien una arma molt més potent que la normativa: els programes informàtics oficials. Qui anava a imaginar que obligar els docents a introduir una nota de cada criteri en l’aplicació informàtica no es trobava en la legislació?

—Com que els centres educatius hauran d’emetre un informe final sobre les competències clau, els forçarem a registrar qualificacions en cada criteri. D’aquesta manera, activarem l’arquitectura curricular que ens permetrà definir, de manera matemàtica, el Perfil d’eixida de cada alumne —va explicar amb gran satisfacció l’encarregat d’aquest apartat.

Però alguna cosa se’ls escapava. O això semblava.

L’escrivent que es trobava al costat de la porta es va alçar de colp, amb el rostre tibant i una expressió preocupada, i va exclamar:

—La promoció! La titulació! Tot el nostre treball pot convertir-se en lletra morta si no modifiquem la forma en la qual els alumnes passen de curs. Estem a punt d’aconseguir que els professors avaluen les competències del Perfil d’eixida des de les seues desdibuixades matèries i sense centrar-se en continguts, però si la promoció continua depenent del nombre de matèries suspeses, no haurem canviat res. Si les competències del Perfil d’eixida són el veritable referent, el fet d’aprovar o suspendre matèries no pot condicionar la promoció. No ho veieu?

Dit això, es va emportar les mans al cap, aclaparat per la desesperació.

El gran ideòleg el va observar amb compassió. Amb veu serena, quasi en un murmuri, el va calmar dient:

—No et preocupes. Ja està resolt. Serà l’equip docent qui decidisca la promoció i la titulació dels alumnes sense que les matèries tinguen cap pes. L’única referència serà el nivell competencial aconseguit. Eixe, i només eixe, serà el gran criteri (27).

Va fer una pausa teatral abans d’afegir, amb un somriure satisfet:

—A més, amb això no sols aconseguirem educar competencialment, sinó que millorarem la taxa de graduats en ESO i reduirem l’abandó escolar.

I, alçant les mans cap al cel, va proclamar:

—Així, i només així, naixerà el ciutadà del segle XXI!

I va ser d’aquesta manera com el gran canvi educatiu va esdevindre. Només faltava que els centres de formació del professorat, fundacions i organismes pedagògics afins difongueren el nou paradigma, formant els docents en la «correcta» interpretació de la normativa i en l’aplicació de metodologies d’acord amb l’enfocament competencial.

Si en un futur pròxim els resultats no foren els esperats, sempre quedaria l’opció de responsabilitzar els docents per mostrar unes competències professionals insuficients, falta de formació, de compromís o d’inquietud pedagògica…

I si algú gosara qüestionar la Nova Educació…

NOTA DE L’AUTOR:
Excepte les referències legals, tot el que he relatat és pura ficció. Qualsevol semblança amb la realitat és mera casualitat… o no.


NOTES:

(1) Els objectius de l’educació secundària obligatòria s’estableixen l’article 23 de la Llei orgànica 2/2006, de 3 de maig, d’Educació, modificada per la Llei orgànica 3/2020, de 29 de desembre. https://www.boe.es/buscar/act.php?id=boe-a-2020-17264

(2) L’article 11.2 del Reial decret 217/2022, de 29 de març, pel qual s’estableix l’ordenació i els ensenyaments mínims de l’Educació Secundària Obligatòria (https://www.boe.es/buscar/act.php?id=boe-a-2022-4975), determina: «El Perfil d’eixida de l’alumnat al final de l’ensenyament bàsic fixa les competències clau que l’alumnat ha d’haver adquirit i desenvolupat en finalitzar l’ensenyament bàsic. Constitueix el referent últim de l’acompliment competencial, tant en l’avaluació de les diferents etapes i modalitats de la formació bàsica, com per a la titulació de Graduat en Educació Secundària Obligatòria. Fonamenta la resta de decisions curriculars, així com les estratègies i orientacions metodològiques en la pràctica lectiva».

(3) Descriptor operatiu número 1 de la competència personal, social i d’aprendre a aprendre de l’ESO, establit en l’annex 1 del Reial decret 217/2022.

(4) L’article 24 de la Llei orgànica 2/2006, de 3 de maig, d’Educació, modificada per la Llei orgànica 3/2020, de 29 de desembre, estableix que les matèries dels cursos de primer a tercer de l’etapa d’Educació Secundària Obligatòria (ESO) poden agrupar-se en àmbits. Amb l’objectiu que un únic docent, independentment de la seua especialitat, puga impartir totes les matèries de l’àmbit, l’article 2.5 del Reial decret 286/2023, de 18 d’abril, que regula l’assignació de matèries en l’ESO i Batxillerat, disposa el següent: «Els àmbits resultants de l’agrupació de matèries en els tres primers cursos de l’Educació Secundària Obligatòria (…) seran impartits per personal funcionari dels cossos de catedràtics d’ensenyament secundari i de professors d’ensenyament secundari d’alguna de les especialitats que tinguen atribució docent per a impartir qualsevol de les matèries que s’integren en aquests àmbits». (https://www.boe.es/buscar/act.php?id=boe-a-2023-9553)

(5) Article 2, lletra f dels reials decrets que estableixen els ensenyaments mínims en les etapes de l’educació bàsica (Reial decret 157/2022 i Reial decret 217/2022).

(6) L’article 10 del Reial decret 157/2022 i l’article 12 del Reial decret 217/2022, estableixen que: “Per a l’adquisició i desenvolupament, tant de les competències clau com de les competències específiques, l’equip docent planificarà situacions d’aprenentatge en els termes que disposen les administracions educatives”.

(7) Annex III del Reial decret 157/2022 i del Reial decret 217/2022.

(8) La Disposició final primera del Reial decret 157/2022 i del Reial decret 217/2022 estableixen: «L’annex III manca del caràcter de normativa bàsica».

(9) Article 6 de la LOE-LOMLOE.

(10) Article 2 del Reial decret 157/2022 i del Reial decret 217/2022.

(11) Criteri d’avaluació número 11 de Ciències de la Naturalesa, Annex I del Reial decret 1007/1991, de 14 de juny, pel qual s’estableixen els ensenyaments mínims corresponents a l’Educació Secundària Obligatòria. https://www.boe.es/boe/dias/1991/06/26/pdfs/c00035-00077.pdf

(12) Criteri d’avaluació número 5.2 de Biologia i geologia, annex II del Reial decret 217/2022.

(13) Criteri d’avaluació número 1, Annex I, Matemàtiques, Reial decret 1631/2006, de 29 de desembre, pel qual s’estableixen els ensenyaments mínims corresponents a l’Educació Secundària Obligatòria. https://www.boe.es/buscar/act.php?id=boe-a-2007-238

(14) Criteri d’avaluació número 1.2, primer a tercer de matemàtiques, Annex 1, Reial decret 217/2022.

(15) Criteri d’avaluació número 2.1, primer a tercer de matemàtiques, Annex 1, Reial decret 217/2022.

(16) Criteri d’avaluació número 9.1, primer a tercer de matemàtiques, Annex 1, Reial decret 217/2022.

(17) Criteri d’avaluació número 8.1, primer cicle, Matemàtiques, Annex II, Reial decret 157/2022.

(18) Criteri d’avaluació número 8.1, segon cicle, Matemàtiques, Annex II, Reial decret 157/2022.

(19) Criteri d’avaluació número 8.1, tercer cicle, Matemàtiques, Annex II, Reial decret 157/2022.

(20) L’article 2 del Reial decret 157/2022 i del Reial decret 217/2022. estableixen que: «Les competències específiques constitueixen un element de connexió entre, d’una banda, el Perfil d’eixida de l’alumnat, i per una altra, els sabers bàsics de les matèries o àmbits i els criteris d’avaluació».

(21) Competència específica 2, primer i segon d’ESO, Educació física, Annex II, Reial decret 217/2022.

(22) El descriptor operatiu número 2 de la competència emprenedora, arreplegat en l’Annex I del Reial decret 217/2022, s’acompanya d’una explicació que inclou exemples d’activitats esportives per al seu desenvolupament, com a futbol gaèlic, ultimate, lacrosse, voleibol, frontenis, pickleball, paladós, rounders, softbol, boccia, tir amb arc, judo, esgrima, skate, orientació, gimnàstica esportiva o atletisme. Igual que en la resta de competències específiques, s’estableixen connexions amb el Perfil d’eixida. En aquest cas, s’indica el següent: «Aquesta competència específica es connecta amb els següents descriptors del Perfil d’eixida: CPSAA4, CPSAA5, CE2, CE3». *CPSAA fa referència a la Competència personal, social i d’aprendre a aprendre, mentre que CE correspon a la Competència emprenedora.

(23) Annex I del Reial decret 95/2022, d’1 de febrer, pel qual s’estableix l’ordenació i els ensenyaments mínims de l’Educació Infantil. https://www.boe.es/buscar/act.php?id=boe-a-2022-1654.

(24) L’alfabetització digital s’inclou com saber bàsic en el segon cicle d’educació infantil. En concret, forma part de l’Àrea 3: Comunicació i Representació de la Realitat (Annex II del Reial decret 95/2022). A més, s’han establit criteris d’avaluació. Els alumnes deuen: «Interactuar amb diferents recursos digitals, familiaritzant-se amb diferents mitjans i eines digitals» (CA 1.4) i «Expressar-se de manera creativa, utilitzant diverses eines o aplicacions digitals intuïtives i visuals» (CA 3.7).

(25) Cap dels conceptes de l’entramat pedagògic establit en els reials decrets que desenvolupen l’educació bàsica segons la Llei orgànica 3/2020, de 29 de desembre, per la qual es modifica la Llei orgànica 2/2006, de 3 de maig, d’Educació (Reial decret 157/2022 i Reial decret 217/2022.), es troba en la pròpia llei. En el text de la LOMLOE no s’esmenten el Perfil d’eixida, les competències clau, les competències específiques, els descriptors operatius, els sabers bàsics ni les situacions d’aprenentatge.

(26) Article 2, lletra d dels reials decrets que estableixen els ensenyaments mínims en les etapes de l’educació bàsica (Reial decret 157/2022 i Reial decret 217/2022).

(27) L’article 11.2 del Reial decret 217/2022 estableix que el Perfil d’eixida «Constitueix el referent últim de l’acompliment competencial (…) en l’avaluació de les diferents etapes». Per la seua banda, l’article 16 determina que «Les decisions sobre la promoció de l’alumnat d’un curs a un altre seran adoptades, de manera col·legiada, per l’equip docent, atés el grau de consecució dels objectius i d’adquisició de les competències establides i a la valoració de les mesures que afavorisquen el progrés de l’alumne o l’alumna».

La escuela del mundo al revés (y algunas propuestas para darle la vuelta)

Para no ser mudos, hay que empezar por no ser sordos (Eduardo Galeano)

El título del presente artículo está tomado de la magnífica obra Patas arriba. La escuela del mundo al revés, del escritor uruguayo Eduardo Galeano, publicada por allá 1998. El objetivo de esta obra era mostrar a los lectores una serie de absurdos de la realidad social, económica, política y cultural en que se vivía entonces (y que desgraciadamente continúan vigentes casi tres décadas después) para denunciar diversas injusticias. Por poner uno de los ejemplos que cita, los cinco países que forman el Consejo de Seguridad de la ONU (y que por lo tanto tiene poder de veto para decidir sobre la paz mundial) son los que más dinero al año ganan con el negocio de la venta de armas: Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Rusia y China.

Pues bien, tomando como referencia esta idea de Eduardo Galeano, voy a presentar catorce absurdos del sistema educativo actual que conducen a una injusticia educativa, realidades propias de un oxímoron que incluso los artistas y autores surrealistas habrían tenido dificultades de imaginar.

Absurdo #1: la Administración educativa sigue directrices de “expertos” en educación que nunca han dado clase.

Empezamos por un clásico en las protestas de los docentes. Porque estos expertos en educación que nunca han pisado un aula le dicen a los verdaderos expertos (docentes que tienen decenas de años de experiencia), mediante un conjunto de tópicos basados en la pura psicología positiva utópica, cómo deberían hacer sus clases. De esta manera, por ejemplo en Cataluña hay entidades como Nova Escola 21 o la Fundació Jaume Bofill cuyos gurús sientan cátedra en política educativa con la connivencia del Departament d’Educació de la Generalitat. Porque desde un despacho o un plató de televisión es muy fácil dar clase mientras tu organización se forra con dinero público; ahora bien, otra cosa ya es entrar en un aula de 6º de Primaria o de 2º de ESO ubicada en determinado barrio urbano y poder llevar a la práctica las fantasías que cuentan.

Absurdo #2: las metodologías que promocionan las normativas educativas estatales perjudican el aprendizaje del alumnado.

