Este libro de Ramón Espejo, catedrático de Literatura Norteamericana en la Universidad de Sevilla, es un análisis profundo sobre la situación actual de la enseñanza en España, resultado de un periodo cercano a los dos años recorriendo toda la geografía peninsular e insular a la búsqueda de una amplia variedad de testimonios, muchos de ellos con opiniones muy dispares sobre la educación. Los testimonios son docentes en activo, profesorado jubilado, inspectores de educación y pedagogos.
Aunque el autor refleja fielmente lo que las personas con las que se reúne expresan libremente sobre sus vivencias y concepciones relacionadas con el mundo de la educación, se agradece que también vaya insertando su voz propia en algunos temas, dejándole muy claro al lector cuáles son los principales males que en su opinión nos han llevado al actual estado precario educativo en nuestro país. Se intenta desmontar la actual jerga pedagógica vacua que impera en lo que él mismo llama “el establishment educativo” que ha desembocado, tal y como expresa el mismo título de su obra, en un “laberinto educativo y aprendizaje fake”.
El resultado es un conjunto de opiniones personales, sin cortapisa y en ocasiones muy pasionales, tanto de las personas entrevistadas como las propias del autor. El lector puede formarse una idea muy clara de las diversas concepciones principales que existen en la educación actualmente, y también apreciar la que defiende el autor (spoiler: la misma que defiende el autor de esta reseña y la organización en defensa de una educación de calidad de la que forma parte, la Asociación OCRE).
El libro está organizado, además de una introducción inicial y una conclusión final, en seis capítulos, los cuales agrupan a distintos protagonistas de la realidad educativa, además de un prólogo firmado por Javier Orrico con el revelador título “El gran trampantojo”.
Algunas de las visiones que se repiten entre los diversos testimonios que aparecen y que marcan el hilo conductor de esta obra dan buena cuenta del debate educativo actual, y de las propuestas que docentes y asociaciones como de la que yo formo parte venimos reclamando desde hace ya unos cuantos años. Por ejemplo, muchas de las personas con las que conversa Ramón Espejo se sienten apenadas por una formación académica que con el paso de los años va en declive, y que aunque desde instancias oficiales y oficialistas se aduce a una supuesta protección del bienestar emocional del alumnado para justificar las nefastas medidas adoptadas (y es que las emociones, junto a las nuevas tecnologías y al alumnocentrismo, son tres de los principales fetiches del pedagogismo actual), paradójicamente está produciendo unas generaciones que, a la vista de los datos oficiales, parecen ser de las más infelices y débiles de la historia.
Otra constante muy fuerte en el hilo argumentativo de los testimonios que aparecen en el libro es ver a un conjunto de docentes que se declaran de izquierdas denunciar que hoy en día sea en la escuela privada donde se mantenga un cierto nivel, y que la escuela pública cada vez esté más devaluada tanto a nivel académico como a nivel de comportamiento del alumnado. Muchos de estos profesores con ideas progresistas han tenido que cambiar de opinión con respecto a la enseñanza concertada, que de por sí consideran que atenta contra la calidad del sistema público al fomentar la segregación escolar, pero que en determinados barrios o pueblos es la única garantía para escapar de una educación que tiene muchos objetivos por delante del que debería ser el prioritario: promover una instrucción de calidad basada en la transmisión de conocimiento.
Según algunos de los testimonios del libro, a los cuales quien escribe estas líneas se une, existe una especie de establishment compuesto por las autoridades políticas, los inspectores de educación, la mayoría de sindicatos y un porcentaje demasiado alto de facultades de ciencias de la educación que son los que dominan el discurso educativo actual y los que toman y guían las decisiones que tanto están lastrando la formación de los niños, niñas y jóvenes en nuestro país. Este establishment, con la connivencia de algunos medios de comunicación, presiona al profesorado para que implemente metodologías de la llamada “nueva” educación que son contraproducentes para el aprendizaje del alumnado y que no se sustentan a ojos de la evidencia científica y empírica; un establishment que llega a hostigar al colectivo docente para que apruebe al alumnado independientemente del nivel alcanzado y/o el esfuerzo realizado. Porque detrás de todo esto no hay otra cosa que intentar esconder la dura realidad, hacer creer a la sociedad que no existe un problema educativo maquillando las estadísticas de aprobados y titulados. Desconocemos qué intereses defienden de esta manera, pero lo que está claro es que el de los estudiantes no.
