Más allá de la creencia: Replanteando la docencia como una profesión basada en la ciencia

Algunas reflexiones sobre el clásico artículo de Douglas Carnine, «Por qué los expertos en educación se resisten a las prácticas efectivas».

Autores: JIM HEWITT Y NIDHI SACHDEVA

8 de julio de 2025

Créditos de la foto: Abdullah Hyder con Tom Sherrington en ResearchED Toronto 2025. ResearchEd es un movimiento social de base que une la investigación educativa y la práctica docente.

Ideas clave:

  • Carnine argumenta que la educación no es una profesión basada en la ciencia.
  • Las modas y la ideología tienden a influir más en la formación y el desarrollo profesional docente que la propia ciencia.
  • Una profesión docente basada en la ciencia es posible. Sin embargo, requiere un cambio cultural significativo que priorice las prácticas basadas en la evidencia.

En su provocador artículo, “Por qué los expertos en educación se resisten a las prácticas efectivas”, Douglas Carnine hace una afirmación contundente: a diferencia de la medicina o la ingeniería, la educación no es una profesión basada en la ciencia.

Esto puede parecer inicialmente extraño para algunos docentes. ¿Acaso los programas de formación docente no enseñan métodos de enseñanza bien fundamentados en la evidencia? ¿Acaso la formación continua del profesorado no se basa en investigaciones sólidas?

Douglas Carnine argumenta que, en su mayoría, no es así.

En su artículo, Carnine sostiene que la educación carece del rigor científico que se encuentra en campos como la medicina o la ingeniería. Cita ejemplos de líderes de opinión en educación que rechazaron enfoques basados en la investigación, como la Instrucción Directa, incluso después de que estos superaran considerablemente a otros modelos en estudios controlados a gran escala. Continúa sugiriendo que, en lugar de adoptar lo que funciona, muchos expertos en educación tienden a priorizar innovaciones no probadas o métodos que se alinean con sus preferencias ideológicas.

¿Tiene razón Carnine?

Creemos que sí. La educación, tal como está actualmente, claramente no es una profesión con base científica. Cuando los docentes se enfrentan a un problema difícil en el aula, rara vez recurren a la investigación para encontrar respuestas. Con mayor frecuencia, se basan en instintos, experiencia o estrategias aprendidas de colegas. Esto no significa que estos aspectos no tengan valor; sin duda lo tienen. Pero es sorprendente la poca frecuencia con la que se consulta la investigación.

La investigación también desempeña un papel sorprendentemente pequeño en la formación continua. Con frecuencia, la formación profesional promueve ideas familiares, populares o fáciles de presentar, pero no necesariamente con base científica. Los docentes que participan en estas sesiones de formación podrían dar por sentado que los materiales didácticos han sido rigurosamente examinados. En realidad, eso es poco probable. Se han dedicado, y se siguen dedicando, incontables horas de formación profesional a modas educativas como los estilos de aprendizaje y las inteligencias múltiples, a pesar de décadas de investigación que no han demostrado ningún beneficio para el aprendizaje de los estudiantes.

Profesores con experiencia nos han contado historias de escuelas que se comprometieron con una nueva iniciativa educativa un año, solo para verla abandonada discretamente al año siguiente. Esto puede generar escepticismo o incluso cinismo en los profesores respecto a las nuevas iniciativas. Cuando la última «gran idea» se presenta con bombos y platillos, pero desaparece sin resultados claros, los profesores empiezan a ver estos esfuerzos como modas en lugar de mejoras significativas. Con el tiempo, este patrón erosiona la confianza en el liderazgo y reduce el compromiso docente con la formación profesional futura. En lugar de preguntarse: «¿Cómo puedo aplicar esto para mejorar el aprendizaje de los alumnos?», los profesores pueden empezar a preguntarse: «¿Cuánto tardará esta también en desaparecer?».

¿Por qué ha sido tan lento el progreso en educación?

Carnine argumenta convincentemente que la falta de integración de la investigación científica en la educación explica por qué la profesión, en su conjunto, ha progresado tan poco a lo largo del tiempo. En medicina, los nuevos tratamientos se desarrollan mediante un proceso disciplinado de investigación, pruebas controladas, evaluación y perfeccionamiento. Los beneficios de este enfoque han sido evidentes. La esperanza de vida ha aumentado drásticamente. Se han erradicado o controlado enfermedades mortales. Ahora contamos con cirugías mínimamente invasivas, diagnósticos avanzados y terapias dirigidas que habrían sido inimaginables hace tan solo unas generaciones.

La educación, por otro lado, carece de este ciclo de mejora progresiva. A pesar de décadas de reformas y miles de millones de dólares invertidos en iniciativas de mejora, no está claro que los docentes sean más eficaces hoy que hace cincuenta años. Si bien el currículo ha evolucionado durante ese período, sería difícil afirmar que la calidad de la educación haya mejorado significativamente o que la brecha en los resultados de los estudiantes se haya reducido sustancialmente.

Como dice Carnine, la educación está atrapada en un ciclo de reinvención, reciclando constantemente ideas ineficaces bajo nuevos nombres en lugar de aprovechar las que han demostrado su eficacia.

La docencia como una profesión “basada en creencias”

¿Por qué persiste este ciclo? ¿Por qué los educadores se resisten a prácticas respaldadas por investigaciones rigurosas, mientras que adoptan otras que no están comprobadas? Carnine sugiere que se debe a que la educación funciona más como una profesión basada en creencias que en la ciencia. Las prácticas educativas a menudo se eligen no por su eficacia demostrada, sino porque se alinean con convicciones personales o ideológicas.

Esto ayuda a explicar por qué ideas como los estilos de aprendizaje, el aprendizaje por descubrimiento y la gimnasia cerebral siguen circulando ampliamente. Se difunden a través de libros, conferencias y desarrollo profesional, no porque estén respaldadas por evidencia sólida, sino porque se alinean con creencias o intuiciones populares sobre cómo aprenden los estudiantes. Parecen correctas, lo que las hace atractivas. Pero en muchos casos, la investigación que respalda estos enfoques es débil, inconsistente o completamente inexistente.

Además, a diferencia de la medicina, donde los tratamientos ineficaces se eliminan gradualmente, la educación carece de un circuito de retroalimentación integrado. No existe un sistema fiable para filtrar lo que no funciona ni para mejorar lo que sí. Como resultado, las creencias y la ideología suelen prevalecer sobre lo que tiene un impacto efectivo en el aprendizaje. Pasar de una moda a otra da a los docentes una ilusión de progreso, pero rara vez produce un mejor aprendizaje.

La cultura educativa basada en creencias no se limita a la práctica diaria. Comienza temprano, durante la formación inicial del profesorado. En lugar de enfatizar lo que sabemos de la investigación sobre cómo funciona el aprendizaje, los programas suelen ofrecer una variedad de estrategias, teorías e ideologías. Las tareas pueden incluir la redacción de una filosofía personal de enseñanza o el diseño de una lección que se alinee con una teoría educativa específica. Sin embargo, rara vez existe la presión de revisar la literatura de investigación para comprobar si un enfoque instructivo recomendado realmente mejora el aprendizaje del alumnado.

En consecuencia, muchos docentes terminan su formación inicial con algunas estrategias instructivas y convicciones sólidas, pero con poca base en lo que la investigación ha demostrado ser más eficaz.

Aquí es donde entra en juego la ciencia del aprendizaje. Invita a una mentalidad fundamentalmente diferente.

¿Qué significaría para la docencia convertirse en una profesión basada en la ciencia?

Imagine un mundo donde la enseñanza, como la medicina o la ingeniería, se asiente sobre una sólida base de conocimiento científico. En ese mundo, todos los docentes comprenderían cómo la carga cognitiva afecta el aprendizaje. Sabrían lo que dicen las investigaciones sobre la práctica de evocación y la ansiedad ante los exámenes, y cómo diseñar evaluaciones que potencien la memoria y a la vez fortalezcan la confianza de los estudiantes.

Contarían con estrategias que realmente ayudan a los estudiantes con dificultades y sabrían por qué ciertos enfoques tienden a funcionar mejor que otros. Entenderían por qué los estudiantes a veces olvidan lo aprendido y cómo evitarlo. Sobre todo, tendrían una comprensión sólida y práctica sobre cómo aprenden las personas y cómo usar ese conocimiento para enseñar de forma más eficaz.

La ciencia del aprendizaje: Un camino por el que avanzar

La ciencia del aprendizaje representa un esfuerzo por convertir la docencia en una profesión basada en la ciencia. Se basa en décadas de investigación en psicología cognitiva, diseño instruccional y medición educativa. Ofrece a los docentes algo valioso: claridad sobre cómo funciona el aprendizaje y qué tipos de instrucción lo apoyan mejor.

A diferencia de las modas educativas o las ideologías, la ciencia del aprendizaje no comienza con declaraciones de creencias o valores personales. Empieza con datos. Evoluciona mediante la experimentación, la replicación y el examen crítico. Y, al igual que otras disciplinas científicas, nos invita a cambiar de rumbo a medida que profundizamos en nuestra comprensión.

Esa mentalidad —de curiosidad disciplinada, apertura al cambio y compromiso con la mejora continua— es enormemente prometedora para la docencia.

Pero, ¿no son las aulas demasiado complejas para los enfoques científicos?

Algunos educadores han expresado su preocupación por convertir la docencia en una profesión basada en la ciencia. ¿Conduciría esto a una estandarización rígida, donde se espera que todos los docentes sigan el mismo guion? ¿Es siquiera posible aplicar los hallazgos científicos en una profesión donde cada decisión está tan profundamente influida por las diferencias individuales y los contextos locales?

Estas son preguntas válidas e importantes. Basar la docencia en la investigación no la hará sencilla ni mecánica. El trabajo seguiría siendo desafiante y dinámico, lleno de momentos inesperados que exigen perspicacia, flexibilidad y creatividad. Cada decisión pedagógica seguiría teniendo en cuenta la diversidad de orígenes del alumnado, la dinámica del aula, los objetivos curriculares, etc.

Pero en una profesión verdaderamente basada en la ciencia, la investigación educativa serviría como un poderoso sistema de apoyo. No dictaría cada paso que da un docente, pero ofrecería una guía bien probada sobre lo que suele funcionar y por qué. Los docentes podrían desviarse de esa guía cuando fuera necesario, pero lo harían desde una posición informada, conscientes tanto de la investigación como de las razones para elegir un camino diferente. La enseñanza seguiría siendo creativa, receptiva y profundamente humana, pero también estaría anclada en un creciente conocimiento sobre cómo se produce el aprendizaje.

Para ser claros, la ciencia del aprendizaje no exige una estandarización rígida. Respeta la autonomía docente y el criterio profesional. Pero nos pide que ejerzamos ese criterio dentro de un marco compartido de evidencia. Nos invita a formar parte de una profesión que perfecciona sus métodos con el tiempo, basándose en lo que funciona, no solo en lo que es popular.

Cuatro pasos hacia una profesión basada en la ciencia

Para transformar la docencia en una profesión basada en la ciencia, necesitamos construir estructuras que respalden la práctica basada en la evidencia. Aquí van cuatro maneras de comenzar:

  1. Priorizar las prácticas basadas en la evidencia en la formación inicial del profesorado

Los programas de formación docente deben exponer a los nuevos docentes a estrategias de enseñanza probadas, como la práctica de la evocación, la repetición espaciada, la evaluación formativa y la instrucción explícita. Estas representan algunos de los hallazgos más consistentes, replicados y convincentes en la investigación educativa. Estas estrategias han sido rigurosamente probadas y han demostrado mejorar el aprendizaje en diversos contextos.

  1. Fortalecer la alfabetización científica

Los docentes no deberían tener que aceptar las afirmaciones de las investigaciones sin más. Al igual que los médicos que leen revistas científicas, los docentes deben estar capacitados para leer, interpretar y evaluar los hallazgos de las investigaciones. Esto implica incorporar cursos, herramientas y hábitos mentales que ayuden a los docentes a preguntarse: ¿Cuál es la evidencia que respalda esto? ¿Qué nivel de solidez tiene? ¿Es aplicable a mis estudiantes?

  1. Establecer un núcleo compartido de conocimiento profesional

La educación carece de algo que la mayoría de las demás profesiones poseen: una base común de conocimientos con base científica. En medicina, cada estudiante aprende anatomía, fisiología y patología. En aviación, cada piloto comprende las leyes de la aerodinámica. La docencia no debería ser la excepción. Una comprensión compartida del aprendizaje, basada en la ciencia cognitiva y la teoría del aprendizaje, ayudaría a unificar la profesión y reduciría su susceptibilidad a las modas pasajeras.

  1. Evaluar la calidad de la evidencia en la formación profesional

Los docentes suelen dar por hecho que si una sesión de formación profesional es impartida por la junta escolar o un consultor, está basada en la evidencia. Sin embargo, a menudo no existe un sistema formal que garantice que esto sea cierto. Como resultado, las sesiones de formación profesional suelen promover ideas con poco o ningún respaldo empírico.

Si queremos detener la propagación de modas educativas, necesitamos una manera de introducir el control de calidad en el desarrollo profesional. Esto significa ser transparentes sobre la investigación que respalda lo que se enseña y honestos cuando la evidencia es débil o está en evolución.

Un futuro esperanzador

Transformar la educación en una profesión basada en la ciencia no será fácil. Una de las mayores barreras para el cambio es la inercia cultural. En educación, la «creencia» está profundamente arraigada. Incluso los defensores de la ciencia del aprendizaje a veces hablan de «creer» en aspectos como la instrucción explícita o la práctica de la evocación. Es una práctica que los docentes deben superar de alguna manera. Cuando enmarcamos los enfoques educativos en términos de creencia, continuamos con el hábito de reemplazar un conjunto de intuiciones por otro, en lugar de cultivar el hábito de la indagación crítica que exige la ciencia.

La ciencia del aprendizaje no debe verse como un conjunto de prácticas que se aceptan por fe. Más bien, es un creciente corpus de evidencia que nos ayuda a comprender qué funciona en la educación y por qué. Nos exige examinar las afirmaciones de forma crítica, adaptar nuestros métodos a medida que surgen nuevas evidencias y permanecer siempre abiertos a la posibilidad de equivocarnos. Al adoptar esta mentalidad, podemos transformar la educación en una profesión donde las decisiones instructivas estén basadas en la investigación, donde los maestros estén capacitados con el conocimiento que necesitan y donde los estudiantes se beneficien de prácticas que respalden mejor su aprendizaje.

 

REFERENCIAS

Carnine, D. (2000). Why education experts resist effective practices (and what it would take to make education more like medicine). Thomas B. Fordham Foundation. https://www.wrightslaw.com/info/teach.profession.carnine.pdf

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Artículo original: https://scienceoflearning.substack.com/p/beyond-belief-reframing-teaching

Traducción del inglés de Paco Benítez, con el permiso de los autores Jim Hewitt y Nidhi Sachdeva, quienes muy amable y generosamente han dado a la Asociación OCRE permiso expreso para publicarlo en su página web.

La Escuela guay: ¿progreso o peligro para la educación?

La escuela ha cambiado. Esto no es algo que debiera sorprendernos. Como cantaba Mercedes Sosa, todo cambia. Ahora bien, los cambios pueden ser positivos o no y esto sí es algo a lo que la sociedad debería prestar especial atención. Como ya señalase Zygmunt Bauman, vivimos en una época de liquidez, de volatilidad. A lo anterior, se podría añadir que esta situación ha ido incluso más allá. Si uno de los móviles de la modernidad en sus orígenes era la ruptura con esquemas que entorpecían el progreso, habría que preguntarnos cuáles son los nuestros a día de hoy. De lo contrario, la sociedad se estaría moviendo por pura inercia, sin saber hacia dónde se dirige ni por qué, como si un ansia neurótica le susurrase al oído constantemente que no es posible detenerse por mucho tiempo en un mismo punto. Da igual si el movimiento o el cambio es bueno o necesario —o ambas cosas—, la cuestión es moverse.

Resulta particularmente sorprendente esta necesidad de cambio tan apremiante, permitiéndonos considerar aquí con mucha mayor seriedad, si cabe, una reflexión recurrente en El deber moral de ser inteligente y Prohibido repetir de Gregorio Luri: ¿Es lo novedoso bueno por el simple hecho de serlo? Ya hace algunos años, en la muy recomendable obra de Ripoll y Aguado Enseñar a Leer, se explicaba cómo durante un tiempo, durante la época de la Transición a la democracia, se comenzaba a abogar por el método global de enseñanza de la lectoescritura en detrimento del método sintético, pues esto era lo novedoso, lo progresista; la manera de romper con lo viejo e indeseable, pues pareciera ser que todo aquello que suena a tradición debe ser inmediatamente desechado. El sentimentalismo se imponía a criterios basados en la observación y la razón por entonces, tal como continúa haciéndose actualmente. Desde luego, no se pretende juzgar las buenas intenciones de aquellos que, por entonces, sin evidencia concluyente, pudieran considerar otras maneras de enseñar algo tan fundamental como la enseñanza de la lectoescritura sin tener a mano el cuerpo de evidencias que se ha podido acumular varios años después, pero no deja de ser un ejemplo muy elocuente de criterios para la selección de métodos y/o enfoques pedagógicos bastante alejados de parámetros técnicos debidamente contrastados, sin embargo, no deja de resultar muy significativo que todo esto va a parar al mismo lugar: lo novedoso como equivalente de mejor o superior. Hágase si se puede, el ejercicio de consultar la oferta formativa de los diferentes centros de formación del profesorado a lo largo y ancho del territorio nacional. Es probable que se encuentre una combinación de palabras muy recurrentes —incluso en el nombre de por lo menos, 5 de estas instituciones—. Por supuesto, esto no quiere decir nada concluyente, pero al mismo tiempo, resulta interesante notar el giro semántico al que asistimos desde hace algunos años.