La LOMLOE y las consejerías de educación en las diferentes comunidades autónomas fomentan en la actualidad pedagogías no directivas, gamificación y una serie de mal llamadas “nuevas” metodologías (véase Absurdo #3) que perjudican mayoritariamente el aprendizaje del alumnado (Kirchner y Hendrick, 2020), especialmente el de nivel socioeconómico bajo: sentar por defecto a los alumnos en grupos, aprendizaje basado en proyectos que potencia el aprendizaje “activo” del learning by doing, flipped classroom, basar las actividades y contenidos en los intereses del alumnado y en su estilo de aprendizaje, fomentar el aprendizaje por descubrimiento… En cambio, los métodos y estrategias que reciben críticas y son denostadas públicamente por el pedagogismo, como la instrucción directa, el uso del libro de texto, mandar deberes o hacer exámenes, tienen un efecto potenciador del aprendizaje del alumnado. La última vuelta de tuerca es el ejemplo del Diseño Universal de Aprendizaje (DUA) que se pretende implantar, otra vez mediante la presión sobre la libertad metodológica del docente, sin tener ninguna evidencia científica de que mejore el aprendizaje (Tirado Ramos, 2022) pero con la excusa de que garantiza la inclusión educativa y otros muchos más criterios pedagógicos que suenan muy bien.

Absurdo #3: algunas de estas llamadas “nuevas” metodologías tienen más de 100 años de historia.

En este punto, el absurdo es más flagrante si cabe, ya que la historia ya se encargó de demostrar que estos métodos no funcionaban. Por ejemplo, la vieja nueva metodología del ABP de Kilpatrick, que se remonta a 1917, provocó una fuerte protesta en las familias e incluso en el alumnado de Nueva York llegando a manifestarse en las calles al grito de ¡Queremos una escuela que nos enseñe! (Luri, 2020). No voy a negar que esta última frase en boca de estudiantes me pone la piel de gallina. Al final será verdad la frase de Aldous Huxley, autor del libro Un mundo feliz, de que “Quizá la más grande lección de la historia es que nadie aprendió las lecciones de ella”. Es curioso cómo el mensaje central de esta obra de 1932 está de rabiosa actualidad, ya que Huxley nos estaba dibujando un paisaje futuro en el que la sociedad estaría controlada, no por medio de la fuerza, la violencia o la supresión de la información, sino al contrario; a través de la distracción y el entretenimiento (precisamente uno de los mantras que defiende la vieja nueva educación para la escuela). Y un poco más de historia, para ver si aprendemos de ella; transcribo un extracto de un artículo de 1959 de la filósofa Hannah Arendt de 1958 titulado La crisis de la educación: “so pretexto de respetar la independencia del muchacho, se le excluye del mundo de los adultos y se le mantiene artificialmente en el suyo […] rompe con la relación natural entre adultos y niños, que consiste, entre otras cosas, en enseñar y aprender, y porque al mismo tiempo contradice el hecho de que el niño es un ser humano en pleno desarrollo, de que la infancia es un estadio temporal, una preparación para la vida adulta”.

Absurdo #4: la administración educativa fomenta que docentes que no son especialistas en la materia enseñen a los alumnos.

La investigación no ha parado de demostrar que lo que mayor impacto positivo tiene en el aprendizaje del alumno, a parte de muchas otras cosas básicas (como la calidad de la instrucción, el clima de aula y la gestión de ella por parte del docente, las creencias y el comportamiento del profesorado) es que el profesor domine la materia. Mientras tanto, en nuestro país, en la comunidad autónoma de Murcia se contrata a docentes de Infantil y Dibujo para enseñar Matemáticas; mientras que en la comunidad valenciana se llegó a obligar a que en 1º de ESO se enseñara por ámbitos atentando contra el principio de especialidad en la enseñanza, una medida impuesta totalitariamente y que afortunadamente fue anulada por el TSJCV gracias a la acción de algunos sindicatos y asociaciones de profesores como OCRE. Eso sí, el principio de igualdad de oportunidades para el alumnado desaparece en el momento en el que hay centros que aplican los ámbitos, y por lo tanto tienen a profesores enseñando materias para las cuales no están formados y cualificados (perjudicando así el aprendizaje del alumnado) y otros en los que siempre es un especialista con una titulación que le avala el que enseña las distintas asignaturas (Berry et al., 2016).

Absurdo #5: promover una enseñanza competencial diluyendo los conocimientos

Es de perogrullo, pero lo repetiremos; para ser competente en algo hay que saber mucho de ese algo. No puede haber competencia sin un dominio amplio y extenso de los conocimientos necesarios para desarrollar esa competencia. El pensamiento crítico, el razonamiento, la resolución de problemas y la creatividad se potencian a través de la adquisición de contenido factual que se integra en la memoria a largo plazo (Willingham, 2011; Ruiz Martín, 2023), por no hablar de la importancia capital que tiene para la comprensión lectora (Tirado Ramos, 2024a). Por lo tanto, diluir los conocimientos, como ha hecho la LOMLOE limitándolos incluso conceptualmente con la denominación de “saberes básicos”, va contra lo que la misma ley defiende sobre el hecho de que el alumnado adquiera una serie de competencias. Además, muchas de las denominadas “competencias del siglo XXI” (flexibilidad, liderazgo, perseverancia) en realidad no lo son, sino que son rasgos del carácter y, por lo tanto, como la psicología cognitiva se ha encargado de demostrar (Kirchner y Hendrick, 2020), no se pueden enseñar; como mucho se pueden estimular.

Absurdo #6: hoy en día tiene más consecuencias negativas para el profesor suspender a un alumno que para el alumno suspender una materia.

Para empezar, está la más que probable fiscalización de su labor docente a cargo de la inspección educativa, y, por otro lado, el miedo a realizar su trabajo sin presiones externas. Además, está toda la burocracia extra que tiene que llevar a cabo el docente que tiene alumnos con materias suspendidas con la realización de un PRAMP (Plan de Recuperación para el Alumnado con Materia Pendiente) para cada uno de los alumnos, personalizado y con un seguimiento periódico durante el curso posterior. La carga de trabajo extra que esto conlleva puede hacer que muchos docentes opten por no suspender a sus estudiantes para ahorrarse tantos quebraderos de cabeza. Se defiende que evitar la repetición es una medida que beneficia al alumnado de entornos socioeconómicos humildes porque es quien repite en un mayor porcentaje, pero la verdad es que la LOMLOE no es una ley educativa progresista ya que “en ningún momento esta reforma afronta la posibilidad de reducir las ratios o incrementar el gasto, al tiempo que sobrecarga a los profesores con trabajos burocráticos absurdos y casi infinitos, en buena parte disuasores de esa extraña y tozuda tendencia de los docentes a suspender a quienes no alcanzan a saber lo mínimo exigible” (Mestre y Fernández Liria, 2024: 9-10).

Absurdo #7: en muchos centros si un profesor expulsa del aula a un alumno por mal comportamiento y no permitir a sus compañeros aprender en un ambiente adecuado, el equipo directivo es muy probable que crea y actúe conforme es el profesor quien no ha hecho bien las cosas.

De hecho he conocido centros en los que está prohibido sacar del aula a ningún alumno, según su reglamento de régimen interno (RRI). Ni que decir tiene que todos los docentes utilizamos la expulsión del aula como último recurso, pero también hay que decir que si la ocasión lo requiere (y los datos no se cansan de demostrar que los docentes reciben regularmente insultos e injurias por parte de alumnado), y para garantizar que el resto de la clase aprenda en unas condiciones de aprendizaje adecuadas y seguras, es de obligación moral y de responsabilidad profesional llevarla a cabo. Recordemos que un buen clima de aula es el tercer aspecto que más impacta en el aprendizaje del alumnado (Coe et al., 2014). Del mismo modo, si un profesor castiga sin recreo a un alumno, éste profesor se puede ver en un lío legal ya que el alumno tiene “derecho al descanso” (independientemente de que la causa de ese castigo sea no haber seguido su deber de comportarse bien en el aula y/o respetar a sus compañeros, entre otras cosas). Y es que el establishment de la “nueva” pedagogía siempre vertirá la responsabilidad en el docente, que es el culpable del mal comportamiento del alumnado al no haber creado una clase atractiva.

Absurdo #8: en muchos grupos hay más alumnado diagnosticado con problemas emocionales y/o necesidades educativas especiales que sin ningún tipo de diagnóstico /dificultad de aprendizaje. Estamos bajo el paradigma de la educación terapéutica en el que proliferan programas educativos preocupados por el bienestar emocional, los cuales irónicamente en lugar de ayudar hacen que los alumnos tengan una autopercepción negativa sobre su propia capacidad y aumentan el número de alumnos con ansiedad (Ecclestone & Hayes, 2019). Por otro lado, en el momento en el que un alumno es diagnosticado con necesidades especiales, la responsabilidad sobre su nota recae directamente sobre el profesor, y si el alumno suspende es culpa del profesor que no ha sabido adaptar la materia como es debido. “En este marco, el alumno siempre aparece o bien como un enfermo al que hay que tratar, o bien como un inútil al que hay que darle todo hecho para no generarle malestar y ansiedad. Bajo estas condiciones la tarea de transmisión crítica del legado cultural que es esencial a la escuela se vuelve poco menos que imposible” (Fernández Liria et al., 2023: 245). En este punto conviene aclarar que es precisamente el alumnado que realmente necesita ese apoyo extra el que se ve afectado por la actual sobrediagnosticación. Al profesor se le exige que debe personalizar la enseñanza para cada uno de sus alumnos, cuando cada docente, dependiendo del año escolar, puede llegar a tener entre 100 y 150 alumnos diferentes. Lo que nos lleva al siguiente absurdo.

Absurdo #9: tener como objetivo la inclusión educativa sin invertir en apoyos a los docentes, con alumnos que necesitan refuerzo y que se quedan aislados y abandonados en el aula.

La manera de interpretar la equidad que tiene nuestro sistema educativo en la actualidad es que todos los alumnos compartan la misma aula. Y lo cierto es que esto tiene beneficios sociales tanto para los alumnos con necesidades educativas especiales como para los que no las tienen (mayor aceptación para los primeros, mayor sensibilidad y empatía para los segundos), así como una mejora de la concienciación y de las habilidades del profesorado hacia la diversidad y las dificultades de aprendizaje. Pero también es cierto que si esto no viene acompañado de personal de apoyo y de refuerzo (PTs, AyLs, etc.) y de una bajada de las ratios, este tipo de alumnado está peor atendido que si estuviera en un centro de necesidades educativas especiales específico. En estos casos, muy tristemente, las familias se ven obligadas a que sus hijos vean atendidas sus necesidades en centros privados fuera del horario escolar, y eso si se lo pueden permitir económicamente. Hay muchos estudios que demuestran que los programas de estimulación o generales para el aula son buenos en etapas iniciales para detectar dificultades y prevenir, pero no cuando esas necesidades especiales ya existen; en ese caso es necesaria la intervención específica y especializada, o en grupos muy reducidos, para así tener las condiciones ambientales adecuadas.

Absurdo #10: introducir nuevas tecnologías sin saber el impacto que tienen en el aprendizaje, y cuando ya se sabe que el impacto es mayormente negativo, seguir introduciéndolas.

Volvemos otra vez a la base de todo: lo fundamental es adquirir conocimientos para después poder llegar a ser competente en el mundo digital. Gregorio Luri siempre dice que “en Internet está todo menos el criterio”, queriendo decir que para poder seleccionar la información tan variopinta que existe en la red en la actualidad, lo primero es estar capacitado para poder hacer esa selección, y eso sólo es posible si se sabe mucho. Por lo tanto, lo más importante es adquirir primero un buen nivel de comprensión lectora y escritura para así quizás desarrollar luego la competencia digital y conseguir “lectores críticos capaces de localizar y seleccionar fuentes fiables para informarse y para aprender” (Tirado Ramos, 2024b). Porque los últimos estudios ya anuncian que el uso de la inteligencia artificial generativa tiene un impacto negativo en la creatividad del alumnado (Habib et al., 2024).  Una evaluación de la OCDE concluyó que la tecnología en la educación no ha dado los beneficios académicos que en su día prometía: “Los estudiantes que usan computadoras con mucha frecuencia en la escuela obtienen resultados mucho peores en la mayoría de los resultados de aprendizaje… Y quizás el hallazgo más decepcionante del informe es que la tecnología es de poca ayuda para reducir la brecha de habilidades entre los estudiantes favorecidos y desfavorecidos” (OECD, 2015). Mientras tanto, los resultados globales de exámenes en matemáticas, ciencias y lectura han ido cayendo en picado, como se puede apreciar en este gráfico:

Esta tendencia se exacerbó por la pandemia del COVID-19, pero empezó a principios de la segunda década de este siglo, justo cuando los dispositivos digitales se emplazaron en los pupitres de los estudiantes. Numerosos análisis no paran de señalar que ampliar el uso de tecnología a expensas de otras formas de instrucción tiene efectos perjudiciales sobre el rendimiento (Schneider & Preckel, 2017), como por ejemplo en comprensión lectora (Salmerón et al, 2023). Y esto no quiere decir que haya que defender un neoludismo contra la tecnología, ya que no enseñarla a nuestros estudiantes sería negligente. Adquirir la competencia digital debe ser un objetivo de la escuela, pero debe incorporarse de manera que potencie el aprendizaje, y esto es imposible si no protegemos a los estudiantes del gran poder que tiene para distraer su atención de los verdaderos objetivos de aprendizaje, principal causa de que su uso tenga efectos negativos en la educación. Muchos docentes usamos los dispositivos tecnológicos con el afán de crear clases atractivas y mantener así el interés del alumnado, pero sucede que a menudo aunque los estudiantes puedan parecer estar concentrados en sus pantallas, esa atención la recibe el dispositivo y no el material/contenido.