Especialmente bochornosas para quien escribe estas líneas son algunas concepciones erróneas y catastróficas para el aprendizaje del alumnado defendidas por inspectores de educación que aparecen en el libro. Por ejemplo, una inspectora defiende que “hoy en día importa más que los chicos sepan cómo llegar a la información que disponer de los saberes”, es decir, atribuyéndole confianza a las redes sociales como depositarias del conocimiento (porque claro, ya se sabe que toda la información de las redes sociales es fiable, de calidad y está completamente alejada de los extremismos políticos). Por su parte, otro inspector afirma que “la ESO la debería impartir íntegramente el profesorado de primaria” (de ahí a intentar hacer preceptivos los ámbitos educativos hay un estrecho espacio), cargándose así el principio de especialidad y yendo contra lo que dice la investigación, la cual no ha parado de demostrar que lo que mayor impacto positivo tiene en el aprendizaje del alumno es que el docente domine profundamente la materia que enseña. Pero claro, todo esto no desentona en un contexto en el que Pilar Alegría, la propia ministra de educación, hace un par de años manifestaba que “educar acumulando contenidos ya no sirve porque la IA es una realidad”. Sin entrar en la tremenda simplificación de la anterior frase, aparte de mencionar la falta de respeto que lleva consigo hacia la labor del colectivo docente, alguien les debería decir a estos “responsables” políticos y educativos que los contenidos son la base que permiten el pensamiento y las habilidades complejas, y la comprensión de los conceptos.
Muchos de los docentes que protagonizan este libro de Ramón Espejo explican cómo se ven obligados a introducir en el aula prácticas e ideas delirantes, y los que se resisten a ello explican las experiencias vividas por alguno de sus compañeros de claustro. Y todo esto se explica desde el profundo dolor, un dolor que poco a poco va convirtiendo esta bella profesión que es la docencia en una vivencia tensa e irrespirable, lo que hace aumentar el número de profesores vocacionales que abandonan la profesión por puro hastío. Porque son estos profesores, los que más se preocupan por su profesión, los que más sufren en el actual contexto educativo.
También aparecen en el libro testimonios de miembros de la Asociación OCRE, en concreto de los compañeros Susana Navarro, Pepe Sabater e Irene Murcia, quienes forman parte de su junta directiva y se reunieron con Ramón Espejo en el Museo de las Ciencias de Valencia. El relato de mis compañeros se centra en la crítica a los ámbitos educativos, cuya obligatoriedad tumbaron heroicamente en julio de 2022 teniendo que acudir a los tribunales, así como en denunciar que la administración educativa ejerza presión sobre la libertad de cátedra metodológica docente. También se dedica en el apartado a los testimonios de los inspectores un espacio al del compañero Miguel Ángel Tirado Ramos, inspector de educación en las Islas Baleares. Antes hemos dicho que la inspección educativa, lamentablemente, forma parte del establishment, pero por suerte existen maravillosas excepciones, y Miguel Ángel es una de ellas. Miguel Ángel Tirado expresa algunas de sus principales preocupaciones, entre las que está lo que se resume en su ya famosa frase de que “la crisis de lectura es una crisis de cultura” (el desconocimiento del mundo que tienen los alumnos hacen que tengan una mala comprensión lectora), y su acérrima defensa de la escritura como modo para desarrollar el pensamiento crítico en el alumnado.