En relación a lo anterior podemos decir que esta tendencia ha cambiado poco, pues constato —permítaseme aquí hablar en primera persona— con mucha mayor preocupación un fenómeno cada vez más extendido en claustros de Educación Infantil y Primaria, y que al parecer también tiene cabida en Secundaria. Suelo referirme a ella como la escuela guay, o la escuela de lo guay. Quizá yo no he dado en los lugares adecuados, pero gran parte de las conversaciones que es posible oír en diferentes reuniones o leer en interacciones en internet donde participan profesionales de la educación en activo tienen como uno de sus criterios principales “lo guay”. En una era donde el acceso a la información —y a la buena información— puede ser llevada a cabo a golpe de clic, abunda, sin embargo, una preferencia por lo rápido y vistoso. Todo esto —o al menos así quiero creerlo— sin evaluar el impacto que puede llegar a tener el no entregar o reducir al mínimo posible una serie de conocimientos necesarios por el simple hecho de resultar tediosos, para que este lugar sea ocupado por experiencias más estimulantes que en ocasiones, apenas y tienen un sentido educativo o, en el peor de los casos, carecen del mismo. Y es que, sí… La buena información está disponible, pero hallarla y seleccionarla requiere no solo tiempo, sino también cierta familiaridad con la cultura científica, además de quizá, un puente que por lo pronto parece seguir en construcción entre la comunidad de investigadores y la escuela. No busquemos culpables, pero, al menos, identifiquemos nuestros posibles puntos débiles.

Aunque pudiera parecer atrevimiento, hablando únicamente desde la experiencia personal, no tendría muchos reparos en decir que, si hubiera de realizar un índice de frecuencias tras conversaciones formales o informales en cuanto a educación, la palabra “guay” ocuparía uno de los primeros lugares —siempre que limpiemos ese índice de artículos y preposiciones—. Y no, no estoy abogando por aquellos tiempos de los que hablaba Émile Durkheim en La educación moral, donde los propios estudiantes iban a recoger las ramillas con las que posteriormente serían azotadas sus espaldas, o aquella escuela más cercana en el tiempo a muchos, donde un profesor-cura —o cura-profesor— tenía total libertad para maltratar a un estudiante. Lo lúdico, motivante, emocionante —entre otros— puede y debe tener su espacio en la escuela, al final ¿no es todo esto parte de la experiencia humana? ¿Por qué excluirlo entonces? Sin embargo, cuando en ocasiones la labor del profesor es la de hacer parecerse la escuela más a un campamento de verano que a un lugar destinado a la formación intelectual y cívica tenemos un problema. ¿Ha aumentado la complejidad de las aulas en los últimos años? Sí. ¿Han de buscarse maneras de fomentar el gusto por el conocimiento? También. ¿Es esto sencillo? Por supuesto que no, pero reducir la labor del docente a la de un agente cuya mayor aspiración es la de ser un engranaje de una institución meramente asistencialista no solo es injusto, es peligroso.

Mucho me temo que esto no es más que un síntoma de un problema estructural mucho mayor, que hunde sus raíces en una sociedad que, aunque cree tener un espíritu comunitario fuerte es mucho más individualista y hedonista de lo que cree. ¿Consecuencia de abandonar la reflexión humanística para servir a intereses productivos? Quizá… No obstante, no corresponde reflexionar en torno a estas cuestiones aquí. Pero piénsese un poco en esto, de un tiempo a esta parte no es extraño que el tema del bienestar forme parte central de la agenda de los centros educativos, concentrando gran cantidad de esfuerzos y recursos en esto mismo y descuidando deliberadamente otro tipo de funciones escolares básicas. Nuevamente, no estoy abogando por abandonar a estudiantes que verdaderamente pueden estar lidiando con situaciones muy desafortunadas, aunque creo que es justo decir que en estas circunstancias las instituciones administrativas deberían dotar de recursos humanos con un perfil más apropiado que el de un profesional de la educación. Más bien, hago referencia a todas aquellas decisiones que se toman para evitar el malestar de estudiantes que no quieren intentar superar las dificultades que se pueden encontrar en sus periplos formativos, trayendo como consecuencia una bajada de listón generalizada en términos de contenidos. Me tomo aquí la licencia de traer a colación una idea recurrente de Alberto Royo, ¿no sería mejor ayudar a los estudiantes a superar las dificultades en vez de eliminarlas sin siquiera intentarlo? ¿No nos vamos a responsabilizar en algún momento de rendirnos en la tarea de entregar el conocimiento a nuestros estudiantes por no perturbar su tranquilidad? ¿No es esto acaso mezquino viniendo de personas que hemos vivido más y que hemos tenido que vivir en carnes que la vida no es siempre sencilla?

Ciertamente, como ya he señalado, no son tiempos fáciles. No se puede llegar a todo ni a todos, pero al menos, se puede intentar comprometerse día a día a llegar lo más lejos posible, incluso sabiendo que como ya dijo Freire en El maestro sin recetas, la educación tiene límites, pero sin perder de vista que aún pese a ello, la educación también es una herramienta de transformación social enorme, y si no, consúltense los datos ofrecidos por Steven Pinker en En defensa de la Ilustración y, al mismo tiempo, inténtese establecer una correlación entre los niveles de progreso y el aumento de acceso a la educación. Creo, sin temor a equivocarme, que todo ello no vino exactamente de la mano de la escuela que tiene por objeto último ser guay y mostrar a todo el mundo lo espectacular que puede ser, sino, muy probablemente, de aquella escuela que no sintió complejos al hablar de esfuerzo, paciencia y dedicación. Si bien es cierto, aunque en los últimos años hemos sido bombardeados por estas corrientes —especialmente desde las universidades y los medios de comunicación—, ideas que además parecen a priori bastante razonables, estamos en el deber de “leer la letra pequeña” y actuar con prudencia. Esto último es un acto de amor hacia la infancia, nuestra infancia, y una forma de entregarles la mayor cantidad de elementos posibles para que puedan enfrentarse a la vida.

Muchos miembros de la sociedad queremos una revolución, una revolución hacia un mundo más justo, más noble. Pues bien, quisiera cerrar esta reflexión recordando el inicio de El siglo de las luces, de Alejo Carpentier, donde se nos pone en frente de tres adolescentes-jóvenes: Sofía, Carlos y Esteban, a quienes se nos describe absortos en una casa llena de libros, mapas, instrumentos náuticos, entre otras cosas. Es muy evocador que Carpentier haya elegido como antesala a los hechos de la revolución que vendría páginas más adelante a tres jóvenes, deseosos de conocimiento, situados ante los elementos depositarios del saber y de la cultura y que, muy posiblemente, eran también los depositarios e impulsores de las ideas de la revolución y el cambio. Tres jóvenes que, sin saberlo, estaban viviendo su propia experiencia “a hombros de gigantes”. El cambio que tanto anhelamos necesariamente paga el peaje de la reflexión y los codos, y aunque a veces pareciera que podemos estar segando en el océano, hemos de recordar que si no somos nosotros quienes nos entregamos a esta noble labor posiblemente no lo hará nadie más. El cambio es posible. Recuperar una escuela que pone en valor el conocimiento también. Ahora hay que contagiarlo, o, si se quiere, a manera de Unamuno, ahora hay que salir a agitar los espíritus.

Autor: Ricardo Reyes Soto

Profesor (heterodoxo) de religión. Graduado en Magisterio de E. Primaria (UAH).
Máster en América Latina y la Unión Europea: una cooperación estratégica (IELAT, UAH).
Doctorando en Teoría e Historia de la Educación (UAM) y asociado de OCRE.

 

Evaluar “competencias”. Carne para el matadero.

Una de las herramientas que el Nuevo Orden emplea para conseguir domar a los pueblos y convertirlos en masa dócil e impotente es la neutralización de la Educación. Que deje de existir la verdadera enseñanza y se sustituya por un simulacro.

En España, siguiendo directrices acaso muy similares a las de otros países del llamado “Occidente”, tal proceso de doma, castración y engaño de la masa, esto es, el proceso de reformas educativas vivido desde la llamada Ley “LOGSE” (1991) , fue siempre orientado en una misma dirección hasta hoy: consistió en eliminar la objetividad en el conocimiento.

En aquellos años ya se había extendido la estafa pedagogista. Esta estafa ideológica consistía en afirmar, contra toda evidencia, que la enseñanza “memorística” y excesivamente académica era mala, ineficaz y hasta reaccionaria. Fueron los años dorados de la Pedagogía. Un ejército de “científicos de la educación” que apenas había pisado otras aulas que las universitarias, y desconocían por completo los arcanos de las distintas especialidades académicas así como las peculiaridades de cada tramo de edad de los alumnos (en especial, los adolescentes), se lanzaron a romper con las tradiciones y supuestos malos hábitos de la enseñanza.

En la enseñanza franquista se transmitieron algunos malos hábitos que la propia sociedad, sin necesidad de pedagogo alguno, rechazó por obra la propia evolución de la misma, asumiendo valores más democráticos: se dejó atrás el castigo corporal, el elitismo económico, el favoritismo de las “buenas familias”. No obstante, con el rechazo del autoritarismo y la arbitrariedad de quien es más fuerte vino también un nefasto cuestionamiento de la autoridad, que aqueja gravemente a las aulas y a la juventud en su conjunto. Ni en la familia ni en las aulas hay autoridad en un gran porcentaje de casos en la España de hoy.

En todos estos cambios, los buenos y los malos, la contribución de los “científicos de la educación”, al menos en España, ha sido nula. No obstante, la omnipresencia de su jerga falsamente especializada, la compulsión a burocratizar y embrollar la labor de los maestros y profesores, etc. ha sido proverbial, con lo cual el balance que muchos docentes haríamos de la aportación de la Pedagogía a la mejora de la educación es más bien negativo. Comenzó siendo un adorno, ahora es claramente un estorbo y un elemento indispensable de nuestro naufragio como sociedad.

En el país, los primeros pedagogos que pudieron vivir de esa “ciencia de la educación”, se presentaron con un enfoque humanístico, personalista, o bien “constructivista”: las teorías de Piaget y la Escuela de Ginebra llegaron a ser palabra de Dios en el texto legal de la ley de educación que inició el desastre educativo español, la LOGSE, un desastre que tiene paralelos en todo Occidente. No obstante, la debacle incubada en los años 80 del siglo pasado por obra de los “científicos de la educación”, el catálogo de propuestas pedagógicas poseía la virtud de mostrar unas raíces antropológicas y metafísicas a las que remitirse cuando se trataba de discutir de dónde procedían tantos cambios. El personalismo neotomista, la teoría de los sistemas, el enfoque genético de Piaget… Todavía había una base filosófica y científica sobre la cual proponer reformas y debatir racionalmente. Aristóteles, Kant, Darwin… podían ayudarnos.

La pedagogía de hoy ya no es eso. Sus vocablos –extraños e inoperativos- no poseen base metafísica ni científica alguna.

La clave de que esto es así posee una rápida explicación: la pedagogía se ha convertido en una pseudociencia al servicio del Poder (si no lo fue desde el principio). Los grandes entramados institucionales del globalismo (UNESCO, OCDE, FMI, BM, UE…) poseen el poder suficiente para imponer su jerga, una jerga que no es mera hojarasca superestructural, sino que actúa como dispositivo de poder.

Estos entramados globalistas han decidido eliminar la objetividad de los conocimientos en el proceso educativo. Saben muy bien que un sistema de enseñanza basado en la objetividad de los conocimientos es más justo a nivel social, y es, potencialmente, un ascensor social. “El que sabe X, sabe X”, no hay vuelta de hoja. En un examen objetivo de conocimientos, el alumno puede demostrar que sabe mucho, poco o nada. Cualquier reclamación de notas por parte del estudiante o de su familia tendría fácil resolución: repitámosle el examen. Si a la segunda oportunidad la calificación es la misma o similar, se acaba el pleito.

En España, actualmente, con un sistema de evaluación “competencial”, proliferan las reclamaciones ante el embrollo legal en el que han enredado a los profesores. Todo el mundo estudiantil (y los miles de padres pícaros que hay en nuestro país, que no es el de Quijote sino el de Lazarillo) acaba aprobando y saliéndose con la suya, obteniendo títulos sabiendo nada, puesto que la ley consagra la subjetividad, y no el conocimiento objetivo

Evaluar conocimientos no es, ciertamente, evaluar la totalidad de dimensiones que toda persona va desarrollando a lo largo de su etapa de formación. Un chico que “sabe mucho” quizá no sea buen ciudadano, hijo ejemplar, demócrata a carta cabal, feminista convencido y consumidor responsable con escasa huella ecológica. Posiblemente no, pero por lo menos el sistema educativo puede en este caso evaluar objetivamente (léase justamente) si lo que persigue es evaluar conocimientos.

Evaluar “competencias” es evaluar nada. Se trata de una metáfora tan inaprensible como todas las que rellenan los libros de pedagogía. Dice el diccionario de la RAE: “competencia [acepción nº 2]: “Pericia, aptitud o idoneidad para hacer algo o intervenir en un asunto determinado.”  Esto estaría bien si habláramos de arreglar una cañería o conseguir que el motor de un coche arranque. Esto mismo es absurdo si hablamos de aprender matemáticas, historia o filosofía. La solución de los pedagogos y de sus amos del “globalismo educativo” consiste en desmenuzar una competencia en no sé cuántos criterios, cada cual más abstracto. Aquí se ve muy bien la deriva de Occidente: a fuer de querer ser muy práctico (tienes X pericia o no la tienes), el sistema educativo acaba siendo el más abstracto, pues lo práctico se evalúa hoy –en la actual ley Celaá- con criterios abstrusos e ininteligibles, numerosos y vaporosos.

El camino hacia la reconquista de la Educación objetiva solo puede ser el inverso. Hay que poseer conocimiento serio, objetivo y riguroso, y entonces, sólo entonces, puede (puede en el sentido de posibilidad no siempre cumplida) uno acabar siendo competente.

Tanta necedad conceptual queda consagrada con la necedad sumisa de miles de docentes, inspectores, orientadores y demás colectivos que acatan y aceptan esta farsa. Todos cierran los ojos: Occidente se está descualificando masiva y aceleradamente. Avanza rápido hacia una sociedad muy desigual, en la que unos pocos “conocen” y una masa de pobres e ignorantes presumen de ser “competentes” porque lo dice un título inflacionario, con escudo oficial estampado y firma de SM el Rey. Y también porque –previamente- estúpidos chismes, como los “cuadernos digitales de evaluación”, calculan que cien criterios, a cual más abstruso y arbitrario, y certifican que tal joven es… competente. Estamos mandando carne para el matadero.

 

Sobre el autor:

 

¡PARTICIPA EN VIVO! «La educación Primaria desde los ojos de un director»

Seguimos con el siguiente ¡PARTICIPA EN VIVO! de junio que organizamos desde OCRE, que recordad tiene la peculiaridad de ser totalmente interactivo entre todas las personas que se inscriban, porque estarán en abierto de sonido y cámara, participando directamente con el ponente. Recordad que lo grabaremos para poder hacer la difusión posterior, pero para que pueda haber un poco de control entre los participantes, sólo enviaremos el enlace de acceso a las 30 primeras personas que se inscriban; así que, si os interesa el tema, no os lo penséis mucho. Y si por algún motivo no pudierais asistir os rogamos que nos enviéis un correo (associacio.ocre@gmail.com) para que podamos avisar a la siguiente persona inscrita.

Bien, pues os informamos ya del quinto ¡PARTICIPA EN VIVO!, organizado por OCRE (Observatori Crític de la Realitat Educativa, Asociación OCRE):

Título:

«La educación Primaria desde los ojos de un director»

¿Qué complicaciones plantea desarrollar las disposiciones de la actual normativa? ¿Cuál es el sentido de esta nueva burocracia escolar? ¿Requisitos para una convivencia productiva en el aula? ¿Qué reformarías de la escuela de hoy? ¿Qué papel corresponde a las familias en Primaria?

(para familias y docentes de cualquier etapa educativa y cualquier comunidad/ciudad autónoma)

Fecha y ponente:

26 de junio de 2025, entre las 18:30 y 20 horas, celebraremos una ponencia interactiva, con Toni García Arias, maestro y director del Colegio Joaquín Carrión de Murcia, con más de treinta años de experiencia y profesor del Máster de Psicopedagogía y del Máster de Dirección, Liderazgo y Gestión de centros educativos en la Universidad Internacional de Valencia.

Asimismo, es miembro del Consejo Asesor Iberoamericano de la Fundación Iberoamericana de Educación. Ha escrito diversos libros y artículos de educación, participa en programas de radio y televisión de manera habitual y da conferencias y charlas tanto en España como a nivel internacional.
Gracias a sus proyectos y a su trayectoria, ha sido galardonado, entre otros, con el Premio al Mejor docente de Primaria Educa Abanca 2018, el Global Teacher Award 2021 y finalista de los Global Teacher Prize 2023.

Nuestro compañero Andrés Rivera, hará de presentador, moderador y os compartirá en el chat información relevante sobre Toni García; así que, mantenerlo abierto.

En el siguiente enlace tenéis el formulario para enviar vuestras preguntas y/o inscribiros para participar en directo en la sesión:

¡Participa en vivo! La educación Primaria desde los ojos de un director

(puedes enviarnos cualquier pregunta sin necesidad de inscribirte o participar en vivo, que se intentarán contestar en directo; y si no diera tiempo, subiremos a nuestra web un post con todas las respuestas a las mismas por parte de Toni, que nos hará llegar por correo).