Absurdo #11: se puede promocionar y titular en la ESO sin límite de materias suspendidas.

Esto, irremediablemente, atenta contra una buena práctica de enseñanza, ya que es imposible que no provoque una reducción del esfuerzo por parte del alumnado y, por lo tanto, de su aprendizaje. Y provoca sonrojo leer en el preámbulo de la actual ley educativa que tiene “el objetivo irrenunciable de proporcionar una educación de calidad a toda la ciudadanía en todos los niveles del sistema educativo”. Tradicionalmente siempre se ha justificado que “la repetición produce un daño emocional irreparable en el alumno”. Ni que decir tiene que repetir afecta emocionalmente al alumno, pero habría que analizar si en mayor o menor grado que pasar de curso sin tener adquiridos los conocimientos necesarios y estar completamente perdido y alienado del resto de compañeros en el curso siguiente. Otro de los argumentos que se esgrime es que la repetición aumenta las posibilidades de abandono escolar, pero por ejemplo al comparar los datos del País Vasco y Aragón con los de Cataluña y Castilla La-Mancha esto queda en entredicho, ya que las primeras comunidades tienen un alto porcentaje de graduación con una mayor tasa de repetición que las segundas, teniendo éstas además una tasa de repetición mucho menor (Magro, 2023).

Absurdo #12: el número de repeticiones baja y el número de titulaciones sube, mientras el nivel general del alumnado baja.

Las pruebas PISA, las pruebas PIRLS  y las pruebas TIMSS se han encargado de demostrar la triste realidad del nivel educativo en nuestro país, tanto en enseñanza primaria como en secundaria. Los datos hablan por sí solos, así que poco más se puede añadir. Ojalá, al menos, sirva para que se tome nota y se aprenda la lección para los años venideros, empezando por reconocer que tenemos un grave problema.

Absurdo #13: los partidos de izquierda aprueban leyes educativas que lastran la función de la escuela como ascensor social.

No es que las leyes aprobadas por los partidos de derecha en España (véase la LOMCE del ministro Wert de 2013) hayan sido mejores, pero lo que es inaudito es que el PSOE, Unidas Podemos y Sumar, que deberían velar por elevar el nivel de conocimiento de las clases socioeconómicas humildes, se rinda a la política del neoliberalismo (Fernández Liria et al., 2023) para perpetuar las diferencias de clase aprobando una ley de educación (la LOMLOE) que resulta en un sistema educativo que produce una gran masa de analfabetos funcionales y de trabajadores poco cualificados en serie. Sólo una escuela sólida que no rebaje continuamente la exigencia podrá conseguir una auténtica equidad social. Pero mientras tanto, todos los conocimientos que en las sociedades tradicionales habían estado reservados para una minoría privilegiada son difícil de adquirir hoy en día para la población de origen socioeconómico bajo, ya que las clases medias y burguesas tienen medios culturales y económicos (nivel alto de conocimientos intrafamiliares, clases particulares y profesores de repaso extraescolares, etc.) para suplir la falta de función formadora de la escuela actual.

Absurdo #14: ningún responsable político en materia educativa ha aceptado responsabilidad alguna por los malos resultados.

No sólo no ha habido nunca ninguna dimisión ni asunción de responsabilidades, sino que nuestros políticos se han escudado en explicaciones a menudo vergonzosas (como compararse con otros países que todavía están peor) y otras directamente xenófobas.

 

¡Ah! Y para los que dicen que sólo nos quejamos y que no proponemos ideas. Es tan fácil como ir cogiendo cada uno de estos absurdos y eliminarlo, y así mejoraría la calidad del sistema educativo actual de una manera tremenda:

  • Que las leyes de educación se hagan consultando al profesorado con experiencia, y no a los pedagogos de despacho, para así incluir un currículum homogéneo, estructurado en materias y basado en la transmisión de conocimientos humanísticos, científicos, técnicos y artísticos para que el alumnado pueda desarrollarse plena y críticamente en las esferas personal, ciudadana y profesional (Absurdo #1).

 

  • Que se implante una enseñanza sin sesgos ideológicos ni metodologías castradoras o ineficientes, que cuente con los profesionales de la enseñanza y se base en la evidencia científica y la racionalidad. Que se ponga al profesor por delante de las metodologías de moda, y que éste pueda decir libremente, en función de lo que va a enseñar y del grupo de alumnos que tiene delante, qué método es mejor utilizar en cada momento del proceso de enseñanza-aprendizaje (Absurdos #2 y #3).

 

  • Que los centros educativos vuelvan a ser centros de enseñanza de calidad con altos estándares académicos y éticos que permitan al alumnado convertirse en la mejor versión de ellos mismos (para la cual es imprescindible respetar el principio de especialidad del profesorado) a través de la superación de dificultades personales, sociales y académicas y la adopción de hábitos de conducta y rutinas que les capacitarán para desarrollarse en todas las esferas de la vida adulta (Absurdo #4).

 

  • Que se aprecie y potencie el conocimiento de la historia, la geografía, la filosofía, las matemáticas, la ciencia y la técnica para que el alumnado disponga de una base cognitiva en todos estos ámbitos que le permita cuestionar verdades aparentes, buscar información contrastada y tomar decisiones informadas (Absurdo #5).

 

  • Que se entienda que la disciplina, las rutinas, la educación en valores y el civismo son condiciones sin las cuales no es posible el aprendizaje y el desarrollo personal y social del alumnado y así se adopten medidas para que los centros educativos se conviertan en espacios seguros, libres de acoso, y así todo el alumnado y personal del centro pueda convivir de manera respetuosa y saludable y progresar académica y humanamente. Y eso pasa necesariamente por aplicar consecuencias a las conductas disruptivas y agresivas acordes a su actuación. (Absurdos #6 y #7).

 

  • Que se rechace la indulgencia hacia el alumnado (la cual afecta a su autopercepción y le hace dependiente de apoyos sin continuidad en la etapa adulta y limita sus expectativas de éxito) y que, en cambio, promueva la cultura del esfuerzo y la responsabilidad en relación a sus acciones y decisiones. De la misma manera, que no haya negligencia con los alumnos con dificultades de aprendizaje o comportamiento, sino que se proporcionen los refuerzos necesarios y efectivos durante y después del horario lectivo para que no se queden atrás en su desarrollo intelectual, social y profesional. Que los recursos económicos que se invierten en tablets, portátiles y pizarras electrónicas se destinen a contratar más personal de PT, de AyL y otros apoyos, que permitieran bajar las ratios y apoyar así como es debido al alumnado con dificultades y necesidades educativas especiales (Absurdos #8 y #9).

 

  • Que no se descuiden aspectos básicos del aprendizaje como la comprensión lectora y la expresión escrita en pos de conseguir la competencia digital. Las pantallas deben complementar el aprendizaje, y no ser el centro y un fin en sí mismas. Que el papel tenga preponderancia al haberse demostrado que favorece mejor la comprensión lectora y el gusto por la lectura que hacerlo a través de una pantalla. Que se potencie la escritura a mano del alumnado para aumentar su creatividad y retención. Que se limite el uso de plataformas y aplicaciones de gamificación que sobreestimulan, distraen y desmotivan a los estudiantes para centrarse en el aprendizaje por sí mismo. Que la tecnología sólo se introduzca cuando aporte un valor añadido al aprendizaje del alumnado (Absurdo #10).

 

  • Que no se falseen los resultados con promociones y titulaciones de una gran cantidad de alumnos que no tiene los conocimientos y las competencias alcanzadas, ya que eso crea una diversidad de niveles en los diferentes cursos que es imposible que un solo profesor en el aula pueda atender. O lo que es lo mismo, que el alumnado sepa que no trabajar y no esforzarse tiene sus consecuencias en sus notas, y que ninguna normativa va a venir a salvarle si no lo hace. En este sentido, tal y como las evidencias no se cansan de demostrar, una evaluación externa de ámbito nacional ayudaría a alcanzar unos objetivos mínimos en cada etapa educativa, evitando así el actual fraude para el alumnado y para la sociedad que representa la llamada “evaluación competencial” (Absurdos #11, #12).

 

  • Que la educación pública garantice el derecho a la igualdad de oportunidades con una formación académica, efectiva y de calidad para todo el alumnado regida por un currículum coherente basado en el conocimiento, con independencia de sus circunstancias geográficas, socioeconómicas y personales (Absurdos #13 y #14).

 

¿Se imaginan un sistema educativo en el que todas estas mejoras se implementaran? ¡Casi nada!

Todas estas propuestas están recogidas en el Manifiesto del Frente Común por una Educación de Calidad, que una serie de entidades, asociaciones de docentes, familias, sindicatos educativos y personas de la sociedad civil han escrito, secundado y firmado. Aunque la mayoría de entidades que han elaborado este manifiesto son de Cataluña, se trata de un manifiesto con reivindicaciones válidas para todas las comunidades autónomas. Animo a los lectores a que entren al enlace al Manifiesto del FCEC, lo lean y se adhieran a la causa de exigir a nuestros gobernantes la implementación de una políticas educativas que permitan a todos los alumnos, independientemente de sus orígenes socioeconómicos, convertirse en ciudadanos intelectualmente autónomos, emocionalmente maduros y socialmente responsables.

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Willingham, D. T. (2011). ¿Por qué a los niños no les gusta ir a la escuela?: las respuestas de un neurocientífico al funcionamiento de la mente y sus consecuencias en el aula (Vol. 34). Graó.

Autor: Paco Benítez Velarde

Licenciado en Historia por la UB. Profesor de secundaria de inglés y Ciencias Sociales. Profesor visitante en EE.UU. (Charlotte, NC) y ahora en la comunidad valenciana. Máster de Formación de Profesores de español como Lengua Extranjera por la Universidad de Barcelona y Máster en Teaching English as a Foreign Language por la Universidad de Alcalá de Henares. Posgrado en Mediación en Situaciones de Conflicto en la Institución Educativa por la Universidad de Barcelona. Miembro de la Asociación OCRE.

PARTE 3: RESPUESTAS A PREGUNTAS DE DIVERSA TEMÁTICA

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PARTE 3: RESPUESTAS A PREGUNTAS DE DIVERSA TEMÁTICA

 

¿Tiene alguna justificación razonable la extraordinaria inflación que han sufrido las instrucciones iniciales de curso en Catalunya que han pasado de ser un par o tres de folios a principios de los años 2000 a un infumable tocho de más de un centenar actualmente?

Las instrucciones en la administración educativa son documentos oficiales que emite la autoridad educativa para establecer directrices concretas para la organización y funcionamiento de los centros educativos. Aunque no tienen rango de ley, su cumplimiento es obligatorio para los centros y docentes. Su finalidad es detallar la aplicación de normativas más generales, como decretos y órdenes, en aspectos organizativos, pedagógicos o administrativos. Además, estas instrucciones se suelen actualizar cada curso para adaptarse a nuevas normativas, necesidades del sistema educativo o prioridades políticas.

El crecimiento desmesurado de las instrucciones iniciales de curso, no solo en Catalunya, puede deberse a varios factores. Por un lado, la creciente complejidad del sistema educativo y la necesidad de abordar múltiples normativas han generado documentos más extensos. Por otro, el aumento de la burocracia y la voluntad de regular cada detalle pueden haber inflado el contenido sin necesariamente aportar más claridad o utilidad. La cuestión clave es si este volumen de documentación realmente mejora la práctica docente o si, por el contrario, supone una sobrecarga que dificulta su aplicación efectiva.

Ante el reciente aumento desconsiderado de la burocratización de las tareas educativas con las últimas leyes de Educación, ¿cómo se plantea desde Inspección Educativa el cumplimiento de las mismas en el horario laboral…?

Como inspector de educación no conozco ninguna directriz al respecto. La burocracia en educación debería servir para garantizar el correcto funcionamiento de los centros, asegurando que haya organización y transparencia. Su propósito principal debería ser facilitar la labor docente y mejorar la calidad educativa, no convertirse en una carga innecesaria. En otras palabras, la burocracia a nivel de docencia debería existir solo en la medida en que ayude a mejorar la educación y, desde luego, sobra toda aquella que se convierte en un obstáculo para la enseñanza y el aprendizaje.

¿Hasta qué punto son vinculantes o deben tenerse en cuenta los informes elaborados por gabinetes privados aportados por las familias en el proceso de valoración de necesidades educativas del alumnado?

