La verdad, la mentira… y la interpretación de las estadísticas

La Dirección General de Innovación Educativa de la Conselleria de Educación de la Generalitat Valenciana presentó el pasado mes de mayo el resultado de unas pruebas diagnósticas realizadas en 4ª de Primaria y 2º de ESO sobre competencias en lenguas y Matemáticas. Son las conclusiones de las llamadas pruebas AVDI del curso 2023-24. Tienen un carácter informativo, formativo y orientador. Se supone que deben ayudar a los centros, profesorado y familias a entender mejor el rendimiento académico del alumnado. Además, deben permitir identificar factores contextuales que influyen en el aprendizaje y ayudar a diseñar políticas educativas más eficaces y equitativas. Puesto que se realizarán anualmente, los resultados podrán cotejarse con los de años posteriores. La intención parece correcta. Suponemos que se han hecho estas pruebas (y elaborado sus resultados) con rigor.

Pero ¿qué sucede si se presentan los datos obtenidos de forma poco clara? La infografía de la Generalitat Valenciana muestra los resultados, con gráficos menos reveladores de lo que es deseable.

Pasamos a estudiar con atención una de las pantallas que presentan los resultados y evitaremos, entre otras cosas, congratularnos por cifras en color verde, tal y como se hizo en la noticia cuyo titular rezaba: “Más de la mitad del alumnado de la Comunitat Valenciana demuestra un alto rendimiento en Matemáticas y lenguas. (https://www.europapress.es/comunitat-valenciana/noticia-mas-mitad-alumnado-comunitat-valenciana-demuestra-alto-rendimiento-matematicas-lenguas-20250522153335.html)

Tomamos el ejemplo de este resultado: un 52% del alumnado de 2º de ESO tiene un nivel muy alto en comprensión escrita, tal y como resalta la tabla. ¿Es así?

¿Qué quiere decir nivel alto? Los resultados de las pruebas se dividen en seis niveles, pero no se considera el 1º y 2º como bajo, 3º y 4º como medio, y 5º y 6º como nivel alto. Se computa como “alto” el porcentaje que aparece en los niveles 4º, 5º y 6º; bajos son los anteriores, y no hay nivel intermedio. Observamos que los tantos por ciento presentados sumados, no dan 100% pero, aun así, seguimos el análisis.

Hacemos el gráfico de otra forma. Asignamos a los niveles un valor numérico (1-2, 3-4, 5-6, 7-8, 9-10). Cualquier alumno, madre, padre o profesor, entiende estos valores de calificación. Si damos agrupación numérica a los niveles, el resultado es el siguiente:

Ahora no podemos hacer el titular publicado en prensa. No hay un nivel muy alto entre los alumnos 2º ESO en competencia escrita de Lenga castellana. No lo hay porque cualquier docente sabe que el nivel mayoritario de una clase es intermedio y que ese “intermedio”, en estos momentos, es “bastante bajo”, por usar un eufemismo.

Sin embargo, aun creyendo que la estadística presentada refleje la realidad, ¿qué pasa, por ejemplo, con el 48% que tiene un nivel de comprensión escrita en Lengua Castellana bajo a los 12/13 años? ¿No es grave? Nuestro titular al respecto no será de celebración. En el sistema educativo actual y en sus resultados hay mucho que observar, analizar y modificar… y poco que celebrar. Tampoco es de celebrar que los medios de comunicación no nos ayuden a mostrar la realidad con rigor.

Lo peor del caso es que ni la experiencia dentro del aula ni los resultados académicos de los centros avalan ese 52% positivo. Tampoco lo avalan, desgraciadamente como ya sabemos, los resultados de las últimas PAU ni los de las oposiciones para docentes. Y nada nos gustaría más que los adolescentes de este estudio fueran los primeros que tuvieran unos resultados magníficos en sus PAU, pero nos tememos que no será así, según este estudio; a no ser que se cambien ya las políticas educativas. Y desde la asociación OCRE aprovechamos este artículo para seguir ofreciendo, como lo hemos hecho en repetidas ocasiones, la experiencia de asociados en todas las etapas educativas para colaborar en la presentación de propuestas encaminadas a mejorar el sistema educativo de la Comunidad Valenciana y también a nivel estatal. Porque la realidad es que el nivel de nuestros alumnos no es alto y no lo será si no cambiamos el sistema educativo desde su base, si no ponemos como elemento central el conocimiento, el contenido.

Por otra parte, una Administración que realmente aspire a mejorar la calidad educativa, y no solo a exhibir propaganda política, debería publicar los datos en bruto de estas pruebas, anonimizando si fuera necesario los centros. Solo con esa información accesible a la sociedad, investigadores, docentes y familias sería posible un análisis riguroso, contrastar resultados en función de diferentes variables (sexo, Índice Socioeconómico y Cultural…) y detectar las verdaderas debilidades del sistema. Sin transparencia plena, cualquier conclusión oficial corre el riesgo de ser más un ejercicio de marketing que un diagnóstico útil para transformar la educación.
Lo que la prensa interprete como positivo o las cifras oficiales que se presentan como alentadoras son el resultado de la lectura “optimista” de unas estadísticas. Y ya sabemos que existe la verdad, la mentira… y la interpretación de las estadísticas.

 

Autora: Aurora Espín Martínez.

Catedrática de Instituto de Lengua castellana y literatura.

Licenciada en Filología Hispánica, Ciencias de la Información y Literatura Comparada. 

Treinta y tres años de docencia como funcionaria en once institutos públicos.

Asociada de OCRE.

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