Sería muy recomendable, dado que solo daremos paso a 30 personas en directo, que os inscribáis aquellas personas que verdaderamente queráis interactuar con ellos.

Esperamos que sea de vuestro interés este nuevo ¡PARTICIPA EN VIVO! y os iremos informando de los siguientes, que seguiremos mejorando según las cuestiones que van surgiendo y con vuestra colaboración nos vais sugiriendo.

Saludos desde la Junta directiva de OCRE.

La Universidad de València permite matricularse a las PAU, en primera convocatoria, a alumnos sin el título de Bachiller y pendientes de que se resuelva su reclamación en Inspección

OCRE (Observatorio Crítico de la Realidad Educativa) expresa su perplejidad ante la medida que no encuentra respaldo explícito en ninguna resolución legal. Pues, tanto el BOE como la normativa de la Generalitat Valenciana exigen que el alumnado tenga el título de Bachiller para presentarse a las PAU. Permitir una matrícula a las pruebas mediando una reclamación supone una incitación a reclamar que menoscaba el trabajo de profesores y fomenta una cultura de la reclamación injusta para todos. Además, una reclamación de un/a alumno/a debe seguir el procedimiento dictado en la orden 32/2011 del 20 de diciembre, cuyo artículo 5 1 establece el procedimiento para reclamar, que tiene un recorrido dentro del centro educativo, hasta llegar a “recurso de alzada” que es lo que dirime Inspección.

Una lectura simplista del tema puede deducir que este procedimiento de matriculación beneficia al alumno. Pero hay que analizar la situación con rigurosidad. La normativa vigente para la evaluación de 2º de Bachillerato indica que, un/a alumno/a con una asignatura suspendida en junio (es decir, pasadas las pruebas de recuperación) puede obtener el título si cumple estos condicionantes: si no ha abandonado la materia voluntariamente, si la junta de evaluación creo oportuno que obtenga el título y, si la media de todo el bachillerato (incluida la nota de la materia suspendida) es 5. Con esta normativa, es extraordinariamente difícil que un alumno quede sin titular por una materia y, por tanto, todos los/las alumnos/as que han suspendido una materia en mayo, y que desean hacer las PAU, van a la prueba de selectividad en julio, en la segunda convocatoria.

La nueva forma de matriculación supone la novedad de que alumnos con una materia suspendida pudieran ir en primera convocatoria de PAU, sin que el alumno haya hecho todavía el examen de recuperación en su centro; es decir, sin haber acabado el curso lectivo. Se supone que esto beneficia al alumno.

Beneficiar al alumno es (a juicio de los integrantes de OCRE): darle la oportunidad de acabar el curso, recuperar la materia que le queda pendiente, y prepararse bien para el selectivo. El/la alumno/a debe tomar conciencia de que no se presenta a la primera convocatoria de PAU porque ha fallado en algo, pero que puede enmendar su error y mejorar nota. Tanto si mejora la nota como si no, obtendrá el título por aplicación de la normativa e irá a selectividad, si lo desea, en julio.

La nueva fórmula de matriculación no beneficia al alumnado.

Perjudica:

  1. A todos aquellos/as alumnos/as que sacan el curso bien, sin recurrir a reclamación, y que tenían la “ventaja” de acudir en primera convocatoria, pues, con esta norma, se vulnera su derecho a la equidad.
  2. A las familias cuyo hijo reclama, a las que se somete a un lío monumental para saber si su hijo pasa de curso o no; si puede o no ir al examen de PAU; si hará ese examen en la misma clase del grupo u otra; si valdrá esa nota; si llegará a hacer el examen…
  3. Al profesorado, que ve cuestionada su nota y tiene la espada de Damocles de unas reclamaciones que, además, o se saltan el protocolo legalmente establecido, o se harán demasiado rápido para ser justas.
  4. A la Inspección, que puede tener avalancha de recursos de alzada cuya resolución (si es acorde a la legalidad) lleva tiempo y carga de trabajo burocrático. Además de requerir de profesionales de las especialidades.
  5. A la Conselleria d’Educació, que da indicaciones a los centros sobre procesos que no cuentan con aval legal publicado en diario oficial alguno.
  6. A la Universidad, que está diciendo a los centros que matriculen a sus pruebas a alumnado que NO tiene el título de bachiller, aceptando así su progresiva degradación.
  7. Al Ministerio de Educación, que va a tener difícil explicar que algunas comunidades permitan esto y otras no. Y, cuidado, esto no tiene que ver con la DANA, que ha supuesto otras medidas para el selectivo.
  8. Al sistema educativo, que está degradándose a marchas forzadas y que, por no tener, no tiene ni profesionales de relevo.
  9. A la sociedad que, con la falacia de ejercer la protección del joven, vulnera el mayor de sus derechos: recibir una educación honesta, digna y cargada de verdadera formación.

 

OCRE solicita la retirada de esta parte de las instrucciones de matriculación e invita a la Universidad de València y a la Conselleria d’Educació a reflexionar y dialogar (seriamente) y -si no es mucho pedir- teniendo en cuenta al profesorado. OCRE apela al sentido común de las familias para que apoyen a nuestros estudiantes y les den la oportunidad de acabar un curso con tranquilidad, asumiendo con honestidad sus logros y sus errores.

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Anexo 1 (pág. 19 del documento enviado a los centros de secundaria objeto de la polémica)

Procedimiento de matrícula de la PAU para el estudiantado que esté pendiente de resolución de reclamaciones de su calificación de Bachillerato.

En el caso de que un estudiante haya pedido reclamación sobre sus calificaciones de bachillerato y no pueda matricularse en la PAU hasta que se le considere aprobado el Bachillerato, el procedimiento a seguir será:

a) El centro educativo matriculará al estudiante en la PAU con una nota provisional de bachillerato de 4,99.

b) La Inspección Educativa o la Dirección Territorial correspondiente informará de los casos que haya pendientes de resolución a la Comisión Gestora de los Procesos de Acceso y Preinscripción (vía el Coordinador General de la PAU). También el centro educativo de cada estudiante/a lo comunicará a su universidad para que ésta gestione la posible ubicación en aulas del tribunal de las PAU del estudiantado

c) La Inspección Educativa estudiará y resolverá las reclamaciones lo antes posible, preferiblemente a más tardar el día anterior al del comienzo de las PAU. Aunque no esté formalizada la resolución definitiva, podrá comunicar del resultado de la resolución lo más pronto posible para poder informar al estudiante antes del comienzo de la PAU.

d) En caso de que el estudiante aprobara el bachillerato con anterioridad al primer día de la PAU, la Inspección Educativa lo comunicará a su centro educativo y también a la Comisión Gestora de los Procesos de Acceso y Preinscripción (vía el Coordinador General de las PAU). También se le comunicará al estudiante/a que puede presentarse a las PAU, en la correspondiente convocatoria.

e) Caso de que el estudiante no tenga la resolución de la reclamación con anterioridad al primer día de la PAU, el centro educativo se pondrá en contacto con su universidad y le comunicará la información de la matrícula en la PAU. El centro educativo matriculará al estudiante como uno más.

f) Al estudiantado que esté en esta situación, se le permitirá presentarse a la correspondiente convocatoria de la PAU, haciéndole saber que el resultado de la PAU será provisional y estará condicionado por el aprobado o no del bachillerato en la correspondiente convocatoria. No se le comunicarán las calificaciones de la PAU si no aprobara el bachillerato y también se le anularía la matrícula en la PAU.

g) En el caso de aprobar el bachillerato, mediante la resolución definitiva se modificarán las notas del expediente de bachillerato, cambiando la nota provisional de 4,99 por la definitiva. En el caso de no aprobar el bachillerato se procederá a borrar toda la matrícula en la PAU del estudiante.

Importantísimo: El centro tendrá que matricular a este estudiantado para las PAU pero en la nota de bachillerato hará constar un 4.99. La aplicación ITACA permite matricular así.

Este procedimiento solo se hará para estudiantado que no haya aprobado ya el bachillerato. No se matriculará de esta forma a estudiantado pendiente de reclamaciones de notas de bachillerato que sí que haya aprobado ya el bachillerato.

 

Anexo 2 (parte de la legislación vigente)

COMISIÓN GESTORA DE LOS PROCESOS DE ACCESO Y PREINSCRIPCIÓN UNIVERSITARIA

TERCERO. Participación en la PAU. 1. Podrán presentarse a la PAU quienes hayan obtenido el título de Bachiller en los Centros educativos de la Comunitat Valenciana, con independencia de la modalidad y, en su caso, las vías cursadas.

Núm. 10074 / 26.03.2025 1 / 10 III. ACTOS ADMINISTRATIVOS C) OTROS ASUNTOS Conselleria de Educación, Cultura, Universidades y Empleo.

 

Anexo 3 (DOGV sobre reclamaciones)

https://dogv.gva.es/datos/2011/12/28/pdf/2011_13033.pdf

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1 DOGV Nº6680 28.12.2011

IV Congreso de Expertos Docentes para un Análisis Crítico de la Educación: ¿Cuáles son los retos de la escuela del siglo XXI? La recuperación de la educación como ascensor social.

El Observatorio Crítico de la Realidad Educativa (OCRE) y la Asociación de Profesores de Instituto de Andalucía (APIA) organizan el IV Congreso de Expertos Docentes para un Análisis Crítico de la Educación, edición que se celebrará en la IES Martínez Montañés en el barrio de Nervión en Sevilla el viernes, 24 y sábado, 25 de octubre.

Este encuentro, de alcance nacional, servirá para analizar la situación de la enseñanza en nuestro país y las posiciones que diversos académicos y docentes sostienen para mejorar la actual crisis educativa.

Las dos ponencias centrales, y por este orden, correrán a cargo de Inger Enkvist, catedrática de filología española en la Universidad de Lund (Suecia) y autora de varios libros sobre educación como La buena y la mala educación. Ejemplos internacionales y Carlos Javier González Serrano, profesor de Filosofía y Psicología y orientador de Bachillerato, y director científico del Café del Observatorio Social de la Fundación «la Caixa».

Durante las dos jornadas tendrán lugar también tres comunicaciones breves y tres mesas redondas en formato tertulia, con la participación de cuatro expertos docentes en cada una de ellas, para abordar problemáticas de plena actualidad: prioridades en los primeros años de escolarización en infantil y primaria, el objetivo y papel que debe jugar la escuela en las sociedades actuales, así como el importante proceso de evaluación. Contarán con la participación de profesores y escritores como Olga GarcíaAndrés RiveraBianca ThoilliezAntonio Iván RodríguezElena GonzálezRamón Rodríguez GalánBelinda HaroDavid CerdáEmilio CanalesJavier Mestre y Silvia Toscano Rodríguez bajo moderación de Andrés RiveraMiguel Ángel Tirado y Paco Benítez.

Este IV Congreso se organiza con el objetivo de que la participación tenga un carácter plural con diversas y distintas miradas sobre aspectos clave del sistema educativo, y teniendo en cuenta que los datos emanados de los resultados de las pruebas evaluativas internacionales (PIRLS, TIMSS y PISA) no dejan de describir una situación de crisis profunda en nuestro sector. El objetivo último del congreso es extraer medidas y posibles soluciones para sanar todos los males del sistema educativo actual: falta de aprendizajes básicos y decisivos en primaria que repercuten en la formación posterior, altos índices de malestar socioemocional de nuestro alumnado, falta de correspondencia entre índices de promoción y titulación y aprendizaje y competencia real del alumnado, la introducción acrítica de la tecnología en las aulas sin analizar si su impacto es positivo, la excesiva burocracia, la ola cada vez más grande de docentes con malestar mental que lleva a muchos a abandonar la profesión, los altos grados de conflictividad entre alumnos y a profesores, el empobrecimiento de los currículos, o una evaluación incomprensible y subjetiva.

Escuchando a expertos, académicos y especialmente a docentes como legítimos conocedores de la realidad diaria en las aulas de primaria y secundaria, esperamos aportar un poco de luz para revertir la actual situación y encaminarnos hacia un sistema que ponga en valor el conocimiento y no baje los estándares académicos y de comportamiento con la introducción de ideas y/o metodologías no avaladas ni por la evidencia empírica ni por la investigación científica, y que proporcione una formación de calidad que permita el progreso de todo tipo de alumnado, en especial el de entornos socioeconómicos humildes. Nuestro deseo es que mediante este congreso se genere un debate profundo que informe, reflexione, analice, debata, contraste e implique al conjunto de la ciudadanía para fortalecer la educación en nuestro país, uno de los pilares para la calidad democrática y la mejora del tejido social y laboral, así como de desarrollo personal, de los ciudadanos.

 

Más información y contactos:

Web del IV Congreso: Congreso Ocre (https://ivcongreso.asociacionocre.org), donde podéis ver nuestro vídeo promocional, consultar la programación completa y descargarla, información de todos los participantes, el lugar y ubicación del IES Martínez Montañés donde se realizará, visualizar todos los vídeos de los tres congresos anteriores, un espacio para la prensa donde aparecerán los artículos de los medios que nos publiquen y, por supuesto, el acceso para que os inscribáis. Todo ello para que lo compartáis, por favor, por tierra, mar y aire.

Asociación OCRE, Observatorio Crítico de la Realidad Educativa

associacio.ocre@gmail.com

APIA, Asociación de Profesorado de Instituto de Andalucía

info@aso-apia.org

Enlaces de los tres congresos anteriores:

I Congreso de Expertos Docentes (Valencia)

II Congreso de Expertos Docentes (Barcelona)

III Congreso de Expertos Docentes (Madrid)

Etiquetas: Inger Enkvist, IV Congreso de Expertos Docentes en Sevilla, Retos de la escuela del siglo XXI, La educación como ascensor social, Carlos Javier González Serrano, Importancia de los primeros años de escolarización, La función de la escuela desde la Filosofía y la Cultura Clásica y La evaluación a debate.

¡PARTICIPA EN VIVO! «Retos y paradojas de la enseñanza del francés en España: ¿Cómo promover el plurilingüismo en un sistema educativo de espaldas a Europa?»

Seguimos con nuestra nueva actividad y toca el ¡PARTICIPA EN VIVO! de abril-mayo que organizamos desde OCRE, con la peculiaridad de ser totalmente interactivo entre todas las personas que se inscriban, porque estarán en abierto de sonido y cámara, participando directamente con los ponentes. Recordad que lo grabaremos para poder hacer la difusión posterior, pero para que pueda haber un poco de control entre los participantes, sólo enviaremos el enlace de acceso a las 30 primeras personas que se inscriban; así que, si os interesa el tema, no os lo penséis mucho. Y si por algún motivo no pudierais asistir os rogamos que nos enviéis un correo (associacio.ocre@gmail.com) para que podamos avisar a la siguiente persona inscrita.

Bien, pues os informamos ya del cuarto ¡PARTICIPA EN VIVO!, organizado por OCRE (Observatori Crític de la Realitat Educativa, Asociación OCRE):

Título:

«Retos y paradojas de la enseñanza del francés en España: ¿Cómo promover el plurilingüismo en un sistema educativo de espaldas a Europa?»

Reflexiones sobre la enseñanza del francés, en un momento en el que las políticas educativas están provocando una pérdida del alumnado de Segunda Lengua Extranjera.

¿A qué retos se enfrentan los docentes de esta especialidad? ¿En qué situación quedan los estudiantes? ¿Por qué no se siguen las recomendaciones europeas?

(para cualquier etapa educativa y cualquier comunidad/ciudad autónoma)

Fecha y ponentes:

8 de mayo de 2025, entre las 18:30 y 20 horas, celebraremos una cuádruple ponencia interactiva, con Antonio Gallego, presidente de la FEAPF, Anne Le Poupon, presidenta de FLECOVAL, Teresa Menadas, Catedrática de Francés y Marisol Hoyos, también Catedrática de Francés, miembro de OCRE y profesora de secundaria en Valencia.

Nuestra propia compañera Marisol Hoyos, además de ponente, también hará de moderadora, presentando un breve resumen de la biografía de todos los participantes y os compartirá en el chat información relevante sobre ellos y las asociaciones FEAPF, Federación Española de Asociaciones de Profesorado de Francés, y FLECOVAL, de Profesorado de Lengua Extranjera de Francés en la Comunidad Valenciana.

En el siguiente enlace tenéis el formulario para enviar vuestras preguntas y/o inscribiros para participar en directo en la sesión:  ¡Participa en vivo! Retos y paradojas de la enseñanza del francés en España

(puedes enviarnos cualquier pregunta sin necesidad de inscribirte o participar en vivo, que se intentarán contestar en directo; y si no diera tiempo, subiremos a nuestra web un post con todas las respuestas a las mismas por parte de Antonio, Anne, Teresa y Marisol, que nos harán llegar por correo).

Sería muy recomendable, dado que solo daremos paso a 30 personas en directo, que os inscribáis aquellas personas que verdaderamente queráis interactuar con ellos.

Esperamos que sea de vuestro interés este nuevo ¡PARTICIPA EN VIVO! y os iremos informando de los siguientes, que iremos mejorando según las cuestiones que van surgiendo y con vuestra colaboración nos vais sugiriendo.

Saludos desde la Junta directiva de OCRE.