Los informes elaborados por gabinetes privados aportados por las familias en el proceso de valoración de necesidades educativas del alumnado no son vinculantes en términos legales, ya que la normativa establece que la valoración de las necesidades educativas debe hacerse siguiendo procedimientos establecidos por los servicios públicos competentes, como los equipos de orientación educativa y psicopedagógica de los centros educativos, los equipos de atención temprana, o los servicios de salud, entre otros. En este sentido, el artículo 74.2 de la LOE-LOMLOE establece que “La identificación y valoración de las necesidades educativas de este alumnado se realizará, lo más tempranamente posible, por profesionales especialistas y en los términos que determinen las Administraciones educativas”.

Sin embargo, dichos informes privados pueden tenerse en cuenta en el proceso de valoración, ya que pueden proporcionar información relevante y complementar el diagnóstico realizado por los profesionales del ámbito público. Este es un aspecto que suele estar regulado en los decretos de inclusión o de atención a la diversidad de cada comunidad autónoma. Normalmente, se localiza en el artículo o artículos que regulan los informes psicopedagógicos.

Por ejemplo, el artículo 20.3 del Decreto 85/2018, de 20 de noviembre, por el que se regula la inclusión educativa del alumnado en la comunidad autónoma de Castilla-La Mancha, determina con absoluta claridad que “Cuando las familias o quien ejerza la tutoría legal aporten informes procedentes de equipos sociosanitarios y otros u otras profesionales del entorno, éstos podrán ser contemplados en el proceso de evaluación psicopedagógica, que será la que determine las medidas de respuesta educativa a poner en marcha en el contexto escolar”.

¿Cómo podemos ajustarnos a la norma si esta no funciona? ¿Hay normas y derechos superiores a la ley a la cual atenerse para evitar semejante despropósito?

Es cierto en que hay ocasiones en las que normas de menor rango contradicen disposiciones superiores, lo que genera conflictos jurídicos y situaciones de difícil aplicación. Por eso, conocer bien la normativa que nos afecta como docentes es esencial para poder interpretar correctamente las obligaciones y derechos que tenemos en el ámbito educativo.

Cuando una norma de rango inferior (como una instrucción administrativa o una orden de una consejería) entra en contradicción con un real decreto o una ley orgánica, debe prevalecer la norma superior. Este principio de jerarquía normativa está recogido en el artículo 9.3 de la Constitución Española. Por ello, es clave que docentes y equipos directivos conozcan qué normas tienen mayor peso y cómo actuar en caso de conflicto.

A este respecto, ayuda bastante conocer cuáles son los derechos y los deberes, tanto nuestros como docentes como de los estudiantes y familias. Cuando todos conocen sus derechos y deberes, es más fácil prevenir conflictos, aplicar correctamente la normativa y exigir el respeto de lo que les corresponde. En este sentido, más allá de la normativa autonómica, existe normativa con rango de ley orgánica que conviene conocer. Destacaría el artículo cuarto de la Ley Orgánica 8/1985, de 3 de julio, reguladora del Derecho a la Educación, que determina los derechos de los padres y sus obligaciones como primeros responsables de la educación de sus hijos y el artículo sexto de la misma ley, que establece los derechos y deberes de los estudiantes. Por ejemplo, estos tienen el derecho “A que su dedicación, esfuerzo y rendimiento sean valorados y reconocidos con objetividad”, y también el deber de “Estudiar y esforzarse para conseguir el máximo desarrollo según sus capacidades”, de “Seguir las directrices del profesorado” o de “Asistir a clase con puntualidad”.

En un ejercicio de malabarismo (…) a los conocimentos se les llama saberes. ¿Siendo que la jerarquia normativa impide a una ley de rango inferior contradecir a una de superior, estamos obligados a usar estos saberes etéreos? ¿O podemos limitarnos a enseñar hechos, cifras, conceptos, ideas y teorías que todos entendemos y que sabemos transmitir?

La LOE-LOMLOE, en su artículo 6, define el currículo como “el conjunto de objetivos, competencias, contenidos, métodos pedagógicos y criterios de evaluación de cada una de las enseñanzas (…)”. Sin embargo, son los reales decretos de enseñanzas mínimas los que, en un ejercicio de prestidigitación para no contradecir la ley, introducen los saberes básicos, definiéndolos como “conocimientos, destrezas y actitudes que constituyen los contenidos propios de una materia o ámbito, cuyo aprendizaje es necesario para la adquisición de las competencias específicas”.

Cabe destacar que la LOE-LOMLOE no menciona el perfil de salida, los descriptores operativos, las competencias clave ni las competencias específicas, ya que todos estos elementos fueron incorporados posteriormente en su desarrollo normativo.

En cuanto a la pregunta planteada, nada impide al docente enseñar hechos, conceptos, cifras, ideas o teorías, ya que estos constituyen los conocimientos necesarios para que los alumnos razonen y, a través de ello, adquieran las competencias específicas de cada materia.

¿Puede una ley autonómica ir en contra de la normativa estatal? Actualmente, la ley de libertad educativa de la Comunidad Valenciana establece que la primera lengua extranjera del alumnado de secundaria y bachillerato será el inglés. Desde la Asociación de Profesores de Francés de la CV hemos hecho la consulta a la consejería (porque esta ley será de aplicación ya el curso próximo) y no nos responden. La normativa estatal reconoce el derecho del alumnado a la elección de la primera lengua.

Una ley autonómica no puede contradecir una normativa estatal en virtud del principio de «jerarquía normativa», que está consagrado en la Constitución Española de 1978 (artículo 9.3). Este principio establece que las normas de rango inferior, como las leyes autonómicas, deben ajustarse al marco establecido por las leyes y disposiciones de mayor jerarquía, como las leyes orgánicas, los decretos-ley y la Constitución. Las comunidades autónomas tienen competencias en educación, pero deben hacerlo dentro del marco establecido por la legislación estatal y los derechos fundamentales.

Sin embargo, en el caso que se menciona, la comunidad autónoma tiene competencias para establecer el currículo, conforme al artículo 6 de la LOE-LOMLOE, decidir qué lengua extranjera incluir como materia común e incluso optar por incluir una segunda lengua extranjera entre las materias comunes (artículo 24).

¿Qué soluciones se proponen desde Inspección para dar respuesta a las nuevas exigencias legales, el estrés y la ansiedad en buena parte del profesorado?

No puedo contestar la pregunta en nombre de la inspección educativa, pero pienso que se ha aumentado considerablemente la carga de trabajo del profesorado, lo que sin duda puede generar estrés y ansiedad. En mi opinión, es fundamental la simplificación de la burocracia educativa, para permitir que los docentes se concentren en su labor pedagógica.

Además, creo que necesitamos un currículo claro y bien estructurado que ayude al profesorado a orientar su trabajo sin generar confusión o sobrecarga. Un currículo que especifique de manera clara los objetivos y contenidos, sin caer en la dispersión o excesiva complejidad interpretativa, permitiría a los docentes centrarse en lo esencial y planificar su enseñanza con confianza.

De igual manera, en cuanto a los procesos de evaluación, la administración educativa debe establecer los aspectos básicos y garantizar que estos sean lo suficientemente claros y coherentes. Los docentes deben contar con criterios de evaluación bien definidos, que les permitan aplicar una evaluación justa, formativa y comprensible para los estudiantes. Esto contribuiría a reducir la ansiedad del profesorado, que a veces se ve abrumado por evaluaciones complejas y altamente burocratizadas.

Miguel Ángel Tirado Ramos
Profesor e inspector de educación

PARTE 2: RESPUESTAS SOBRE LA LIBERTAD DE CÁTEDRA

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PARTE 2: RESPUESTAS SOBRE LA LIBERTAD DE CÁTEDRA

¿Hasta dónde alcanza la libertad de cátedra?

Para empezar, es importante recordar que entre las funciones que el artículo 91 de la LOE-LOMLOE asigna al profesorado se encuentra la de programar y enseñar las áreas, materias, módulos o ámbitos que tenga encomendados, así como evaluar el proceso de aprendizaje del alumnado. También compete a los docentes la investigación, la experimentación y la mejora continua de los procesos de enseñanza.

Pero, ¿qué contenidos puede y debe enseñar el docente y con qué margen de autonomía puede hacerlo?

La Constitución Española reconoce y protege el derecho fundamental a la libertad de cátedra en el artículo 20.1c. Este derecho se aplica también a la educación no universitaria, ya que la Ley Orgánica 8/1985, de 3 de julio, reguladora del Derecho a la Educación, lo recoge explícitamente en su artículo tercero:

«Los profesores, en el marco de la Constitución, tienen garantizada la libertad de cátedra. Su ejercicio se orientará a la realización de los fines educativos, de conformidad con los principios establecidos en esta Ley».

A pesar de que no existe un desarrollo legislativo exhaustivo de este derecho —aspecto que sin duda debería abordarse en un futuro estatuto docente—, la jurisprudencia sí ha delimitado su alcance. En concreto, la Sentencia 217/1992, de 1 de diciembre (BOE núm. 307, de 23 de diciembre de 1992), ha definido la libertad de cátedra en los siguientes términos:

«(…) la libertad de cátedra, en cuanto libertad individual del docente, es en primer lugar y fundamentalmente, una proyección de la libertad ideológica y del derecho a difundir libremente los pensamientos, ideas y opiniones de los docentes en el ejercicio de su función. Consiste, por tanto, en la posibilidad de expresar las ideas o convicciones que cada profesor asume como propias en relación a la materia objeto de su enseñanza, presentando de este modo un contenido, no exclusivamente pero sí predominantemente, negativo.»

Por otra parte, la Sentencia 179/1996, de 12 de noviembre (BOE núm. 303, de 17 de diciembre de 1996), matiza:

«(…) el Profesor es también un servidor público que desempeña sus funciones mediante una relación de servicio. De este modo, el derecho a la libertad de cátedra entra en conexión con el derecho a la educación de los alumnos, hasta el extremo de que el destinatario efectivo de la libertad de cátedra es el derecho a la educación de los estudiantes (art. 27.1 C.E.), que ha de quedar garantizado por los poderes públicos ‘mediante una programación general de la enseñanza’ (art. 27.5 C.E.) que encauce los derechos subjetivos de referencia».

Desde este marco legislativo y jurisprudencial pueden resolverse las dudas respecto al alcance de la libertad de cátedra.

En primer lugar, aunque el profesor tiene derecho a expresar sus ideas y enfoques, no puede imponer su visión como la única válida ni faltar al rigor académico o a la neutralidad exigida en el ámbito educativo. Como es lógico, a mayor edad, madurez y conocimientos de los estudiantes, mayor es la libertad del docente para exponer y debatir diferentes perspectivas de los contenidos de su materia.

Por ejemplo, enseñar los estratos sociales en la Edad Media en primaria implica ceñirse a una explicación sencilla y objetiva, adaptada a la edad de los alumnos, sin entrar en interpretaciones complejas o debates historiográficos. En cambio, en la educación secundaria, el docente tiene mayor margen para analizar las causas y consecuencias de la estratificación social en diferentes contextos y fomentar la reflexión crítica entre los estudiantes, siempre garantizando la pluralidad de enfoques y el rigor académico.

Ahora bien, ¿puede un profesor decidir no enseñar la estratificación social en la Edad Media si así está programado? Los contenidos que deben enseñarse en cada curso están delimitados genéricamente por los decretos curriculares y específicamente por las programaciones didácticas. Es decir, el docente no decide qué enseñar, aunque sí tiene flexibilidad para adaptar el contenido al contexto, así como a las características y conocimientos previos del alumnado.

En este punto es pertinente la pregunta: ¿qué margen tiene el docente para, en este caso, elegir cómo enseñar la Edad Media? Dicho de otra forma, ¿cómo afecta la libertad de cátedra a la metodología de enseñanza?

La libertad de cátedra otorga autonomía a los docentes para decidir cómo enseñan y elegir los enfoques pedagógicos que consideren más adecuados para transmitir los conocimientos de manera efectiva y significativa. Sin embargo, también está subordinada a los acuerdos adoptados por los órganos de coordinación docente (equipo de ciclo, departamento didáctico…) y el claustro, convenientemente reflejados en los documentos de organización pedagógica.

En todos los casos, no obstante, la clave es que el método elegido garantice el derecho del alumnado a una educación de calidad. Por ello, cuando un claustro alcanza acuerdos metodológicos que condicionan de forma significativa la didáctica específica (por ejemplo, utilizar el ABP) estos deben ir acompañados de una evaluación rigurosa de su impacto en el aprendizaje. Incluso aquí, el docente dispone del margen de flexibilidad necesario para adecuar el método acordado al contexto de su aula.

En definitiva, la libertad de cátedra es un derecho fundamental en el ejercicio docente que protege la autonomía intelectual del profesorado y fomenta una educación plural y crítica. Sin embargo, este derecho no puede entenderse como una licencia para la arbitrariedad, sino como una facultad que debe ejercerse con responsabilidad, siempre en el marco del currículo establecido y los acuerdos adoptados en el proyecto educativo y las programaciones didácticas.