En este libro se tocan muchos otros temas, como el de las reválidas, la supuesta mejora educativa que provocaría aumentar el gasto público en el sector, el vaciado de contenidos, especialmente de la enseñanza primaria, la baja calidad e incluso desidia y conformismo de buena parte del colectivo docente, el modelo de escuela inclusiva, la formación del profesorado, la burocracia, la evaluación, la repetición, la atención a la diversidad del alumnado con unos recursos insuficientes, y muchos otros más. Todos estos importantes temas son interpretados desde diversas ópticas y por diferentes actores relacionados con el sistema educativo, y resultan muy interesantes leerlos y analizarlos críticamente. Por eso, personalmente no puedo hacer otra cosa que recomendar que lean el libro y se sumerjan en ellos para sacar sus propias conclusiones.
Sea como sea, lo cierto es que uno acaba esta obra con una sensación de tristeza. Tristeza porque se corrobora lo que está pasando, que no es otra cosa que ver un sistema educativo público que está en manos de unos poderes políticos y lobbies pedagógicos que más que defender los intereses del alumnado parecen defender los suyos propios o no se sabe cuáles. De todas maneras, es de celebrar la valentía, una vez más, de un autor que se atreve a denunciar todo el conjunto de tropelías que explican el actual desastre educativo en el que estamos inmersos en la actualidad en España, y además dando voz a diversas visiones.
Huelga decir que algunos responsables de este desastre, voces cercanas al pedagogismo, suelen aprovechar para retorcer las palabras e incluso indignarse porque muchos reflejamos el pobre nivel del alumnado hoy día, aduciendo que los ridiculizamos. Cuando en realidad, lo que criticamos duramente (y lo que debería ser motivo de vergüenza nacional) es que un sistema educativo permita una ingente bolsa poblacional que se gradúa en la educación secundaria con analfabetismo funcional. Ojalá se indignaran por esta gravísima realidad, que es el quid de la cuestión, y dejaran de negar lo que las pruebas internacionales llevan más de quince años reflejando, corroborando, tristemente, lo que el colectivo docente llevamos denunciando de manera constante desde hace por lo menos dos décadas.
Nuestros niños y jóvenes son víctimas de un sistema educativo que no está a la altura de las circunstancias, y cuyos responsables siguen en sus puestos y sin reaccionar (o peor, ahondando en el error). Obras como esta son dignas de celebrar porque representan el primer paso para solucionar un problema, que es reconocer que existe. Ramón Espejo pone luz a una diversidad de contrariedades que necesitan atajarse para salir de la actual crisis educativa, denunciando cómo el actual laberinto educativo resultante de la actual normativa da lugar a un aprendizaje fake, o lo que es lo mismo, una enseñanza mediocre que lastra las oportunidades futuras de muchos estudiantes. Así que viene muy a cuento para acabar esta reseña una cita textual del mismo autor extraída de la conclusión de la obra:
“Dejemos también de pensar que esto es una confrontación entre conservadores y progresistas. La crítica a la educación es lo más progresista que en estos momentos podemos encontrar en la sociedad, no solo porque venga de personas que se definen de izquierda en su mayoría, sino porque busca el empoderamiento de los más desfavorecidos y una educación que no solo los contente y apacigüe, una que que los remueva, les obligue a enfrentarse a retos y a superarse a sí mismos incluso si eso les genera algo de sufrimiento. Pedir esfuerzo y exigir resultados es lo realmente progresista.”
Autor de la reseña: Paco Benítez Velarde
Licenciado en Historia por la UB. Profesor de secundaria de inglés y Ciencias Sociales. Profesor visitante en EE.UU. (Charlotte, NC) y ahora en la comunidad valenciana. Máster de Formación de Profesores de español como Lengua Extranjera por la Universidad de Barcelona y Máster en Teaching English as a Foreign Language por la Universidad de Alcalá de Henares. Posgrado en Mediación en Situaciones de Conflicto en la Institución Educativa por la Universidad de Barcelona. Miembro de la Asociación OCRE.