¡PARTICIPA EN VIVO! ¿Incompetencias básicas? Conversamos con Damià Bardera

Seguimos con nuestra nueva actividad y toca el ¡PARTICIPA EN VIVO! de marzo que organizamos desde OCRE, con la peculiaridad de ser totalmente interactivo entre todas las personas que se inscriban, porque estarán en abierto de sonido y cámara, participando directamente con el ponente. Recordad que lo grabaremos para poder hacer la difusión posterior, pero para que pueda haber un poco de control entre los participantes, sólo enviaremos el enlace de acceso a las 30 primeras personas que se inscriban; así que, si os interesa, no os lo penséis mucho. Y si por algún motivo no pudierais asistir os rogamos que nos enviéis un correo (associacio.ocre@gmail.com) para que podamos avisar a la siguiente persona inscrita.

Bien, pues os informamos ya del tercer ¡PARTICIPA EN VIVO!, organizado por OCRE (Observatori Crític de la Realitat Educativa, Asociación OCRE):

Título:

«¿Incompetencias básicas? Conversamos con Damià Bardera»

¿Ha bajado en los últimos años el nivel académico del alumnado? ¿Existe incompetencia entre parte del profesorado? ¿En qué estado se encuentra la motivación y la salud mental del profesorado? ¿Cómo se lleva a cabo la inclusión en la práctica diaria del aula? ¿Es el actual sistema educativo una estafa?

(para docentes de cualquier etapa educativa o familias interesadas de cualquier comunidad/ciudad autónoma)

Fecha y ponentes:

27 de marzo de 2025, entre las 18:30 y 20 horas, celebraremos una ponencia interactiva, con Damià Bardera, escritor y profesor de filosofía de secundaria.

Nuestro compañero y secretario Paco Benítez hará un breve resumen de su biografía, moderará la sesión y os compartirá en el chat información y enlaces sobre algunos de sus artículos, entrevistas y bibliografía.

 

En el siguiente enlace tenéis el formulario para enviar vuestras preguntas y/o inscribiros para participar en directo en la sesión: ¡Participa en vivo! ¿Incompetencias básicas? Conversamos con Damià Bardera

(también puedes enviarnos cualquier pregunta sin necesidad de inscribirte o participar en vivo, que se intentarán contestar en directo; y si no diera tiempo, subiremos a nuestra web un post con todas las respuestas a las mismas por parte de Damià Bardera).

Sería muy recomendable, dado que solo daremos paso a 30 personas en directo, que os inscribáis aquellas personas que verdaderamente queráis interactuar con Damià.

 

Esperamos que sea de vuestro interés este nuevo ¡PARTICIPA EN VIVO! y os iremos informando de los siguientes, puesto que ya tenemos organizado cuarto, para principios de mayo; e iremos mejorando las cuestiones que van surgiendo con vuestra colaboración.

Saludos desde la Junta directiva de OCRE.

La evaluación prodigiosa: Una distopía sobre cómo se gestó la evaluación en la LOMLOE

 

La evaluación prodigiosa

Una distopía sobre cómo se gestó la evaluación en la LOMLOE

Miguel Ángel Tirado Ramos

Érase una vez unos gobernantes empeñados en moldear un determinado perfil de ciudadano a través de la educación, convencidos de la superioridad de unos métodos pedagógicos que consideraban innovadores. Para ello, aprobaron una nueva ley educativa, la LOMLOE (2020), que derogaba la anterior (LOMCE, 2013) y, a su vez, modificaba la LOE (2006), en una rocambolesca carambola normativa digna de un prestidigitador legislativo. Con esta nueva ley, aspiraban a instaurar un auténtico cambio de paradigma educativo.

Una escuela verdaderamente moderna debía dejar atrás la transmisión de conocimientos que la había definido durante siglos —¿¡Qué sentido tenía proporcionar información que se podía encontrar en internet o preguntándole a ChatGPT!?—. En su lugar, los alumnos debían convertirse en constructores activos de su propio aprendizaje, guiados por sus intereses y acompañados por el maestro en el desarrollo de habilidades emocionales, interpersonales y comunicativas. Además, estas competencias, junto con el liderazgo y la capacidad de trabajo en equipo, eran el verdadero tesoro que el mundo empresarial anhelaba, pues prometían mayor productividad, un ambiente laboral armonioso y una adaptación fluida a entornos cambiantes y colaborativos.

Una vez aprobada, reunieron a un grupo de expertos para elaborar los decretos que establecerían las enseñanzas mínimas, los cuales serían de obligado cumplimiento para que las comunidades autónomas desarrollaran sus currículos escolares.

Todos reunidos en una gran sala iniciaron el trabajo. Pero bastó una primera lectura de la ley para que saltaran todas las alarmas. Enseguida se percataron de que el currículo seguía organizado por áreas en Primaria y por materias en Secundaria, en lugar de estructurarse por competencias, como promovía la OCDE. ¿Cómo era posible que las Matemáticas continuaran separadas de las Ciencias o la Tecnología? ¿Cómo podían concebirse las Ciencias Sociales como un área independiente de la Lengua y Literatura o de la Música? ¿Por qué la Educación Plástica, Visual y Audiovisual seguía siendo una materia aislada si debía abordarse de manera transversal? Nada cuadraba.

Además, ¡se habían olvidado de definir las competencias que los alumnos debían adquirir durante la escolarización obligatoria! Una omisión sorprendente, tratándose precisamente de la ley que debía consagrar el aprendizaje competencial.

En lugar de definir las competencias que los alumnos debían desarrollar al finalizar la educación básica, habían incluido objetivos de fin de etapa. Se trataba de un error descomunal: los objetivos expresaban capacidades, no competencias. Así, por ejemplo, la ley establecía como objetivos de la ESO que los estudiantes debían ser capaces de «comprender y expresar con corrección, oralmente y por escrito (…) textos y mensajes complejos»; «desarrollar y consolidar hábitos de disciplina, estudio y trabajo (…)»; o incluso «conocer, valorar y respetar los aspectos básicos de la cultura»(1).

—Pero si los objetivos en forma de capacidades que se han establecido en la LOE-LOMLOE no responden a los retos del siglo XXI y no están expresados en forma de competencias, ¿cómo lo arreglamos ahora? ¿Cómo introducimos las competencias? —se preguntaron, desesperados, los encargados de redactar los reales decretos de enseñanzas mínimas.

Fue entonces cuando decidieron inventar un nuevo concepto: el «Perfil de salida»(2), que, aunque no figuraba en la ley, sonaba muy bien. Fue así como diseñaron el modelo de ciudadano del siglo XXI. A través de detallados descriptores operativos, identificaron las competencias clave y los aspectos de la personalidad, el pensamiento y la conducta que los docentes debían moldear a lo largo de los diez años de escolarización obligatoria.

No importaba que la ley orgánica no mencionara el Perfil de salida ni los descriptores operativos; esta hábil maniobra legislativa, con la que pretendían solventar el imprevisto legal, respondía a un bien moral superior. ¿Quién podría oponerse a que los adolescentes salieran de la ESO con competencias para «regular y expresar sus emociones, fortaleciendo el optimismo, la resiliencia, la autoeficacia y la búsqueda de propósito y motivación hacia el aprendizaje, para gestionar los retos y cambios y armonizarlos con sus propios objetivos»(3)?

Pero entonces, alguien advirtió:

—No basta con definir un Perfil de salida. Si los profesores siguen enseñando lo que saben, ¿de qué sirve? Es esencial descompartimentar las asignaturas y lograr que los docentes dejen atrás el modelo tradicional. No creo que limitarse a agrupar las materias en ámbitos(4), como propone la ley, sea suficiente. Si realmente queremos afrontar los retos de un futuro incierto, debemos forzar un cambio metodológico profundo. Los docentes no deben ser meros transmisores de contenido, sino guías que acompañen a los estudiantes en un proceso de construcción del conocimiento, basado en proyectos globalizados, cooperativos, auténticos, que se centren en sus intereses y que sean significativos y cercanos a la vida real. Solo así alcanzaremos los objetivos 2030 para un desarrollo sostenible.

—¡Tengo la solución! —exclamó uno de los ingenieros de la nueva estructura curricular—. Crearemos un concepto pedagógico nuevo: ¡las situaciones de aprendizaje! De esta forma, los docentes utilizarán el aprendizaje basado en proyectos, en problemas o en retos casi sin darse cuenta. Y, además, los alumnos estarán motivados y aprenderán de forma natural y a su ritmo.

—¡Qué gran idea! ¡Situaciones de aprendizaje! Pero los maestros anclados en el pasado y un mínimo conocimiento de sintaxis podrían confundirse y pensar que cualquier situación en la que el alumno aprenda es una situación de aprendizaje. No cambiaremos su forma de enseñar de este modo. ¿Y si las definimos como «situaciones y actividades que implican el despliegue, por parte del alumnado, de actuaciones asociadas a competencias clave y competencias específicas y que contribuyen a la adquisición y desarrollo de las mismas»(5)? —reflexionó uno de los presentes.

—No estoy segura de que logremos mucho definiendo una situación como una situación, ¿no os parece? Así no conseguiremos el ansiado cambio metodológico ni el enfoque competencial que buscamos —se escuchó desde el fondo de la sala—. Seamos claros: ¿cómo logramos que los docentes abandonen la enseñanza basada en contenidos y dediquen sus esfuerzos a diseñar proyectos globalizados en forma de situaciones de aprendizaje?

—¡Ya lo tengo! —exclamó otro—. En un artículo de los reales decretos diremos que las situaciones de aprendizaje deben ser planificadas por los equipos docentes (6); así desestructuraremos las materias. Y, además, en el anexo III detallaremos que las situaciones de aprendizaje son proyectos colaborativos, aunque utilicemos eufemismos para decirlo sin decirlo (7).

En ese momento, alguien advirtió:

—La idea es buena, pero… si establecemos las situaciones de aprendizaje como método de enseñanza en los reales decretos y estos son de obligado cumplimiento, ¿no estaremos vulnerando la autonomía pedagógica que la propia ley otorga a los centros en su artículo 120? ¿No estaríamos interfiriendo en la función docente que el artículo 91 otorga al profesorado y en el derecho fundamental a la libertad de cátedra?

—Tienes razón —admitió el gran ideólogo al mando del grupo de expertos—. Lo resolveremos con un truco normativo. Para que nadie se percate de que el anexo III, donde describiremos las situaciones de aprendizaje, no es obligatorio, dejaremos constancia en la disposición final primera de que dicho anexo no tiene carácter básico y, por tanto, es orientativo (8). ¿Acaso alguien advertirá que las situaciones de aprendizaje, entendidas como proyectos, no forman parte de la normativa básica estando en un real decreto de enseñanzas mínimas? La mayoría de las CCAA adoptará nuestra concepción de las situaciones de aprendizaje, no os quepa duda.

Los redactores de los reales decretos ya habían resuelto el despiste de no determinar las competencias en la ley inventando el Perfil de salida. Además, con un malabarismo normativo, se habían inmiscuido en la metodología, de tal forma que las CCAA que lo desearan podían imponer el aprendizaje basado en proyectos disfrazado de situaciones de aprendizaje en todas las áreas y etapas, aunque no estuvieran obligadas.

No obstante quedaba un fleco importante por resolver. Si realmente querían que la enseñanza fuera competencial, los contenidos debían desaparecer de la mente de los docentes. Sin embargo, surgía un obstáculo: ¡la propia ley incorporaba los contenidos como parte del currículo! Así, en la LOE-LOMLOE, el currículo se definía como el «conjunto de objetivos, competencias, contenidos, métodos pedagógicos y criterios de evaluación (…)» (9).

Entonces, alguien que había leído la reveladora obra 1984 de George Orwell y conocía el poder del lenguaje para modificar el pensamiento propuso crear un nuevo concepto: los «saberes básicos». Y, para no contradecir la ley, lo definieron como: «Conocimientos, destrezas y actitudes que constituyen los contenidos propios de un área o ámbito y cuyo aprendizaje es necesario para la adquisición de las competencias específicas»(10).

—A partir de ahora, nadie hablará de contenidos nunca más, pensaron.

De un plumazo y con un magistral acto de ilusionismo, habían conseguido borrar la palabra contenidos, culpable de la memorización enciclopédica a la que la escuela tradicional sometía a los niños.

Todo transcurría con aparente armonía hasta que, en un momento de alivio por las decisiones tomadas, una colaboradora se atrevió a preguntar:

—¿Tenemos evidencias empíricas sólidas que respalden de manera clara el enfoque metodológico que hemos decidido imponer?

De pronto, el silencio se apoderó tenebrosamente de la sala, corriéndose a continuación un tupido velo.

Con el Perfil de salida establecido, el cambio metodológico asegurado y los contenidos disfrazados de saberes básicos, solo faltaba definir la evaluación. No era una tarea sencilla. En una ley donde los docentes evalúan por materias, ¿cómo se sabe en qué grado ha alcanzado cada alumno las competencias clave del Perfil de salida?

Las mentes pedagógicas más brillantes comenzaron a idear lo que sería reconocido como la gran obra de la ingeniería evaluadora de la LOMLOE. Así crearon una superestructura en la que las ocho competencias clave del Perfil de salida se convirtieron en el objetivo final del aprendizaje. Su grado de desarrollo se valoraba a través de los 34 descriptores operativos que dependían de ellas.

Para vincular las materias con dichos descriptores, introdujeron un nuevo concepto: las «competencias específicas», de las que empezaron a colgar «criterios de evaluación» que debían servir a los docentes para valorar si los alumnos estaban en el camino adecuado para convertirse en ciudadanos del siglo XXI.

Pero, claro, cuando los redactores de cada materia se pusieron manos a la obra, empezaron a surgir muchas dudas…

Uno de los encargados de redactar los criterios de ciencias alzó la mano y preguntó:

—¿Cómo elaboramos los criterios de evaluación? ¿Tomamos como referencia los de los reales decretos de enseñanzas mínimas anteriores? Es que muchos criterios de evaluación son bastante claros y pueden ser una magnífica orientación para el profesorado. Por ejemplo, aquí tengo este, escogido al azar del currículo de 1991. Vale que es muy antiguo, pero creo que puede ser útil. Dice que los alumnos de ESO deben ser capaces de «Explicar los procesos fundamentales que ocurren en los alimentos desde su ingestión hasta su llegada y aprovechamiento en las células y justificar, a partir de ellos, unos hábitos alimentarios y de higiene saludables, independientes de prácticas consumistas inadecuadas»(11).

El redactor hizo una pausa, miró a su alrededor y continuó con entusiasmo:

—Además, es supercompetencial, ya que los profesores de biología y geología evaluarán si los estudiantes conocen de manera general las funciones de cada uno de los aparatos (digestivo, respiratorio, circulatorio y excretor) y la relación existente entre ellos. Incluso aborda, este criterio, las razones por las cuales conviene adoptar hábitos alimentarios y de higiene individual y colectiva para disfrutar de un estado saludable y prevenir alteraciones y enfermedades.

Se inclinó ligeramente sobre la mesa y añadió, con gesto pensativo:

—Aunque, ahora que lo leo bien… es cierto que pide que los alumnos expliquen y justifiquen cosas que deben enseñarse, y eso choca con nuestro planteamiento metodológico.

Miró al resto del equipo con expresión preocupada, como quien acaba de descubrir una trampa invisible en un contrato.

—¡Qué difícil es esto! —exclamó, pasándose la mano por el pelo—. ¿¡Cómo enseñar sin enseñar!?
Se hizo un silencio en la sala. Algunos carraspearon, otros bajaron la vista, evitando el contacto visual. Hasta que, finalmente, el jefe del proyecto, con la paciencia de un visionario que guía a sus discípulos, se levantó, entrelazó las manos y, con voz solemne, proclamó:

—Veo que no lo habéis entendido.

La tensión se hizo palpable.

—Los criterios de evaluación —continuó con tono didáctico— deben estar redactados de tal forma que su formulación no insinúe los saberes básicos que deben enseñarse. Deben ser lo suficientemente abstractos para que un mismo criterio de evaluación pueda desplegar saberes básicos muy diversos.

Se detuvo un instante para asegurarse de que su mensaje calaba. Luego, con una sonrisa tranquilizadora, prosiguió:

—Recordad que lo que pretendemos es que los docentes se centren en desarrollar competencias y no en transmitir conocimientos.

Algunos asintieron con admiración. Otros tomaron notas frenéticamente, como si estuvieran en presencia de un líder revolucionario.

—Por ejemplo —continuó el gran ideólogo, con la seguridad de quien desvela un truco magistral—, en vez de ese criterio que mencionabas sobre los procesos implicados en la alimentación, es mejor que el criterio de evaluación diga: «Proponer y adoptar hábitos saludables, analizando las acciones propias y ajenas con actitud crítica y a partir de fundamentos fisiológicos»(12).

Hizo una pausa para que todos asimilaran la magnitud del hallazgo.

—Así es mucho más genérico —explicó—, caben saberes básicos mucho más variados, que los profesores pueden incorporar en sus situaciones de aprendizaje según los intereses de los alumnos. Además, podrán aplicar el Diseño Universal para el Aprendizaje y personalizar la propuesta educativa sin tener que ceñirse a contenidos estáticos como los aparatos del cuerpo humano o los procesos digestivos. De esta manera, cada alumno podrá abordar el tema desde su propia perspectiva, a su ritmo, y con los recursos que mejor se adapten a su estilo de aprendizaje.

El redactor de ciencias frunció el ceño. Se removió en su asiento. Algo no terminaba de encajar.
—Pero… —se atrevió a decir con cierta cautela—, ¿cómo van los profesores a saber si un estudiante ha adoptado hábitos saludables? Tendrían que evaluar sus conductas alimentarias y de descanso, su nivel de actividad física y su bienestar emocional en su vida cotidiana fuera del centro escolar.

Algunos intercambiaron miradas incómodas.