El desarrollo normativo de la libertad de cátedra en la educación no universitaria sigue siendo una asignatura pendiente, ya que no existe una regulación clara que delimite con precisión su alcance y sus límites. El ansiado Estatuto Docente debería abordar este aspecto, garantizando un equilibrio entre la autonomía pedagógica de los centros, la función de enseñar que compete al profesorado y el derecho del alumnado a una educación de calidad.

Miguel Ángel Tirado Ramos
Profesor e inspector de educación

¿Ayuda el sistema educativo actual a la salud mental de nuestro alumnado?

“Privar a los sistemas de factores estresantes vitales no es necesariamente algo bueno y puede ser francamente perjudicial” (Nassim Nicholas Taleb)

Antes de empezar, conviene dejar claro que en este artículo se habla de la salud mental del alumnado no desde un punto de vista clínico profundo como la esquizofrenia, el trastorno bipolar, la depresión grave o los trastornos psicóticos que necesitan de medicación y seguimiento a cargo de psiquiatras, sino desde ese nivel inferior que caracteriza a una parte cada vez más considerable de nuestro alumnado que se preocupa en exceso por las cosas del día a día, que atesora diversas fobias, que se siente solo, perdido, ansioso o triste. Porque en efecto, la generación de jóvenes actual es la que más problemas relacionados con la salud mental declara padecer (Twenge, 2017; Bethune, 2019). Y la verdad es que uno lo ve, siente y sufre desgraciadamente con mayor frecuencia cada curso académico al tener estudiantes en el aula que se autolesionan, intentan suicidarse, están ausentes mentalmente a causa de una especie de depresión o tristeza continua, o que se paralizan por causas de varios miedos irracionales. Paradójicamente, la generación que ha disfrutado de una crianza extremadamente cuidadosa y en la que se ha procurado que tuviera una infancia sin dolor, sin malestar, sin incomodidades y sin fracaso es la que cree haber sufrido mayores traumas que la debilitan y la hacen sentirse sola, deprimida, pesimista, miedosa e incapaz.

Detrás de esta triste y dura realidad, como en cualquier aspecto complejo de la vida, hay un fenómeno multicausal, y cualquier explicación reduccionista al respecto no tendría sentido. Está claro que existen factores económicos, tecnológicos, sociales, culturales, políticos y familiares que juegan un papel combinado en este asunto. En este artículo se pretende analizar los aspectos relacionados con la educación que intervienen en este proceso. Porque en lo que tampoco podemos caer es en la falacia de la causa única y aceptar que como está claro que se trata de un fenómeno multifactorial, negar el importante papel que juega nuestro sistema educativo en este proceso. Pero antes de ahondar en los factores educativos que contribuyen negativamente a la salud mental de nuestro alumnado, conviene resaltar lo tristemente irónico que resulta observar como una cada vez mayor dedicación a los problemas psicológicos de los jóvenes que viene acompañada de un mayor gasto público no ha hecho mejorar el problema, sino todo lo contrario (Ormel et al., 2022). Este hecho irremediablemente plantea el interrogante de si la forma en que se está haciendo terapia con los alumnos y el tratamiento psicológico que reciben es efectivo, ya que aún cuando hay determinados alumnos que se benefician enormemente de ello, existen evidencias incluso que para determinados alumnos lo desaconsejan en el ambiente escolar al aumentar el riesgo de iatrogenia, es decir, de una alteración negativa del estado del paciente producida por el tratamiento del facultativo (Foulkes & Stringaris, 2023).

Y aquí entramos en un aspecto interesante de la realidad actual del funcionamiento de los centros educativos, en los que “existe una gran proliferación de programas educativos preocupados por el bienestar emocional que no se ve respaldada por la investigación educativa […] que tiende a infantilizar al alumnado y hacerlo más vulnerable, introduciéndolo en una espiral terapéutica […] la escuela, en su sentido más amplio, se vuelve completamente permeable a la introducción de pseudoterapias que, con una buena dosis de marketing, prometen la solución a los problemas que la propia “happycracia” se ha encargado de crear. En este marco, el alumno siempre aparece o bien como un enfermo al que hay que tratar, o bien como un inútil al que hay que darle todo hecho para no generarle malestar y ansiedad. Bajo estas condiciones la tarea de transmisión crítica del legado cultural que es esencial a la escuela se vuelve poco menos que imposible” (Fernández Liria et al., 2023: 244-245). Esta completísima cita contiene una gran cantidad de información que debemos ir desgranando poco a poco.

Actualmente existe un protagonismo de lo socioemocional en la enseñanza, llegándose a tener que evaluar materias con contenido científico objetivo como las matemáticas bajo criterios de evaluación socioemocionales; como por ejemplo el 9.1. de la especialidad de Matemáticas para 1º, 2º y 3º de ESO, “Gestionar las emociones propias, desarrollar el autoconcepto matemático como herramienta, generando expectativas positivas ante nuevos retos matemáticos”. En ninguna cabeza cabe que este criterio se pueda evaluar de manera objetiva y rigurosa. Por otro lado, y contrariamente a lo que se cree, las emociones no hacen más memorable lo aprendido en clase; de hecho, un intenso estímulo emocional puede llegar a entorpecer el aprendizaje ya que a menudo las emociones se fijan en lo anecdótico y en lo que no tiene relevancia educativa, haciendo que el alumno recuerde lo que sucedió durante la clase pero no lo que los docentes quisiéramos que aprendieran; aprender nuevas ideas y conceptos requiere pensar sosegadamente, y las emociones intensas no ayudan en tal sentido (Vogel & Schwabe, 2016). Así que quizás todo este protagonismo y tratamiento de lo emocional en el aula no es una muy buena idea, y no solo porque existen evidencias por ejemplo de que hablar de los suicidios y las autolesiones pueden contribuir a aumentar su recurrencia si no se hace de forma adecuada por profesionales expertos (Gould, 2006), sino porque el aprendizaje socioemocional como el que se puede apreciar en esta extensa y detallada guía escolar para alumnos de 12-13 años de EUA que pretende trabajar la empatía no se ha demostrado efectivo y lo que se suele hacer, por mi propia experiencia trabajando estos temas en las sesiones de tutoría grupales, es entristecer a los alumnos ya que muchas veces consiste en realizar dinámicas en las que los alumnos deben compartir momentos pasados de miedo, tristeza o vulnerabilidad (además del hecho de que los profesores somos especialistas en materias académicas y no terapeutas o psicólogos profesionales, por lo que muy probablemente no lo llevemos a cabo de la mejor manera). Pero lo cierto es que ante las elevadas cifras de jóvenes que en la actualidad afirman padecer diversos tipos de traumas que les limitan, el aprendizaje socioemocional se presenta como la solución, y la escuela así va desplazando y olvidando la razón en beneficio de la emoción. Además, surge la duda de si es posible que los alumnos puedan aprender este tipo de aspectos de manera explícita o si realmente éstos se adquieren mediante un proceso de ensayo-error en la superación de experiencias de la vida real, precisamente de aquellas de las que el sistema educativo actual les protege (regulación emocional, tolerancia a la frustración y al fracaso…). Porque al fin y al cabo se quita tiempo al aprendizaje académico, lo cual a la larga va a dañar la autoestima y la seguridad en uno mismo del alumnado, al verse afectada su formación en conocimientos.

Debemos señalar que existen sólidos indicios de que la “espiral terapéutica” a la que se ven sometidos nuestros alumnos les baja el sentido de autoeficacia (Schermuly-Haupt et al., 2018), aspecto básico para tener una adecuada motivación hacia el estudio y el aprendizaje (Ruiz Martín, 2019). Al recibir un diagnóstico la propia percepción de los individuos se altera, modificando el modo en el que interpretan sus experiencias al relacionarlas a partir de ese momento con la “anormalidad” ligada a su trastorno o enfermedad (Boisvert & Faust, 2002). No es difícil ver, por tanto, cómo al recibir un diagnóstico en cierto modo el alumno se sentirá menos capaz ya que la conciencia de una propia limitación será un factor desmoralizante. Así que el mantra de la “nueva” educación de que hay que adaptarse a las particularidades de cada alumnado (enseñanza personalizada), hace que la función primordial que debería tener un sistema educativo de evitar producir la menor cantidad posible de jóvenes estúpidos e inútiles que no son capaces de manejar sus miedos, factores estresantes y retos que la vida les pone delante sea una misión imposible. Hoy en día incluso el mal comportamiento de los alumnos se suele describir en términos de síntomas terapéuticos en lugar de defectos de carácter o de la propia mala educación del adolescente. Y así entramos en un enfoque terapéutico de la educación en la que se produce una sobre diagnosis en los alumnos (1 de cada 7 niños de 3 a 17 años tienen un diagnóstico mental, conductual o de mala salud física) en la que el origen y la razón del mal comportamiento y del bajo rendimiento académico del alumnado se atribuye a diversos traumas y/o trastornos psicológicos que éstos sufren; el mal comportamiento y la mala educación se etiquetan como un “trastorno negativista desafiante” o simplemente como un “desorden de conducta”, el alumno disruptivo como un “TDAH”, el solitario como “depresivo”, el torpe como “dispraxia”, el tímido como “desorden de ansiedad social” o “fobia social”, el que tiene mala letra como “disgrafía”, el alumno que está triste por cambiar de ciudad de residencia o de centro educativo como “depresión por reubicación”, y aunque para el alumno perezoso, espécimen que abunda en las aulas de manera muy frecuente, el lenguaje terapéutico escolar todavía no ha encontrado un término adecuado, estoy seguro que no tardará en aparecer. Así que quizás lo más edificante y formativo para los alumnos sea no etiquetarlos ni rebuscar sus posibles trastornos que obliguen a hacerles tantas adaptaciones que rebajan la exigencia y les limita su progreso personal y académico, y en cambio sí ponerles en contacto directo y repetido con lo que les puede producir aversión y/o malestar. He tenido compañeros orientadores que me han ayudado muchísimo en mi tarea de enseñar y de intentar adaptarme a las dificultades de algún tipo de alumno, de los cuales he aprendido mucho. Pero también he estado en centros educativos, y me duele decirlo, donde el equipo de orientadores monitorizan rutinariamente la calidad socioemocional de nuestra enseñanza, que rastrean el malestar emocional del alumnado y deciden qué tareas rechazar para ellos, qué contenidos académicos rebajar de nivel, y qué notas ajustar para arriba para no dañar su autoestima. Hoy en día cada vez es mayor la tónica de que el mal comportamiento repetido difícilmente tenga consecuencias disciplinarias, sino que se suele gestionar con una visita al despacho del Departamento de Orientación del instituto. Se echa de menos toda esa parte más técnica del trabajo de los orientadores trabajando con los equipos docentes y ayudándoles en su tarea de enseñar, y en cambio se echa de más el centrarse tanto en el “bienestar emocional” del alumnado.

Parece como si al recibir una etiqueta, el alumno es eximido automáticamente de cualquier esfuerzo y se le limita su progreso académico y personal. Porque detrás de todo esto está la necesidad de eximir de responsabilidad al alumnado en sus quehaceres diarios, de realizar un diagnóstico mental para excusar sus fallos de carácter y personalidad. La bajada de la exigencia que nos ha ido trayendo la normativa educativa reforma tras reforma (independientemente del partido político de turno) tampoco parece ayudar al problema, ya que hace que los alumnos se vuelvan frágiles y limitan su desarrollo. Hoy en día si un alumno suspende una materia de alguna manera se interpreta como una falta del profesor que no se ha sabido adaptar a la individualidad del alumno y no ha sabido personalizar su enseñanza a la diversidad presente en el aula. Como nos dice Miguel de Cervantes en boca de la doncella Camila, “lo que cuesta poco se estima en menos” (Cervantes, 1605: 332); se les facilita tanto la tarea que es contraproducente incluso para despertar su propio interés, el cual suele potenciarse mediante el establecimiento de un entorno de aprendizaje seguro, cooperativo y con altas expectativas (Bergin, 2016). Así que antes de bajar las expectativas para facilitarles las cosas, habría que analizar las consecuencias negativas a largo plazo que estas medidas conllevan. Como dice el investigador financiero libanés Nassin Nicholas Taleb, “Se dice que los mejores caballos pierden cuando compiten con los más lentos y ganan contra los mejores rivales […] la insuficiente compensación por la ausencia de un factor estresante, la ausencia de desafío, degrada lo mejor de lo mejor. (Taleb, 2016). El compañero David Ravadà i Vives escribió en un artículo sobre el TDAH que ciertamente la hiperactividad tiene una base genética, pero que también es verdad que un entorno basado en una alta exigencia por parte de las familias y los profesores que no trate entre algodones a los alumnos excusándoles por su mal comportamiento o su falta de esfuerzo ayudará a que su rendimiento no se vea mayormente afectado. Y esto no significa negar sus obvias dificultades y realizar las adaptaciones necesarias (e.g. ampliar tiempo de completar exámenes, sitio preferente en el aula cerca del docente), sino que de lo que se trata es de no servirles en bandeja una excusa para no dar todo lo mejor de sí mismos, y crear un conjunto de buenos hábitos que puedan compensar la mala suerte que les ha tocado en la lotería genética. Ahí está el ejemplo de John K. Kennedy, al que ni el TDAH ni la dislexia le impidieron llegar a la presidencia de su país. Porque lo que está claro es que rebajar las exigencias sobre su esfuerzo y comportamiento puede llevar a los alumnos a no realizar la necesaria práctica constante que les ayude a alcanzar los objetivos académicos, y en consecuencia, sentirse menos válidos y en una situación inferior al resto de sus compañeros, con los efectos a nivel psicológico que ello conlleva. Pero en la escuela actual cuando un alumno tiene unas adaptaciones ya es muy difícil que pueda suspender, aún sabiendo que la línea entre ser perezoso y tener estas adaptaciones es muy fina. Pero los gobiernos necesitan maquillar los datos del fracaso escolar, y desgraciadamente en demasiadas ocasiones este recurso de las adaptaciones metodológicas y curriculares para alumnos con necesidades educativas especiales se utiliza para este fin, porque recordemos que el título de la ESO es el mismo para todos, independientemente del tipo de adaptaciones que se haya realizado.

Todo esto no significa negar la evidencia de que las necesidades existen. Todo el trabajo de diagnóstico que realizan los Departamentos de Orientación de los centros educativos mediante tests, pruebas y observaciones reflejan alumnado con clarísimas necesidades (disminuciones intelectuales, déficits de atención, situaciones de vulnerabilidad, etc.), alumnos que muchas veces son incapaces de ayudarse a sí mismos porque esto siempre requiere algún tipo de esfuerzo. Muchas veces el plan individualizado y las adaptaciones metodológicas y curriculares no son suficientes, y harían falta más recursos, así como sentar las bases en la enseñanza primaria. Las necesidades existen, y si no hay voluntad política de destinar recursos vamos mal. Y esto no quita que si este tipo de alumnado pudiera tener un buen aprendizaje de la lectoescriptura, unos mínimos hábitos de estudio y de trabajo y unas bases técnicas elementales (tables de multiplicar, saber buscar en el diccionario, escribir con claridad y orden en una hoja, estar callado en clase, saber esperar el turno para hablar, cuidar el material del estuche, etc.) seguro que llegaría mejor a secundaria y que esta mínima exigencia ayudaría a reducir la actual crisis de ansiedad que padecemos. Pero admitir todas estas complejas necesidades no significa aceptar que la solución pase por “patologizar” la desidia y la mala educación.

Y es que el hecho de tratar a los alumnos de manera artificialmente delicada llega a extremos completamente ridículos. Un ejemplo muy ilustrativo es que si se sigue la normativa al dedillo sobre los comentarios cualitativos que deben acompañar al informe de calificaciones que deben acompañar a la nota numérica se pueden llegar a situaciones realmente esperpénticas; el artículo 36.10 del D. 107/2022 de la ESO para la comunidad valenciana establece que “el informe de evaluación de las diferentes materias se debe redactar, por un lado, destacando los progresos, las dificultades superadas, el esfuerzo, los talentos y las fortalezas del alumno o alumna y, por otro lado, señalando los aspectos que habría que continuar trabajando. Así mismo, se deben consignar las calificaciones obtenidas por el alumno o alumna en las diferentes materias”. Todavía recuerdo la ridícula situación de uno de los centros en los que he trabajado en el que alumnos de 3º de ESO de mi tutoría que habían suspendido diez materias de un total de once tenían veintidós comentarios positivos y once “no positivos” (porque utilizar la palabra negativo va contra la dictadura de lo políticamente correcto). Con razón, algunas familias pidieron una aclaración de las notas, ya que no entendían que si sus hijos tenían tantos comentarios positivos (falseados) los resultados (reales) fueran los que eran. Y es que “la aplicación práctica del galimatías arbitrario y caótico de las competencias clave, sus descriptores operativos, las competencias específicas, sus conexiones con los descriptores operativos y sus criterios de calificación, convierte el trabajo de evaluación de los docentes en un infierno burocrático en el que se pierde el buen criterio, la capacidad de control sobre los resultados de las decisiones que se tomen y cualquier mínimo atisbo de objetividad, ecuanimidad y justicia. De hecho, es un sistema que se caracteriza por su arbitrariedad y por pretender puntuar cosas tales como el compromiso con ciertos valores o premisas ideológicas” (Mestre y Fernández Liria, 2024: 109). Se crea así un currículum impreciso y enrevesado que no entienden ni los docentes (¡imaginen las familias y los alumnos!), cuyo objetivo último es evitar de manera artificial y falseada que el alumnado fracase. Otro ejemplo de este trato “cuidadoso” al alumnado que no deja de tener tintes delirantes es que en los casos de bullying se realizan protocolos en los que al acosador también se le considera una víctima ya que el alumno que ha sido víctima debe tratar de entender que su violencia es producida por un “trauma” personal. Creamos un sistema en el que no enseñamos al alumnado a tener responsabilidad individual, ni a cumplir con sus deberes, ni les enseñamos que tener acciones negativas tiene sus consecuencias; ahí está el ejemplo de aquella profesora de 3º de ESO en Cataluña que fue acosada sexualmente por cinco alumnos y no recibió apoyo alguno. Pero esta es la realidad ante una visión idealizada de la infancia y la adolescencia que se pregona desde el pedagogismo más “moderno”. ¿Y qué decir de la imposibilidad de hacer lectura en voz alta porque puede resultar humillante/estresante para algunos?

Lo realmente paradójico de todo este tratamiento entre algodones a los niños y adolescentes y toda esta ocupación de lo socioemocional para descuidar el conocimiento y la formación académica en las instituciones educativas es que tampoco está ayudando a nuestros jóvenes a nivel psicológico (la que sería la única justificación seria para defender su engrosamiento en los institutos de secundaria). El Informe #Rayadas de la Fundación Manantial de noviembre de 2023 explica que el 45,8% de los jóvenes españoles entre 16 y 32 años padece malestar emocional, un 47,1% entre 16 y 24 años se siente nervioso o inquieto siempre o muchas veces, el 43,2% no puede dormir con frecuencia o nunca, un 38,3% de las personas jóvenes se siente sola siempre o muchas veces, y un 31,5% sufre episodios de ansiedad siempre o muchas veces. Por otro lado, datos del Ministerio de Universidades del 2023 nos dice que más del 50% del estudiantado ha percibido la necesidad de apoyo psicológico por problemas de salud mental recientes. Paradójicamente, cuánto más se intenta trabajar el tema emocional, más frágiles son emocionalmente; o quizás la paradoja no existe, ya que lo que hacemos es tratarlos como si fueran de cristal y en eso se convierten precisamente. El acto de crecer supone que uno debe curtirse, que nuestros chicos deben tener exposición a la realidad, a algo que les cause estrés, sin sobreprotección desde la familia y la escuela (hasta el extremo de que hoy día hay iluminados que proponen prohibir los exámenes por el “bienestar” del alumnado), porque si no llega un momento en el que la realidad y el menor inconveniente de ella les resulta insoportable. La cultura del hedonismo actual hace que nuestros jóvenes tengan fobia a la mera idea del esfuerzo, a la exposición de lo que pueda ser desagradable. La consecuencia lógica es que criamos a seres frágiles y extremadamente vulnerables, como reza la cita del epígrafe de este artículo. Todavía recuerdo muy vivamente el mensaje que la prensa, la televisión e incluso algunos líderes políticos lanzaban durante la pandemia: “nuestros jóvenes han sido dañados de manera irreparable, se han quedado atrás en su educación, no es justo, es un drama generacional”. ¿En qué ayudaba esto a los chicos y chicas? Porque un mensaje alternativo les habría venido mejor, como que lo que pasó es parte de la vida, y que lo superarían. Que si hablan con sus padres o abuelos sobre sus experiencias de jóvenes (por ejemplo, mi abuelo, quien sobrevivió a la guerra civil y a la posguerra) sabrán que no son los primeros ni serán los últimos en convivir con sucesos negativos. De hecho, es superando estos sucesos como las personas adquieren resiliencia y sabiduría. ¿Por qué debe ser diferente la generación actual? Este es el mensaje que recuerdo intentaba transmitir a mi alumnado en las conexiones online que realizaba con ellos durante los meses de confinamiento en que los centros educativos estaban cerrados, que no hicieran caso del discurso apocalíptico de los medios de comunicación, que no compraran lo que les querían vender. Que sí, que todos habíamos perdido cosas, que sí que estaba siendo duro, pero que también estábamos ganando cosas ya que estábamos aprendiendo porque la vida nos estaba recordando las cosas que eran realmente importantes, que se estaban haciendo más fuertes y maduros por el hecho de sufrir, que la vida es así, que muchas cosas buenas y malas nos irán pasando, y que con las malas lo importante es la historia que nos explicamos a nosotros mismos, una historia que puede estar llena de victimismo y autocompasión, o de crecimiento personal, que no podemos escoger las cosas que nos pasan pero sí cómo las interpretamos, que fueran fuertes y que confiaran en sus propias capacidades para superar los obstáculos. La generación de jóvenes actual duda de su capacidad de mejorar sus circunstancias al tener un bajo locus de control interno (Twenge, 2017) e interpreta los eventos que le pasan por causas ajenas a su propio control y/o actuación, actitud vital que está directamente relacionada con la sintomatología depresiva. Pero ante esto la única alternativa que les puede beneficiar es que deben saber que de las experiencias difíciles y negativas pueden salir más fuertes y más sabios, como bien dice la expresión latina “luctor et emergo”. Porque seguramente adoptar una actitud más estoica les va a fortalecer en su vida actual y futura, como muy bien reza la cita de Epícteto: “¿Qué habría sido de Hércules si no hubiera habido leones, hidras, ciervos o jabalíes, ni criminales salvajes de los que librar al mundo? ¿Qué habría hecho en ausencia de tales desafíos? Obviamente se habría dado la vuelta en la cama y se habría vuelto a dormir. Entonces, al pasar su vida roncando en el lujo y la comodidad, nunca se habría convertido en el poderoso Hércules”.

Ciertos malestares e incomodidades nos pueden llegar a proteger de problemas físicos y psicológicos como la obesidad, las enfermedades cardíacas, ciertos cánceres, la diabetes, la depresión y la ansiedad, e incluso asuntos más fundamentales como sentir una falta de significado y propósito en la vida. Porque eliminar cualquier atisbo de dificultad o problema de la vida de nuestros estudiantes los va a ir haciendo cada vez más incapaces de enfrentarse a los mínimos retos bajo el llamado “cambio de concepto inducido por la prevalencia”; según el cual “as we experience fewer problems, we don’t become more satisfied. We just lower our threshold for what we consider a problem. We end up with the same number of troubles. Except our new problems are progressively more hollow[1]” (Easter, 2021: 21). No poner a una persona a prueba es de alguna manera ofrecerle un contexto apto para la depresión, la ansiedad y el sentimiento de no encajar. La sobreprotección que intenta librar el camino de obstáculos a los niños y jóvenes, venga de las familias o del sistema educativo, resulta contraproducente al impedir la mejora de su autoestima, la construcción de su carácter y la resiliencia psicológica. De hecho, cuando a toro pasado analizamos los sucesos de nuestra vida, son las situaciones realmente duras y que pudimos llegar a superar a pesar de las dificultades y el sufrimiento las que mayor satisfacción producen y más felices nos hacen sentir a las personas.