—¿No exige esto evaluar conductas privadas y familiares? —insistió—. ¿Es justo? ¿Puede la escuela controlar y responsabilizarse de los hábitos que dependen fundamentalmente del contexto familiar?
El silencio cayó como una losa. Todos miraron al jefe del proyecto. Este observó al osado con la condescendencia de quien sabe que su interlocutor ha cometido un error, pero está dispuesto a perdonarlo.

El redactor, al darse cuenta de la inconveniencia de su cuestionamiento, bajó la mirada.

Hizo un gesto de disculpa con las manos, expresando arrepentimiento.

—No volverá a suceder —murmuró.

El jefe del proyecto asintió con benevolencia.

—Sigamos —ordenó.

Y así, sin más, el problema quedó resuelto.

—De acuerdo, lo he comprendido —insinuó una de las encargadas de concretar la parte de matemáticas, con una sonrisa de súbita iluminación—. Ahora veo que los criterios de evaluación que las enseñanzas mínimas de 2006 establecieron eran una auténtica barbaridad.

Se aclaró la garganta y, con gesto dramático, leyó en voz alta un extracto del currículo de la época:

—Fijaos en este criterio para primero de ESO: los estudiantes debían aprender a «Utilizar números naturales y enteros y fracciones y decimales sencillos, sus operaciones y propiedades, para recoger, transformar e intercambiar información»(13).

Hizo una pausa para dejar que la atrocidad del texto calara en los presentes.

—¡Y aún hay más! —exclamó, con los ojos como platos—. Se especificaba que se debía prestar especial atención a valorar, en casos sencillos, la competencia en el uso de operaciones combinadas como síntesis de la secuencia de operaciones aritméticas.

—¡Qué barbaridad! —dijo, llevándose una mano al pecho mientras sacudía la cabeza—.

Luego, enderezándose en su silla, añadió con solemnidad:

—Ahora lo entiendo. Para que no se identifique el criterio de evaluación con el contenido… —se corrigió inmediatamente—. Perdón, aún me traiciona el subconsciente. Quería decir, el saber básico…

Un murmullo de aprobación recorrió la sala.

—Los criterios de evaluación deben referirse a todos y a ningún saber al mismo tiempo —prosiguió con aire magistral—. Por ejemplo, en vez de aquella aberración de 2006, es mucho mejor decir que el alumno debe «Aplicar herramientas y estrategias apropiadas que contribuyan a la resolución de problemas»(14) y «Comprobar la corrección matemática de las soluciones de un problema»(15).

Miró a su alrededor con orgullo y añadió:

—Da igual de qué problema se trate: de álgebra, de probabilidad, de aritmética, o de cualquier otra área matemática. Lo importante es que el criterio no especifique saberes concretos.

Algunos asentían con admiración. Otros tomaban notas con avidez.

—Claro que —continuó, con un leve gesto de inquietud—, quizás algún profesor se pregunte si un alumno competente para comprobar la corrección matemática de las soluciones de un problema de geometría transferirá dicha competencia a uno de estadística, aunque sean saberes tan diferentes.

Se encogió de hombros.

—Pero si aún duda… si todavía cree que no se puede ser competente en algo de lo que no se sabe por transferencia, es que aún no ha aceptado la superioridad de las competencias en educación.

Silencio.

Reflexión.

Iluminación colectiva.

—Por otro lado —prosiguió con un destello de inspiración—, dado que las matemáticas provocan malestar a los alumnos, podríamos incluir un criterio de evaluación para que los profesores se centren en valorar y corregir las emociones negativas que genera resolver un problema de aritmética.

Algunos se inclinaron hacia adelante, intrigados.

—No vaya a ser que, en su afán por ayudarlos, se les ocurra justamente enseñar aritmética para que mejore su autoconcepto matemático.

Una risa contenida recorrió la sala.

—Propongo que los docentes evalúen si los alumnos gestionan «las emociones propias, desarrollan el autoconcepto matemático como herramienta y generan expectativas positivas ante nuevos retos matemáticos»(16).

Los presentes intercambiaron miradas cómplices. Entonces alguien preguntó con cautela:

—Pero, si los profesores valoran negativamente el autoconcepto matemático de un alumno, ¿no estarían logrando el efecto contrario al deseado? Quiero decir, si un estudiante ya cree que no es bueno en matemáticas, difícilmente mejorará su autoconcepto si su profesor lo califica negativamente en este criterio por considerar que tiene una percepción deficiente de sus habilidades. ¡Buf! ¡Qué lío!

El gran ideólogo sonrió con indulgencia.

—¡Ah, pero ahí está la magia de la evaluación formadora! —proclamó con entusiasmo—. No se trata de penalizar al alumno por tener un autoconcepto bajo, sino de ayudarle a tomar conciencia de su necesidad de mejora.

Hizo una pausa estratégica y luego continuó:

—Si un estudiante obtiene una valoración negativa en este criterio, no es porque lo estemos castigando, sino porque estamos identificando una carencia en su desarrollo personal. Y una vez identificada, podremos intervenir para que transforme su percepción de sí mismo.

Miró a su alrededor, detectando algunas miradas dubitativas.

—Es como un círculo virtuoso —insistió—. Si le hacemos ver que su autoconcepto matemático es insuficiente, entenderá que debe fortalecerlo. Y cuando lo fortalezca, lo reconoceremos con una mejor calificación.

Los presentes asintieron lentamente. Algunos, convencidos. Otros, atrapados en la lógica inapelable de aquel nuevo paradigma.

—Y esto me ha hecho pensar —continuó, con el tono de quien acaba de resolver un problema filosófico milenario— que deberíamos crear criterios de evaluación en todas las áreas y materias que reflejen si los alumnos saben trabajar en equipo.

Se detuvo un instante y, con una teatralidad medida, añadió:

—Ya que estamos en matemáticas, os mostraré un ejemplo. En el primer ciclo de primaria, establecemos como criterio de evaluación que los alumnos sean competentes para «Participar respetuosamente en el trabajo en equipo, estableciendo relaciones saludables basadas en el respeto, la igualdad y la resolución pacífica de conflictos»(17).

Se inclinó sobre la mesa y miró a sus compañeros con expectación.

—¿No es magnífico?

Un aplauso sordo, compuesto de asentimientos y sonrisas satisfechas, recorrió la sala. La ingeniería educativa avanzaba con paso firme.

Lógicamente, habría que complicarlo un poco más en tercero y cuarto de primaria. Así que, en el segundo ciclo, ya no bastaría con que los alumnos participaran, sino que tendrían que trabajar de forma activa y comunicarse respetando la diversidad del grupo:

—«Trabajar en equipo activa y respetuosamente, comunicándose adecuadamente, respetando la diversidad del grupo y estableciendo relaciones saludables basadas en la igualdad y la resolución pacífica de conflictos»(18).

Los presentes asintieron, impresionados por la sutileza de la progresión.

—Y en quinto y sexto de primaria, añadiremos que tengan iniciativa y muestren empatía —continuó, elevando la apuesta—:

—«Trabajar en equipo activa, respetuosa y responsablemente, mostrando iniciativa, comunicándose de forma efectiva, valorando la diversidad, mostrando empatía y estableciendo relaciones saludables basadas en el respeto, la igualdad y la resolución pacífica de conflictos»(19).

Una pausa para la reflexión.

—¿Habéis visto cómo se gradúa la dificultad de un criterio de evaluación? ¡Pues manos a la obra!

Uno de los asistentes alzó tímidamente la mano y reflexionó con voz entrecortada:

—Las emociones están presentes en todos los ámbitos de la vida, y no sé si intentar homogeneizarlas y convertirlas en criterios de evaluación no es un poco excesivo. ¿Podrán los maestros evaluar la empatía? ¿Un maestro con poca empatía será capaz de reconocer a un alumno empático? ¿Y no es, en sí mismo, una falta de empatía valorar negativamente la falta de empatía?

Pero la pregunta se quedó flotando en el aire como un problema matemático sin resolver, un enigma sin respuesta, un axioma sin demostración.

El gran ideólogo sostuvo la mirada al interpelante con una mezcla de condescendencia y paciencia infinita.

— La empatía, la resiliencia… Todo se puede evaluar si lo planteamos de la manera adecuada. —reflexionó, paseando la vista por la sala—.

El auditorio guardó silencio. No porque estuvieran convencidos, sino porque comprendieron que la lógica interna de la nueva pedagogía no admitía contradicciones.

—Pensemos en una rúbrica —prosiguió con tono didáctico—. Si el alumno expresa verbalmente comprensión hacia la diversidad del grupo mientras resuelven un reto matemático propio de la vida real, nivel aprendiz. Si, además, lo demuestra en sus interacciones, avanzado. Si llega a emocionarse con las dificultades ajenas, marcamos experto. Ha mostrado empatía en matemáticas.

Un susurro recorrió la sala. Estaban siendo testigos del gran cambio de paradigma educativo que transformaría la educación y el mundo.

Tras meses de arduo trabajo intentando elaborar criterios de evaluación que no pudieran vincularse a saberes básicos específicos, que fueran aplicables a todo y a nada al mismo tiempo y que estuvieran redactados de manera que admitieran múltiples interpretaciones, llegó el momento esperado por todos.

La piedra angular de la nueva arquitectura curricular, el gran desafío del sistema educativo, la solución al problema casi metafísico de la desvinculación entre competencias clave y materias, que ningún currículo había resuelto hasta entonces, estaba a punto de ser revelada.

El gran ideólogo reunió a todos los escribientes y proclamó:

—Ha llegado la hora de la verdad. Todos habéis diseñado competencias específicas para vuestras materias. Es el momento de conectar cada una de ellas con varios descriptores operativos de las competencias clave (20). De este modo, cuando el estudiante adquiera una determinada competencia específica en una materia, estará al mismo tiempo desarrollando diversas parcelas de múltiples competencias clave, y su Perfil de salida será cada vez más completo y robusto, como un árbol que extiende sus ramas en todas direcciones, alimentándose de raíces invisibles que nadie ha visto pero que sostienen todo el bosque….

Un murmullo de admiración se extendió por la sala. Hasta que alguien, con una leve inquietud, alzó la mano.

—¿Pero cómo establecemos esas conexiones? —preguntó la responsable de geografía e historia, con cautela—. Me imagino que tendremos que diseñar una investigación objetiva, válida y fiable que nos permita valorar la correlación existente entre una variable referida a una competencia específica y las variables de los descriptores operativos, ¿no? Aunque, la verdad, ahora mismo me cuesta un poco intuir cómo llevar a cabo tal investigación…

—No te preocupes —respondió el ideólogo con aire magnánimo—. Tampoco es necesaria ninguna sofisticada investigación. Vosotros mismos, que habéis redactado las competencias específicas, podréis hacer la extrapolación. Y con la creatividad que habéis demostrado, estoy seguro de que podréis decidir qué descriptores asociáis a cada competencia de vuestras materias. Sois los expertos.

Un silencio expectante se instaló en la sala. La coordinadora de geografía e historia asintió lentamente, como si tratara de convencerse a sí misma.

—Entonces… —titubeó—, ¿lo hacemos a ojo de buen cubero?

El ideólogo sonrió con indulgencia.

—Llámalo juicio experto, criterio pedagógico o alineación curricular flexible. Lo importante es que el resultado sea coherente en el papel.

Los asistentes intercambiaron miradas. Algunos garabatearon conexiones en sus cuadernos, otros revisaron mentalmente sus competencias específicas, tratando de encontrarles sentido dentro del nuevo entramado.

—Y recordad —añadió el ideólogo, con énfasis—, lo esencial es que todas las competencias específicas de vuestras materias estén relacionadas con al menos cuatro o cinco descriptores operativos de las competencias clave. Cuantas más, mejor.

La encargada de educación física mostró una leve preocupación en su rostro.

—Pero… ¿y si algunas relaciones son un poco forzadas?

—Eso no importa —zanjó el ideólogo—. Lo importante es que parezcan naturales. Como las constelaciones: nosotros trazamos las líneas y, de repente, lo que eran estrellas dispersas se convierten en un dibujo perfectamente reconocible.

Un murmullo de asentimiento recorrió la sala. El diseño curricular avanzaba con la precisión de un mapa celeste: exacto en apariencia, arbitrario en su construcción.

Y así fue como todos los redactores empezaron a relacionar alegremente las competencias de sus materias con los descriptores operativos.

La responsable de educación física, sin embargo, frunció el ceño. Algo no le terminaba de encajar.

—Disculpa —le dijo a una compañera—, mira cómo me queda esto. Resulta que, en nuestra competencia específica dos, los docentes programarán actividades como fútbol gaélico, voleibol, judo o skate. Mediante estas actividades, los alumnos adquirirán la competencia específica de «Adaptar, con progresiva autonomía en su ejecución, las capacidades físicas, perceptivo-motrices y coordinativas, así como las habilidades y destrezas motrices, aplicando procesos de percepción, decisión y ejecución adecuados a la lógica interna y a los objetivos de diferentes situaciones con dificultad variable, para resolver situaciones de carácter motor vinculadas con distintas actividades físicas funcionales, deportivas, expresivas y recreativas, y para consolidar actitudes de superación, crecimiento y resiliencia al enfrentarse a desafíos físicos»(21). Ahora que la leo, la verdad es que muy específica no me ha quedado.

Respiró hondo antes de continuar:

—Esta competencia, la he relacionado con varios descriptores operativos de diferentes competencias clave, pero no lo acabo de ver claro. Por ejemplo, según esto, los alumnos desarrollarán el descriptor número dos de la competencia emprendedora, que dice que el alumno «Evalúa las fortalezas y debilidades propias, haciendo uso de estrategias de autoconocimiento y autoeficacia, y comprende los elementos fundamentales de la economía y las finanzas, aplicando conocimientos económicos y financieros a actividades y situaciones concretas, utilizando destrezas que favorezcan el trabajo colaborativo y en equipo, para reunir y optimizar los recursos necesarios que lleven a la acción una experiencia emprendedora que genere valor»(22).

Levantó la vista con una mueca de escepticismo.

—No sé… Me cuesta ver que practicando judo los alumnos puedan comprender los elementos fundamentales de la economía y las finanzas.

Su compañera le dio una palmadita en el hombro.

—Tranquila, es normal que no lo veamos ni tú ni yo porque no fuimos educadas por competencias. Tú no digas nada. Sonríe y cruza los dedos.

Luego, con voz tranquilizadora, añadió:

—Y no te preocupes, que los de infantil están aún más perdidos. Cuando vieron que tenían que desarrollar la competencia digital y la emprendedora en niños de tres, cuatro y cinco años… casi entran en pánico (23). Lo de la emprendedora no sé cómo lo habrán resuelto, pero para la digital han incluido como saber básico la «alfabetización digital» ¡en infantil!, donde han metido el uso de «aplicaciones y herramientas digitales con distintos fines: creación, comunicación, aprendizaje y disfrute»(24). No sé muy bien cómo encaja esto con las advertencias de las asociaciones de pediatría sobre el uso frecuente de pantallas en niños pequeños, pero quizás haya que dialogar con ellas para explicarles nuestro enfoque. La alfabetización digital antes que la alfabetización a secas… Mejor no pensar demasiado y tener confianza.

Se respiraba un ambiente de satisfacción en aquella gran sala donde el rumbo de la educación iba a cambiar para siempre. Habían creado una perfecta estructura evaluativa piramidal: si conseguías un criterio de evaluación, desarrollabas una competencia específica que, al mismo tiempo, contribuía a adquirir un descriptor operativo. Todo conectado. Un árbol competencial perfectamente enraizado. ¡Era pura ingeniería curricular!

Cuando todos hubieron finalizado, se pusieron a trabajar en la evaluación. Si querían que los docentes evaluaran cada uno de los criterios que habían definido con tanto esfuerzo, debían obligarlos a recopilar evidencias de logro y, sobre todo, a asignar una calificación individual a cada criterio. En caso contrario, de nada servía la estructura creada. La valoración de cada criterio era lo que alimentaba el Perfil de salida, mediante una red de canalizaciones que garantizaban la trazabilidad del aprendizaje, como los acueductos romanos que, con precisión milimétrica, distribuían el agua hasta el último rincón del Imperio, asegurando su prosperidad y funcionamiento (25).

Pero había un problema: no podían establecer por real decreto que los profesores evaluaran cada criterio de forma independiente para alimentar el Perfil de salida de cada alumno. ¡Sería llevar las cosas demasiado lejos!

Entonces, alguien tuvo una idea brillante.

—Dejemos en manos de la administración educativa de cada comunidad autónoma la ejecución del plan. Nosotros simplemente definiremos los criterios de evaluación como «referentes que indican los niveles de desempeño esperados en el alumnado en las situaciones o actividades a las que se refieren las competencias específicas de cada materia o ámbito en un momento determinado de su proceso de aprendizaje»(26).

De este modo, aunque en sus decretos de currículo las administraciones autonómicas no pudieran obligar a los docentes a poner una calificación en cada criterio, siempre podrían encontrar una argucia para lograrlo.

Aplausos. Genialidad pura.

Y así fue como muchas administraciones descubrieron que tenían un arma mucho más potente que la normativa: los programas informáticos oficiales. ¿Quién iba a imaginar que obligar a los docentes a introducir una nota de cada criterio en la aplicación informática no está en la legislación?

—Como los centros educativos deberán emitir un informe final sobre las competencias clave, los forzaremos a registrar calificaciones en cada criterio. De este modo, activaremos la arquitectura curricular que nos permitirá definir, de manera matemática, el Perfil de salida de cada alumno —explicó con gran satisfacción el encargado de este apartado.

Pero algo se les escapaba. O eso parecía.