Además, relacionado con este tratamiento delicado del alumnado, cabe señalar que no solo le afecta a nivel de debilitar su carácter, sino que también perjudica su aprendizaje, ya que se llegan a plantear cuestiones que van contra la evidencia científica. Hoy en día se defiende que los alumnos deben dirigir su proceso de aprendizaje y que el profesor debe adaptarse a los intereses del alumnado para motivarle. Pero la realidad es que los estudiantes no saben cómo y cuándo aprenden mejor, y las formas más cómodas (actividades fáciles o juegos que requieren poco esfuerzo cognitivo) suelen ser también menos eficaces para adquirir un aprendizaje sólido y duradero (Carpenter et al., 2020), por lo que adaptarse a las preferencias del alumnado no es una buena idea. Lo cierto es que la educación actual que se adapta a los intereses, emociones, gustos y motivaciones del alumnado “está produciendo individuos incapaces de gestionar un mínimo nivel de frustración, y, en algunos casos, auténticos narcisistas acostumbrados a negociar con padres y profesores en pie de igualdad”. (Fernández Liria et al., 2023: 107). Porque la sobreconfianza de este tipo de alumnado no les va a ayudar a aceptar las críticas ni a aprender de sus errores, sino que por el contrario, les va a llevar a exigir al profesor en cuestión una nota determinada (fue muy famoso el caso del profesor universitario que fue despedido al no querer bajar sus estándares tras una petición de firmas de los estudiantes). Y de hecho este último aspecto es ya la nota general de nuestro panorama educativo, donde las notas se inflan de manera artificial. “A survey of college students published in 2008 confirmed that two-thirds of students believed their professor should give them special consideration if they explained they were trying hard (apparently missing the point that grades are given for performance, not just for trying); one-third believed they deserved at least a B fust for attending class; and – perhaps most incredible – one-third thought they should be able to reschedule their final exam if it interfered with their vacation plans[2]” (Twenge & Campbell, 2013: 232). Toda esta realidad viene provocada en parte por una educación familiar que se siente incómoda siendo figuras de autoridad, lo que lleva a una educación centrada en el niño. De la misma manera, la enseñanza centrada en el alumno nos lleva por los mismos derroteros, ya que en lugar de esperar que el alumno busque la aprobación del adulto, sea la de sus padres o la de sus profesores, se aboga por un tipo de enseñanza en la que parece que sea el docente el que deba buscar la aprobación de los estudiantes. De aquí, a dar un excesivo protagonismo a la gamificación en el aula y a poner unas calificaciones que no se corresponden con el desempeño real del alumnado, hay solo un paso. “The lifecourse of the generation of Americans just now entering the workforce will be especially interesting to watch. Their parents and teachers gave them inflated feedback and much of what they saw on TV featured the pleasures of the rich. They got trophies just for showing up as kids, but as adults many of them might be struggling just to find a job. The culture of the last few decades has not prepared this generation for the challenges they will face. Many will rise to the occasion, buckling down to work harder. The rest will be angry and depressed at their lot in life, so different from the comfort and ease they were led to expect would be theirs[3]» (Twenge & Campbell, 2013: 277). Con todo lo explicado hasta ahora, no es de extrañar que el 55% de la generación de jóvenes actuales no quieran tener hijos porque quieren “tiempo para ellos mismos”.

Se busca de manera forzada la felicidad de nuestros jóvenes alumnos, pero a menudo esto resulta contraproducente, ya que la búsqueda consciente de la felicidad puede llevar a una frustración y una decepción constante con los propios sentimientos (Mauss et al., 2011; Sharkey, 2020). De hecho, los sentimientos negativos son muy útiles (Nesse, 2019), por lo que esta obsesión con el bienestar emocional y evitar que los alumnos se sientan mal y el evitarles superar dificultades académicas del sistema educativo actual no les hace ningún bien. Quizás en lugar de autoanalizarse tanto y hacerles mirarse tan internamente sus propias emociones, habría que animarles a focalizarse en las relaciones con los demás, en su trabajo y completar actividades académicas, en alcanzar objetivos de aprendizaje que les ayude a adquirir una formación de calidad que les ayudará en su vida futura a muchas cosas, entre ellas a intentar ser más felices. De hecho, Francisco Villar, psicólogo clínico especialista en prevención de la conducta suicida en la infancia y la adolescencia, habla del concepto de reserva cognitiva como algo fundamental al afirmar que los profesores no solo hacemos educación, sino que también hacemos salud; un cerebro que se hace trabajar (y por lo tanto la actual rebaja en el nivel de exigencia académica no ayuda) acumula reserva cognitiva, lo cual protege mucho tiempo después contra el Alzheimer y la demencia senil: “cuanto más conocimiento acumulado tenga una persona, cuanto más haya aprendido a lo largo de la infancia y la adolescencia, menor riesgo tendrá de padecer una demencia, o menor será el deterioro causado por esta en caso de padecerla” (Villar Cabeza, 2023: 102); una muestra indiscutible de que el conocimiento es salud mental. Así que hay que revolverse también contra la falacia del futuro incierto que nos dice que “en un mundo cambiante no podemos tener la escuela de siempre”, ya que la mejor forma de adaptarnos al mundo es fortalecer y cuidar nuestro mejor órgano para la adaptación: el cerebro. Por otro lado, hay estudios que demuestran que una orientación mental hacia la acción en lugar de hacia el estado anímico ayuda mucho a tener mayor iniciativa y conseguir tener éxito ante cualquier reto, evitando caer así en las dudas sobre la propia preparación y en la excesiva preocupación que dificultan la consecución de tareas (Rui, 2018). Goethe (1749-1832) se preguntaba “¿Cómo puede un hombre conocerse a sí mismo? Nunca mediante la reflexión, sino mediante la acción. Procura hacer tu deber, y sabrás aquello que hay en ti”. Pero en cambio la educación socioemocional actual insta al profesorado a animar a que el alumnado lleve a cabo registros emocionales, que digan cómo se sienten antes de empezar las clases (he tenido compañeros en los que esta era una práctica habitual de su docencia), cuando toda esta sobre atención a las emociones es contraproducente porque lleva a la angustia emocional. Las emociones son inestables y cambiantes y la psicología cognitivo conductual desaconseja que les hagamos un caso excesivo ya que inducen a darle vueltas a los propios pensamientos de manera constante (el término inglés “mental rumination” lo describe a la perfección), lo cual es un síntoma de los trastornos de ansiedad y la depresión que conduce al neuroticismo que tanto puede llegar a hacer sufrir a las personas (Michl et al., 2013). Quizás lo más sensato sería orientar a nuestros alumnos para que pongan el foco en los demás y en las acciones y actividades a realizar, en cambio de mirarse tanto internamente. “Estamos viviendo unos tiempos realmente inquietantes, caracterizados por una profunda confusión y desorientación. Son tiempos de cansancio, de empacho, de náusea, fatiga, hastío, tristeza, insatisfacción y deseo de muerte, cuya causa, al parecer, radicaría en un exceso de positividad, una fuerza tan autística, autocentrada y autorreferencial que nos conduce, al menos a la mayoría, precisamente a lo contrario de “lo deseado”. Son tiempos paradójicos, en los que la hiperintención y la hiperreflexión, ante nuestra atónita mirada, nos devuelven lo contrario de lo que habíamos planificado” (Villar Cabeza, 2023: 9)

Toda esta dedicación terapéutica y el tratamiento constante de las voluntades de alumnado que se realiza a día de hoy le roba a la escuela su papel esencial de instruir, con lo que de manera irremediable la formación académica del alumnado se resiente. La consecuencia directa es la realidad actual en la que los titulados de ESO y Bachillerato cada vez tienen un nivel más precario. Y el efecto secundario, no menor, es que producimos “adolescentes con serias inseguridades y problemas comportamentales; personas que manifiestan una inmadurez que va desde el ensimismamiento a los actos autolesivos” (Fernández Liria et al., 2023: 248). Los estudiantes, como mandan los cánones del efecto Pigmalión, actúan como se espera que actúen, así que interpretan que deben ser muy débiles y muy idiotas si el sistema educativo los trata así. Las escuelas e institutos se van convirtiendo en una especie de burbujas irreales que aíslan al alumnado de la realidad que los inutilizan e irresponsabilizan, creando una falsa sensación de confort mediante una evaluación que no es honesta y que no valora el esfuerzo ni el aprendizaje del alumnado, un sistema que no lo entrena en la superación de retos difíciles, que no enseña en la asunción del deber y la responsabilidad individual, que les niega la posibilidad del fracaso que les pueda llegar a permitir a fortalecer su carácter. Y así, nos encontramos con un sistema educativo que queriendo facilitarles las cosas a corto término, se las complica a largo término. Porque quizás lo que cabría preguntarse es si la mejor educación emocional para nuestros alumnos, especialmente para los críos de familias desestructuradas o de origen socioeconómico humilde, no sería enseñarles lo mejor posible para que puedan cambiar sus circunstancias, o cuanto menos para vencer a la ignorancia que tanta inseguridad personal provoca para que así se sientan lo suficientemente capaces y poderosos para emprender dicha tarea.

 

[1] A medida que experimentamos menos problemas, no estamos más satisfechos. Simplemente bajamos nuestro umbral para lo que consideramos un problema. Terminamos con la misma cantidad de problemas. Excepto que nuestros nuevos problemas son cada vez más huecos.

[2] Una encuesta de estudiantes universitarios publicada en 2008 confirmó que dos tercios de los estudiantes creían que su profesor debería tenerles en especial consideración si les explicaban que se estaban esforzando mucho (aparentemente sin entender que las calificaciones se otorgan por el desempeño, no solo por intentarlo); un tercio creía que merecía al menos una calificación por lo menos de B por asistir a clase; y, quizás lo más increíble, un tercio pensó que debería poder reprogramar su examen final si interfería con sus planes de vacaciones.

[3] Será especialmente interesante observar el curso de vida de la generación de estadounidenses [y podríamos decir de la mayoría de países del mundo occidental, incluida España) que recién ingresan a la fuerza laboral. Sus padres y profesores les dieron comentarios inflados y gran parte de lo que vieron en la televisión presentaba los placeres de los ricos. Obtuvieron trofeos sólo por presentarse cuando eran niños, pero como adultos muchos de ellos podrían tener dificultades para encontrar un trabajo. La cultura de las últimas décadas no ha preparado a esta generación para los desafíos que enfrentará. Muchos estarán a la altura de las circunstancias y se esforzarán por trabajar más duro. El resto estará enfadado y deprimido por su suerte en la vida, tan diferente de la comodidad y tranquilidad que se les hizo esperar que tendrían.

 

Referencias bibliográficas

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Autor: Paco Benítez Velarde

Licenciado en Historia por la UB. Profesor de secundaria de inglés y Ciencias Sociales. Profesor visitante en EE.UU. (Charlotte, NC) y ahora en la comunidad valenciana. Máster de Formación de Profesores de español como Lengua Extranjera por la Universidad de Barcelona y Máster en Teaching English as a Foreign Language por la Universidad de Alcalá de Henares. Posgrado en Mediación en Situaciones de Conflicto en la Institución Educativa por la Universidad de Barcelona. Miembro de la Asociación OCRE.

 

PARTE 1: RESPUESTAS SOBRE EVALUACIÓN

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PARTE 1: RESPUESTAS SOBRE EVALUACIÓN

¿Cómo sé si estoy obligado a calificar por criterios? ¿Estoy obligada a prefijar porcentajes en los instrumentos de calificación, como piden las familias y algunas directivas? ¿Quién ha redactado los criterios de evaluación de cada materia?

Es importante aclarar, en primer lugar, que la evaluación criterial fue establecida con la LOGSE (1990). Todos los currículos promulgados desde entonces han incorporado criterios de evaluación como referencia para evaluar el aprendizaje (LOCE, 2002; LOE, 2006; LOMCE, 2013 y LOMLOE, 2020). Los criterios de evaluación, tanto en los currículos anteriores como en el actual, tienen como función ser una guía para evaluar el aprendizaje del alumnado en un momento determinado. Por lo tanto, en ningún caso debe confundirse los criterios de evaluación (CE) con la calificación por criterios. Su función siempre ha sido orientar al profesorado en el diseño de actividades y procedimientos de evaluación.

Para empezar, es recomendable conocer lo que establece la normativa básica, es decir, las disposiciones legales aprobadas por el Estado, de obligado cumplimiento en todo el territorio nacional, y a partir de las cuales las comunidades autónomas desarrollan su propia legislación. En este caso, los reales decretos que establecen las enseñanzas mínimas son los que nos afectan (por ejemplo, enlazo el RD 217/2022 de ESO, para que quien lo desee pueda leer los artículos 2d y 15), en los cuales no se determina en ningún momento que los criterios deban ser ponderados o calificados. También invito a leer los criterios de vuestra área o materia que fueron establecidos por la LOGSE (RD 1007/1991), que, al menos, eran inteligibles.

Tras esta introducción, ¿Cómo sé si estoy obligado a calificar por criterios?

Consulta la orden que regula la evaluación en tu comunidad autónoma (normalmente tiene rango de orden). Te adelanto que no encontrarás en dicha norma la obligación de calificar por criterios, ya que, como establece la normativa básica, los criterios de evaluación son REFERENTES que indican los niveles de desempeño esperados en el alumnado en las situaciones o actividades […] (Art. 2d, RD 217/2022). Es posible que tu claustro haya acordado calificar por criterios mediante votación en una sesión ordinaria o extraordinaria. En ese caso, si habéis decidido asignar una calificación a cada criterio como centro, deberás seguir las directrices acordadas. Lo habitual es que el sistema de calificación lo determine en su programación didáctica cada equipo docente de ciclo (en primaria) o cada departamento (en secundaria), teniendo en cuenta los acuerdos alcanzados en el claustro.

En consecuencia, ¿Estoy obligada a prefijar porcentajes en los instrumentos de calificación, como piden las familias y algunas directivas? En los CE no, a menos que, como he comentado anteriormente, el claustro haya adoptado como acuerdo ponderar los criterios de evaluación y calificarlos uno a uno. Esta decisión no puede determinarla un equipo directivo unilateralmente, ya que no puede apropiarse de una competencia propia del claustro. Las funciones de ambos órganos están recogidas en los decretos de organización y funcionamiento de cada comunidad autónoma, aunque la LOE-LOMLOE establece las competencias mínimas que deben tener. Así, por ejemplo, es competencia del claustro Fijar los criterios referentes a la (…) evaluación y recuperación de los alumnos (art. 129c, LOE-LOMLOE). Por lo que respecta a ponderar los instrumentos, la cuestión clave es que el sistema de calificación debe estar establecido en la programación didáctica y ser informada al principio de curso. Qué se pondera y cómo se toman los CE como referentes lo establece el departamento didáctico (o equipo de ciclo en primaria) en la programación didáctica, siempre recogiendo los acuerdos adoptados por el claustro. En todo caso, lo relevante del proceso de evaluación es que ayude a los alumnos a aprender. Es lo que se conoce como evaluación formativa, tal como establecen los reales decretos de enseñanzas mínimas de cada etapa.

Y, finalmente, ¿quién ha redactado los criterios de evaluación de cada materia? Los criterios de evaluación aparecen en los reales decretos de enseñanzas mínimas de cada etapa y son normativa básica. Me encantaría conocer a sus autores (que desconozco) para, más allá de cuestionar la idoneidad, adecuación y pertinencia de los CE, plantearles algunas cuestiones:

  1. ¿Por qué aparecen CE que exigen al docente evaluar conductas privadas y familiares, lo cual no es viable ni justo, ya que la escuela no puede controlar ni responsabilizarse completamente de los hábitos que dependen del contexto del alumno? Por ejemplo: “Adoptar estilos de vida saludables valorando la importancia de una alimentación variada, equilibrada y sostenible, el ejercicio físico, el contacto con la naturaleza, el descanso, la higiene, la prevención de enfermedades y el uso adecuado de nuevas tecnologías” (CE 4.2, Conocimiento del Medio Natural, Social y Cultural, Ed. Primaria).
  2. ¿Por qué se han establecido CE inevaluables como conjunto, ya que son tan amplios y abarcan aprendizajes tan diversos que no pueden evaluarse como un solo criterio, sino que requieren dividirse en subcriterios en cascada para poder evaluarlos de forma objetiva y justa? Por ejemplo: “Comenzar a incorporar con progresiva autonomía procesos de activación corporal, dosificación del esfuerzo, alimentación saludable, educación postural, relajación e higiene durante la práctica de actividades motrices, interiorizando las rutinas propias de una práctica motriz saludable y responsable.” (CE. Educación Física, 1º y 2º de ESO). Por otra parte, no parece que sea muy preciso que el docente deba valorar si el alumno ha comenzado a incorporar.
  3. ¿Por qué hay CE cuya evaluación en un aula es infranqueable y que alude a conductas que se dan en la vida cotidiana del estudiante fuera del aula, por lo que el profesor no puede observarlos directamente ni garantizar su aplicación real? Por ejemplo: Adoptar un papel activo y comprometido con el entorno, de acuerdo con aptitudes, aspiraciones, intereses y valores propios, a partir del análisis crítico de la realidad económica, de la distribución y gestión del trabajo, y la adopción de hábitos responsables, saludables, sostenibles y respetuosos con la dignidad humana y la de otros seres vivos, así como de la reflexión ética ante los usos de la tecnología y la gestión del tiempo libre (CE 8.1, Geografía e historia, 3º y 4º ESO).
  4. ¿Por qué hay aprendizajes claves que no aparecen como CE cuando su adquisición condiciona la evolución escolar de los alumnos y su evaluación es imprescindible para la detección y apoyo en etapas tempranas, cuando la intervención es más efectiva para prevenir futuras dificultades? Por ejemplo, a pesar de la evidencia empírica de la importancia que en el segundo ciclo de educación infantil presenta la adquisición de la conciencia fonológica para el aprendizaje de la escritura y la lectura, no se ha incluido ningún CE.
  5. ¿Por qué se han redactado CE cuya evaluación negativa produce exactamente el efecto contrario del aprendizaje que pretende conseguir? Por ejemplo: Gestionar las emociones propias, desarrollar el autoconcepto matemático como herramienta, generando expectativas positivas ante nuevos retos matemáticos (CE 9.1, 1º-3º, matemáticas). En este caso, evaluar negativamente la gestión emocional en matemáticas reforzaría la ansiedad y el autoconcepto negativo en lugar de ayudar a mejorarlo.
  6. ¿Por qué existe una gran cantidad de CE inobservables, que ni siquiera responden a la manifestación de un aprendizaje, sino que reflejan intenciones o deseos del legislador más que conductas, conocimientos o habilidades evaluables? Por ejemplo: Fomentar el ejercicio de la ciudadanía activa y democrática a través del conocimiento del movimiento asociativo y la participación respetuosa, dialogante y constructiva en actividades de grupo que impliquen tomar decisiones colectivas, planificar acciones coordinadas y resolver problemas aplicando procedimientos y principios cívicos, éticos y democráticos explícitos (CE 2.2, Educación en Valores Cívicos y Éticos, ESO). Por otro lado, ¿cómo se evalúa que el alumno fomente?
  7. Y en definitiva, ¿por qué los CE que se han incluido en los reales decretos de enseñanzas mínimas que despliegan la LOMLOE están lejos de ser la herramienta útil que proporcione a los docentes una guía práctica para la enseñanza y la evaluación?

¿Puedo negarme a que mis exámenes salgan del Centro Educativo?

Los padres tienen derecho a solicitar una copia de los exámenes, por lo tanto, lo relevante en este caso es el procedimiento que habéis establecido en vuestras normas de organización y funcionamiento para garantizar su efectividad y evitar el colapso. Por ejemplo, podríais haber acordado que la copia se obtenga solo previa solicitud del interesado y dentro del marco de una entrevista con el docente, en la que se realicen las aclaraciones necesarias.

¿En qué normativa se establece este derecho? Es posible que el decreto de tu comunidad autónoma que regula la convivencia, así como los derechos y deberes de los estudiantes, recoja que los alumnos o, si son menores de edad, sus padres o tutores tienen derecho a acceder a los trabajos, las pruebas, los ejercicios y otras informaciones que incidan en la evaluación de las distintas materias, y a recibir una explicación razonada de la calificación (o una redacción similar).

Si no se establece explícitamente que tienen derecho a obtener una copia, en realidad, no es necesario, ya que este derecho también está recogido en la Ley de Procedimiento Administrativo (Ley 39/2015). Es importante tener en cuenta que la entrega de un boletín de calificaciones es un acto administrativo, puesto que forma parte del proceso administrativo educativo y tiene efectos legales para los interesados (los estudiantes y sus familias). En dicha ley se establece como derecho de los interesados (art. 53.1a) el acceso y la obtención de copia de los documentos contenidos en los procedimientos en los que tengan la condición de interesados, es decir, de los elementos que conducen al docente a determinar una calificación (del área o materia) que constará en su expediente académico.

¿Existe alguna consigna ante las reclamaciones de las familias? Es decir, ¿siempre se les da la razón para evitar problemas?

Cuando una familia presenta una reclamación respecto a las calificaciones finales, en primer lugar, esta debe dirigirse al director del centro, quien será el responsable de resolver la solicitud tras solicitar un informe al departamento correspondiente. Este proceso tiene como objetivo garantizar que se haya aplicado correctamente el procedimiento de evaluación. Si la familia no está conforme con la resolución, tiene derecho a presentar un recurso de alzada, lo que es probablemente a lo que te refieres.

El recurso de alzada permite a los estudiantes o a sus representantes legales (padres o tutores) impugnar una decisión administrativa sobre la calificación recibida, si consideran que la evaluación fue incorrecta, injusta o no se ajusta a los criterios establecidos. Este recurso se presenta ante un órgano administrativo superior al que dictó la resolución original (el director), y su propósito es solicitar una revisión exhaustiva de la calificación o evaluación. En este punto, el órgano que debe resolver el recurso solicita un informe a la inspección educativa, un organismo que actúa con plena independencia técnica y profesional, tal y como establece el artículo 153 bis de la LOMLOE.

Es importante destacar que no existe una consigna predeterminada ante las reclamaciones de las familias, por lo que el procedimiento debe ser siempre objetivo y transparente. Ante la solicitud de informe, el inspector de educación tiene la responsabilidad de comprobar que el proceso de evaluación y calificación se haya llevado a cabo respetando el derecho del alumno a que su dedicación, esfuerzo y rendimiento sean valorados con objetividad, conforme al artículo 6.3c de la LODE. Así, al menos, debería ser

Si hay que guardar los instrumentos de evaluación ante posibles reclamaciones, ¿esto incluye todos los instrumentos de evaluación? ¿O esto también es competencia de cada departamento, es decir del centro?

Debes guardar todos aquellos elementos que han servido para tomar la decisión de la calificación final y conservarlos hasta que haya finalizado el plazo para presentar reclamaciones según la normativa de evaluación de tu comunidad autónoma. Además, en caso de que una familia interponga un recurso de alzada, la documentación debe mantenerse hasta que este se haya resuelto y haya transcurrido el tiempo legal para interponer nuevos recursos.

El centro educativo, a través de sus normas de organización y funcionamiento, debe establecer los criterios sobre la conservación, custodia y posterior destrucción de los instrumentos de evaluación. Este proceso debe cumplir con la normativa vigente en materia de protección de datos (LOPDGDD y RGPD), asegurando que la información se maneje de forma segura y evitando accesos no autorizados.

Por ejemplo, podría establecerse en las normas de organización y funcionamiento que la documentación o material que, además del nombre y apellidos de la persona interesada, incluya otros datos personales, deba ser destruida de forma segura. También que el material de evaluación sin identificación personal deba depositarse en los contenedores específicos de reciclaje de papel y que en ningún caso deba tirarse a las papeleras del centro o de los departamentos. Y a este respecto, por ejemplo, que los materiales no puedan quedar al alcance de terceras personas en la vía pública, en bolsas, cajas o cualquier otro medio que no sean los contenedores de reciclaje de papel cerrados situados en el exterior de los centros.

Miguel Ángel Tirado Ramos
Profesor e inspector de educación

¡PARTICIPA EN VIVO! «Lo rural ha muerto. Viva lo rural. Visiones educativas desde la España interior»

Seguimos con nuestra nueva actividad y toca el ¡PARTICIPA EN VIVO! de febrero que organizamos desde OCRE, con la peculiaridad de ser totalmente interactivo entre todas las personas que se inscriban, porque estarán en abierto de sonido y cámara, participando directamente con los ponentes. Recordad que lo grabaremos para poder hacer la difusión posterior, pero para que pueda haber un poco de control entre los participantes, sólo enviaremos el enlace de acceso a las 30 primeras personas que se inscriban; así que, si os interesa, no os lo penséis mucho. Y si por algún motivo no pudierais asistir os rogamos que nos enviéis un correo (associacio.ocre@gmail.com) para que podamos avisar a la siguiente persona inscrita.

Bien, pues os informamos ya del segundo ¡PARTICIPA EN VIVO!, organizado por OCRE (Observatori Crític de la Realitat Educativa, Asociación OCRE):

Título:

«Lo rural ha muerto. Viva lo rural. Visiones educativas desde la España interior»

En estos momentos donde el nivel educativo de nuestro país se encuentra en caída libre, ¿podemos llegar a la conclusión de que hay una realidad propia en lo que a la educación rural se refiere? ¿Cuáles son los problemas a los que nos enfrentamos en los colegios e institutos de los pueblos de España?

(para cualquier etapa educativa y cualquier comunidad/ciudad autónoma)

Fecha y ponentes:

27 de febrero de 2025, entre las 18:30 y 20 horas, celebraremos una doble ponencia interactiva, con Víctor Guiu y Javier Mestre, ambos escritores y profesores de secundaria con una gran experiencia en el ámbito rural de Aragón y Castilla y León, respectivamente.

Nuestro compañero y secretario Paco Benítez hará un breve resumen de su biografía, moderará la sesión y os compartirá información sobre la bibliografía de ambos.

 

En el siguiente enlace tenéis el formulario para enviar vuestras preguntas y/o inscribiros para participar en directo en la sesión: ¡Participa en vivo! Lo rural ha muerto. Viva lo rural.

(puedes enviarnos cualquier pregunta sin necesidad de inscribirte o participar en vivo, que se intentarán contestar en directo; y si no diera tiempo, subiremos a nuestra web un post con todas las respuestas a las mismas por parte de Víctor y Javier que nos harán llegar por correo).

Sería muy recomendable, dado que solo daremos paso a 30 personas en directo, que os inscribáis aquellas personas que verdaderamente queráis interactuar con Víctor y Javier.

 

Esperamos que sea de vuestro interés este nuevo ¡PARTICIPA EN VIVO! y os iremos informando de los siguientes, puesto que ya tenemos casi organizados el tercer y cuarto, para marzo y abril/mayo; e iremos mejorando las cuestiones que van surgiendo con vuestra colaboración.

Saludos desde la Junta directiva de OCRE.