El escribiente que se encontraba junto a la puerta se levantó de golpe, con el rostro tenso y una expresión preocupada, y exclamó:

—¡La promoción! ¡La titulación! Todo nuestro trabajo puede convertirse en papel mojado si no modificamos la forma en la que los alumnos pasan de curso. Estamos a punto de conseguir que los profesores evalúen las competencias del Perfil de salida desde sus desdibujadas materias y sin centrarse en contenidos, pero si la promoción sigue dependiendo del número de materias suspendidas, no habremos cambiado nada. Si las competencias del Perfil de salida son el verdadero referente, el hecho de aprobar o suspender asignaturas no puede condicionar la promoción. ¿No lo veis?

Dicho esto, se llevó las manos a la cabeza, abrumado por la desesperación.

El gran ideólogo lo observó con compasión. Con voz serena, casi en un susurro, lo calmó diciendo:

—No te preocupes. Ya está resuelto. Será el equipo docente quien decida la promoción y la titulación de los alumnos sin que las materias tengan peso alguno. La única referencia será el nivel competencial alcanzado. Ese, y solo ese, será el gran criterio (27).

Hizo una pausa teatral antes de añadir, con una sonrisa satisfecha:

—Además, con esto no solo lograremos educar competencialmente, sino que mejoraremos la tasa de graduados en ESO y reduciremos el abandono escolar.

Y, alzando las manos hacia el cielo, proclamó:

—¡Así, y solo así, nacerá el ciudadano del siglo XXI!

Y fue de este modo como el gran cambio educativo aconteció. Solo faltaba que los centros de formación del profesorado, fundaciones y organismos pedagógicos afines difundieran el nuevo paradigma, formando a los docentes en la «correcta» interpretación de la normativa y en la aplicación de metodologías acordes con el enfoque competencial.

Si en un futuro cercano los resultados no fueran los esperados, siempre quedaría la opción de responsabilizar a los docentes por unas competencias profesionales insuficientes, su falta de formación, compromiso o inquietud pedagógica…

Y si alguien osara cuestionar la Nueva Educación…

NOTA DEL AUTOR:
Salvo las referencias legales, todo lo relatado es pura ficción. Cualquier parecido con la realidad es mera casualidad… o no.


NOTAS:

(1) Los objetivos de la educación secundaria obligatoria se establecen el artículo 23 de la Ley Orgánica 2/2006, de 3 de mayo, de Educación, modificada por la Ley Orgánica 3/2020, de 29 de diciembre. https://www.boe.es/buscar/act.php?id=BOE-A-2020-17264 

(2) El artículo 11.2 del Real Decreto 217/2022, de 29 de marzo, por el que se establece la ordenación y las enseñanzas mínimas de la Educación Secundaria Obligatoria (https://www.boe.es/buscar/act.php?id=BOE-A-2022-4975), determina: «El Perfil de salida del alumnado al término de la enseñanza básica fija las competencias clave que el alumnado debe haber adquirido y desarrollado al finalizar la enseñanza básica. Constituye el referente último del desempeño competencial, tanto en la evaluación de las distintas etapas y modalidades de la formación básica, como para la titulación de Graduado en Educación Secundaria Obligatoria. Fundamenta el resto de decisiones curriculares, así como las estrategias y orientaciones metodológicas en la práctica lectiva».

(3) Descriptor operativo número 1 de la competencia personal, social y de aprender a aprender de la ESO, establecido en el anexo 1 del Real Decreto 217/2022.

(4) El artículo 24 de la Ley Orgánica 2/2006, de 3 de mayo, de Educación, modificada por la Ley Orgánica 3/2020, de 29 de diciembre, establece que las materias de los cursos de primero a tercero de la etapa de Educación Secundaria Obligatoria (ESO) pueden agruparse en ámbitos. Con el objetivo de que un único docente, independientemente de su especialidad, pueda impartir todas las materias del ámbito, el artículo 2.5 del Real Decreto 286/2023, de 18 de abril, que regula la asignación de materias en la ESO y Bachillerato, dispone lo siguiente: «Los ámbitos resultantes de la agrupación de materias en los tres primeros cursos de la Educación Secundaria Obligatoria (…) serán impartidos por personal funcionario de los cuerpos de catedráticos de enseñanza secundaria y de profesores de enseñanza secundaria de alguna de las especialidades que tengan atribución docente para impartir cualquiera de las materias que se integran en dichos ámbitos». (https://www.boe.es/buscar/act.php?id=BOE-A-2023-9553)

(5) Artículo 2, letra f de los reales decretos que establecen las enseñanzas mínimas en las etapas de la educación básica (Real Decreto 157/2022 y Real Decreto 217/2022).

(6) El artículo 10 del Real Decreto 157/2022 y el artículo 12 del Real Decreto 217/2022, establecen que: “Para la adquisición y desarrollo, tanto de las competencias clave como de las competencias específicas, el equipo docente planificará situaciones de aprendizaje en los términos que dispongan las administraciones educativas”.

(7) Anexo III del Real Decreto 157/2022 y del Real Decreto 217/2022.

(8) La Disposición final primera del Real Decreto 157/2022 y del Real Decreto 217/2022 establecen: «El anexo III carece del carácter de normativa básica». 

(9) Artículo 6 de la LOE-LOMLOE.

(10) Artículo 2 del Real Decreto 157/2022 y del Real Decreto 217/2022.

(11) Criterio de evaluación número 11 de Ciencias de la Naturaleza, Anexo I del Real Decreto 1007/1991, de 14 de junio, por el que se establecen las enseñanzas mínimas correspondientes a la Educación Secundaria Obligatoria. https://www.boe.es/boe/dias/1991/06/26/pdfs/C00035-00077.pdf

(12) Criterio de evaluación número 5.2 de Biología y geología, anexo II del Real Decreto 217/2022.

(13) Criterio de evaluación número 1, Anexo I, Matemáticas, Real Decreto 1631/2006, de 29 de diciembre, por el que se establecen las enseñanzas mínimas correspondientes a la Educación Secundaria Obligatoria. https://www.boe.es/buscar/act.php?id=BOE-A-2007-238  

(14) Criterio de evaluación número 1.2, primero a tercero de matemáticas, Anexo 1, Real Decreto 217/2022.

(15) Criterio de evaluación número 2.1, primero a tercero de matemáticas, Anexo 1, Real Decreto 217/2022.

(16) Criterio de evaluación número 9.1, primero a tercero de matemáticas, Anexo 1, Real Decreto 217/2022

(17) Criterio de evaluación número 8.1, primer ciclo, Matemáticas, Anexo II, Real Decreto 157/2022.

(18) Criterio de evaluación número 8.1, segundo ciclo, Matemáticas, Anexo II, Real Decreto 157/2022.

(19) Criterio de evaluación número 8.1, tercer ciclo, Matemáticas, Anexo II, Real Decreto 157/2022.

(20) El artículo 2 del Real Decreto 157/2022 y del Real Decreto 217/2022 establecen que: «Las competencias específicas constituyen un elemento de conexión entre, por una parte, el Perfil de salida del alumnado, y por otra, los saberes básicos de las materias o ámbitos y los criterios de evaluación».

(21) Competencia específica 2, primero y segundo de ESO, Educación física, Anexo II, Real Decreto 217/2022. 

(22) El descriptor operativo número 2 de la competencia emprendedora, recogido en el Anexo I del Real Decreto 217/2022, se acompaña de una explicación que incluye ejemplos de actividades deportivas para su desarrollo, como fútbol gaélico, ultimate, lacrosse, voleibol, frontenis, pickleball, paladós, rounders, softball, boccia, tiro con arco, judo, esgrima, skate, orientación, gimnasia deportiva o atletismo. Al igual que en el resto de competencias específicas, se establecen conexiones con el Perfil de salida. En este caso, se indica lo siguiente: «Esta competencia específica se conecta con los siguientes descriptores del Perfil de salida: CPSAA4, CPSAA5, CE2, CE3». CPSAA hace referencia a la Competencia personal, social y de aprender a aprender, mientras que CE corresponde a la Competencia emprendedora.

(23) Anexo I del Real Decreto 95/2022, de 1 de febrero, por el que se establece la ordenación y las enseñanzas mínimas de la Educación Infantil. https://www.boe.es/buscar/act.php?id=BOE-A-2022-1654.

(24) La alfabetización digital se incluye como saber básico en el segundo ciclo de educación infantil. En concreto, forma parte del Área 3: Comunicación y Representación de la Realidad (Anexo II del Real Decreto 95/2022). Además, se han establecido criterios de evaluación. Los alumnos deben: «Interactuar con distintos recursos digitales, familiarizándose con diferentes medios y herramientas digitales» (CA 1.4) y «Expresarse de manera creativa, utilizando diversas herramientas o aplicaciones digitales intuitivas y visuales» (CA 3.7).

(25) Ninguno de los conceptos del entramado pedagógico establecido en los reales decretos que desarrollan la educación básica según la Ley Orgánica 3/2020, de 29 de diciembre, por la que se modifica la Ley Orgánica 2/2006, de 3 de mayo, de Educación (Real Decreto 157/2022 y Real Decreto 217/2022), se encuentra en la propia ley. En el texto de la LOMLOE no se mencionan el Perfil de salida, las competencias clave, las competencias específicas, los descriptores operativos, los saberes básicos ni las situaciones de aprendizaje.

(26) Artículo 2, letra d de los reales decretos que establecen las enseñanzas mínimas en las etapas de la educación básica (Real Decreto 157/2022 y Real Decreto 217/2022).

(27) El artículo 11.2 del Real Decreto 217/2022 establece que el Perfil de salida «Constituye el referente último del desempeño competencial (…) en la evaluación de las distintas etapas». Por su parte, el artículo 16 determina que «Las decisiones sobre la promoción del alumnado de un curso a otro serán adoptadas, de forma colegiada, por el equipo docente, atendiendo al grado de consecución de los objetivos y de adquisición de las competencias establecidas y a la valoración de las medidas que favorezcan el progreso del alumno o la alumna».


© 2025 Miguel Ángel Tirado Ramos, Associació OCRE
Título: La evaluación prodigiosa: Una distopía sobre cómo se gestó la evaluación en la LOMLOE 

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https://creativecommons.org/licenses/by-nc-sa/4.0/deed.es  

ISBN: 978-84-09-72282-2 

L’avaluació prodigiosa: Una distopia sobre com es va gestar l’avaluació en la LOMLOE

L’avaluació prodigiosa

Una distopia sobre com es va gestar l’avaluació en la LOMLOE

Miguel Ángel Tirado Ramos

Hi havia una vegada uns governants obstinats a modelar un determinat perfil de ciutadà a través de l’educació, convençuts de la superioritat d’uns mètodes pedagògics que consideraven innovadors. Per a això, van aprovar una nova llei educativa, la LOMLOE (2020), que derogava l’anterior (LOMCE, 2013) i, al seu torn, modificava la LOE (2006), en una rocambolesca carambola normativa digna d’un prestidigitador legislatiu. Amb aquesta nova llei, aspiraven a instaurar un autèntic canvi de paradigma educatiu.

Una escola vertaderament moderna havia de deixar arrere la transmissió de coneixements que l’havia definit durant segles —Quin sentit tenia proporcionar informació que es podia trobar en internet o preguntant-li al ChatGPT!?—. En el seu lloc, els alumnes havien de convertir-se en constructors actius del seu propi aprenentatge, guiats pels seus interessos i acompanyats pel mestre en el desenvolupament d’habilitats emocionals, interpersonals i comunicatives. A més, aquestes competències, juntament amb el lideratge i la capacitat de treball en equip, eren el veritable tresor que el món empresarial anhelava, perquè prometien major productivitat, un ambient laboral harmoniós i una adaptació fluida a entorns canviants i col·laboratius.

Una vegada aprovada, van reunir un grup d’experts per a elaborar els decrets que establirien els ensenyaments mínims, els quals serien d’obligat compliment perquè les comunitats autònomes desenvoluparen els seus currículums escolars.

Tots reunits en una gran sala van iniciar el treball. Però va bastar una primera lectura de la llei per a què saltaren totes les alarmes. De seguida es van adonar que el currículum seguia organitzat per àrees en Primària i per matèries en Secundària, en lloc d’estructurar-se per competències, com promovia l’OCDE. Com era possible que les Matemàtiques continuaren separades de les Ciències o la Tecnologia? Com podien concebre’s les Ciències Socials com una àrea independent de la Llengua i Literatura o de la Música? Per què l’Educació Plàstica, Visual i Audiovisual continuava sent una matèria aïllada si havia d’abordar-se de manera transversal? Res quadrava.

A més, s’havien oblidat de definir les competències que els alumnes havien d’adquirir durant l’escolarització obligatòria! Una omissió sorprenent, tractant-se precisament de la llei que havia de consagrar l’aprenentatge competencial.

En lloc de definir les competències que els alumnes havien de desenvolupar en finalitzar l’educació bàsica, havien inclòs objectius de fi d’etapa. Es tractava d’un error descomunal: els objectius expressaven capacitats, no competències. Així, per exemple, la llei establia com a objectius de l’ESO que els estudiants havien de ser capaços de «comprendre i expressar amb correcció, oralment i per escrit (…) textos i missatges complexos»; «desenvolupar i consolidar hàbits de disciplina, estudi i treball (…)»; o fins i tot «conèixer, valorar i respectar els aspectes bàsics de la cultura»(1).

—Però si els objectius en forma de capacitats que s’han establit en la LOE-LOMLOE no responen als reptes del segle XXI i no estan expressats en forma de competències, com ho arreglem ara? Com introduïm les competències? —es van preguntar, desesperats, els encarregats de redactar els reials decrets d’ensenyaments mínims.

Va ser llavors quan van decidir inventar un nou concepte: el «Perfil d’eixida»(2), que, encara que no figurava en la llei, sonava molt bé. Va ser així com van dissenyar el model de ciutadà del segle XXI. A través de detallats descriptors operatius, van identificar les competències clau i els aspectes de la personalitat, el pensament i la conducta que els docents havien de modelar al llarg dels deu anys d’escolarització obligatòria.

No importava que la llei orgànica no esmentara el Perfil d’eixida ni els descriptors operatius; aquesta hàbil maniobra legislativa, amb la qual pretenien solucionar l’imprevist legal, responia a un bé moral superior. Qui podria oposar-se al fet que els adolescents isqueren de l’ESO amb competències per a «regular i expressar les seues emocions, enfortint l’optimisme, la resiliència, l’autoeficàcia i la cerca de propòsit i motivació cap a l’aprenentatge, per a gestionar els reptes i canvis i harmonitzar-los amb els seus propis objectius»(3)?

Però aleshores algú va advertir:

—No n’hi ha prou amb definir un Perfil d’eixida. Si els professors continuen ensenyant el que saben, de què serveix? És essencial descompartimentar les assignatures i aconseguir que els docents deixen arrere el model tradicional. No crec que limitar-se a agrupar les matèries en àmbits(4), com proposa la llei, siga suficient. Si realment volem afrontar els reptes d’un futur incert, hem de forçar un canvi metodològic profund. Els docents no han de ser mers transmissors de contingut, sinó guies que acompanyen els estudiants en un procés de construcció del coneixement, basat en projectes globalitzats, cooperatius, autèntics, que se centren en els seus interessos i que siguen significatius i pròxims a la vida real. Només així aconseguirem els objectius 2030 per a un desenvolupament sostenible.

—Tinc la solució! —va exclamar un dels enginyers de la nova estructura curricular—. Crearem un concepte pedagògic nou: les situacions d’aprenentatge! D’aquesta manera, els docents utilitzaran l’aprenentatge basat en projectes, en problemes o en reptes quasi sense adonar-se’n. I, a més, els alumnes estaran motivats i aprendran de manera natural i al seu ritme.

—Quina gran idea! Situacions d’aprenentatge! Però els mestres ancorats en el passat i un mínim coneixement de sintaxi podrien confondre’s i pensar que qualsevol situació en la qual l’alumne aprenga és una situació d’aprenentatge. No canviarem la seua manera d’ensenyar d’aquesta manera. I si les definim com a «situacions i activitats que impliquen el desplegament, per part de l’alumnat, d’actuacions associades a competències clau i competències específiques i que contribueixen a l’adquisició i desenvolupament d’aquestes»(5)? —va reflexionar un dels presents.

—No estic segura que aconseguim molt definint una situació com una situació, no us sembla? Així no aconseguirem l’anhelat canvi metodològic ni l’enfocament competencial que busquem —es va escoltar des del fons de la sala—. Siguem clars: com aconseguim que els docents abandonen l’ensenyament basat en continguts i dediquen els seus esforços a dissenyar projectes globalitzats en forma de situacions d’aprenentatge?

—Ja ho tinc! —va exclamar un altre—. En un article dels reials decrets direm que les situacions d’aprenentatge han de ser planificades pels equips docents (6); així desestructurarem les matèries. I, a més, en l’annex III detallarem que les situacions d’aprenentatge són projectes col·laboratius, encara que utilitzem eufemismes per a dir-ho sense dir-ho (7).

En eixe moment, algú va advertir:

—La idea és bona, però… si establim les situacions d’aprenentatge com a mètode d’ensenyament en els reials decrets i aquests són d’obligat compliment, no estarem vulnerant l’autonomia pedagògica que la pròpia llei atorga als centres en el seu article 120? No estaríem interferint en la funció docent que l’article 91 atorga al professorat i en el dret fonamental a la llibertat de càtedra?

—Tens raó —va admetre el gran ideòleg al comandament del grup d’experts—. Ho resoldrem amb un truc normatiu. Per a què ningú s’adone que l’annex III, on descriurem les situacions d’aprenentatge, no és obligatori, deixarem constància en la disposició final primera que aquest annex no té caràcter bàsic i, per tant, és orientatiu (8). Potser algú advertirà que les situacions d’aprenentatge, enteses com a projectes, no formen part de la normativa bàsica quan estan en un reial decret d’ensenyaments mínims? La majoria de les CCAA adoptarà la nostra concepció de les situacions d’aprenentatge, no ho dubteu.

Els redactors dels reials decrets ja havien resolt l’oblit de no determinar les competències en la llei inventant el Perfil d’eixida. A més, amb un malabarisme normatiu, s’havien immiscuït en la metodologia. D’aquesta forma, les CCAA que ho desitjaren podien imposar l’aprenentatge basat en projectes disfressat de situacions d’aprenentatge en totes les àrees i etapes, encara que no estigueren obligades.

No obstant això, quedava un cap important sense lligar. Si realment volien que l’ensenyament fora competencial, els continguts havien de desaparéixer de la ment dels docents. Però sorgia un obstacle: la pròpia llei incorporava els continguts com a part del currículum! Així, en la LOE-LOMLOE, el currículum es definia com el «conjunt d’objectius, competències, continguts, mètodes pedagògics i criteris d’avaluació (…)»(9).

Llavors, algú que havia llegit la reveladora obra 1984 de George Orwell i coneixia el poder del llenguatge per a modificar el pensament va proposar crear un nou concepte: els «sabers bàsics». I, per a no contradir la llei, ho van definir com: «Coneixements, destreses i actituds que constitueixen els continguts propis d’una àrea o àmbit i l’aprenentatge del qual és necessari per a l’adquisició de les competències específiques»(10).

—A partir d’ara, ningú parlarà de continguts mai més, van pensar.

D’una plomada i amb un magistral acte d’il·lusionisme, havien aconseguit esborrar la paraula continguts, la culpable de la memorització enciclopèdica a la qual l’escola tradicional sotmetia els xiquets.

Tot transcorria amb aparent harmonia fins que, en un moment d’alleujament per les decisions preses, una col·laboradora es va atrevir a preguntar:

—Tenim evidències empíriques sòlides que recolzen de manera clara l’enfocament metodològic que hem decidit imposar?

De sobte, el silenci es va apoderar tenebrosament de la sala, i tot seguit es va fer com si res no hagués passat.

Amb el Perfil d’eixida establit, el canvi metodològic assegurat i els continguts disfressats de sabers bàsics, només faltava definir l’avaluació. No era una tasca senzilla. En una llei on els docents avaluen per matèries, com se sap en quin grau ha aconseguit cada alumne les competències clau del Perfil d’eixida?

Les ments pedagògiques més brillants van començar a idear el que seria reconegut com la gran obra de l’enginyeria avaluadora de la LOMLOE. Així van crear una superestructura en la qual les huit competències clau del Perfil d’eixida es van convertir en l’objectiu final de l’aprenentatge. El seu grau de desenvolupament es valorava a través dels 34 descriptors operatius que depenien d’elles.

Per a vincular les matèries amb aquests descriptors, van introduir un nou concepte: les «competències específiques», de les quals van començar a penjar «criteris d’avaluació» que havien de servir als docents per a valorar si els alumnes estaven en el camí adequat per a convertir-se en ciutadans del segle XXI.

Però, clar, quan els redactors de cada matèria es van posar a la feina, van començar a sorgir molts dubtes…

Un dels encarregats de redactar els criteris de ciències va alçar la mà i va preguntar:

—Com elaborem els criteris d’avaluació? Prenem com a referència els dels reials decrets d’ensenyaments mínims anteriors? És que molts criteris d’avaluació són bastant clars i poden ser una magnífica orientació per al professorat. Per exemple, ací tinc este, triat a l’atzar del currículum de 1991. Val que és molt antic, però crec que pot ser útil. Diu que els alumnes d’ESO han de ser capaços de «Explicar els processos fonamentals que ocorren en els aliments des de la seua ingestió fins a la seua arribada i aprofitament en les cèl·lules i justificar, a partir d’ells, uns hàbits alimentaris i d’higiene saludables, independents de pràctiques consumistes inadequades»(11).

El redactor va fer una pausa, va mirar al seu voltant i va continuar amb entusiasme:

—A més, és supercompetencial, ja que els professors de biologia i geologia avaluaran si els estudiants coneixen de manera general les funcions de cadascun dels aparells (digestiu, respiratori, circulatori i excretor) i la relació existent entre ells. Fins i tot aquest criteri aborda les raons per les quals convé adoptar hàbits alimentaris i d’higiene individual i col·lectiva per a gaudir d’un estat saludable i previndre alteracions i malalties.

Es va inclinar lleugerament sobre la taula i va afegir, amb gest pensatiu:

—Encara que, ara que ho llig bé… és cert que demana que els alumnes expliquen i justifiquen coses que han d’ensenyar-se, i això xoca amb el nostre plantejament metodològic.

Va mirar a la resta de l’equip amb expressió preocupada, com qui acaba de descobrir un parany invisible en un contracte.

—Que difícil és això! —va exclamar, passant-se la mà pel cap—. Com ensenyar sense ensenyar!?

Es va fer un silenci a la sala. Alguns van gargamellejar, uns altres van baixar la vista, evitant el contacte visual. Fins que, finalment, el cap del projecte, amb la paciència d’un visionari que guia als seus deixebles, es va alçar, va entrellaçar les mans i, amb veu solemne, va proclamar:

—Veig que no ho heu entés.

La tensió es va fer palpable.

—Els criteris d’avaluació —va continuar amb to didàctic— han d’estar redactats de tal forma que la seua formulació no insinue els sabers bàsics que han d’ensenyar-se. Han de ser prou abstractes per a què un mateix criteri d’avaluació puga desplegar sabers bàsics molt diversos.

Es va detindre un instant per a assegurar-se que el seu missatge calava. Després, amb un somriure tranquil·litzador, va prosseguir:

—Recordeu que el que pretenem és que els docents se centren en desenvolupar competències i no a transmetre coneixements.

Alguns van assentir amb admiració. Uns altres van prendre notes frenèticament, com si estigueren en presència d’un líder revolucionari.

—Per exemple —va continuar el gran ideòleg, amb la seguretat de qui revela un truc magistral—, en comptes d’eixe criteri que esmentaves sobre els processos implicats en l’alimentació, és millor que el criteri d’avaluació diga: «Proposar i adoptar hàbits saludables, analitzant les accions pròpies i alienes amb actitud crítica i a partir de fonaments fisiològics»(12).

Va fer una pausa per a què tots assimilaren la magnitud de la troballa.

—Així és molt més genèric —va explicar—, caben sabers bàsics molt més variats, que els professors poden incorporar en les seues situacions d’aprenentatge segons els interessos dels alumnes. A més, podran aplicar el Disseny Universal per a l’Aprenentatge i personalitzar la proposta educativa sense haver de cenyir-se a continguts estàtics com els aparells del cos humà o els processos digestius.

D’aquesta manera, cada alumne podrà abordar el tema des de la seua pròpia perspectiva, al seu ritme, i amb els recursos que millor s’adapten al seu estil d’aprenentatge.

El redactor de ciències va arrufar les celles. Es va remoure en el seu seient. Alguna cosa no acabava d’encaixar.

—Però… —es va atrevir a dir amb una certa cautela—, com van els professors a saber si un estudiant ha adoptat hàbits saludables? Haurien d’avaluar les seues conductes alimentàries i de descans, el seu nivell d’activitat física i el seu benestar emocional en la seua vida quotidiana fora del centre escolar.

Alguns van intercanviar mirades incòmodes.

—No exigeix això avaluar conductes privades i familiars? —va insistir—. És just? Pot l’escola controlar i responsabilitzar-se dels hàbits que depenen fonamentalment del context familiar?

El silenci va caure com una llosa. Tots van mirar el cap del projecte. Aquest va observar l’agosarat amb la condescendència de qui sap que el seu interlocutor ha comés un error, però està disposat a perdonar-lo.

El redactor, en adonar-se de la inconveniència del seu qüestionament, va baixar la mirada.

Va fer un gest de disculpa amb les mans, expressant penediment.

—No tornarà a succeir —va murmurar.

El cap del projecte va assentir amb benevolència.

—Seguim —va ordenar.

I així, sense més, el problema va quedar resolt.

—D’acord, ho he comprés —va insinuar una de les encarregades de concretar la part de matemàtiques, amb un somriure de sobtada il·luminació—. Ara veig que els criteris d’avaluació que els ensenyaments mínims de 2006 van establir eren una autèntica barbaritat.

Es va aclarir la gola i, amb gest dramàtic, va llegir en veu alta un extracte del currículum de l’època:

—Fixeu-vos en aquest criteri per a primer d’ESO: els estudiants havien d’aprendre a «Utilitzar nombres naturals i enters i fraccions i decimals senzills, les seues operacions i propietats, per a recollir, transformar i intercanviar informació»(13).

Va fer una pausa per a deixar que l’atrocitat del text calara en els presents.

—I encara hi ha més! —va exclamar, amb els ulls com a plats—. S’especificava que s’havia de prestar especial atenció a valorar, en casos senzills, la competència en l’ús d’operacions combinades com a síntesi de la seqüència d’operacions aritmètiques.

—Quina barbaritat! —va dir, emportant-se una mà al pit mentre sacsejava el cap—.

Després, redreçant-se en la seua cadira, va afegir amb solemnitat:

—Ara ho entenc. Per a què no s’identifique el criteri d’avaluació amb el contingut… —es va corregir immediatament—. Perdó, encara em traeix el subconscient. Volia dir, el saber bàsic…

Un murmuri d’aprovació va recórrer la sala.

—Els criteris d’avaluació han de referir-se a tots i a cap saber al mateix temps —va prosseguir amb aire magistral—. Per exemple, en comptes d’aquella aberració de 2006, és molt millor dir que l’alumne ha de «Aplicar eines i estratègies apropiades que contribuïsquen a la resolució de problemes»(14) i «Comprovar la correcció matemàtica de les solucions d’un problema»(15).

Va mirar al seu voltant amb orgull i va afegir:

—És igual de quin problema es tracte: d’àlgebra, de probabilitat, d’aritmètica, o de qualsevol altra àrea matemàtica. L’important és que el criteri no especifique sabers concrets.

Alguns assentien amb admiració. Uns altres prenien notes amb avidesa.

—Clar que —va continuar, amb un lleu gest d’inquietud—, potser algun professor es pregunta si un alumne competent per a comprovar la correcció matemàtica de les solucions d’un problema de geometria transferirà aquesta competència a un d’estadística, encara que siguen sabers tan diferents.

Es va encongir de muscles.

—Però si encara dubta… si encara creu que no es pot ser competent en una cosa de la qual no se sap per transferència, és que encara no ha acceptat la superioritat de les competències en educació.

Silenci.

Reflexió.

Il·luminació col·lectiva.

—D’altra banda —va prosseguir amb un centelleig d’inspiració—, atès que les matemàtiques provoquen malestar als alumnes, podríem incloure un criteri d’avaluació per a què els professors se centren en valorar i corregir les emocions negatives que genera resoldre un problema d’aritmètica.

Alguns es van inclinar cap avant, intrigats.

—No siga que, en el seu afany per ajudar-los, se’ls ocórrega justament ensenyar aritmètica per a què millore el seu autoconcepte matemàtic.

Una rialla continguda va recórrer la sala.

—Propose que els docents avaluen si els alumnes gestionen «les emocions pròpies, desenvolupen l’autoconcepte matemàtic com a eina i generen expectatives positives davant nous reptes matemàtics»(16).

Els presents van intercanviar mirades còmplices. Llavors algú va preguntar amb cautela:

—Però, si els professors valoren negativament l’autoconcepte matemàtic d’un alumne, no aconseguirien l’efecte contrari al desitjat? Vull dir, si un estudiant ja creu que no és bo en matemàtiques, difícilment millorarà el seu autoconcepte si el seu professor el qualifica negativament en aquest criteri per considerar que té una percepció deficient de les seues habilitats. Buf! Quin embolic!

El gran ideòleg va somriure amb indulgència.

—Ah, però ací està la màgia de l’avaluació formadora! —va proclamar amb entusiasme—. No es tracta de penalitzar l’alumne per tindre un autoconcepte baix, sinó d’ajudar-lo a prendre consciència de la seua necessitat de millora.

Va fer una pausa estratègica i després va continuar:

—Si un estudiant obté una valoració negativa en aquest criteri, no és perquè l’estiguem castigant, sinó perquè identifiquem una manca en el seu desenvolupament personal. I una vegada identificada, podrem intervindre per a què transforme la seua percepció de si mateix.

Va mirar al seu voltant, detectant algunes mirades dubitatives.

—És com un cercle virtuós —va insistir—. Si li fem veure que el seu autoconcepte matemàtic és insuficient, entendrà que ha d’enfortir-ho. I quan l’enfortisca, ho reconeixerem amb una millor qualificació.

Els presents van assentir lentament. Alguns, convençuts. Uns altres, atrapats en la lògica inapel·lable d’aquell nou paradigma.

—I això m’ha fet pensar —va continuar, amb el to de qui acaba de resoldre un problema filosòfic mil·lenari— que hauríem de crear criteris d’avaluació en totes les àrees i matèries que reflectisquen si els alumnes saben treballar en equip.

Es va detindre un instant i, amb una teatralitat mesurada, va afegir:

—Ja que estem en matemàtiques, us mostraré un exemple. En el primer cicle de primària, establim com a criteri d’avaluació que els alumnes siguen competents per a «Participar respectuosament en el treball en equip, establint relacions saludables basades en el respecte, la igualtat i la resolució pacífica de conflictes»(17).

Es va inclinar sobre la taula i va mirar els seus companys amb expectació.

—No és magnífic?

Un aplaudiment sord, compost d’assentiments i somriures satisfets, va recórrer la sala. L’enginyeria educativa avançava amb pas ferm.

Lògicament, caldria complicar-ho un poc més en tercer i quart de primària. Així que, en el segon cicle, ja no bastaria que els alumnes participaren, sinó que haurien de treballar de manera activa i comunicar-se respectant la diversitat del grup:

—«Treballar en equip activa i respectuosament, comunicant-se adequadament, respectant la diversitat del grup i establint relacions saludables basades en la igualtat i la resolució pacífica de conflictes»(18).

Els presents van assentir, impressionats per la subtilesa de la progressió.

—I en cinquè i sisè de primària, afegirem que tinguen iniciativa i mostren empatia —va continuar, elevant l’aposta—:

—«Treballar en equip activa, respectuosa i responsablement, mostrant iniciativa, comunicant-se de manera efectiva, valorant la diversitat, mostrant empatia i establint relacions saludables basades en el respecte, la igualtat i la resolució pacífica de conflictes»(19).

Una pausa per a la reflexió.

—Heu vist com es gradua la dificultat d’un criteri d’avaluació? Doncs som-hi!

Un dels assistents va alçar tímidament la mà i va reflexionar amb veu entretallada:

—Les emocions són presents en tots els àmbits de la vida, i no sé si intentar homogeneïtzar-les i convertir-les en criteris d’avaluació no és un poc excessiu. Podran els mestres avaluar l’empatia? Un mestre amb poca empatia serà capaç de reconéixer a un alumne empàtic? I no és, en si mateix, una falta d’empatia valorar negativament la falta d’empatia?

Però la pregunta es va quedar surant en l’aire com un problema matemàtic sense resoldre, un enigma sense resposta, un axioma sense demostració.

El gran ideòleg va sostindre la mirada a l’interpel·lant amb una mescla de condescendència i paciència infinita.

— L’empatia, la resiliència… Tot es pot avaluar si ho plantegem de la manera adequada. —va reflexionar, passejant la vista per la sala—.

L’auditori va guardar silenci. No perquè estigueren convençuts, sinó perquè van comprendre que la lògica interna de la nova pedagogia no admetia contradiccions.

—Pensem en una rúbrica —va prosseguir amb to didàctic—. Si l’alumne expressa verbalment comprensió cap a la diversitat del grup mentre resolen un repte matemàtic propi de la vida real, nivell aprenent. Si, a més, ho demostra en les seues interaccions, avançat. Si arriba a emocionar-se amb les dificultats alienes, marquem expert. Ha mostrat empatia en matemàtiques.

Un xiuxiueig es va estendre per la sala. Estaven sent testimonis del gran canvi de paradigma educatiu que transformaria l’educació i el món.

Després de mesos d’ardu treball intentant elaborar criteris d’avaluació que no pogueren vincular-se a sabers bàsics específics, que foren aplicables a tot i a res al mateix temps i que estigueren redactats de manera que admeteren múltiples interpretacions, va arribar el moment esperat per tots.

La pedra angular de la nova arquitectura curricular, el gran desafiament del sistema educatiu, la solució al problema quasi metafísic de la desvinculació entre competències clau i matèries, que cap currículum havia resolt fins llavors, estava a punt de ser revelada.

El gran ideòleg va reunir tots els escrivents i va proclamar:

—Ha arribat l’hora de la veritat. Tots heu dissenyat competències específiques per a les vostres matèries. És el moment de connectar cadascuna d’elles amb diversos descriptors operatius de les competències clau (20). D’aquesta manera, quan l’estudiant adquirisca una determinada competència específica en una matèria, estarà al mateix temps desenvolupant diverses parcel·les de múltiples competències clau, i el seu Perfil d’eixida serà cada vegada més complet i robust, com un arbre que estén les seues branques en totes direccions, alimentant-se d’arrels invisibles que ningú no ha vist però que sostenen tot el bosc….

Un murmuri d’admiració va recórrer la sala. Fins que algú, amb una lleu inquietud, va alçar la mà.

—Però com establim eixes connexions? —va preguntar la responsable de geografia i història, amb cautela—. M’imagine que haurem de dissenyar una investigació objectiva, vàlida i fiable que ens permeta valorar la correlació existent entre una variable referida a una competència específica i les variables dels descriptors operatius, no? Encara que, la veritat, ara mateix em costa un poc intuir com dur a terme tal investigació…

—No et preocupes —va respondre l’ideòleg amb aire magnànim—. Tampoc és necessària cap sofisticada investigació. Vosaltres mateixos, que heu redactat les competències específiques, podreu fer l’extrapolació. I amb la creativitat que heu demostrat, estic segur que podreu decidir quins descriptors associeu a cada competència de les vostres matèries. Sou els experts.

Un silenci expectant es va instal·lar a la sala. La coordinadora de geografia i història va assentir lentament, com si tractara de convèncer-se a si mateixa.

—Llavors… —va titubejar—, ho fem a ull?

L’ideòleg va somriure amb indulgència.

—Anomena-ho judici expert, criteri pedagògic o alineació curricular flexible. L’important és que el resultat siga coherent en el paper.

Els assistents van intercanviar mirades. Alguns van gargotejar connexions en els seus quaderns, uns altres van revisar mentalment les seues competències específiques, tractant de trobar-los sentit dins del nou entramat.

—I recordeu —va afegir l’ideòleg, amb èmfasi—, l’essencial és que totes les competències específiques de les vostres matèries estiguen relacionades amb almenys quatre o cinc descriptors operatius de les competències clau. Quantes més, millor.

L’encarregada d’educació física va mostrar una lleu preocupació en el seu rostre.

—Però… i si algunes relacions són un poc forçades?

—Això no importa —va resoldre l’ideòleg—. L’important és que semblen naturals. Com les constel·lacions: nosaltres tracem les línies i, de sobte, el que eren estreles disperses es converteixen en un dibuix perfectament recognoscible.

Un murmuri d’assentiment va recórrer la sala. El disseny curricular avançava amb la precisió d’un mapa celeste: exacte en aparença, arbitrari en la seua construcció.

I així va ser com tots els redactors van començar a relacionar alegrement les competències de les seues matèries amb els descriptors operatius.

La responsable d’educació física, no obstant això, va arrufar les celles. Alguna cosa no li acabava d’encaixar.

—Disculpa —li va dir a una companya—, mira com em queda això. Resulta que, en la nostra competència específica dos, els docents programaran activitats com futbol gaèlic, voleibol, judo o skate. Mitjançant aquestes activitats, els alumnes adquiriran la competència específica d’«Adaptar, amb progressiva autonomia en la seua execució, les capacitats físiques, perceptiu-motrius i coordinatives, així com les habilitats i destreses motrius, aplicant processos de percepció, decisió i execució adequats a la lògica interna i als objectius de diferents situacions amb dificultat variable, per a resoldre situacions de caràcter motor vinculades amb diferents activitats físiques funcionals, esportives, expressives i recreatives, i per a consolidar actituds de superació, creixement i resiliència en enfrontar-se a desafiaments físics»(21). Ara que la llig, la veritat és que molt específica no m’ha quedat.

Va respirar profund abans de continuar:

—Aquesta competència, l’he relacionada amb diversos descriptors operatius de diferents competències clau, però no ho acabe de veure clar. Per exemple, segons això, els alumnes desenvoluparan el descriptor número dos de la competència emprenedora, que diu que l’alumne: «Avalua les fortaleses i debilitats pròpies, fent ús d’estratègies d’autoconeixement i autoeficàcia, i comprén els elements fonamentals de l’economia i les finances, aplicant coneixements econòmics i financers a activitats i situacions concretes, utilitzant destreses que afavorisquen el treball col·laboratiu i en equip, per a reunir i optimitzar els recursos necessaris que porten a l’acció una experiència emprenedora que genere valor»(22).

Va alçar la vista amb una ganyota d’escepticisme.

—No sé… Em costa veure que practicant judo els alumnes puguen comprendre els elements fonamentals de l’economia i les finances.

La seua companya li va donar un colpet en el muscle.

—Tranquil·la, és normal que no ho vegem ni tu ni jo perquè no vam ser educades per competències. Tu no digues res. Somriu i encreua els dits.

Després, amb veu tranquil·litzadora, va afegir:

—I no et preocupes, que els d’infantil estan encara més perduts. Quan van veure que havien de desenvolupar la competència digital i l’emprenedora en xiquets de tres, quatre i cinc anys… quasi entren en pànic (23). Això de l’emprenedora no sé com ho hauran resolt, però per a la digital han inclòs com a saber bàsic l’«alfabetització digital», en infantil!, on han ficat l’ús d’«aplicacions i eines digitals amb diferents fins: creació, comunicació, aprenentatge i gaudi»(24). No sé molt bé com encaixa això amb els advertiments de les associacions de pediatria sobre l’ús freqüent de pantalles en xiquets xicotets, però potser cal dialogar amb elles per a explicar-los el nostre enfocament. L’alfabetització digital abans que l’alfabetització a seques… Millor no pensar massa i tindre confiança.

Es respirava un ambient de satisfacció en aquella gran sala on el rumb de l’educació anava a canviar per sempre. Havien creat una perfecta estructura avaluativa piramidal: si aconseguies un criteri d’avaluació, desenvolupaves una competència específica que, al mateix temps, contribuïa a adquirir un descriptor operatiu. Tot connectat. Un arbre competencial perfectament arrelat. Era pura enginyeria curricular!

Quan tots van haver finalitzat, es van posar a treballar en l’avaluació. Si volien que els docents avaluaren cadascun dels criteris que havien definit amb tant d’esforç, havien d’obligar-los a recopilar evidències d’assoliment i, sobretot, a assignar una qualificació individual a cada criteri. En cas contrari, de res servia l’estructura creada. La valoració de cada criteri era el que alimentava el Perfil d’eixida, mitjançant una xarxa de canalitzacions que garantien la traçabilitat de l’aprenentatge, com els aqüeductes romans que, amb precisió mil·limètrica, distribuïen l’aigua fins a l’últim racó de l’Imperi, assegurant la seua prosperitat i funcionament (25).

Però hi havia un problema: no podien establir per reial decret que els professors avaluaren cada criteri de manera independent per a alimentar el Perfil d’eixida de cada alumne. Seria portar les coses massa lluny!

Aleshores, algú va tindre una idea brillant.

—Deixem en mans de l’administració educativa de cada comunitat autònoma l’execució del pla. Nosaltres simplement definirem els criteris d’avaluació com a «referents que indiquen els nivells d’acompliment esperats en l’alumnat en les situacions o activitats a les quals es refereixen les competències específiques de cada matèria o àmbit en un moment determinat del seu procés d’aprenentatge»(26).

D’aquesta manera, encara que en els seus decrets de currículum les administracions autonòmiques no pogueren obligar els docents a posar una qualificació en cada criteri, sempre podrien trobar una argúcia per a aconseguir-lo.

Aplaudiments. Genialitat pura.

I així va ser com moltes administracions van descobrir que tenien una arma molt més potent que la normativa: els programes informàtics oficials. Qui anava a imaginar que obligar els docents a introduir una nota de cada criteri en l’aplicació informàtica no es trobava en la legislació?

—Com que els centres educatius hauran d’emetre un informe final sobre les competències clau, els forçarem a registrar qualificacions en cada criteri. D’aquesta manera, activarem l’arquitectura curricular que ens permetrà definir, de manera matemàtica, el Perfil d’eixida de cada alumne —va explicar amb gran satisfacció l’encarregat d’aquest apartat.

Però alguna cosa se’ls escapava. O això semblava.

L’escrivent que es trobava al costat de la porta es va alçar de colp, amb el rostre tibant i una expressió preocupada, i va exclamar:

—La promoció! La titulació! Tot el nostre treball pot convertir-se en lletra morta si no modifiquem la forma en la qual els alumnes passen de curs. Estem a punt d’aconseguir que els professors avaluen les competències del Perfil d’eixida des de les seues desdibuixades matèries i sense centrar-se en continguts, però si la promoció continua depenent del nombre de matèries suspeses, no haurem canviat res. Si les competències del Perfil d’eixida són el veritable referent, el fet d’aprovar o suspendre matèries no pot condicionar la promoció. No ho veieu?

Dit això, es va emportar les mans al cap, aclaparat per la desesperació.

El gran ideòleg el va observar amb compassió. Amb veu serena, quasi en un murmuri, el va calmar dient:

—No et preocupes. Ja està resolt. Serà l’equip docent qui decidisca la promoció i la titulació dels alumnes sense que les matèries tinguen cap pes. L’única referència serà el nivell competencial aconseguit. Eixe, i només eixe, serà el gran criteri (27).

Va fer una pausa teatral abans d’afegir, amb un somriure satisfet:

—A més, amb això no sols aconseguirem educar competencialment, sinó que millorarem la taxa de graduats en ESO i reduirem l’abandó escolar.

I, alçant les mans cap al cel, va proclamar:

—Així, i només així, naixerà el ciutadà del segle XXI!

I va ser d’aquesta manera com el gran canvi educatiu va esdevindre. Només faltava que els centres de formació del professorat, fundacions i organismes pedagògics afins difongueren el nou paradigma, formant els docents en la «correcta» interpretació de la normativa i en l’aplicació de metodologies d’acord amb l’enfocament competencial.

Si en un futur pròxim els resultats no foren els esperats, sempre quedaria l’opció de responsabilitzar els docents per mostrar unes competències professionals insuficients, falta de formació, de compromís o d’inquietud pedagògica…

I si algú gosara qüestionar la Nova Educació…

NOTA DE L’AUTOR:
Excepte les referències legals, tot el que he relatat és pura ficció. Qualsevol semblança amb la realitat és mera casualitat… o no.


NOTES:

(1) Els objectius de l’educació secundària obligatòria s’estableixen l’article 23 de la Llei orgànica 2/2006, de 3 de maig, d’Educació, modificada per la Llei orgànica 3/2020, de 29 de desembre. https://www.boe.es/buscar/act.php?id=boe-a-2020-17264

(2) L’article 11.2 del Reial decret 217/2022, de 29 de març, pel qual s’estableix l’ordenació i els ensenyaments mínims de l’Educació Secundària Obligatòria (https://www.boe.es/buscar/act.php?id=boe-a-2022-4975), determina: «El Perfil d’eixida de l’alumnat al final de l’ensenyament bàsic fixa les competències clau que l’alumnat ha d’haver adquirit i desenvolupat en finalitzar l’ensenyament bàsic. Constitueix el referent últim de l’acompliment competencial, tant en l’avaluació de les diferents etapes i modalitats de la formació bàsica, com per a la titulació de Graduat en Educació Secundària Obligatòria. Fonamenta la resta de decisions curriculars, així com les estratègies i orientacions metodològiques en la pràctica lectiva».

(3) Descriptor operatiu número 1 de la competència personal, social i d’aprendre a aprendre de l’ESO, establit en l’annex 1 del Reial decret 217/2022.

(4) L’article 24 de la Llei orgànica 2/2006, de 3 de maig, d’Educació, modificada per la Llei orgànica 3/2020, de 29 de desembre, estableix que les matèries dels cursos de primer a tercer de l’etapa d’Educació Secundària Obligatòria (ESO) poden agrupar-se en àmbits. Amb l’objectiu que un únic docent, independentment de la seua especialitat, puga impartir totes les matèries de l’àmbit, l’article 2.5 del Reial decret 286/2023, de 18 d’abril, que regula l’assignació de matèries en l’ESO i Batxillerat, disposa el següent: «Els àmbits resultants de l’agrupació de matèries en els tres primers cursos de l’Educació Secundària Obligatòria (…) seran impartits per personal funcionari dels cossos de catedràtics d’ensenyament secundari i de professors d’ensenyament secundari d’alguna de les especialitats que tinguen atribució docent per a impartir qualsevol de les matèries que s’integren en aquests àmbits». (https://www.boe.es/buscar/act.php?id=boe-a-2023-9553)

(5) Article 2, lletra f dels reials decrets que estableixen els ensenyaments mínims en les etapes de l’educació bàsica (Reial decret 157/2022 i Reial decret 217/2022).

(6) L’article 10 del Reial decret 157/2022 i l’article 12 del Reial decret 217/2022, estableixen que: “Per a l’adquisició i desenvolupament, tant de les competències clau com de les competències específiques, l’equip docent planificarà situacions d’aprenentatge en els termes que disposen les administracions educatives”.

(7) Annex III del Reial decret 157/2022 i del Reial decret 217/2022.

(8) La Disposició final primera del Reial decret 157/2022 i del Reial decret 217/2022 estableixen: «L’annex III manca del caràcter de normativa bàsica».

(9) Article 6 de la LOE-LOMLOE.

(10) Article 2 del Reial decret 157/2022 i del Reial decret 217/2022.

(11) Criteri d’avaluació número 11 de Ciències de la Naturalesa, Annex I del Reial decret 1007/1991, de 14 de juny, pel qual s’estableixen els ensenyaments mínims corresponents a l’Educació Secundària Obligatòria. https://www.boe.es/boe/dias/1991/06/26/pdfs/c00035-00077.pdf

(12) Criteri d’avaluació número 5.2 de Biologia i geologia, annex II del Reial decret 217/2022.

(13) Criteri d’avaluació número 1, Annex I, Matemàtiques, Reial decret 1631/2006, de 29 de desembre, pel qual s’estableixen els ensenyaments mínims corresponents a l’Educació Secundària Obligatòria. https://www.boe.es/buscar/act.php?id=boe-a-2007-238

(14) Criteri d’avaluació número 1.2, primer a tercer de matemàtiques, Annex 1, Reial decret 217/2022.

(15) Criteri d’avaluació número 2.1, primer a tercer de matemàtiques, Annex 1, Reial decret 217/2022.

(16) Criteri d’avaluació número 9.1, primer a tercer de matemàtiques, Annex 1, Reial decret 217/2022.

(17) Criteri d’avaluació número 8.1, primer cicle, Matemàtiques, Annex II, Reial decret 157/2022.

(18) Criteri d’avaluació número 8.1, segon cicle, Matemàtiques, Annex II, Reial decret 157/2022.

(19) Criteri d’avaluació número 8.1, tercer cicle, Matemàtiques, Annex II, Reial decret 157/2022.

(20) L’article 2 del Reial decret 157/2022 i del Reial decret 217/2022. estableixen que: «Les competències específiques constitueixen un element de connexió entre, d’una banda, el Perfil d’eixida de l’alumnat, i per una altra, els sabers bàsics de les matèries o àmbits i els criteris d’avaluació».

(21) Competència específica 2, primer i segon d’ESO, Educació física, Annex II, Reial decret 217/2022.

(22) El descriptor operatiu número 2 de la competència emprenedora, arreplegat en l’Annex I del Reial decret 217/2022, s’acompanya d’una explicació que inclou exemples d’activitats esportives per al seu desenvolupament, com a futbol gaèlic, ultimate, lacrosse, voleibol, frontenis, pickleball, paladós, rounders, softbol, boccia, tir amb arc, judo, esgrima, skate, orientació, gimnàstica esportiva o atletisme. Igual que en la resta de competències específiques, s’estableixen connexions amb el Perfil d’eixida. En aquest cas, s’indica el següent: «Aquesta competència específica es connecta amb els següents descriptors del Perfil d’eixida: CPSAA4, CPSAA5, CE2, CE3». *CPSAA fa referència a la Competència personal, social i d’aprendre a aprendre, mentre que CE correspon a la Competència emprenedora.

(23) Annex I del Reial decret 95/2022, d’1 de febrer, pel qual s’estableix l’ordenació i els ensenyaments mínims de l’Educació Infantil. https://www.boe.es/buscar/act.php?id=boe-a-2022-1654.

(24) L’alfabetització digital s’inclou com saber bàsic en el segon cicle d’educació infantil. En concret, forma part de l’Àrea 3: Comunicació i Representació de la Realitat (Annex II del Reial decret 95/2022). A més, s’han establit criteris d’avaluació. Els alumnes deuen: «Interactuar amb diferents recursos digitals, familiaritzant-se amb diferents mitjans i eines digitals» (CA 1.4) i «Expressar-se de manera creativa, utilitzant diverses eines o aplicacions digitals intuïtives i visuals» (CA 3.7).

(25) Cap dels conceptes de l’entramat pedagògic establit en els reials decrets que desenvolupen l’educació bàsica segons la Llei orgànica 3/2020, de 29 de desembre, per la qual es modifica la Llei orgànica 2/2006, de 3 de maig, d’Educació (Reial decret 157/2022 i Reial decret 217/2022.), es troba en la pròpia llei. En el text de la LOMLOE no s’esmenten el Perfil d’eixida, les competències clau, les competències específiques, els descriptors operatius, els sabers bàsics ni les situacions d’aprenentatge.

(26) Article 2, lletra d dels reials decrets que estableixen els ensenyaments mínims en les etapes de l’educació bàsica (Reial decret 157/2022 i Reial decret 217/2022).

(27) L’article 11.2 del Reial decret 217/2022 estableix que el Perfil d’eixida «Constitueix el referent últim de l’acompliment competencial (…) en l’avaluació de les diferents etapes». Per la seua banda, l’article 16 determina que «Les decisions sobre la promoció de l’alumnat d’un curs a un altre seran adoptades, de manera col·legiada, per l’equip docent, atés el grau de consecució dels objectius i d’adquisició de les competències establides i a la valoració de les mesures que afavorisquen el progrés de l’alumne o l’alumna».